LA
RESURRECCIÓN UNIVERSAL
LA
IGLESIA CATÓLICA
LA
VIDA ETERNA
Pronunciada
en Jerusalén, sobre aquello de: «Y en la Iglesia, una, santa y católica». Y
sobre la «resurreción de la carne». Y «la vida eterna». La lectura es de
Ezequiel: «La mano de Yahvé fue sobre mi y, por su espíritu, Yahvé me sacó
y me puso en medio de la vega, la cual estaba llena de huesos...'' (Ez 37, I ss.)1.
La
resurrección de los muertos, fuente de esperanza
1.
La raíz de toda operación es la esperanza de la resurrección. Pues la
esperanza del premio da al alma fuerzas para emprender buenas obras. Pues el
obrero se encuentra dispuesto a soportar los trabajos si divisa el premio de sus
fatigas, pero se derrumban el ánimo y el cuerpo de los que no avizoran
recompensa alguna. Un soldado que espera la recompensa del combate está pronto
para la lucha, pero nadie milita a favor de un rey que, falto de juicio, no
recompensa el mérito de los esfuerzos, ni está dispuesto a afrontar la muerte
por ese mismo rey. Así también, toda alma que cree en la resurrección se
modera y se atempera a sí misma. Pero la que no cree en la resurrección, se
entrega a su propia perdición2. Quien cree que el cuerpo pervivirá con la
resurrección, cuida aquello que le sirve de estola y de vestido, y no lo
contamina con el libertinaje. Pero el que no cree en la resurrección, se
entrega a la fornicación usando del propio cuerpo como si fuese ajeno. Es,
desde luego, una importante doctrina y enseñanza de la Iglesia la fe acerca de
la gran resurrección de los muertos. Se trata de algo completamente esencial,
cuya verdad, aunque choca realmente con la contradicción de muchos, puede ser
plenamente comprobada. Están en contra de ella los griegos, no la creen los
samaritanos y la deshacen los herejes. Se la contradice de múltiples maneras,
pero es una verdad simple y sencilla.
Objeciones
en contra de la resurrección de los muertos
2.
Esto es lo que oponen tanto los griegos como los samaritanos: una vez que el
hombre ha perecido y ha muerto, se pudre y lo devoran los gusanos. También
mueren los mismos gusanos. Y después de suceder todo esto al cuerpo,
putrefacción y muerte, ¿cómo, pues, resucita? Los peces devoran a los que han
sufrido un naufragio y ellos, a su vez, son devorados por otros. De quienes
luchan con las fieras se comen, destrozándolos, incluso los huesos. Los buitres
y los cuervos están volando por todas partes comiéndose las carnes de los
cadáveres arrojados al suelo. ¿Cómo podrán reunirse esos cuerpos? Pues es
posible que, de las aves que los devoraron, una haya muerto en la India, otra en
Persia, otra en los países bárbaros. Los cadáveres de otros que ardieron en
las llamas, reducidos a cenizas fueron dispersados por las tormentas o el
viento. ¿Cómo podrá reunirse su cuerpo?
A
Dios todo le es posible
3.
Para ti, desde luego, hombrecillo pequeño y débil, los países bárbaros
están lejos de la India e Hispania lo está de Persia. Pero para Dios, que
tiene el mundo entero en un puño, todo está próximo. No pienses que Dios es
tan débil como tú y, por tanto, incapaz, sino piensa más bien en tu propia
potencia. Además, el sol, siendo una obra pequeña de Dios, llena toda la
tierra con el calor de sus rayos. También el aire, hecho por Dios, rodea todo
lo que hay en el mundo. Pero Dios, que es el creador del sol y del aire,
¿estará acaso lejos del mundo? Supón que se encuentran mezclados granos
diversos de semillas—te propongo ejemplos débiles a ti, que eres débil en la
fe— y supon que todos los tienes en un puño. A ti, que eres hombre, ¿te es
cosa dificil, o más bien fácil, distinguir lo que tienes en el puño y poner
cada una de las semillas con las de su clase? Es decir, si tú puedes discernir
lo que tienes en tu mano, ¿no podrá Dios discernir y restituir a su lugar lo
que tiene en la suya? Considera lo que digo y si tal vez no será impío
negarlo.
En
la resurrección de los muertos, Dios hará justicia
4.
Considera también lo que se refiere a la justicia y reflexiona sobre ti mismo.
Tienes diversos siervos, de los que unos son buenos y otros malvados. A los
buenos los aprecias y a los malos los castigas. Incluso si eres juez, alabas a
los buenos y a los malvados los castigas. Si tú, que eres hombre mortal, tienes
una noción de lo que es justo, Dios, rey eterno de todas las cosas, ¿no
pagará a cada uno según justicia? Y es una impiedad negar esto, pues mira lo
que digo: muchos homicidas murieron en la cama sin haber sido castigados.
¿Dónde está, pues, la justicia de Dios? Y a menudo un homicida es reo de
cincuenta homicidios, pero ha lavado sus crímenes con una única pena capital.
¿Cómo pagará, pues, los restantes cuarenta y nueve asesinatos? Y argüyes a
Dios de injusticia si no existen, después de esta vida, el juicio y la
retribución. Pero no debes extrañarte del retraso del juicio. Quien lucha en
un certamen, una vez que éste ha concluido, recibe la corona o queda marcado
por la vergüenza, pero el árbitro del certamen nunca corona a los que
intervienen mientras están combatiendo, sino que aguarda a ver el final de
todos los combatientes. Después, examinando el resultado, distribuye los
premios de la victoria y las coronas. Así también Dios, mientras dura todavía
el combate en este mundo, ayuda parcialmente a los sujetos, pero después les
otorga los premios de modo completo y pleno.
Otros
indicios de la resurrección
5.
Pero si, a tu parecer, la resurrección de los muertos no existe, ¿qué haces
condenando a los que excavan en los sepulcros? Pues si el cuerpo perece
irremisiblemente y no existe esperanza ninguna de resurrección, ¿por qué se
castiga a los profanadores de tumbas? Te das cuenta, aunque lo niegues con los
labios, de que permanece en ti una conciencia indeleble de la resurrección.
Cambios
que se observan en seres inferiores hacen creíble la resurrección
6.
Pero, por lo demás, un árbol cortado vuelve a brotar ¿No lo hará también un
hombre que ha perdido su vida? Incluso lo que se ha cortado al segarlo se queda
en las eras para que lo recojan. ¿Y no se quedará en la era el hombre que ha
sido segado en este mundo?3. También los sarmientos de la vid y las ramas de
otros árboles, cuando se cortan completamente y se trasplantan, cobran vida y
reportan fruto. Y el hombre, por el cual son aquellas cosas, ¿no resurgirá
aunque haya ido a parar a la tierra? Y si comparamos distintos trabajos o
dificultades ¿qué es más, dar forma desde sus inicios a una estatua que antes
no existía o restituírsela a una que la había perdido? El Dios que nos hizo
de la nada, una vez que ya tuvimos existencia pero luego la perdimos, ¿no
podrá de nuevo despertarnos a la vida? Pero tú no crees, por ser griego lo que
está escrito acerca de la resurrección. Considera en cambio estas cosas desde
la perspectiva de lo que ya existe y entiéndelo en tu interior desde lo que
puede verse hasta el día de hoy. Si se desea, se siembra trigo o cualquier
clase de semilla. Cuando la semilla cae, muere y se pudre: ya no sirve para
alimento. Pero lo que se ha podrido brota de ahí como hierba y lo que al caer
era pequeño se levanta ahora hermosísimo4. Pero el trigo fue credo por causa
nuestra, pues el trigo y otras semillas se hicieron no por sí mismos sino para
nuestro uso. Y si las cosas que fueron hechas para nosotros reviven después de
muertas, nosotros, por quien esas cosas se hicieron, ¿no resucitaremos después
de muertos?
