Pieza de bronce perteneciente a la dinastía Shang.
Los
bronces y en especial los calderos se utilizaban en ceremonias para
rendir culto a los espíritus de los elementos y a los antepasados, y se
confeccionaban según un minucioso proceso de características mágicas. La
fundición del bronce se consideraba la creación de algo sagrado, y en
algunos casos requería un sacrificio humano que convertía al objeto
fundido en un talismán. Creados por parejas, uno macho y otro hembra,
estaban dotados imaginariamente de vida y su posesión otorgaba un
estatus especial. Había calderos que solamente podía poseer y utilizar
el monarca, lo mismo que ciertas espadas. Los metalúrgicos que los
confeccionaban tenían un estatus intermedio entre el mago y el
alquimista y su poder radicaba en la capacidad de transmitir vida por
medios mágicos a los objetos que confeccionaban.
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