lunes, 9 de septiembre de 2013

Alianza. Teología Fundamental.

Hemos reunido bajo un solo título estos tres temas porque están estrechamente unidos entre sí. En efecto, toda alianza va precedida por una elección divina y, a partir del Sinaí, la ley está indisolublemente ligada a la alianza y se verá sometida, como ella, a un proceso de interiorización progresiva.
1. LA ALIANZA CON ABRAHÁN. La alianza con Abrahán va precedida de una llamada, que es elección por parte de Dios. Yhwh dijo a Abrahán: "Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre...; yo haré de ti un gran pueblo" (Gén 12,1-2). Esta llamada lo separó de su pueblo, de su tierra y de la dominación de una cultura en continuidad con Babel y sus consecuencias (Gén 11). Yhwh escogió a Abrahán para formarse un pueblo que fuese heredero de las antiguas promesas y bendiciones dadas por Dios con ocasion de la primera creación (Gén 3,15) y de la segunda, a saber: la alianza con Noé (Gén 9,17). Gracias a la elección divina, Abrahán será la raíz de una generación bendita, que acogerá algún día a su verdadero descendiente, Cristo (Gál 3,16).
Esta alianza con Abrahán no es un pacto bilateral por el que se comprometen dos partes, sino una promesa, un juramento unilateral por el que Yhwh promete una herencia a Abrahán y sus descendientes. Este juramento puede muy bien tomar el nombre de alianza, ya que crea efectivamente una relación nueva entre Yhwh y Abrahán. Sin embargo, este "acuerdo" es muy particular, ya que la iniciativa proviene únicamente de Yhwh, mientras que Abrahán se contenta con acoger esta promesa y rendir homenaje, en un abandono total, a la palabra dicha por Yhwh (Gén 15,6).
Acto soberanamente libre y gratuito por parte de Yhwh, la alianza con Abrahán no podía estar condicionada ni comprometida por los hombres; era indefectible y eterna. Yhwh será para siempre el Dios de Abrahán y de su descendencia, y las promesas hechas se cumplirán infaliblemente a su tiempo.
Pues bien, estas promesas no iban dirigidas a todos sus descendientes. Suponiendo una elección por parte de Yhwh, se transmitirán por medio de ciertos descendientes, con exclusión de otros, y esto en virtud del designio mismo de Dios y no por causa del pecado de los humanos (S. Lyonnet). La elección afirma la libertad de Dios, que se expresa en la diferenciación de los elegidos y se manifiesta ya en el curioso fenómeno de las "parejas de hermanos": se necesitan al menos dos hijos para que haya una elección. Isaac será el escogido, y no Ismael. Según la ley del pueblo, era Ismael, el "primogénito", el que debería haber recibido la primera promesa de la herencia de Abrahán. Pero aquí se trata del derecho de la gracia libre de Dios. Toda la historia de Isaac tiene una sola finalidad: señalar que él ha nacido únicamente del poder de Dios. Es él el hijo de la promesa, nacido de Sara, la "mujer libre" (Gál 4,22), mientras que Ismael, el hijo de la esclava, no tendrá ninguna relación directa con la vocación de Abrahán. La verdadera posteridad de Abrahán es Isaac, en virtud de la libre iniciativa de Dios.
La libertad de la elección se afirma más con Esaú y Jacob, los dos gemelos cuyos destinos se cruzan de forma característica. El Génesis presenta a Esaít como el hermano mayor de Jacob (Gén 25,35). Sin embargo, Yhwh elegirá a Jacob y lo constituirá heredero de las promesas. En virtud de esta elección, y como signo de ella, Yhwh convirtió su nombre de Jaco b en el de Israel. Después de renovar con Isaac (Gén 26,3-5) la alianza establecida con Abrahán (Gén 17,19), Yhwh la hace gravitar sobre la persona de Jacob y sobre sus doce hijos, antepasados de las doce tribus de Israel, que constituirán las estructuras de base del pueblo de Dios. "Tu nombre es Jacob, pero ya no te llamarás Jacob; tu nombre será Israel...; un pueblo, un conjunto de naciones procederá de ti, y reyes saldrán de tus lomos..." (Gén 35,9-11). Jacob-Israel es el elegido de Dios y, en cuanto tal, será el padre y fundador del pueblo elegido, a quien Dios concederá sus favores más que a sus iguales o rivales. Israel estará formado por los descendientes de Abrahán, a través de Isaac y de Jacob, y no a través de Esaú, antepasado de los edomitas, enemigos hereditarios de Israel y que no forman parte ciertamente del pueblo elegido (S. Lyonnet). De esta manera se afirma, una vez más, la libertad del acto electivo de Yhwh.
