viernes, 7 de junio de 2013

LAS NORMAS CONFUCIANISTAS.

 Templo para las rogativas por las buenas cosechas, edificio principal del templo del Cielo, en la Ciudad Prohibida, Pekín.
 Templo para las rogativas por las buenas cosechas, edificio principal del templo del Cielo, en la Ciudad Prohibida, Pekín.

Confucio en vida no consiguió excesiva influencia ni el reconocimiento general, aunque ejerció sobre sus discípulos un magisterio que consolidó su extraordinaria fama posterior. Ideó un sistema de educación y un camino de desarrollo personal práctico basado en una serie de principios o normas cuyo cumplimiento conllevaba la conversión en hombre de bien y que se resumen en cuatro:
La primera es el li, la moralidad, las formas, los ritos. Se trata de un conjunto de convenciones que regulan las relaciones entre los hombres y el desarrollo de las ceremonias. Es un código de conducta que busca una actitud mental correcta que se materialice en un comportamiento correcto, por ejemplo, del padre hacia el hijo o del súbdito hacia el soberano. Se aprende, no se posee por la pertenencia a un grupo especial como pudiera ser la nobleza, lo que otorga al confucianismo una característica fundamental, que es el valorar menos el linaje que el aprendizaje. Se trata de un dogma muy útil en un sistema despótico en el que el servicio al estado es un bien superior a la pertenencia a una línea de sangre extraordinariamente valorada y difícil de controlar por el gobernante.
Jen es la benevolencia y la humanidad, consistente en «amar a todos los hombres como a uno mismo» (Analectas 15, 23), basada en el respeto a cada cual según su rango y función y tan difícil de conseguir que en su grado perfecto solamente la alcanzaron los sabios de la época mitológica.
Hsiao es la piedad filial, basada en la obediencia y que organiza las relaciones entre todos los miembros de la sociedad. Cada miembro del grupo tiene respecto a otros una relación en la que es parte débil (yin) y en la que puede ser parte fuerte (yang). El padre es yang para su hijo, que le debe obediencia y sometimiento, del mismo modo que la mujer es yin respecto a su marido o los jóvenes frente a los ancianos. En el vértice de la pirámide está el emperador, que es yang para sus súbditos, que son yin, aunque a su vez es yin respecto del Cielo, del que en última instancia depende. Este sistema de relaciones sitúa a los individuos en posiciones débiles o fuertes dependiendo de con quién se midan, de tal modo que nadie es completamente yin ni completamente yang, sino que en cada ser humano se realiza una unión de opuestos incluso en lo que se refiere a su posición familiar y social. Esta tendencia a desentrañar la unión de los opuestos por encima de sus diferencias, que se constata de un modo diáfano en el taoísmo, resulta una constante del pensamiento chino.
Por último, I es el sentido del deber, rectitud, honestidad; escoger el deber frente al provecho y el bien público, es decir, del estado frente al privado.
Estos principios morales que intentan regular la convivencia y erradicar la violencia aparecen expresados en los textos básicos del confucianismo, convertidos en directrices de los que deseaban adaptar su vida a ese ideal.

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