Aunque a lo largo
del Diccionario indirectamente se ha hablado de alejados y de pastoral de
alejados, dedicamos una voz expresamente, resumiendo y recogiendo lo
fundamental, en forma breve.
Por alejados
entendemos aquellos bautizados no practicantes o practicantes ocasionales, es
decir, aquellos cristianos cuya relación con la comunidad es muy débil o casi
nula.
El tema de los
alejados ha pasado al primer plano del interés pastoral, particularmente
traducido en los esfuerzos realizados desde la denominada "nueva
evangelización".
Al hablar de
alejados hoy, principalmente se piensa en los jóvenes y en familias jóvenes. Y
se llega incluso a cuestionar si son "ellos los alejados" o más bien nosotros
"nos hemos alejado de ellos" (J. L. Moral).
El planteamiento se
realiza desde el ambiente de "secularización" en el cual la sociedad "es
autónoma de la Iglesia" y de cualquier planteamiento religioso exigente. El
cristianismo, y sobre todo la Iglesia, parecen no suscitar interés y no entrar
dentro de los intereses existenciales de los denominados alejados.
Para esta pastoral
de alejados, como para casi todas, no hay programas infalibles ni recetas
eficaces. En cualquier caso, más que un proyecto pastoral ensamblado y sin
fisuras, podemos apuntar algunas pistas para dicha pastoral. El primer principio
sería el de acercarnos, salir al encuentro, de los ambientes y situaciones
reales de los alejados. Algunos llaman a este inicio como "pastoral de la
zapatilla o de la plaza pública". En términos técnicos hablaríamos de sana
pastoral de inserción o de encarnación. Los primeros pastores y teólogos del
cristianismo insistían en que "lo que no es asumido no es redimido".
El segundo
principio subrayaría el necesario acompañamiento, sembrando sin descanso pero
sin prisas por recoger frutos. Es el momento del primer anuncio, de presentar,
desde la vida, lo esencial: Jesucristo y la Buena Nueva. Es decir, traducir la
fe en "sentido salvador" que líbremente debe ser acogido.
El tercer
principio, consecuencia necesaria del primer anuncio, sería el de favorecer un
adecuado catecumenado, con la participación e implicación de toda la comunidad
cristiana. Es el momento de la acogida y progresiva inserción comunitaria, al
ritmo de la respuesta personal.
El cuarto
principio, que debe acompañar toda la pastoral de alejados, desde el inicio, es
el de ser nosotros, los no alejados, testigos vivos que pudieran mostrar con su
palabra, pero sobre todo con su vida, "experiencia de lo que hemos visto, oído y
gustado", como repetía el apóstol Juan.
Finalmente, y más
allá de los resultados de una adecuada y planificada pastoral, nos queda una
consoladora verdad: aunque los alejados se distancien de Dios, Dios nunca se
aleja ni distancia de ellos. Dios sigue apostando por ellos. ¿Sabremos secundar
con fidelidad y creatividad esta iniciativa divina?
BIBL. — R.
BERZOSA MARTÍNEZ, Evangelizar en una nueva cultura, San Pablo, Madrid
1998; ID., ¿Qué es eso de las
tribus urbanas? Jóvenes, Tribus urbanas y religión,
DDB, Bilbao 2000.
Raúl Berzosa
Martínez
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