I. Uso de los términos:
a) «Ley y Profetas» AT en cuanto profecía (Mt 5,17; 11,13) o en general (Mt 7,12; 22,40; Lc 24,44; Hch 13,15; 28,23; Rom 3,21), a veces simplemente «Ley» = AT (Jn 12,34).
b) «Ley» Ley escrita, el código legal del AT, en relación con la antigua alianza; exigencias principales: justicia, compasión, buena fe (Mt 23,23).
c) Ley moral en general, por oposición a la ley civil (Rom 13,8.10; cf. 7,1). Impropiamente, por oposición a b), la «ley» del Espíritu (Rom 8,2), «ley» de Cristo (Gál 6,2).
d) En Jn el término «Ley» se refiere casi siempre al código legal (1, 17; 7,49.51; 8,17; 18,31; 19,7); en dos ocasiones designa textos de salmos (10,34; 15,25); otra vez puede referirse a textos históricos o proféticos sobre el reino perpetuo del descendiente de David (12,34).
e) En los evangelios, hay que distinguir entre los términos ta sábbata (Mc 1,21b; 2,23.24; 3,2.4, etc.), que significa el día de sábado (a veces, la semana, cf. Lc 18,2), Y to sábbaton, que significa el descanso de precepto propio de un día festivo y el precepto mismo (Mc 2,27s par.; 6,2; 16,1 par.; Jn 5,9b.10.16.18; 7,22.23; 9,14.16). La distinción se percibe claramente en Mt 12,6: «los sábados los sacerdotes violan el precepto en el templo». En Jn 19,31 se menciona dos veces el día de precepto, con doble sentido: desde el punto de vista de «los Judíos» es el descanso de precepto propio de su Pascua (<<para que no se quedasen, etc.»), pero J n contrapone a éste el descanso de la verdadera Pascua, la de Jesús (<<era solemne»; cf. 7,39), que coincide con el descanso divino terminada la creación (cf. 19,30: «Queda terminado»).
II. En los evangelios, nunca recomienda Jesús la observancia de la Ley como tal (en Mc no
aparece el término «Ley»). En Mt declara insuficiente la observancia
minuciosa y casuística de letrados y fariseos (5,20); éstos buscaban una
obediencia a Dios más extensa, multiplicando los preceptos; Jesús, una
fidelidad más intensa, más allá de los preceptos; declara que Dios pide
actitudes, en vez de fidelidad literal a normas (5,21-48). Para el
fariseo, la Ley escrita expresaba la voluntad
de Dios; para Jesús, la experiencia del amor de Dios y la conciencia de su designio se hace norma (cf. Jn 4,34; 6,38-40; Rom 12,2).
La
Ley, junto con los profetas (el Antiguo Testamento), contiene la gran
aspiración del reinado de Dios que Jesús viene a realizar (Mt 5,17). Los
libros de la Ley, en particular, se centran en el éxodo, la liberación
de la opresión acaecida a los israelitas; el antiguo éxodo era tipo del
éxodo definitivo que había de realizar el Mesías (Mt 5,18).
En
cuanto código, Jesús no sólo interpreta la Ley escrita, sino que la
corrige (Mt 5,21-48), considerándola imperfecta, demasiado exterior para
llevar a una moralidad profunda (ira, adulterio) o primitiva y poco
exigente, incapaz de promover las rectas relaciones humanas (juramento,
talión, discriminación). Como norma moral, Jesús resume el AT (la Ley y
los profetas) en el amor activo al prójimo (Mt 7,12). Rechaza la Ley
oral (Mc 2,23-28 par.; 7,1-8 par.; Lc 11,38), a la que niega todo origen
divino (Mc 7,7).
Mt
21,28-32 presenta la observancia de la Ley por parte de los dirigentes
como un sí exterior e hipócrita, que esconde un rechazo de la voluntad
de Dios manifestada. Lc 15,29 presenta al hijo meticulosamente
observante (figura de los fariseos) como falto de toda libertad, con
espíritu de esclavo, no de hijo; 18,9-14 muestra cómo el orgullo
corrompe la observancia, que aleja de Dios.
El
dilema que Jesús plantea a los fariseos es éste: ¿Qué prevalece como
voluntad divina, el bien del hombre o la observancia de la Ley? (Mc
3,1-7a par.) Jn establece la oposición entre la Ley y el amor (Jn 1,17).
Jesús se distancia de la Ley (8,17; 10,34; 15,25). Por eso, los
mandamientos que hay que cumplir no son ya los de la Ley, sino los de
Jesús (14,15.21;15,10), que se resumen en el del amor mutuo (13,34s;
15,12.17; cf. Mt 7,12). En Mc, el mandamiento de Jesús se formula como
«mantenerse despierto» (13,35.37), que significa estar dispuesto como él
a llevar la entrega hasta el fin (14,34.38).