7.
Es, como ves, tiempo de invierno. Los árboles están como muertos. ¿Dónde
están las hojas de la higuera? ¿Dónde están las uvas de la vid? Pero estas
cosas que están muertas en invierno, incluso entonces tienen su fuerza y,
cuando llegue el momento, se les devolverá, como despertadas de la muerte, la
fuerza de la vida. Dios, percibiendo tu infidelidad, te ha mostrado todos los
años en estos claros indicios la resurrección para que, viendo lo que sucede
en los seres inanimados, creyeses con respecto a los seres dotados de razón.
Aparte de esto, moscas y abejas, ahogadas muchas veces en el agua, reviven
después de un rato y ciertas especies de sapos permanecen inmóviles en
invierno, pero más tarde, en verano, se despiertan. A ti, que piensas cosas
pequeñas y de poco valor, se te presentan estos ejemplos. Ahora bien, el que,
más allá de lo natural, da vida a seres desprovistos de razón y
despreciables, ¿no nos dará lo mismo a nosotros, por quienes hizo todos estos
seres?
El
supuesto ejemplo del ave Fénix
8.
Pero los griegos todavía buscan una resurrección de los muertos más clara y
argumentan que, aunque es cierto que reviven los seres mencionados, es porque en
realidad no habían sufrido plenamente la putrefacción y desean ver
abiertamente un animal que se haya podrido completamente y haya resucitado. Dios
ya conocía esta obstinación de los hombres para no creer y dispuso para esto
el ave que llaman Fénix. Esta, como escribe Clemente5 y otros muchos saben, es
única en su género, llega al país de los egipcios cada cuatrocientos años y
es un ejemplo de resurrección. Y no lo hace en lugares desiertos, de modo que
aquello quedara como algo misterioso, sino en una ciudad famosa, haciéndose
visible de manera que pueda ser tocada con las manos, pues de otro modo nadie lo
creerías. Pues, después de haberse construido el nido con incienso, mirra y
otros aromas, introduciéndose en él una vez agotado su cupo de años, muere a
la vista de todos y se corrompe. Pero más tarde, de la carne podrida del ave
muerta brota un gusano y éste, al crecer, se transforma en ave7. Después, a
esta Fénix le crecen las plumas. Una vez rehecha esta Fénix como era
anteriormente, va volando por los aires tal como era antes de morir, mostrando a
los hombres con toda evidencia la resurrección de los muertos. El ave Fénix es
ciertamente admirable, pero, como ave, está desprovista de razón y nunca ha
cantado salmos a Dios. Nunca ha sabido quién es el Hijo Unigénito de Dios.
Pero si a un animal irracional, que desconoce a su propio creador, le fue
concedida la resurrección, ¿no se nos otorgará a nosotros, que glorificamos a
Dios y guardamos sus preceptos?
El
que creó al hombre desde una realidad humilde puede también devolverlo a la
vida
9.
Pero puesto que el signo del ave Fénix, aún buscándolo mucho, es raro y
siguen sin darle crédito, recibe otra prueba basada en las cosas que ves todos
los días. Hace cien o doscientos años, ¿dónde estábamos todos nosotros,
tanto los que hablamos como los que escucháis? ¿Acaso desconocemos cómo se
formaron nuestros cuerpos? ¿Es que no sabes cómo somos engendrados de una
materia débil, informe y simple? El hombre vivo se forma de una única especie
y de un principio débil. Y eso que no tiene fuerzas y es débil se transforma
en carne compacta y en la fortaleza de los nervios. Y también en la claridad de
los ojos, en la capacidad de la nariz para oler, en la capacidad auditiva de los
oídos, la lengua que habla, el corazón que se mueve, la habilidad de las manos
para trabajar, la agilidad de los pies y toda la variedad de los miembros de
diverso género. Y lo que es tan poca cosa y débil se convierte en constructor
de naves, albañil, arquitecto y operario de cualquier arte, soldado, príncipe,
legislador o rey. El Dios que nos hizo de unos comienzos humildes, ¿no podrá
levantarnos una vez que hayamos caído? El que dio cuerpo a una realidad tan
vil, ¿no podrá despertar de nuevo a un cuerpo muerto? El que hizo lo que no
existía, ¿no despertará a lo que existe, aunque haya perecido?
La
semejanza con las fases de la luna8
10.
Una razón manifiesta de la resurrección de los muertos, y que está
atestiguada todos los meses, tómala también del cielo y de los astros. De
hecho, la luna, que llega a faltar completamente, de manera que nada se ve ya de
ella, aparece nueva otra vez y queda restaurada en sus antiguas dimensiones. Y
para una demostración perfecta de este mismo asunto, la luna se derrite con el
paso de los años en sangre, pero después recupera su aspecto luminoso. Dios es
quien, en su providencia, prepara estas cosas para que también tú, que eres
hombre y tienes sangre en tu interior, no niegues tu fe a la resurrección de
los muertos. Así lo que ves en la luna, crees que también sucederá en ti.
Sírvete, pues, de estas palabras en contra de los griegos. Pues contra los que
no aceptan las Escrituras debes luchar con armas no tomadas de la Escritura, es
decir, sólo con razonamientos y demostraciones. Pues a éstos no se les ha
descubierto quién es Moisés ni quién es Isaías, y desconocen los Evangelios
y a Pablo.
Frente
a los samaritanos: el Dios de Abraham, Isaac y Jacob no es un Dios de muertos,
sino de vivos
11.
Pasa ahora, te lo ruego, a los Samaritanos, que, puesto que sólo admiten la
Ley, no aceptan a los profetas, la lectura de la que hemos partido, de Ezequiel,
puede resultar ineficaz, pues, como dije, en ellos no hay lugar para los
profetas. ¿De dónde buscaremos, pues, la fe para los samaritanos? Vayamos a
los libros de la Ley. Dice, pues, Dios a Moisés: «Yo soy... el Dios de
Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob» (Ex 3,6), que sin duda viven y
existen9. Pues si Abraham murió, y también Isaac y Jacob, se trata de un Dios
de quienes no existen. ¿Y desde cuándo se dice que un rey es rey de unos
soldados que no tiene? ¿Y quién es el que muestra riquezas que no posee? Es
necesario, pues, que existan Abraham, Isaac y Jacob para que el Dios de las
cosas que existen sea dios. Pues no dijo: era Dios de ellos, sino soy. Y que
existe un juicio lo dice Abraham refiriéndose al Señor: «El juez de toda la
tierra ¿va a fallar una injusticia?» (Gén 18,25).