Le corresponderá al NT revelar que el amor paternal de Dios no se olvidó nunca, a pesar de las apariencias externas, del otro hermano. El tema de los dos hermanos reaparece en dos parábolas de Jesús: el hijo pródigo (Lc 15,11-32) y los dos hijos (Mt 21,28-32 (card. Ratzinger).
Las mujeres tendrán igualmente una función en este misterio de la elección divina. Para la Biblia, la esterilidad era una maldición y la fecundidad una bendición. Pues bien, Sara era estéril, mientras que Agar era fecunda. Pero las cosas se invierten: Agar, la fecunda, tiene que luchar contra la amenaza de verse despedida, y finalmente ha de marcharse (Gén 21,14), mientras que Sara es bendecida y engendrará a Isaac, el hijo de la promesa. Esta misma inversión se producirá en otras "parejas" de mujeres estériles y fecundas: Raquel y Lía (Gén 29,30), Ana y Peniná (1Sam 1,2). En su cántico, que anticipa el Magníficat de María, Ana, la madre de Samuel, cantará esta inversión de valores: "La mujer estéril tiene siete hijos, y la madre fecunda se marchita" (1Sam 2,5). María, la virgen fecunda, será la réplica superior de esas mujeres estériles que dan a luz con la ayuda de Dios (Lc 1,35).
2. LA ALIANZA DEL SINAI. "El Señor llamó a Moisés desde la montaña diciendo: `Di a la casa de Jacob y a todos los israelitas: Habéis visto cómo he tratado a los egipcios y cómo os he llevado sobre alas de águila y os he traído hasta mí. Si escucháis atentamente mi voz y guardáis mi alianza, vosotros seréis mi especial propiedad entre todos los pueblos'..." (Éx 19,3-5).
En esta "obertura", que constituye un resumen de toda la alianza mosaica, tenemos todo el conjunto del éxodo, la elección, la promesa de alianza y la ley.
El éxodo fue obra de Dios mismo, que "oyó el gemido de los israelitas y se acordó de su pacto con Abrahán, Isaac y Jacob..., y bajó a liberarlo de la mano de los egipcios" (Éx 2,24; 3,7). El éxodo es la continuación de una única historia de liberación, que empezó con Abrahán. Su objetivo es constituir una alianza que haga de Israel un pueblo libre, devolviéndole su dignidad y dándole su ley y su misión en la historia:
- La elección: la relación de Israel con Yhwh se basa únicamente en la voluntad libre de Yhwh al elegir a Israel. En la historia de las religiones no se conoce ningún ejemplo de una alianza entre una divinidad sola y un pueblo solo. El caso de Israel es único: "En efecto, ¿qué nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos a ella como lo está de nosotros el Señor, nuestro Dios, siempre que le invocamos?" (Dt 4,7). "Porque el Señor os amó y porque ha querido cumplir el juramento hecho a vuestros padres, os ha sacado de Egipto con mano poderosa y os ha liberado de la casa de la esclavitud" (Dt 7,7-8). Israel ha sido escogido entre las naciones, ha sido bendecido y colmado por Yhwh. Todo está preparado para una nueva relación entre Yhwh y él.
- El ofrecimiento de la alianza: "Si escucháis atentamente mi voz y guardáis mi alianza..." (Éx 19,5).
