martes, 16 de julio de 2013

TANQUELMO DE FLANDES.

                      En el S. XII las chispas de herejía surgidas en Europa durante el siglo anterior inflamaron movimientos de masas. Uno de los primeros se centró alrededor de Tanquelmo de Flandes. Sólo predicó tres años pero causó duraderos trastornos en la región. En su juventud había sido emisario del duque de Flandes y estuvo en Roma encargado de una misión política. No consta que nunca se hubiese ordenado sacerdote, pero hacia 1112 intervino en las luchas internas por el poder en la Iglesia.

                    En la época del Papado intentaba disciplinar a los obispos y demá clero de Europa, que hasta entonces habían vivido en una relativa independencia e irresponsabilidad. Como resultado de ello la Iglesia quedaba expuesta a fáciles ataques por parte de los herejes, que señalaban los abusos perpetrados por los clérigos en tal o cual comunidad. Una parte de la reforma fue que el Papa invalidó los sacramentos celebrados por sacerdotes casados, sin exceptuar los bautismos ni los matrimonios.

                   El decreto causó no poca confusión, al tiempo que Tanquelmo andaba por Flandes predicando que toda la Iglesia, y no solamente los curas casados, estaba corrompida y desautorizada. Aconsejaba a quien quisiera escucharle que dejase de pagar los diezmos y primicias, mensaje bien recibido por los que teniendo mermada su fe en la Iglesia se veían obligados a sufragar con sus tributos, sin embargo, el fastuoso tren de vida de los obispos.

                  Conforme aumentaba la popularidad de Tanquelmo, empezó a creerse un elegido e igual a Dios. Se le atribuía el poder de obrar milagros y era recibido con gran algazara en todas las ciudades. Vestía suntuosamente y se dijo que no desdeñaba los favores de sus discípulas. Los seguidores más devotos incluso se bebían el agua de su baño.

                 En una ocasión, Tanquelmo y su turba expulsaron a un cura de su iglesia y la consagraron a la predicación de las doctrinas de aquél. Se cuenta que en otra oportunidad, Tanquelmo se casó con una figura de la Virgen e hizo que le dedicaran ofrendas de plata y joyas. Los nobles del país no pusieron freno a sus actividades porque les complacía ver a la Iglesia en el aprieto; el arzobispo de Utrecht no estaba tan contento e hizo encarcelar por algún tiempo a Tanquelmo, pero no por eso disminuyó la popularidad de éste.

                 En 115 fue asesinado por un sacerdote católico. Sus partidarios siguieron creyendo en su divinidad, sin embargo, y rechazaban la autoridad de la Iglesia. Durante decenios siguientes las crónicas de Flandes y Alemania registraron los desmanes perpetrados por aquéllos; de acuerdo a una noticia fechada en 114, proclamaban doctrinas maniqueas, lo cual significaba, según la terminología de la época, que se habían adherido a las opiniones de los cátaros. Lo cual nunca fue el caso de Tanquelmo, aunque puede afirmarse que sus ataques a la autoridad eclesiástica ayudaron a preparar el terreno para la aparición de dicha herejía. Enrique de Lausana, Pedro de Bruys.

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