Los
signos del poder de Dios en Aarón, Moisés y la mujer de Lot
12.
Pero contra esto dicen también los insensatos de Samaria: nada impide que
continúen vivas las almas de Abraham, Isaac y Jacob, pero los muertos no pueden
resucitar. Es como si dijera: fue posible que la vara del justo Moisés se
convirtiera en una serpiente (Ex 4,3), pero los cuerpos de los justos no podrán
vivir y resucitar. Y aquello se hizo fuera de las leyes de la naturaleza. ¿No
podrá hacerse esto, que es tan acorde con la naturaleza? También la vara de
Aarón, cortada y seca, floreció sin el contacto con las aguas (Núm 17,23) y,
aunque estaba a cubierto (17,22), produjo las yemas que suelen brotar en los
campos y, en un lugar árido como estaba, produjo en el espacio de una noche los
frutos que árboles regados con frecuencia producen después de muchos años.
Con la vara de Aarón fue como si resucitara de entre los muertos. ¿No
resucitará, pues, el mismo Aarón? Para conservarle el sumo sacerdocio, Dios
realizó el milagro en su vara. ¿No otorgará, pues, la resurrección al mismo
Aarón? También, por procedimientos no naturales, fue convertida la mujer en
sal y en sal fue transformada su carne (Gén 19,26). ¿Acaso no podrá
convertirse la carne simplemente en carne? Y si la mujer de Lot fue convertida
en estatua de sal, ¿no resucitará la esposa de Abraham? ¿En virtud de qué se
hizo como nieve, durante el tiempo de una hora, la mano de Moisés, siendo
establecida después en su estado anterior? (cf. Ex 4,ó-7)? Sin duda por el
poder de Dios. ¿Y es que este poder, eficaz en otro tiempo, ha perdido ya su
fuerza y su eficacia?
La
resurrección es posible como fue posible la creación
13.
¿De qué material fue hecho el hombre en sus comienzos, oh Samaritanos, los
más necios de todos los hombres? Acercaos al primer libro de la Escritura, que
también vosotros lo habéis recibido: «Entonces Yahvé Dios formó al hombre
con polvo del suelo» (Gén 2,7). El polvo se transforma en carne, ¿y la carne
no volverá otra vez a ser carne? ¿Se os ha de explicar de dónde provienen los
cielos, la tierra y los mares? ¿De dónde el sol, la luna y los astros? ¿Cómo
de las aguas provienen las aves y los peces? ¿Y el modo como provienen de la
tierra todos los animales? Tantísimos miles de seres han sido llevados de la
nada a la existencia. Y nosotros, los hombres, que llevamos impresa la imagen,
¿no resucitaremos? Verdaderamente todo este asunto rebosa incredulidad. Y hay
muchos motivos para condenar a los que rehusan la fe, puesto que Abraham dice de
Dios que él es «juez de toda la tierra» (Gén 18,25). Y es grave que no crean
precisamente los que aprenden la ley, pues allí está escrito que el hombre ha
sido formado de la tierra (Gén 2,7; 3,19): son los que allí leen quienes
rehúsan creer.
No
hay argumentos bíblicos en contra de la resurrección
14.
Y estas cosas las decimos frente a los que se han de contar entre los infieles.
Pero para los que creemos es oportuno referirse a los profetas. Algunos, sin
embargo, que se sirven de los profetas, no creen en lo que éstos han escrito y
aducen aquello de «no se levantarán en el Juicio los impíos» (Sal 1,5)10. O
también aquello otro: «El que baja al sheol no sube más» (Job 7,9). 0
incluso: «No alaban los muertos a Yahvé» (Sal 115,17). Con ello utilizan mal
lo que ha sido correctamente escrito. Sin detenernos demasiado y en la medida en
que podamos, será bueno hacerles frente ahora. Pues si se dice que «los
impíos no se levantarán en el Juicio», con esto se quiere decir, no que
habrán de resucitar «en el juicio», sino que lo harán en condenación. Dios,
en efecto, no necesita hacer muchas indagaciones, sino que, a la vez que
resuciten los impíos, seguirán a continuación sus castigos. Y si se dice «no
alaban los muertos a Yahvé», con esto se quiere decir que en esta vida se crea
un espacio de penitencia y perdón. Una vez sobrevenida la muerte, a los que
hayan muerto en pecado, ya no se les permitirá que alaben, sino simplemente
lamentarse. Pues la alabanza es propia de quienes dan gracias, pero los lamentos
de quienes sufren azotes. Por consiguiente, los justos alabarán, pero los que
hayan muerto en sus pecados ya no tendrán tiempo para glorificar a Dios.
Job
y los profetas también la mencionan
15.
En cuanto al contexto de las palabras «el que baja al sheol no sube más» (Job
7,9), observa lo que va a continuación, pues se dice: «No regresa otra vez a
su casa, no vuelve a verle su lugar» (7,10). Pues como el mundo entero ha de
perecer, también toda casa ha de ser destruida. ¿Cómo habrá de volver a su
casa si toda la tierra ha de ser hecha nueva? Sería bueno que oigan a Job
cuando dice: «Una esperanza guarda el árbol: si es cortado, aún puede
retoñar, y no dejará de echar renuevos. Incluso con raíces en tierra
envejecidas, con un tronco que se muere en el polvo, en cuanto siente el agua,
reflorece y echa ramaje como una planta joven. Pero el hombre que muere queda
inerte, cuando un humano expira, ¿dónde está?» (14,7-10). Es como si
estuviera sonrojando a alguien e increpándole, pues así se ha de interpretar
el interrogante «¿dónde está?» Pues dice que, puesto que el árbol perece y
resucita, ¿acaso el hombre, por quien se hicieron los árboles, no resucitará?
Y para que no creas que violento el texto, lee lo que sigue, donde con
interrogantes se pregunta: «Muerto el hombre, ¿puede revivir?» (Job 14,14) y
dice: «Aunque haya muerto el hombre, vivirá» (14,14 LXX), e inmediatamente
añade: «Todos los días de mi milicia esperaría, hasta que llegara mi
relevo» y, a su vez, en otro lugar: «que ha de alzar sobre la tierra mi piel,
que estas fatigas soporta» (Job 19,25-26)11. Y el profeta Isaías dice:
«Revivirán tus muertos, tus cadáveres resurgirán» (Is 26,19). Y muy
claramente el profeta que ahora hemos mencionado, Ezequiel, dice: «He aquí que
yo abro vuestras tumbas; os haré salir de vuestras tumbas» (Ez 27,12). Y
Daniel dice: Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán,
unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno» (Dan
12,2).
Resurrecciones
de muertos en el Nuevo Testamento, en Elías y Eliseo
16.