III. a) En
Jn, la Ley presenta dos aspectos: en cuanto código legal pertenece a la
etapa preparatoria que termina con la llegada del Mesías (1,17; 7,23);
por eso Jesús no la considera suya (7,19; 8,17). A la Ley externa sucede
la Ley interna (Jr 31,31; Ez 36,26s), el amor leal (1,17; cf. 13,34;
15,12.17), el Espíritu (19,30.34). El cambio de alianza y, por tanto, de
Ley, se anuncia en la escena de Caná (2,1-11).
En cuanto incluye todo el AT, se llama «La Escritura» por ser anuncio, preparación o figura de los días del Mesías; cuando
se la llama «Ley» adquiere a menudo sentido peyorativo: es la Ley
absolutizada (3,31ss) que se ha convertido en instrumento de poder y
opresión (5,9b-18; 9,14.16); el desconocimiento de la Ley reduce al
pueblo a la condición de «maldito» (7,49) y lo somete a los maestros.
b) Jesús acusa a los dirigentes de no cumplir la Ley de Moisés (7,19; cf. 7,51; 10,34); la utilizan para sus propios fines (7, 23). En manos de los dirigentes se convierte en instrumento del odio; Jesús resume el mensaje (gr. logos) de
esa Ley deformada en la actitud de odio que causará su muerte (15,25);
de ahí que la Ley provea la acusación para darle muerte (19,7). Símbolos
de la Ley en Jn son las tinajas de piedra de Caná (cf. las tablas de la
Ley); el pozo de Jacob, cuya agua no calma la sed (4,14); la vasija
llena de vinagre al pie de la cruz (19,29: vinagre del odio opuesto al
vino del amor; cf. 15,25).
c) Por oposición a la antigua Ley, el código de la nueva alianza es, objetivamente, Jesús mismo crucificado, paradigma del amor al hombre (19,20; cf. 13,34); subjetivamente, el Espíritu recibido, que interioriza a Jesús e identifica con él. Jesús, luz del mundo (8,12), se opone a las falsas luces, en particular a la Ley (cf. Sal 119,105; Eclo 45,17 LXX; Sab 18,4). Cada uno de los miembros de la frase: «yo soy el camino, la verdad y la vida» (14,6) se opone a una manera de designar la Ley (Dt 5,33; Sal 119,1.5.29.33.160; Dt 32,47; Sal 119,37.93.149.154).
La observancia de la Ley no es base para el reino de Dios, que será realizado por la infusión del Espíritu (3,3.5.6).
IV.
En su actividad, nunca aparece Jesús preocupado por observar la Ley; al
contrario, no hace caso del día festivo (Mc 3,1-7a par.; Lc 13,10-17;
14,1-6; Jn 5,1.9b.10; 9,14); no respeta las prescripciones sobre lavados
rituales (Lc 11,38) y aprovecha la extrañeza que causa su conducta para
atacar la hipocresía (ibid. 39-41); denuncia la observancia minuciosa que encubre la violación de lo esencial (Mt 23,23s; Lc 11,42); declara inválidas las prescripciones del A T sobre la distinción de puro e impuro (Mc 7,18s par.;
Rom 14,14), que él mismo había violado tocando a un leproso (Mt 8,3
par.); rechaza la concepción farisea del sábado (Mc 2,23-26 par.),
declara que el Hombre es superior al precepto (Mt; 2,27s), ataca el legalismo (Mc 3,4 par.), no reconoce validez a la Ley mosaica sobre el divorcio (Mc 10,4-12 par.).
V.
En los Hechos aparece Esteban y el grupo judío-helenístico, acusado de
ser opuesto a la Ley (6,13); el grupo judío palestinense, en cambio,
seguía apegado a la Ley (21,20). La asamblea de Jerusalén decide contra
la obligatoriedad de la Ley para los paganos que se convierten (cap 15).
VI.
En los escritos paulinos se percibe el conflicto entre dos grupos
cristianos: los que consideraban la Ley requisito para la salvación y
los que, con Pablo, sostenían que el Mesías es el fin de la Ley (Rom
10,4; Gál 3,23-25; 4,4-5). El debate aparece sobre todo en Rom y Gál, en
menor escala en 2 Cor, Flp y Col. Para Pablo, la única condición para
ser rehabilitados por Dios es la fe, no la observancia de la Ley (Rom
3,28).
La
Ley daba conciencia del pecado (Rom 3,20; 7,7), lo hacía proliferar
(5,20), llevando a la reprobación de Dios (4,15). Era buena en sí
(7,12.16), pero impracticable (&,23) por la mala inclinación del
hombre (7,19-24; cf. 3,27; 4,2; Flp 3,4-6). Hacer de la Ley medio de
salvación significa inutilizar la muerte de Jesús (Gál 2,21), cargar con
una maldición (ibid. 3,.10.13). Es una esclavitud (Gál 5,1); hay
que morir a ella para vivir para Cristo (Rom 7,4; Gál 2,19). Pablo se
opone también a los preceptos ascéticos, cúlticos y rituales (Gál 4,10;
5,3; Col 2,16.21.23).