El simple hecho de que Yhwh le pida al pueblo una respuesta libre subraya el carácter único de la alianza mosaica. Las relaciones entre la divinidad y los humanos han cambiado por completo: no hay ya competencia, sino posibilidad de una colaboración libre. En las relaciones circundantes, por el contrario, los humanos no tenían ninguna opción, ninguna libertad para rehusar o aceptar. Yhwh se presenta, ciertamente, como él Señor poderoso, pero no como un dictador: "Dios no es un tirano. Desea que quienes le sirven lo hagan libremente, que acepten libremente su designio de salvación y que hagan el bien no por temor, sino por decisión libre" (Orígenes). A1 sí de Yhwh a su pueblo tiene que corresponder el sí del pueblo que se compromete a cumplir libremente su voluntad. La alianza mosaica es un libre intercambio de promesas y de compromiso. Dios se ha escogido un pueblo que ha aceptado libremente caminar por los caminos indicados. Se trata de una etapa en la historia de Israel, ni la primera ni la última; de un nuevo testimonio de la fidelidad de Yhwh a sus promesas de salvación, que recibe todo su significado de -la alianza con Abrahán que ella continúa. Va precedida de la.promesa hecha a Abrahán y a Isaac, de la que es la primera realización. Israel permanecerá siempre bajo la bendición de la alianza con Abrahán, que seguirá siendo válida aun cuando Irael tenga que ir al destierro por causa de sus infidelidades. "Yo me acordaré de mi pacto con Jacob, de mi pacto con Isaac, de mi pacto con Abrahán" (Lev 26,42).
- La ley: la alianza del Sinaí desemboca en un doble resultado: da origen al pueblo de Israel y al mismo tiempo le dota de una ley, que tiene la finalidad de conformar la actuación de Israel con las exigencias de su sublime vocación. La alianza con Abrahán adquiere en el Sinaí su forma completa, para introducir y establecer la ley, que será en adelante inseparable de la alianza. Esta ley, lo mismo que la propia alianza, es don de Dios a su pueblo: "¿Qué nación hay tan grande que tenga leyes y mandamientos tan justos como esta ley que yo os propongo hoy?" (Dt 4,7-8).
La ley está relacionada con el éxodo, con la elección y con la bendición de Yhwh a su pueblo. Proviene del éxodo, lo expresa y lo continúa. Es el medio por el que el pueblo avanza en su camino de éxodo-liberación ya comenzado, pero no terminado todavía. La ley no existía al comienzo de la historia del pueblo elegido. Israel fue escogido, salvado y liberado sin la ley. Era ya un pueblo liberado cuando la recibió. No se le pudo dar antes de la salida de Egipto, sino sólo después de su liberación: ¡los esclavos no tienen ley! Yhwh libertador apela a la libertad del pueblo para que quede liberado y se haga cada vez más libre. Fundada en el recuerdo de la liberación de Egipto, la ley consagra la libertad. No salva, no da la vida, aunque esté vinculada a la salvación y a la vida. Es don de Dios a Israel, inseparable de la gracia de la alianza, y por tanto del socorro divino requerido para su observancia. Es el camino para permanecer en una salvación ya dada y libremente aceptada. No es nunca un medio para "ganar" la relación con Yhwh, sino un medio para vivir esta relación. La alianza mosaica se dio como una pura gracia de Dios, pero que suponía unas exigencias religiosas y morales que han de ser observadas si Israel quiere permanecer en la alianza. Lo mismo que, con la elección y la alianza, Yhwh había manifestado sus designios de salvación a Israel, con la ley le indica la manera de seguir siendo pueblo sin más -ninguna comunidad humana puede vivir sin la ley- y de seguir siendo pueblo de Dios con una vocación especial. Se da una continuidad entre el camino de la liberación y el de la ley. Viviendo según la ley, Israel camina con su Dios, se hace actor responsable de su propio destino e interiormente cada vez más libre. Pues bien, un don divino como la ley ha de ser compartido por todos. El que ha sido liberado de la esclavitud no puede tratar a su hermano como una cosa, disponiendo de su vida, de su esposa, de su reputación o de sus bienes (Éx 20,13-17). La ley de Dios no debe separarse nunca del que la dio, el propio Yhwh (de lo contrario ya no "hablaría" y se convertiría en una cosa muda), ni de los demás beneficiarios de la alianza con los que ha de ser compartida, es decir, observada.
3. LA ALIANZA CON DAVID (2Sam 7,1-29). La elección inesperada de David subraya, una vez más, la gratuidad de los designios de Dios. Encargado como el menor de sus hermanos del cuidado de las ovejas de su pueblo, es, sin embargo, él, el más joven entre los hijos de Jesé, el elegido para suceder al rey Saúl, rechazado por Yhwh (1Sam 16,10-12).