Otros mucho pasajes de la Escritura dan también testimonio de la resurrección
de los muertos. Hay otras muchas sentencias y dichos acerca de este asunto. Pero
ahora, como para refrescar la memoria, mencionamos sólo de pasada la
resurrección de Lázaro cuatro días después de muerto (Jn 11,39-44). También
de pasada, por la escasez de tiempo, el hijo resucitado de la viuda (Lc
7,11-16). Y, sin insistir, recuérdese igualmente a la hija del jefe de la
sinagoga (Mt 9,25). Recuérdese también que las losas se abrieron y muchos
cuerpos de santos que habían muerto resucitaron (Mt 27,51-53) al abrirse los
sepulcros12. Pero tráigase a la memoria, en primer lugar, que Cristo resucitó
de entre los muertos. He pasado por alto a Elías y al hijo de la viuda que él
resucitó (I Re 17,19 ss), y a Eliseo, que en varias ocasiones hizo milagros
semejantes (2 Re 4,8 ss. 38 ss.), tanto vivo como después de muerto. Estando en
vida, obró la resurrección por su propio espíritu, de modo que no sólo se
honrase a las almas de los justos, sino que se tuviese fe en que en los cuerpos
de los justos existe una fuerza profunda. Con ocasión de que colocaron un
cadáver en la tumba de Eliseo, el muerto, al contacto con el cuerpo muerto del
profeta, cobró vida (2 Re 13,21). El cuerpo muerto del profeta hizo lo que
parecía propio de su alma y lo que yacía muerto dio vida a un muerto: lo que
estaba otorgando la vida, eso mismo permaneció, igualmente que antes, entre los
muertos. ¿Por qué razón?: para que, en caso de que Eliseo hubiese resucitado,
el hecho no se le atribuyese sólo a su alma y para mostrar que, incluso estando
el alma ausente, existía cierta fuerza y poder en el cuerpo de los santos por
el alma justa que tantos años había habitado en él y de él se había
servido13. Y no neguemos nuestra fe a este hecho como si no hubiese existido,
pues si los pañuelos y los mandiles, que son algo exterior a la persona,
aplicados a los cuerpos de los enfermos, daban fuerzas a los débiles (Hech
19,12), ¿cuánto más no resucitaría a un muerto el cuerpo del profeta?
Resurrecciones
en el NT. Resurrección al final de los tiempos
17.
Sobre esto habría que decir otras muchas cosas si estudiásemos lo asombroso de
estos hechos según cada uno de sus detalles, pero estáis soportando el
esfuerzo del ayuno de la preparación de la Pascua y de la Vigilia14. Por tanto,
sólo se dirán algunas cosas por encima, pues, arrojando unas pocas semillas y
recibiéndolas vosotros como buena tierra que sois, reportaréis fruto
ampliándolo por vuestra cuenta. Hágase memoria de que también los apóstoles
resucitaron muertos: Pedro, en Joppe, a Tabita (Hech 9,36-42); Pablo, en Tróade,
a Eutico (20,7-12), y también los demás apóstoles, aunque no está consignado
por escrito lo que cada uno de ellos hizo prodigiosamente. Acordaos de todo lo
que se ha dicho en la Primera epístola a los Corintios y que Pablo escribió
contra los que decían: «¿Cómo resucitan los muertos? ¿Con qué cuerpo
vuelven a la vida?» (15,35). Y de lo que dice: «Si los muertos no resucitan,
tampoco Cristo resucitó» (15,16). Y de que llama necios (15,36) a los que no
lo creen y de todo lo que en ese lugar15 se expone acerca de la resurrección de
los muertos y de lo que escribió de ese tenor a los tesalonicenses: «Hermanos,
no queremos que estéis en la ignorancia respecto de los muertos, para que nos
os entristezcáis como los demás, que no tienen esperanza» (I Tes 4,13), y
todo lo que sigue pero, sobre todo, aquello de «los que murieron en Cristo
resucitarán en primer lugar» (4,16).
La
grandeza final del estado de resucitados
18.
Observad principalmente lo que Pablo dice como señalando con el dedo: «Es
necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y que este
ser mortal se revista de inmortalidad» (I Cor 15,53). Pues este mismo cuerpo
resucitará, no como es, débil, sino perdurable, aunque será el mismo cuerpo.
Pero se transformará revestido de incorruptibilidad: como el hierro introducido
en el fuego se convierte en fuego o, más bien, como es conocido por quien lo
mueve, Dios. Por consiguiente, resucitará este mismo cuerpo, pero no se
quedará como ahora, sino que perdurará eternamente. Ya no necesitará para
vivir de los alimentos de que nosotros nos servimos, ni de escaleras para subir,
pues se hará «espiritual» (1 Cor 15,44)16, algo admirable y cuya dignidad no
somos capaces de explicar suficientemente. «Entonces los justos, dice,
brillarán como el sol y la luna y como el fulgor del firmamento» (cf. Dn 12,3
y Mt 13,43). Dios, que conoce previamente la dificultad de los hombres para
creer, ya había concedido a pequeñísimos gusanos que en verano despidiesen de
su cuerpo rayos luminosos, de manera que por lo que se ve se creyese en lo que
se espera. Y desde luego, el que concedió una parte, también podía otorgar el
todo. Y el que hizo que un gusano resplandeciese de luz, mucho más hará que
resplandezca el hombre justo.
También
el cuerpo participará de la gloria o del castigo
Resucitaremos,
pues, teniendo todos cuerpos eternos, pero no todos semejantes: si alguien es
justo, recibirá un cuerpo celeste para que pueda tratar libremente con los
ángeles; pero si alguien es pecador, recibirá un cuerpo eterno capaz de sufrir
el castigo de sus pecados de modo que, ardiendo en el fuego eterno, nunca se
consuma. Y ambas cosas están bien hechas por Dios. Pues nada hacemos nosotros
sin el cuerpo. Blasfemamos por la boca, y por la boca rezamos; fornicamos
mediante el cuerpo, y también mediante el cuerpo guardamos la pureza; robamos
con la mano, y con la mano damos limosna. E igualmente todo lo demás. Si el
cuerpo ha servido para todo, también ha de ser partícipe de la suerte que nos
ha de corresponder en el futuro.
Usar
rectamente el cuerpo
20.
Mortifiquemos, por tanto, hermanos, los cuerpos y no abusemos de ellos como si
fuesen de otros. Ni digamos, de acuerdo con los herejes, que este vestido del
cuerpo es ajeno, sino respetémoslo como propio, pues deberemos dar cuentas a
Dios de todas las cosas que hagamos con el cuerpo. No digas: «Nadie me ve» (Eclo
23,26) ni pienses que no hay testigo alguno de lo que haces. En efecto, la mayor
parte de las veces no hay ningún hombre que lo atestigüe. Pero hay un testigo
que nos formó y que no yerra, y permanece fiel en el cielo (cf. Sal 89,38)
viendo lo que se hace. También permanecen en el cuerpo las manchas de los
pecados. Y así como, cuando ha habido una llaga en el cuerpo, queda una
cicatriz aunque se haya aplicado alguna medicina, del mismo modo el pecado deja
señal en el alma y en el cuerpo y las huellas de las cicatrices permanecen en
ambos. Sólo quedan suprimidas por los que reciben el lavatorio17. Por el
bautismo sana Dios, además, las heridas del alma y del cuerpo, pero
protejámonos a nosotros mismos de un modo general contra lo que nos sobrevenga
en el futuro y guardemos limpio este vestido del cuerpo y no perdamos la
salvación del cielo por la más mínima fornicación y lascivia o por cualquier
otro pecado. Acerquémonos en cambio a la herencia del reino eterno de Dios, del
cual ese Dios os haga a todos dignos por su gracia.
