(MISTAGÓGICA IV)
EL CUERPO Y LA SANGRE DEL SEÑOR
Sobre
el cuerpo y la sangre del Señor. La lectura es de la Primera carta de Pablo a
los Corintios: « Yo recibí del Señor lo que os he transmitidos (I
Cor11,23),etc.1.
Institución
de la Eucaristía
1.
Incluso esta sola enseñanza de Pablo sería suficiente para daros una fe cierta
en los divinos misterios. De ellos habéis sido considerados dignos y hechos
partícipes del cuerpo y de la sangre del Señor. De él se dice que «la noche
en que fue entregado» (I Cor 11,23), nuestro Señor Jesucristo «tomó pan, y
después de dar gracias, lo partió» (1 Cor 11,23-24) «y, dándoselo a sus
discípulos, dijo: "tomad, comed, éste es mi cuerpo". Tomó luego una
copa y, dadas las gracias, se la dio diciendo: "Bebed de ella todos, porque
ésta es mi sangre"» (Mt 26,26-28). Así pues, si es él el que ha
exclamado y ha dicho acerca del pan: «Este es mi cuerpo», ¿quién se
atreverá después a dudar? Y si él es el que ha afirmado y dicho: «Esta es mi
sangre», ¿quién podrá dudar jamás diciendo que no se trata de su sangre?
Fe
en el cuerpo y la sangre del Señor
2.
En una ocasión, en Cana de Galilea, cambió el agua en vino (Jn 2,1-10), que es
afin a la sangre. ¿Y ahora creeremos que no es digno de fe al cambiar el vino
en sangre? Invitado a unas bodas humanas, realizó aquel prodigio admirable.
¿No confesaremos mucho más que a los hijos del tálamo nupcial les dio para su
disfrute su propio cuerpo y sangre? 2.
Apariencias
de pan y vino, pero realidad del cuerpo y sangre de Cristo
3.
Por ello, tomémoslo, con convicción plena, como el cuerpo y la sangre de
Cristo. Pues en la figura de pan se te da el cuerpo, y en la figura de vino se
te da la sangre, para que, al tomar el cuerpo y la sangre de Cristo, te hagas
partícipe de su mismo cuerpo y de su misma sangre. Así nos convertimos en
portadores de Cristo, distribuyendo en nuestros miembros su cuerpo y su sangre.
Así, según el bienaventurado Pedro, nos hacemos «partícipes de la naturaleza
divina» (2 Pe 1,4).
El
«escándalo» del Pan de vida
4.
En cierta ocasión, discutiendo Jesús con los judíos, decía: «Si no coméis
la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros» (Jn 6,53). Pero como aquellos no entendiesen en sentido espiritual lo
que se estaba diciendo, se retiraron ofendidos (cf. 6,60) creyendo que les
invitaba a comer carnes3.
La
Eucaristía, pan de la nueva Alianza para salud del hombre
5.
Existían también, en la antigua Alianza, los panes de la proposición; pero,
puesto que se referían a una alianza caduca, tuvieron un final. Pero, en la
nueva Alianza, el pan es celestial y la bebida saludable, y santifican el alma y
el cuerpo. Pues, como el pan le va bien al cuerpo, así también el Verbo4 le va
bien al alma.
La
certeza del don del cuerpo y la sangre de Cristo
6.
Por lo cual no debes considerar el pan y el vino (de la Eucaristía) como
elementos sin mayor significación. Pues, según la afirmación del Señor, son
el cuerpo y la sangre de Cristo. Aunque ya te lo sugieren los sentidos, la fe te
otorga certidumbre y firmeza. No calibres las cosas por el placer, sino estáte
seguro por la fe, más allá de toda duda, de que has sido agraciado con el don
del cuerpo y de la sangre de Cristo.
La
mesa que ha preparado el Señor
7.
La fuerza de todo esto te la explica el profeta David cuando exclama: «Tú
preparas una mesa ante mí, frente a mis enemigos» (/Sal/022/023/05). Lo cual
quiere decir: antes de tu venida, los demonios habían preparado a los hombres
una mesa contaminada, sucísima, que rezuma el poder del diablo. Pero, una vez
que llegaste, Señor, «has preparado una mesa ante mí». Y cuando el hombre
dice a Dios: «has preparado ante mí una mesa», ¿qué otra cosa significa que
la mística e inteligible mesa que Dios nos ha preparado «frente a los
enemigos», los contrarios, es decir, frente a los demonios? Y así es, en
efecto, pues aquella mesa mantenía la comunión con los demonios, pero ésta la
mantiene con Dios. «Unges con óleo mi cabeza»5. Con óleo ungió tu cabeza en
la frente mediante el sello6 que tienes de Dios, para que Dios te santifique y
te hagas imagen de lo que el sello expresa7. «Mi copa rebosa». Se trata del
cáliz que Jesús tomó en las manos y, dando gracias, dijo: «Esa es mi
sangre..., que es derramada por los muchos para perdón de los pecados» (Mt
26,28).
Las
nuevas vestiduras de la justicia
8.