La realeza de la dinastía davídica se describe en términos de tradición abrahamita. En David se cumplen y se renuevan las promesas hechas a los patriarcas. Mientras que la alianza mosaica era condicional, la que se establece con David elimina expresamente toda idea de ruptura: será eterna y, bajo ese aspecto, coincide con la de Abrahán. El triunfo de Yhwh rey comienza con el éxodo (ya en el Sinaí estaba presente la idea de reino: cf Éx 19,6) y terminará con el triunfo del rey mesías, "hijo de David". La esperanza de Israel se basa en la continuidad entre el pasado, el presente y el futuro. La fidelidad de Dios a su palabra en el pasado (Abrahán) garantiza sus promesas para el presente y para el futuro (David y el mesías); es lo que proclamará María en el Magníficat (cf Le 1,54-55).
La alianza con David adquirió una gran importancia en el momento del destierro, cuando desde el fondo de su miseria Israel se preguntaba si, después de haber roto tantas veces la alianza mosaica, seguía siendo el pueblo de Yhwh, digno de sus promesas. Los profetas, sobre todo Jeremías, Ezequiel e Isaías, destacaron entonces nuevos aspectos de la alianza divina; recuerdan que se trata de una disposición enteramente gratuita, que no descansa en los méritos del pueblo, sino solamente en la misericordia de Yhwh. La alianza no es tanto un pacto como un acto gratuito de Yhwh que permanece fiel a su pueblo. Su juramento dura para siempre. La infidelidad de Israel no rompe automáticamente la alianza, ya que Yhwh es libre para tener paciencia y perdonar.
Se apela entonces a una alianza formulada, no ya en términos de bendiciones y maldiciones, dependiente de la observancia del pueblo, sino de un pacto que es pura promesa de Dios, válida a pesar de los fallos humanos. Se recuerda la promesa incondicional hecha a David, que no destruye la alianza sinaítica, sino que la confirma centrándola en el rey. En adelante, Dios estará presente en su pueblo por medio de la descendencia de David.
A partir de David, la alianza de Dios con su pueblo pasa a través del rey. El trono de Israel será el trono de David. Y por la mediación de un rey, sucesor de David, salvará Dios a su pueblo. La esperanza de Israel se hace entonces dinástica (l Mesianismo).
4. JEREMIAS Y EZEQUIEL ANUNCIAN UNA ALIANZA NUEVA. a) Jeremías. La larga historia de la infidelidad de Israel, castigada en tiempos de Jeremías por una catástrofe sin precedentes, proclamaba muy bien la impotencia de la ley y de la alianza que era su fundamento. El pueblo estaba desterrado en Babilonia. Eran vanas todas las esperanzas humanas de una recuperación. Todo parecía estar acabado. ¡Y he aquí que todo comienza de nuevo! Yhwh le revela a Jeremías su designio de reunir consigo a Israel con los vínculos de una alianza eterna. Así Yhwh permanecerá fiel a las promesas hechas a Abrahán. Más allá del juicio divino, Jeremías predice un milagro de Dios. Anuncia una alianza de un tipo nuevo, que superará las maldiciones externas y realizará una unión más profunda con Yhwh: "Yo haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva...: pondré mi ley en su interior, la escribiré en su corazón y seré su Dios y ellos serán mi pueblo" (Jer 31,31-34).
Jeremías describe la acción medicinal y liberadora de Yhwh, que va derecha al "corazón" del problema para curar las desviaciones del corazón humano, de donde nacen las complicidades del mal (Me 7,21). Bajo la nueva alianza, la ley de Dios cambiará de sitio: no estará ya escrita en tablas de piedra, sino en el corazón del hombre; cambiará defunción: no será ya condición de la promesa, sino objeto de la promesa; se hará más eficaz: hasta entones Israel tenía que guardar la ley, ahora podrá observarla, porque recibirá plena capacidad para ello.
b) Ezequiel. Constatando que "los impulsos del corazón del hombre tienden al mal desde su adolescencia" (Gén 8,21), Ezequiel anuncia un cambio del corazón. La novedad no es la de la alianza, como en Jeremías, sino la del corazón y del Espíritu. Ezequiel describe certeramente la acción interna que Dios va a operar en el corazón del hombre, las transformación interior del corresponsal humano: extirpación del corazón de piedra, trasplante de un corazón nuevo y acción continua del Espíritu Santo, único capaz de disolver las obras de la carne y de hacer madurar las del Espíritu (Gál 5,19-22): "Haré con ellos una alianza de paz que no tendrá fin" (Ez 37,26); "Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; quitaré de vuestro cuerpo el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en vosotros" (Ez 36,26-27).