Quede
bien grabada la resurrección de los muertos
21.
Sea suficiente lo dicho para demostrar la resurrección de los muertos. Y la
profesión de fe, que otra vez os hemos repetido, hacedla vosotros con toda
diligencia y con las mismas palabras, de modo que se os grabe en la memoria18.
Hablaremos
de la Iglesia, una, santa y católica
22.
La Profesión de fe también contiene esto: <<Y en un bautismo de
conversión para el perdón de los pecados. Y en la Iglesia, una, santa y
católica. Y en la resurrección de la carne. Y en la vida eterna>> Acerca
del bautismo y la penitencia ya hablamos en anteriores catequesis. Lo que ahora
acabamos de decir sobre la resurrección de los muertos es por aquello de «y en
la resurrección de la carne». Hablaremos, pues, de lo que nos queda, sobre lo
de «Y en la Iglesia, una, santa y católica», en lo cual, aunque se pueden
decir muchas cosas, seremos breves.
La
Iglesia es católica, Universal, en todo
23.
Se le llama «católica» porque está difundida por todo el orbe desde unos
confines a otros de la tierra y puesto que enseña de modo completo, y sin que
falte nada, todos los dogmas que los hombres deben conocer sobre las cosas
visibles e invisibles, celestiales y terrenas. Y también porque ha sometido al
culto recto a toda clase de hombres, príncipes y hombres comunes, doctos e
inexpertos. Y finalmente porque sana y cura toda clase de pecados que se cometen
con el alma y el cuerpo. Ella (la Iglesia) posee todo género de virtud,
cualquiera que sea su nombre, en hechos y en palabras y en dones espirituales de
cualquier especie.
«Iglesia»
es «asamblea»
24.
«Iglesia» es una denominación muy adecuada porque convoca a todos y los
reúne conjuntamente19, como dice el Señor en el Levítico: «Congrega a toda
la comunidad a la entrada de la Tienda del Encuentro» (Lev 8,3). Es digno de
notarse que esta palabra «ekklesíason»20 se emplea en las Escrituras por
primera vez en este lugar, cuando el Señor concede a Aarón el sumo sacerdocio.
Y en el Deuteronomio dice Dios a Moisés: «Reúne al pueblo para que yo les
haga oír mis palabras a fin de que aprendan a temerme» (Dt 9,10). Y cuando
habla de las tablas21: «... en las que estaban todas las palabras que Yahvé os
había dicho de en medio del fuego, en la montaña, el día de la Asamblea» (Dt
9,10), como si así lo dijese con más claridad. En el día en que, llamados por
Dios, fuisteis congregados. También el Salmista dice: «Te daré gracias en la
gran asamblea, te alabaré entre un pueblo copioso» (Sal 35,18).
La
verdadera Iglesia-asamblea ha pasado a ser la de los gentiles
25.
Ya antes había cantado el salmista: «En las asambleas22 bendecid a Dios, al
Señor desde las fuentes de Israel (Sal 68,27 LXX). Pero, si tenía que ser
así, por causa de las insidias tramadas contra el Salvador quedaron los judíos
privados de la gracia y Dios edificó una segunda Iglesia, formada partiendo de
los gentiles, nuestra santa Iglesia de los cristianos, acerca de la cual dijo a
Pedro: «Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no
prevalecerán contra ella» (Mt 16,8). De ambas Iglesias decía David en abierta
profecía: de la primera, que fue rechazada («Odio la asamblea de
malhechores», Sal 26,5). De la segunda dice, en el mismo salmo, que fue
construida: «Amo, Yahvé, la belleza de tu casa» (26,8) y, un poco después,
en el mismo salmo: «A ti, Yahvé, bendeciré en las asambleas» (26,12). Fue
rechazada, pues, la que estaba en la tierra de los judíos. Pero por todo el
mundo se multiplican las Iglesias de Cristo, de las cuales está escrito en los
Salmos: «¡Cantad a Yahvé un cantar nuevo: su alabanza en la asamblea de sus
amigos!» (Sal 149,1). De acuerdo con lo cual dijo el profeta a los judíos:
«No tengo ninguna complacencia en vosotros, dice Yahvé Sebaot» (Mal 1,10). E
inmediatamente añade: «Pues desde el sol levante hasta el poniente, grande es
mi nombre entre las naciones» (1,11). Y de esta misma santa Iglesia católica
escribe Pablo a Timoteo: «... para que sepas cómo hay que portarse en la casa
de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad» (I Tim 3,15).
Distinguir
duramente la Iglesia católica
26.
Pero el nombre de «Iglesia» se acomoda a realidades diversas, de modo que
también de la multitud que se encontraba en el teatro de los efesios está
escrito: «Dicho esto, disolvió la asamblea» (Hech 19,40). También alguien
dijo intencionadamente que la «asamblea de malhechores» (Sal 26,5) es el
conjunto de los herejes: me refiero a los marcionitas, maniqueos y a los
restantes. Por tanto, la fe te muestra muy cautamente que esto es lo que has de
sostener: «Y en la Iglesia, una santa, católica», para que, huyendo de esos
grupos abominables, te adhieras siempre a la santa Iglesia católica, en la cual
volviste a nacer. Y si alguna vez viajas por ciudades diversas, no preguntes
simplemente dónde está el «Kyriakón»23, pues también las restantes sectas
y herejías de los impíos se esfuerzan en hacer presentables sus madrigueras
con el nombre de «Kyriakón», ni simplemente dónde está la iglesia, sino
dónde hay una iglesia católica, pues éste es el nombre propio de esta santa
Iglesia, madre de todos nosotros. Ella es ciertamente la esposa de nuestro
Señor Jesucristo, Hijo Unigénito de Dios (pues está escrito: «como Cristo
amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella», etc., Ef 5,25 ss) y
ofrece una imagen y una imitación de «la Jerusalén de arriba», que «es
libre; ésa es nuestra madre» (Gál 4,26). Habiendo sido ella anteriormente
estéril, ahora es madre de una numerosa prole (cf. Gál 4,27 e Is 54.1).
Extendida
sin fronteras por la paciencia de los mártires
27.
Repudiada la primera24, en la segunda, es decir, en la Iglesia católica, como
dice Pablo, los puso Dios a algunos como apóstoles; en segundo lugar como
profetas; en tercer lugar como maestros; luego los milagros; luego el don de las
curaciones, de asistencia, de gobierno, diversidad de lenguas» (I Cor 12,28) y
toda clase de cualquier virtud. Me refiero a la sabiduría y a la inteligencia,
la templanza y la justicia, la misericordia y la humanidad, y la paciencia
invencible en las persecuciones. Fue ésta, «mediante las armas de la justicia,
las de la derecha y las de la izquierda, en gloria e ignominia» (2 Cor 6,7-8),
la que redimió, en primer lugar, a los santos mártires en sus persecuciones y
angustias con coronas diversas, unidas entre sí por las numerosas flores del
sufrimiento. Ahora, en tiempos de paz, ese sufrimiento recibe, por gracia de
Dios y de mano de reyes y hombres conspicuos por la grandeza de su dignidad, los
honores que le deben incluso los hombres de cualquier linaje y apariencia. Y
mientras tiene fronteras determinadas el poder de los soberanos de pueblos
distribuidos por lugares diversos, sólo la santa Iglesia católica posee una
potestad sin fronteras en todo el mundo. Pues, como está escrito, Dios puso en
su término la paz (Sal 147,14). Pero si sobre este asunto quisiera decirlo
todo, necesitaría un discurso de muchas horas.