La doctrina sobre la abolición de la Ley atrajo a Pablo la acusación de inmoralismo (Rom 3,8; 6,1), a la que él responde (Rom 6,2s.1 Os.14).
La exigencia profunda de la Ley se resume en el mandamiento del amor al
prójimo (Rom 13,10; Gál 5,4; 6,2), pero la mortal cristiana no está
codificada (Gál 5,23b), pues las exigencias del amor fraterno no pueden
establecere a priori; hay que distinguir en cada caso lo que es voluntad
de Dios (Rom 12,2), guiados por el Espíritu (Rom 8,14). La preocupación
por la obligatoriedad de las observancias delata una fe débil (Rom
14,1-2; 15,1; 1 Cor 8,7-9; cf. Rom 14,14).
La
carta a los Hebreos, apoyándose en Jr 31,33, opone la exterioridad de
la Ley en el AT a la ley interior propia del NT (8,10; 10,16). Santiago
habla de la Ley del Reino (2,28), de la Ley perfecta, propia de hombres
libres (1,25; 2,12), que se reduce al amor al prójimo (2,8).
En
general, para advertir que la Ley mosaica no contaba para las
comunidades cristianas, basta examinar los exordios de las cartas
apostólicas: nunca se alaba a las comunidades por su observancia ni se
estimula a ella: se elogian la fe, la esperanza y el amor fraterno (por
ej., 1 Tes 1,3; 2 Tes 1,3; 2 Tim 1,5; Flm 5; 1 Pe 1,7-8).
a) «Ley y Profetas» AT en cuanto profecía (Mt 5,17; 11,13) o en general (Mt 7,12; 22,40; Lc 24,44; Hch 13,15; 28,23; Rom 3,21), a veces simplemente «Ley» = AT (Jn 12,34).
b) «Ley» Ley escrita, el código legal del AT, en relación con la antigua alianza; exigencias principales: justicia, compasión, buena fe (Mt 23,23).
c) Ley moral en general, por oposición a la ley civil (Rom 13,8.10; cf. 7,1). Impropiamente, por oposición a b), la «ley» del Espíritu (Rom 8,2), «ley» de Cristo (Gál 6,2).
d) En Jn el término «Ley» se refiere casi siempre al código legal (1, 17; 7,49.51; 8,17; 18,31; 19,7); en dos ocasiones designa textos de salmos (10,34; 15,25); otra vez puede referirse a textos históricos o proféticos sobre el reino perpetuo del descendiente de David (12,34).
e) En los evangelios, hay que distinguir entre los términos ta sábbata (Mc 1,21b; 2,23.24; 3,2.4, etc.), que significa el día de sábado (a veces, la semana, cf. Lc 18,2), Y to sábbaton, que significa el descanso de precepto propio de un día festivo y el precepto mismo (Mc 2,27s par.; 6,2; 16,1 par.; Jn 5,9b.10.16.18; 7,22.23; 9,14.16). La distinción se percibe claramente en Mt 12,6: «los sábados los sacerdotes violan el precepto en el templo». En Jn 19,31 se menciona dos veces el día de precepto, con doble sentido: desde el punto de vista de «los Judíos» es el descanso de precepto propio de su Pascua (<<para que no se quedasen, etc.»), pero J n contrapone a éste el descanso de la verdadera Pascua, la de Jesús (<<era solemne»; cf. 7,39), que coincide con el descanso divino terminada la creación (cf. 19,30: «Queda terminado»).
de Dios; para Jesús, la experiencia del amor de Dios y la conciencia de su designio se hace norma (cf. Jn 4,34; 6,38-40; Rom 12,2).
c) Por oposición a la antigua Ley, el código de la nueva alianza es, objetivamente, Jesús mismo crucificado, paradigma del amor al hombre (19,20; cf. 13,34); subjetivamente, el Espíritu recibido, que interioriza a Jesús e identifica con él. Jesús, luz del mundo (8,12), se opone a las falsas luces, en particular a la Ley (cf. Sal 119,105; Eclo 45,17 LXX; Sab 18,4). Cada uno de los miembros de la frase: «yo soy el camino, la verdad y la vida» (14,6) se opone a una manera de designar la Ley (Dt 5,33; Sal 119,1.5.29.33.160; Dt 32,47; Sal 119,37.93.149.154).
La observancia de la Ley no es base para el reino de Dios, que será realizado por la infusión del Espíritu (3,3.5.6).
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