BAU/VESTIDO-BLANCO: Por ello Salomón, en el Eclesiastés, queriendo señalar
esta gracia dijo: «Ven, come con alegría tu pan» (Ecl 9,7). Se refiere el pan
espiritual; dice «ven», porque llama a la salvación y da la felicidad. «Y
bebe de buen grado tu vino» (ibid.), que se refiere al vino espiritual. «Y no
falte ungüento sobre tu cabeza» (Ecl 9,8b): ¿Ves cómo también se designa
así al crisma espiritual? «En toda sazón sean tus ropas blancas, ... que Dios
está ya contento con tus obras» (ibid., 8a y 7b). Pues, antes de que tuvieses
acceso a la gracia, tus obras eran «vanidad de vanidades» (Ecl 1,2)8. Pero,
una vez que te despojaste de tus viejas vestiduras y te pusiste las que están
espiritualmente limpias, debes estar siempre vestido con éstas. No te decimos
que es necesario que siempre vayas vestido de blanco, sino que te revistas de lo
que es blanco, puro y espiritual y que digas, de acuerdo con el bienaventurado
Isaías: «Con gozo me gozaré en Yahvé, exulta mi alma en mi Dios, porque me
ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me ha envuelto...» (Is
61,10).
Compendio
sobre el cuerpo y la sangre de Cristo
9.
Puedes quedarte con la idea y tener la fe certísima en que lo que se ve como
pan no es pan, aunque tenga ese sabor, sino el cuerpo de Cristo, y que lo que se
ve como vino no es vino, aunque a eso sepa, sino la sangre de Cristo. Y no
olvides lo dicho antiguamente por David en los Salmos: «... para sacar de la
tierra el pan, y el vino que recrea el corazón del hombre, para que lustre su
rostro con aceite y el pan conforte el corazón del hombre» (Sal 104,14-15).
Conforta tu corazón tomando aquel pan como espiritual y pon alegre el rostro de
tu alma. Cubriéndolo con la pureza de tu conciencia y reflejando «como en un
espejo la gloria del Señor», camines «cada vez con mayor gloria» (2 Cor
3,18) en Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien sean el honor, el poder y la
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
........................
1.
El tema es, pues, la Eucaristía, el tercero de los sacramentos que se reciben
en la iniciación cristiana.
2.
La expresión «los hijos del tálamo nupcial»—la traducción podría ser, en
rigor, también «los siervos»—seria una reminiscencia, por ejemplo, de Mt
9,15: «¿Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio
está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio, entonces
ayunarán». Es precisamente en ausencia del novio o del «Esposo», como con
tanta poesía ha expresado el Cantar de los Cantares, cuando sus amigos y sus
invitados, al «ayunar» por la ausencia, se alimentan, sin embargo, del cuerpo
y de la sangre de Cristo, anunciando «la muerte del Señor, hasta que venga» (I
Cor 11,26). Es decir, el cuerpo y la sangre de Jesús son el alimento del
cristiano mientras está a la espera de la venida definitiva del Señor.
3.
Cf. Jn 6,61-62.67. La confesión de Pedro ante el rechazo que de Jesús hacen
«los judíos» (Jn 6,67 ss.) ocupa en el evangelio de Juan un lugar semejante
al de la confesión, también de Pedro y en nombre de los demás apóstoles, en
Mt 16,16 par. Es decir, en la medida en que Jesús va desvelando el misterio de
su persona y de su misión (destinado a la cruz en los Sinópticos, Mt 16,21 ss.
par; entregado a los hombres como verdadero pan de vida según Jn 6,26-66),
solamente lo aceptan aquellos que han venido siendo preparados por el mismo
contacto con él. En cuanto a la Eucaristía puede, por tanto, decirse que sólo
pueden aceptarla como presencia viva de la Pascua de Jesucristo salvador quienes
han sido previamente instruidos y dispuestos por la Palabra de la predicación y
el contacto con el Dios de Jesús. Por eso, tras la iniciación cristiana, es
buen momento para una catequesis que «conduzca al misterio» (catequesis
«mistagógica») de la Eucaristía. El tema de la Eucaristía, por la
posibilidad del escándalo semejante al de los judíos en Jn 6, entraba dentro
del llamado «secreto» o «disciplina del arcano» en la Iglesia antigua.
4.
«El Verbo» o «la Palabra», refiriéndose a la Palabra que es Cristo.
5.
Sal 23,5 del que ya se ha citado la primera mitad, dice completo: «Tú preparas
una mesa ante mi, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza, rebosante
está mi copa».
6.
Cf. de nuevo lo dicho ya en varios momentos sobre el «sello», «carácter»,
etc. (vid. supra, Procatequesis, nota 36).
7.
Cf., hablando de la diadema del sacerdote, Ex 28,36: «Harás además, una
lámina de oro puro y en ella grabarás como se graban los sellos:
"Consagrado a Yahvé"».
8.
De modo genérico, ante el comienzo del Eclesiastés (o Cohélet, «el de la
asamblea», de qahal, asamblea; por tanto, también «predicador»; «ecclesia»
en griego es asamblea y «eclesiastés» seria «el encargado de la asamblea»
en cuanto «predicador») la Biblia deJerusalén señala acertadamente acerca de
1,2: «a) el determinismo del cosmos, marco monótono de la vida humana, provoca
hastío en el Eclesiastés, al contrario de la admiración y adoración que
expresan Jb 38-40 o el Sal 104». Y más específicamente sobre la célebre
expresión «vanidad de vanidades», citada aquí por Cirilo: «b) El
término... significaba en primer lugar "vaho", "aliento", y
forma parte del repertorio de imágenes (el agua, la sombra, el humo, etc.) que
en la poesía hebrea describen la fragilidad humana. Pero la palabra ha perdido
su sentido concreto y para Qo únicamente evoca lo ilusorio de las cosas y, en
consecuencia, la decepción que éstas le reservan al hombre». Todo esto, de
cara a la situación de los recién bautizados, hace comprender la «vanidad de
vanidades» que en definitiva son las obras del hombre anterior al bautismo.
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