Ezequiel describe la alianza nueva con las categorías más personalistas de corazón y de espíritu, demostrando así que la ley interior de la que hablaba Jeremías era no solamente una norma, sino un principio de acción, ya que no era sino el Espíritu Santo, que producía una transformación profunda del corazón humano. El concepto de "ley interior" de Jeremías está vinculado, en Ezequiel, a una teología del Espíritu Santo. En Jeremías, Dios da una ley inscribiéndola en el corazón; en Ezequiel, ese don recibe un nombre: el Espíritu Santo, el don de Dios por excelencia. Se pasa de la ley escrita en el corazón a la "ley del Espíritu" (Rom 8,2), viva y operante en el corazón.
Es en el corazón humano de Jesús, al momento de su pasión, donde se realizaron primeramente las profecías de Jeremías y de Ezequiel. La ley de Dios está perfectamente escrita en su corazón; tiene el corazón nuevo prometido por Ezequiel y Dios ha puesto en él su Espíritu. Gracias á su sacrificio esas-mismas profecías se realizan en nosotros; en el corazón de Jesús es donde también nosotros tenemos el "corazón nuevo" (A. Vanhoye).
5. UNA HISTORIA DE LA SALVACIÓN EN FORMA DE DIÁBOL0. Si quisiéramos hacer un diagrama de la historia de Israel, podríamos representarla con la figura de un diábolo, formado por dos conos unidos por el vértice (la imagen es de Henry Cooper). A través de toda la antigua alianza, se advierte un proceso de estrechamiento formado por una sucesión de elecciones y de repulsas.
Abrahán es escogido entre los hombres mucho más refinados de Mesopotamia. De los hijos de Abrahán, se escoge a Isaac y es rechazado Ismael.
De los dos hijos de Isaac, es escogido Jacob y rechazado Esaú. A pesar de ser "el menos numeroso entre los pueblos", Israel es escogido para ser el pueblo de Yhwh, consagrado a él. David, el más joven, es preferido a los demás hijos de Jesé. El proceso de estrechamiento se acentúa en el momento del destierro en Babilonia: sólo volverá un pequeño resto. Esta noción de "resto-elite" está ligada a las estructuras mismas de la fe de Israel: elección, alianza, juicio y salvación. La predicación severa de los profetas, que habla de ruptura y de infidelidad, se templa con la referencia a un resto santo que será salvado. Aun en los peores momentos de la historia de Israel, queda siempre un pequeño resto fiel, en el que la palabra de Dios encuentra una respuesta plenamente humana, un resto-elite, al que Yhwh reservaba sus favores y en el que quedaba preservado todo el porvenir del pueblo. Más allá de la discontinuidad se da siempre una pequeña continuidad. Por causa de su amor, Yhwh reconstruirá a su pueblo a partir de ese resto "humilde y pobre" (Sof 3,12). Pars pro toco: es la parte la que lo lleva todo a término. Ese pequeño resto representa a los ojos de Yhwh a toda la comunidad. Es la parte fiel que subsiste gracias a una elección divina realizada en el interior del mismo pueblo. Dios actúa en su favor para procurarle a todo Israel el perdón y la salvación. Es la raíz que comunica la santidad a todo el conjunto, el núcleo de un nuevo Israel que vivirá finalmente en la santidad y la obediencia. A1 final, ese pequeño resto se reducirá a unas cuantas familias santas, Isabel y Zacarías, Simeón y Ana, Joaquín y Ana, de los que nacerá finalmente María. Con esta pequeña "hija de Israel", el primer cono alcanza su vértice: el Señor Dios podrá finalmente visitar a su pueblo. A partir de este punto central se invierte el proceso, y el segundo cono se irá ensanchando cada vez más. Se pasa de la bendición única y excepcional de María, llena de gracia, a una bendición universal que nos afecta a todos: en el Hijo amado del Padre y de María todos somos elegidos para alabanza gloriosa de la gracia con que el Padre nos ha agraciado en su Hijo (cf Ef 1,1-6).
