Los
restos materiales de la época remota de la civilización china
preconfuciana han permitido atestiguar la existencia de dos
manifestaciones de la religiosidad que alcanzaron gran desarrollo en
época posterior: la adivinación y la alquimia.
Se
conservan huesos de buey y caparazones de tortuga con inscripciones
oraculares, que permiten conocer el método de adivinación que se
empleaba. Los objetos se calentaban y se analizaban las formas que
dibujaban las grietas producidas por el fuego. El rey o un sacerdote
especial actuaban como adivinos y las preguntas eran muy diversas,
intentando penetrar en el futuro para conocer el resultado de una
guerra, de la cosecha, de decisiones administrativas o, incluso, la
voluntad de los antepasados o los dioses. El resultado de la consulta se
inscribía en los propios objetos oraculares, que resultan una fuente de
información de primer orden, por ejemplo, sobre las características del
calendario.
Huesos oraculares con inscripciones de la época de la dinastía Shang.
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