Filósofo alemán postmarxista, sociólogo, crítico literario y musicólogo y hasta compositor, uno de los principales representantes, junto con Horkheimer y Marcuse, de la primera generación de la Escuela de Francfort, o de la teoría crítica.
Estudió en la universidad de Francfort y, de 1928 a 1938, se asoció al
«Institut für Sozialforschung», del que fue siempre uno de sus miembros
más activos, si no el que más.
En 1934, huyendo del nazismo, marcha a Oxford y, cuatro años más tarde, a los EE.UU.
Tras unas primeras obras de sociología de la música, en las que analiza
las contradicciones de la sociedad en cuanto se reflejan ya en el mismo
fenómeno musical (aduce la música de Schönberg, vecino suyo en Los
Ángeles, como ejemplo de independencia del influjo social y de la
industria cultural, que tiende a «cohesionar» a
la gente con el sistema vigente), instalado ya en América, publica
Fragmentos filosóficos (1944), reeditados como Dialéctica de la
Ilustración (1947) y Minima Moralia (1951), obra hecha de aforismos,
para oponerse al espíritu de sistema de Hegel, y toma parte en
investigaciones empíricas hechas sobre la personalidad autoritaria
(1950).
En 1953, regresa a Francfort y al año siguiente se hace cargo de la
dirección del Instituto de Investigaciones Sociales, que de nuevo se ha
instalado en Alemania. En esta época toma parte en la segunda fase del
debate sobre la lógica de las ciencia sociales, o sobre el método de las
ciencias sociales, genéricamente denominado Methodenstreit y publica
Dialéctica negativa (1966). Muere en Suiza sin terminar la que pudiera
haber sido su mejor obra, Teoría estética (1970). En sus obras se
muestra crítico respecto de la dialéctica de Hegel, del marxismo y de
las filosofías -que denomina ontológicas- de Husserl y Heidegger.
La primera de sus obras importantes, la mencionada Dialéctica de la Ilustración, escrita en colaboración con Horkheimer, durante la guerra, es una crítica a la razón instrumental, concepto fundamental de este último autor, o, lo que es lo mismo, una crítica, fundada en una interpretación pesimista de la Ilustración, a la civilización técnica y a la cultura del sistema capitalista (que llama «industria cultural»), o de la sociedad de mercado, que no persigue otro fin que el progreso técnico. La actual civilización técnica, surgida del espíritu de la Ilustración y de su concepto de razón, no representa más que un dominio racional sobre la naturaleza, que implica paralelamente un dominio (irracional) sobre el hombre; los diversos fenómenos de barbarie moderna (fascismo y nazismo) no serían sino muestras, y la vez las peores manifestaciones, de esta actitud autoritaria de dominio.
En Dialéctica negativa intenta mostrar el camino de una reforma de la razón, con el fin de liberarla de ese lastre del dominio autoritario sobre las cosas y los hombres, que arrastra desde que es razón ilustrada. Opone a la filosofía dialéctica inspirada en Hegel -y, por tanto, al marxismo-, que reduce a identidad o a sistema de las cosas a través del pensamiento, superando sus contradicciones (y al mismo positivismo lógico, que cree adueñarse de la naturaleza mediante las teorías científicas), el método dialéctico de la «no identidad», de respetar la negación, las contradicciones, lo diferente, lo disonante, lo que llama también inexpresable: el respeto del objeto, en fin, y el rechazo del pensamiento sistemático.
La primera de sus obras importantes, la mencionada Dialéctica de la Ilustración, escrita en colaboración con Horkheimer, durante la guerra, es una crítica a la razón instrumental, concepto fundamental de este último autor, o, lo que es lo mismo, una crítica, fundada en una interpretación pesimista de la Ilustración, a la civilización técnica y a la cultura del sistema capitalista (que llama «industria cultural»), o de la sociedad de mercado, que no persigue otro fin que el progreso técnico. La actual civilización técnica, surgida del espíritu de la Ilustración y de su concepto de razón, no representa más que un dominio racional sobre la naturaleza, que implica paralelamente un dominio (irracional) sobre el hombre; los diversos fenómenos de barbarie moderna (fascismo y nazismo) no serían sino muestras, y la vez las peores manifestaciones, de esta actitud autoritaria de dominio.
En Dialéctica negativa intenta mostrar el camino de una reforma de la razón, con el fin de liberarla de ese lastre del dominio autoritario sobre las cosas y los hombres, que arrastra desde que es razón ilustrada. Opone a la filosofía dialéctica inspirada en Hegel -y, por tanto, al marxismo-, que reduce a identidad o a sistema de las cosas a través del pensamiento, superando sus contradicciones (y al mismo positivismo lógico, que cree adueñarse de la naturaleza mediante las teorías científicas), el método dialéctico de la «no identidad», de respetar la negación, las contradicciones, lo diferente, lo disonante, lo que llama también inexpresable: el respeto del objeto, en fin, y el rechazo del pensamiento sistemático.
La
razón sólo deja de ser dominadora si acepta la dualidad de sujeto y
objeto, interrogando e interrogándose siempre el sujeto ante el objeto,
sin saber siquiera si puede llegar a
comprenderlo.
Este
aspecto de admisión de lo irracional (dice que lo irracional es
justamente pensar según las categorías tradicionales que suponen una
reafirmación de las estructuras sociales injustas e irracionales de la
sociedad) le lleva a valorar el arte, sobre todo el vanguardista, ya de
por sí problemático -la música «atonal» de Schönberg, por ejemplo-,
porque supone una independencia total respecto de lo que representa la
razón instrumental. En el arte ve un reflejo del mundo real.
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