María se encuentra en el punto de intersección de los dos conos, en el punto de encuentro de las dos alianzas, la antigua y la nueva. En ella se abrazan el pasado y el futuro. Toda la cadena de profecías y de promesas de la antigua alianza llevaba hacia la anunciación de María. Israel, portador de las promesas, se acaba en María, verdadera hija de su pueblo. Sin su fíat no habría podido realizarse el cambio de dirección. Su sí marca el final de la antigua alianza y el comienzo de la nueva. Toda la luz de la antigua alianza, desde Eva hasta el libro de la Sabiduría, resplandece en María, ya que el "sol de justicia" (Mal 3,20) entró en su seno, comenzando así la nueva alianza, el reino del verdadero David, un reino que ya no tendrá fin (Lc 1,33).
María es el verdadero Israel, en el que se unen inseparablemente la antigua y la nueva alianza: se da continuidad en la fe desde Abrahán hasta María. Ella es el pueblo de Dios que da frutos gracias a la poderosa misericordia de Dios. Teodoro de Ancyra saluda a María como el tomo nuevo de la nueva alianza, novus tomus scriptionis novae.
No hay ruptura entre las alianzas, ya que no hay más que una sola economía de la salvación, que tiene al Padre por autor, al Hijo como salvador, al Espíritu Santo como promesa y don. El Dios de Jesucristo es también el Dios de la antigua alianza. Toda la historia de la antigua alianza tiene valor de tipo: significa la esperanza del hombre, que se apoya en las promesas de Dios (Abrahán, Moisés, David) y encuentra su realización en Jesucristo. Con vistas a la venida de Jesús, cada momento de esa historia se prolonga hacia adelante, según una dinámica de continuidad y de superación.
Toda la antigua alianza es una "parábola": la fe de Abrahán es ya la sustancia de la fe cristiana, aunque oculta. El Apocalipsis pone a las doce tribus de Israel (21,12) y a los doce tronos de la nueva alianza (21,14) en un mismo nivel, ante el trono de Dios. Cristo es la conclusión de la antigua alianza, la suma de todas las promesas: "Todas las promesas de Dios se cumplieron en él" (2Cor 1,19).
La concentración en un único descendiente, Cristo; era la condición de una verdadera universalidad, "para que la bendición de Abrahán se extendiese a todas las naciones" (Gál 3,14). A partir de Cristo se lleva a cabo una inversión de perspectiva. La inserción sociológica en Israel ya no es necesaria para la salvación; basta con adherirse a Cristo, la auténtica descendencia de Abrahán. Cristo es al mismo tiempo nuestra alianza (Is 42,6), nuestra ley (Gál 6,2) y el elegido del Padre (Is 42,1). En adelante, en él y por él todos somos elegidos (Ef 1,4); la alianza nueva queda establecida en favor de todos (Mt 26,28) y el Espíritu Santo se ofrece al mundo entero como su verdadera ley (Rom 8,2).
BIBL.: ALONSO SCHÜKEL,L., ¿Dónde está tu hermano?, Valencia 1985; GIBLET P. y GRELOT P., Alianza, en LON-DUFOUR X. (ed.), Vocabulario de teología bíblica, Barcelona 1980", 5966; GIBLET P., Elección, en ib, 264-269; GRELOT P., Ley, en ib, 474-482; HAMEL E., Los diez mandamientos, Santander 1972; ID, Alleanza e legge, en "Rassegna di Teologia" 16 (1975) 513-532; MENDENHALL G.E., Law and Covenant in Israel and the Ancient Near Fast, Pittsburg 1955; MONLOUSou L. y Du BuiT F.M., Alliance, en Dictionnaire biblique universel, París 1985, 22-25; ID, Election, ib, 198-199; ID, Lo¡, ib, 428-431; MORAN W., De Foederis mosaici Traditione, en "VD" 40 (1962) 3-17.
É. Hamel

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