<<Y
en la vida eterna»
28.
Instruidos en esta santa Iglesia católica por preceptos y costumbres preclaras,
poseeremos el Reino de los cielos y obtendremos en herencia vida eterna. Por lo
cual soportamos todas las cosas para que el Señor nos la conceda. Pues la meta
que nos hemos fijado no consiste en cosas limitadas, sino en la consecución de
la vida eterna, y ésta es nuestra lucha. Por eso se nos enseña en la
confesión de fe que, después de en la resurrección de la carne, es decir, de
los muertos, creamos también en la vida eterna, por la cual los cristianos
estamos luchando.
29.
Así pues, el Padre es real y verdaderamente vida, y por el Hijo derrama a
todos, como de una fuente, y en el Espíritu Santo, los dones celestiales. Por
su benignidad nos han sido prometidos también a los hombres de modo veraz los
dones de la vida eterna. Y a esto no se le puede negar, como si fuese cosa
imposible, la fe: debemos creer, no mirando a nuestra debilidad, sino en
atención a su poder: «Para Dios todo es posible» (Mt 19,26). Que ello es
posible y que esperamos la vida eterna lo dice Daniel: «Los que enseñaron a la
multitud la justicia (brillarán) como las estrellas, por toda la eternidad»
(Dan 12,3). Y Pablo dice: «Y así estaremos siempre con el Señor» (1 Tes
4,17). Este «estar siempre con el Señor» designa a la vida eterna. Muy
claramente lo dice también el Salvador en los evangelios: «E irán éstos a un
castigo eterno, y los justos a una vida eterna» (Mt 25,46).
Conseguir
la vida eterna obrando el bien
30.
Son muchas las pruebas que pueden darse acerca de la vida eterna. Y a quienes
deseamos obtenerla, la Sagrada Escritura nos señala los modos de adquirirla. De
ellos aduciremos ahora unos testimonios, pocos a causa de lo ya prolijo de mis
palabras, dejando a los estudiosos el resto de lo que se pueda investigar. Pues
algunas veces dicen que se obtiene por la fe, pues está escrito: «El que cree
en el Hijo tiene vida eterna» (Jn 3,36). Y este mismo25 dice: «En verdad, en
verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me ha enviado, tiene
vida eterna» (5,24), además de lo que sigue. Pero otras veces dicen que se
obtiene por la predicación del Evangelio, pues dice: «El segador recibe el
salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra
igual que el segador» (4,36). También a veces se dice que por el martirio y la
confesión de Cristo. Dice, en efecto: «El que odia su vida en este mundo la
guardará para la vida eterna» (12,25). E igualmente poniendo a Cristo antes
que el dinero y el parentesco de cualquier clase: «Todo el que haya dejado
casas, hermanos, hermanas... heredará vida eterna» (Mt 19,29). Y por la
observancia de los mandamientos: «No matarás, no cometerás adulterio,...»
(19,18), como respondió a aquel hombre que se acercó y dijo: «Maestro, ¿qué
he de hacer de bueno para conseguir vida eterna?» (19,16). Pero, además,
apartándose de las malas obras y dedicándose al servicio de Dios, pues dice
Pablo: «Al presente, libres del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para
la santidad; y el fin, la vida eterna» (Rm 6,22).
31.
Hay otras formas de conseguir la vida eterna, pero las he pasado por alto para
no ser tan abundoso. Puesto que Dios ama a los hombres tan intensamente, no ha
abierto una sino múltiples puertas a la entrada a la vida eterna para que
todos, en cuanto esté de su parte, disfruten de ella sin impedimento alguno.
Entretanto hemos dicho brevemente estas cosas acerca de la vida eterna. Son lo
que en último término hay que enseñar acerca de la fe y son su final. Ojalá
la consigamos por gracia de Dios todos nosotros, los que os instruimos y los que
escucháis.
Habrá
una preparación de las ceremonias de la Pascua
32.
Por lo demás, amados hermanos, hablar de estos mandatos os exhorta a todos
vosotros a disponer el alma para la recepción de los dones celestiales. Acerca
de la fe santa y apostólica os hemos hablado, cuanto nos ha sido permitido y
por la gracia de Dios, en estos pasados días de Cuaresma. No es que sólo se
hayan podido decir estas cosas, pues hemos pasado por alto otras muchas que tal
vez por mejores maestros serían pensadas de modo más sublime. Pero puesto que
ya está ahí el día de Pascua, en que vuestra caridad será iluminada en
Cristo por el lavado de la regeneración, seréis instruidos, si Dios quiere, en
las cosas que conviene26: con cuánta piedad y en qué orden conviene entrar una
vez que os llamen, por qué razón se celebra cada uno de los santos misterios
del bautismo y con cuánta reverencia y orden se debe ir desde (el lugar del)
bautismo hasta el altar santo de Dios para gozar de los misterios espirituales y
celestiales que allí se distribuyen27, de modo que, por la iluminación previa
de vuestra alma por esta palabra de doctrina, conozcáis por cada uno de esos
detalles la grandeza de los dones que Dios os ha concedido.
Habrá
catequesis mistagógicas en la semana de Pascua
33.
Pero después del día santo y saludable de Pascua, comenzando desde el segundo
día después del sábado28, entraréis, inmediatamente después de la asamblea
litúrgica, en el lugar santo de la resurrección para oír, si Dios quiere,
otras catequesis29, en las que seréis instruidos también en las razones y en
las causas de cada una de las cosas llevadas a cabo. Recibiréis también las
razones tanto desde el Antiguo como desde el Nuevo Testamento: en primer lugar,
acerca de lo que se ha dicho inmediatamente antes del bautismo, pero, además,
cómo habéis sido purificados de los pecados por el Señor mediante el
lavatorio de agua con la palabra30 y de qué modo, corno los sacerdotes, habéis
sido hechos partícipes del nombre de «Cristo»31. O también cómo se os ha
dado la señal de la comunicación del Espíritu Santo32. Y también acerca de
los misterios de la nueva Alianza, que tomaron aquí33 su inicio: qué es lo que
la Sagrada Escritura nos ha transmitido acerca de ellos y en qué consisten su
fuerza y su poder34. Y de qué modo hay que acercarse a ellos y cuándo y cómo
se han de celebrar. Y como última cosa de todas, por qué debéis en el tiempo
posterior vivir y manteneros, tanto en palabras como en obras, de un modo digno
de la gracia recibida, para que todos vosotros podáis gozar de la vida
eterna35. y estas cosas, si es voluntad de Dios, os las explicaremos nosotros.
