(heb. generalmente kebes, "carnero joven", y seh, "corderito"; gr. arníon, aren y amnós, "cordero"). Por causa de su inocencia, paciencia e inofensividad, un Cordero pareció ser el mejor animal para representar a quien prometió llevar los pecados del mundo, el Cordero de Dios. Por ello, el Cordero desempeñó una parte importante en el antiguo sistema de sacrificios, el cual prefiguraba el ministerio y sacrificio del Salvador. Junto con el cabrito y en forma intercambiable con él, era uno de los animales principales para los sacrificios desde el Edén hasta que cesaron (Gn. 4:4; 22:7; etc.). La 1ª mención clara de los corderos en las Escrituras aparece en Gn. 21:28-31, donde Abrahán, para confirmar la posesión del pozo en Beer-seba, "el pozo del juramento", dio 7 corderos a Abimelec. La 1ª mención como animal para los sacrificios está en 22:7. Se requería para la Pascua un Cordero o cabrito de un año (heb. seh; Ex. 12:3-5). Cuando se estableció el ritual del tabernáculo en el monte Sinaí, Dios ordenó que cada mañana y cada tarde se ofreciera un Cordero de un año (heb. kebes) como holocausto por todo Israel (Ex. 29:38-42; cf Nm. 28:4), y 2 el sábado de mañana y 2 el sábado de tarde (Nm. 28:9, 10). Las ofrendas para ocasiones especiales -como las 3 grandes festividades anuales y el Día de la Expiación- se sumaban a los corderos del sacrificio regular de cada mañana y cada tarde. Este representaba el ministerio continuo de Jesucristo en favor de los pecadores. Por cuanto ésta era una "ofrenda encendida", un "holocausto continuo [diario]" (v 3), se la llegó a conocer como tamîd: literalmente, "continuo" o "diario". Además del sacrificio diario, en ocasiones especiales como la fiesta de la luna nueva se ofrecían 7 corderos de un año como holocausto (v 11), lo mismo que en cada uno de los 7 días de la Pascua (vs 16, 19, 24), en la fiesta de las Semanas o Pentecostés (vs 26, 27), en el día de Año Nuevo (29:1, 2) y en el Día de la Expiación (10 días más tarde; vs 7, 8). En la fiesta de los Tabernáculos se debían ofrecer 14 corderos cada día, además del sacrificio diario, cada uno de los primeros 7 días, y 7 corderos el 8º día (vs 12-36). En otras ocasiones, las ofrendas especificadas eran un Cordero (Lv. 9:3; 23:12, 18; Nm. 6:14; 7:15), una cabra para alguien del pueblo (Lv. 4:27, 28, 32), y un Cordero o una cordera como ofrenda por la culpa (5:6) o como ofrenda de paz (3:6, 7). En cada caso, el Cordero debía ser sin defecto para representar adecuadamente el carácter perfecto de Jesucristo (cf 1 P. 1:19).
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