miércoles, 4 de septiembre de 2013

JUDAÍSMO Y SEXUALIDAD.

El punto de vista «religioso» sobre la sexualidad presentado como proveniente de una «tradición judeo-cristiana» suele tergiversar el punto de vista del judaísmo sobre la sexualidad. Muchas actitudes del cristianismo con respecto a la sexualidad son completamente opuestas a las actitudes del judaísmo.2
Si hay algo que diferencia las percepciones clásicas del judaísmo y el cristianismo es la actitud hacia la sexualidad y la categoría del cuerpo. A diferencia del cristianismo, en el judaísmo no existe una vergüenza por el cuerpo. El judaísmo no es ajeno a la afirmación y celebración del cuerpo y el alma. En el judaísmo no existe un recinto sagrado, como sucede en la iglesia. En la sinagoga se puede hablar de cualquier tema.
El papa Inocencio III, al igual que Pedro Lombardo, sostenían que el Espíritu Santo se ausenta de una habitación cuando una pareja casada mantiene relaciones sexuales, incluso si lo hacen con el objetivo de reproducirse, pues el acto sexual avergüenza a Dios.[cita requerida] A esa creencia se debe la tradición de no mantener relaciones sexuales los viernes, en recuerdo de la muerte de El Salvador, el sábado por la Virgen María y el domingo por la Resurrección.[cita requerida] Sin embargo, ésta última creencia no tienes bases bíblicas. Es por esto que hay diferentes corrientes cristianas. El judaísmo afirma que cuando un esposo y su esposa se unen carnalmente en santidad, allí mora la presencia divina. Por eso el shabat, el sábado, es el mejor día para recordar la libertad y la creación haciendo el amor.2
El judaísmo no le otorga valor ni a la virginidad ni a la castidad de los cónyuges: una mujer es virtuosa para el judaísmo si tiene una familia numerosa. Los hijos constituyen una bendición.3
El pecado original no es el sexo sino el deseo de saber: Eva mordió el fruto del árbol del conocimiento.
Al judaísmo, la noción de matrimonio por amor platónico, tan cara al cristianismo, le es completamente extraña. El ideal cristiano del celibato y de la virginidad que aparecen en el capítulo VI y VII de la Primera epístola a los corintios es totalmente ajeno al judaísmo. La idea de que es mejor evitar el matrimonio o que los viudos no deben volver a casarse, como proponía Tertuliano, o que el matrimonio es una medicina para la inmoralidad como sostenía San Agustín - para quien el acto sexual era un pecado apenas tolerable -, son impensables en el judaísmo.2
Mateo el Evangelista declaraba que es mejor hacerse eunuco en consideración al cielo. Para el ideal cristiano, el celibato consagrado lleva a Dios, sin trabas de preocupaciones y responsabilidades por la familia humana, esposa o hijos. Sólo los solteros están en condición de servir plenamente a Dios.
El ideal judío es el matrimonio. El matrimonio es mucho más que una preocupación privada, es una preocupación cósmica por el futuro de la humanidad. El amor consagrado tiene ese sentido cósmico: perpetuar la especia humana y salvar las chispas de la divinidad alojadas en el mundo.2
Sin embargo, la procreación no es el único fin del matrimonio para el judaísmo. No es bueno que el hombre esté sólo. Estar sólo es, para el judío, una terrible maldición. El placer debe ser compartido. En el judaísmo, el amor ideal con una mujer, es con su cuerpo tanto como con su espíritu.
Una de las señales singulares que diferencian el ascetismo judío del ascetismo no judío, según Gershom Scholem, es la ausencia de la renuncia sexual autoimpuesta. La libido no es condenada, sin la energía de la libido la civilización estaría agotada. Para el judaísmo, un varón o una mujer que, al casarse, hace votos de abstinencia sexual, viola el carácter del pacto matrimonial y ocasiona «tzará d'gufá», el sufrimiento del cuerpo. La tradición judaica afirma que «simjat ishto», el placer de su mujer es la obligación moral del marido.
En un tratado del siglo XIII Menorat Ha-Maor (atribuido a Najmánides pero escrito por Israel ibn Nakawa), en el capítulo sobre la santidad de la sexualidad, dice
Que el hombre no considere el acto sexual como algo repugnante porque de este modo blasfemamos a Dios
Un mito judío del Talmud, del Midrash y el Zohar Jadash, refiere que el primer ser humano fue hermafrodita. Adan era varón y mujer a la vez. Dios tomó uno de sus lados para crear el amor, hendió verticalmente al ser bisexuado haciendo de uno un varón y del otro una mujer. El amor es, entonces, la búsqueda del otro porque sin el otro uno permanece como medio ser:
«Por lo tanto abandonará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán una sola carne».2
La castidad no es un estado deseable para un judío: «Aquel que permanece soltero, se encuentra sin alegría, sin bendición, sin bondad, sin Torah, sin protección y sin paz» (Yebamot 62).4
El judaísmo tradicional prohíbe las relaciones sexuales con personas fuera de la pareja formal, mantiene la letra de la escritura bíblica en relación al matrimonio, incluyendo la observancia de la niddah (prohibición de relaciones sexuales en un periodo que incluye la menstruación) y el tzniut, que exige modestia en el vestir y en el comportamiento. Se contempla como graves pecados el adulterio, el incesto y la homosexualidad masculina.
El judaísmo permite un divorcio relativamente libre, aunque el judaísmo ortodoxo y el judaísmo conservador requiere una ceremonia (get o divorcio religioso) para su reconocimiento a efectos religiosos. Ramas más liberales del judaísmo han adoptado una perspectiva más acomodada a la cultura secular general contemporánea.

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