La
alegría de la Iglesia porque va a crecer el número de sus hijos
34.
«Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor; os lo repito, estad
alegres» (cf. Flp 3,1; 4,4), pues «se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28)
y el celeste ejército de los ángeles espera vuestra salvación. Y ya se oye
«la voz del que clama en el desierto: «Preparad el camino del Señor» (Mt
3,3). Pero el profeta clama: «Sedientos, venid al agua» (Is 55,1), e
inmediatamente, en lo que sigue: «Hacedme caso y comed cosa buena, y
disfrutaréis con algo sustancioso» (55,2). Y no mucho después oiréis aquel
extraordinario pasaje: «Resplandece, resplandece, Jerusalén, que ha llegado tu
luz» (Is 60,1 LXX). De esta Jerusalén dijo el profeta: «Tras de lo cual se te
llamará Ciudad de Justicia, metrópoli fiel de Sión» (1,26 LXX) a causa de la
Ley que partió de Sión y de la palabra del Señor que se originó de
Jerusalén (cf. 2,3). Desde aquí regó como lluvia el orbe entero. A ella
también le dice el profeta acerca de vosotros: «Alza en torno los ojos y mira:
todos ellos se han reunido y han venido a ti» (49,18). Y ella responde
diciendo: «¿Quiénes son estos que como nube vuelan, como palomas a sus
palomares?» (40,8): nubes por lo espiritual y palomas por la sencillez. Y a su
vez: «¿Quién oyó tal? ¿Quién vio cosa semejante? ¿Es dado a luz un país
en un sólo día? ¿O nace un pueblo todo de una vez? Pues bien: Tuvo dolores y
dio a luz Sión a sus hijos» (66,8). Todas las cosas serán llenas de un gozo
inefable por el Señor, que dice: «Convertiré a Jerusalén en exultación y a
mi pueblo en alegría».
De
Dios os dé alegría, os bendiga y os ayude
35.
Sea permitido decir también de vosotros ahora: «¡Aclamad, cielos, y exulta,
tierra!..., pues Yahvé ha consolado a su pueblo y de sus pobres se ha
compadecido» (Is 49,13). Es por la bondad de Dios, que os dice: «He disipado
como una nube tus rebeldías, como un nublado tus pecados» (44,22). Y vosotros,
honrados con el nombre de fieles y de quienes está dicho: «a los que me sirven
se les impondrá un nombre nuevo, que será bendecido sobre la tierra»
(65,15-16), diréis con alegría: «Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones
espirituales, en los cielos, en Cristo... En él tenemos por medio de su sangre
la redención, el perdón de los delitos, según las riquezas de su gracia que
ha prodigado sobre nosotros» (Ef 1,3.78), etc. Y también: «Pero Dios, rico en
misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando muertos a causa de
nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo...» (2,4-5). Y del mismo
modo alabad de nuevo al Señor, autor de los bienes, diciendo: «Cuando se
manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, él nos
salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su
misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del
Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con largueza por medio de
Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su gracia, fuésemos
constituidos, en esperanza, herederos de vida eterna» (Tit 3,4-7). «El Dios de
nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os conceda espíritu de
sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente, iluminando los ojos de
nuestro corazón» (Ef 1,17-18) y os guarde en todo tiempo en buenas obras,
palabras y pensamientos. A él sean la gloria, el honor y el poder por medio de
nuestro Señor Jesucristo, con el Espíritu Santo, ahora y siempre y por los
infinitos siglos de los siglos. Amén.
........................
1.
Se trata de la última de las catequesis antes del bautismo. Al final se
prometen las catequesis mistagógicas. El orden resurrección-lglesia católica
es inverso a cómo ambas realidades se encuentran en el Símbolo. Pero no parece
que el asunto tenga mayor importancia (cf. PG 33, 1.013-1.014). Vid. más abajo
la nota 3.
2.
Se refiere a que carece de un estímulo para obrar el bien.
3.
Cf. Mt 3,12: «En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su
trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». La
expresión de Cirilo tiene, en cuanto a los términos empleados, cierto parecido
con esta de Mt, pero el evangelista más bien se refiere a la acción de Jesús,
en su primera venida, con respecto a los hombres. En general, es bueno tener
presente, con respecto a los presentes párrafos, que, en un primer momento,
más que aportar el testimonio bíblico de la resurrección, la catequesis
pretende oponerse a la actitud en contra de griegos y samaritanos defendiendo su
posibilidad. Es sobre todo entre los párrafos 14 y 21 cuando se ofrecerá una
visión más específicamente bíblica de esta esperanza fundamental del
cristiano.
4.
También aquí los términos son semejantes a la comparación que Jesús
establece con el grano de trigo en Jn 12,24.
5.
CLEMENTE ROMANO, Epístola I a los Corintios, cap. 25 Madrid 1950 (BAC 65), pp.
249-250.
6.
La ciudad se refiere a la antigua Heliópolis. Pero, por supuesto, aunque se
haga la cita de autoridad de Clemente, todo lo referente al ave Fénix, que
ardía y más tarde resurgía de sus propias cenizas, es algo puramente
mitológico. En ocasiones, el ave Fénix fue utilizada por los antiguos
cristianos como símbolo -pero sólo símbolo- de la resurrección.
7.
También en esta ocasión, entre paréntesis y como en nota, añade Cirilo: «No
dejes de dar crédito a este asunto, pues sabes igualmente que también la prole
de las abejas se forma a partir de unos gusanos y has visto que de los huevos
muy blandos de las aves salen las plumas, los huesos y los nervios».
8.
Intenta la catequesis establecer un paralelismo entre las fases de la luna y la
resurrección. Más que de argumentaciones habría que hablar aquí de ejemplos
que facilitan la aceptación de la idea de resurrección. Al final del párrafo,
señala Cirilo que lo que intenta, frente a los griegos, es no tomar argumentos
sacados de la Escritura, sino que puedan ser comprendidos desde la razón. A
partir del párrafo 11 al dirigirse a los Samaritanos, utilizará pasajes del
Pentateuco, lo que ellos admiten de la Escritura. Los samaritanos posteriores
admitieron también el libro de Josué.
9.
El argumento de que los patriarcas están vivos es empleado por el mismo Jesús
en favor de la resurrección: «Y en cuanto a la resurrección de los muertos,
¿no habéis leído aquellas palabras de Dios cuando os dice: `'Yo soy el Dios
de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?" No es un Dios de muertos,
sino de vivos» (Mt 22,31-32). La afirmación de que los padres en la fe están
vivos es al menos un marco de referencia desde el cual se puede entender la
afirmación cristiana de la resurrección de los muertos.
10.
«Se levantarán». El texto griego de los LXX, el empleado por Cirilo, admite
también la traducción «resucitarán» (anastésontai) aunque más bien
debería traducirse por «se alzarán» o «se mantendrán en pie».
11.
Más explícito todavía -es uno de los textos del AT que clásicamente se
aducen sobre la resurrección o, al menos, sobre la vida más allá de la
muerte- es el texto hebreo de estos mismos versículos: «Yo sé que mi Defensor
está vivo y que él, el último, se levantará sobre el polvo. Tras mi
despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios». Y
continúa el v. 27: «Yo, sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán, no
ningún otro».
12.
Todos los casos de resurrección mencionados son cualitativamente distintos de
la resurrección de Jesús, puesto que «Cristo, una vez resucitado de entre los
muertos, ya no muere más... la muerte no tiene ya señorío sobre él» (Rm
6,9) y, por tanto, son también distintos de la resurrección de todos los
hombres al fin de los tiempos. Pero son muy útiles para hacer ver la capacidad
de Dios para resucitar a los muertos.
13.
Conviene recordar, de todos modos que cuando un santo realiza un milagro o éste
se obtiene por su intercesión, no es en realidad el santo el que hace el
milagro, sino el poder de Dios que de él se sirve como simple instrumento.
14.
Se alude al ayuno, con frecuencia de varios dias, de los dias de Semana Santa y
de preparación de la Vigilia Pascual.
15.
1 Cor 15 es el pasaje más amplio en toda la Biblia sobre la resurrección de
los muertos.
16.
I Cor 15,42-47: «Así también en la resurrección de los muertos: se siembra
corrupción, resucita incorrupción; 43 se siembra vileza, resucita gloria, se
siembra debilidad, resucita fortaleza; 44 se siembra un cuerpo natural, resucita
un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo natural, hay también un cuerpo
espiritual. 45. En efecto, así es como dice la Escritura: Fue hecho el primer
hombre, Adán, alma viviente (Gén. 2,7); el último Adán, espíritu que da
vida. 46. Mas no es lo espiritual lo que primero aparece, sino lo natural;
luego, lo espiritual. 47. El primer hombre, salido de la tierra, es terreno, el
segundo viene del cielo...». CUERPO-ESPA/QUE-ES: El pasaje hace ver, en primer
lugar, lo que se señaló en la nota 12 de que la resurrección final de los
muertos es algo muy diferente de las resurrecciones operadas por Jesús en los
evangelios o de los milagros de resurrección que se realizan en algunos pasajes
del libro de los Hechos. En todos estos casos se trata de un restablecimiento
del tipo de vida que los hombres llevaban. Según los versículos citados de I
Cor 15, se habrá restablecido la vida, en dichos milagros, pero en
«corrupción» (corruptibilidad), «vileza», «debilidad» y «cuerpo
natural», mientras que la resurrección prometida al final de la historia es
una resurrección prometida en incorrupción», «gloria», «fortaleza»,
«cuerpo espiritual». Con respecto a la antítesis «cuerpo natural»—«cuerpo
espiritual», las expresiones originales griegas soma psychikón-soma
pneumatikón se refieren respectivamente al ser humano (que es propiamente como
debe entenderse aquí la palabra «soma») con su vida natural, la que le aporta
la psyché y, en la resurrección, al ser humano, al hombre, penetrado por el
Pneuma, el Espiritu de Dios. Es decir, más allá de lo que habian sido sus
propias fuerzas vitales que por otra parte, también eran don de Dios al
crearlo, el hombre resucitado del final de los tiempos es alguien vivificado en
su realidad por el Espiritu de Dios. Es el sentido que tiene la expresión
«cuerpo espiritual» de 1 Cor 15,44.
17.
El lavatorio o lavado de la purificación, el bautismo. Cf. catequesis 1,19 y
20.
18.
Parece exhortar a una constante profesión de fe mediante la recitación
repetida del Símbolo.
19.
«Ekklesía», de «ek-kalein», llamar de o convocar, significa asamblea
convocada o incluso convocatoria (desde el punto de vista semántico).
20.
Un adjetivo derivado de ekklesia, empleado aquí por Cirilo, que lo toma de Lev
8,3 LXX para designar la comunidad o la asamblea.
21.
Las tablas de la Ley.
22.
Cirilo dice «en la Iglesia», adaptándolo al tema que en estos momentos
desarrolla.
23
Expresión griega, derivada de Kyrios, Señor, para denominar un edificio
eclesiástico 0 algún conjunto de ellos.
24.
La imagen del «repudio» está tomada de la orden que Abraham recibe de Dios
para abandonar a su esclava Agar. En Agar y en la verdadera esposa de Abraham,
Sara, ve Pablo, en Gál 4,21-31, la imagen de las alianzas, históricamente
sucesivas, con Israel y la Iglesia. A todo esto se está refiriendo la
catequesis de Cirilo con la finalidad de que los oyentes distingan las
características («notas») de la Iglesia: una, santa, católica, apostólica.
26.
Se refiere a las normas prácticas sobre cómo actuar en la celebración de la
Pascua, que va a incluir bautismo, confirmación y eucaristia, y acerca de las
actitudes que deben adoptarse en dicha celebración.
27.
La distribución de la Eucaristía en la Comunión.
28.
Es decir, en nuestra distribución de la semana, el lunes de Pascua.
29.
Son las catequesis mistagógicas, aquí recogidas entre la XIX y la XXIII.
30.
SO/EVANGELIZACION: Es tal vez cita de Ef 5,26, que conviene comenzar en el
versículo anterior: «... como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a si
mismo por ella, para santificarla mediante el baño del agua, en virtud de la
palabra...». Tanto Ef 5,26 como el texto de Cirilo al que todo esto hace
referencia parecen ser mención de que en el bautismo, como en todos los
sacramentos, hay un doble elemento: la acción realizada (en el bautismo, el
lavado con agua) y las palabras empleadas como fórmula bautismal («Yo te
bautizo...»). Pero quizá las palabras de Cirilo hacen alusión a la doble
realidad de que los sacramentos, en este caso el bautismo, no son sin más
realidades que deben administrarse sin un trabajo previo de impartir la Palabra
de la evangelización. De hecho, la Biblia de Jerusalén comenta a Ef 5,26: «El
bautismo exige, para su plenitud, el acompañamiento de la proclamación de la
Palabra, concretada en la evangelización del ministro y la profesión de fe del
bautizado...». En el caso del bautismo de niños, los padres y padrinos, que le
«prestan» al párvulo la fe en nombre de la Iglesia, deben recibir antes de
modo adecuado el Evangelio.
31.
Puesto que «Cristo», como tantas veces se ha señalado, significa «ungido».
32.
En la caT. XXI. Se trata de la Confirmación.
33.
En Jerusalén, porque aquí comenzó en la última Cena la celebración de la
Eucaristía.
34.
A la Eucaristía se dedicarán la cuarta y quinta catequesis mistagógicas.
35.
Parece prometerse aquí una sexta catequesis mistagógica que desde luego no se
encuentra entre las que nos han quedado de hecho. PG 33,1.055, nota 2, expone la
siguiente suposición: o bien no pudo pronunciarla Cirilo o, más probable
según el editor de las catequesis publicadas en PG las cinco catequesis
mistagógicas fueron pronunciadas de lunes a viernes, mientras que el sábado se
habría celebrado ya la Eucaristía del domingo in albis, en la que los recién
bautizados dejaban ya sus vestiduras blancas. Seria más que probable que, por
tratarse de una homilía dominical, habría tenido que variarse el tema
previsto. Abundantes consejos morales se hallan, en todo caso, en la última de
las catequesis mistagógicas.
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