Advertencia
Por
el comienzo y desarrollo de esta homilía, parece que acababan de leer el hecho
que trae S. Mateo en los vers. 16-26 del capítulo XIX de su Evangelio y que
traducimos a continuación para que más se aprecie el valor de esta verdadera
joya oratoria:
16. Y he aquí que acercándose uno (a Jesús) le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para alcanzar la vida eterna?17. Y él le dijo: ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Uno solo es el bueno, Dios. Pues si quieres alcanzar la vida, guarda los mandamientos.18. Dícele: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: Aquello de: "'no matarás, no cometerás adulterio, no hurtarás, no levantarás falso testimonio" 1.19. "Honra al padre y a la madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo" 2.20. Dícele el mancebo: Todo esto lo he guardado desde mi mocedad; ¿qué me falta aún?21. Díjole Jesús: Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres., y tendrás un tesoro en el cielo; y ven, y sígueme.22. Así que hubo oído el joven estas palabras, se marchó contristado, porque tenía muchos bienes.23. Y Jesús dijo a sus discípulos: En verdad os digo que un rico difícilmente entrará en el reino de los cielos.24. Y os vuelvo a decir: Más fácil es que un camello pase por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de los cielos.25. Y cuando oyeron esto los discípulos se quedaron en gran manera pasmados, diciendo: ¿Pues quién puede salvarse?26. Más mirándoles Jesús les dijo: Para los hombres esto es imposible, pero todo es posible para Dios.1. Exod, XX, 13-17 y 12. 2. Lev. XIX, 18
El
joven rico
No
hace mucho que se nos habló de este joven 1, y el que escuchó con atención se
acordará bien de lo que entonces se dijo. Y lo primero, que no es el mismo que
aquel perito en la ley de quien hace mención San Lucas 2. Aquel era un
tentador, que hacía preguntas fingidas; mas este preguntaba con recta
intención, aunque no escuchó con docilidad. Porque si hubiese preguntado por
desprecio, no hubiese marchado triste con la respuesta del Señor. Por eso su
carácter se nos presentaba como una mezcla, pues la escritura nos la muestra
laudable en parte, y en parte desgraciadísimo y completamente desahuciado.
Porque el conocer al que de veras es maestro y el dar este nombre al único y
verdadero, despreciando la soberbia de los fariseos, la opinión de los
juriconsultos y la turba de los escribas, esto era lo que se alababa. Y se
aprobó también el que manifestase aquella solicitud por saber cómo
alcanzaría la vida eterna. Pero el no haber grabado en su corazón los
saludables consejos que escuchó de labios del verdadero maestro, el no haberlos
puesto por obra, sino el que cegado por la pasión de la avaricia huyese triste;
nos descubre toda su voluntad, no deseosa de seguir lo más provechoso, sino lo
que a todos es más agradable. Esto prueba la inconstancia de su carácter y lo
inconsecuente que era consigo mismo. ¿Le llamas maestro, y no haces lo que debe
hacer un discípulo? ¿Confiesas que es bueno, y rechazas lo que te da? Porque
el que es bueno, es a la vez comunicador de bienes. Le preguntas sobre la vida
eterna, y muestras estar dado enteramente a los deleites de la vida presente.
Mas, ¿qué consejo impracticable o pesado, o intolerable te propuso el Maestro?
"Vende lo que tienes y dáselo a los pobres"1. Si te hubiera propuesto
los trabajos de la agricultura, o los peligros del comercio, o cualquier otra
molestia de las que acompañan a los que andan tras el dinero, se comprende que,
llevando a mal el consejo, te retirases triste: pero si por un camino tan fácil,
que no te había de costar trabajo o sudor alguno, promete hacerte heredero de
la vida eterna, ¿por qué no te alegras de la facilidad de alcanzar tu
salvación? ¿Por qué se apena tu corazón y te retiras triste, y te haces
inútiles los trabajos que ya habías llevado a cabo? Porque si, como dices, ni
has matado, ni has cometido adulterio, ni has hurtado, ni has levantado falso
testimonio a nadie, haces infructuosa la diligencia que has puesto en observar
esto, pues no quieres también cumplir lo demás, sólo con lo cual podrás
entrar en el reino de Dios. Si el médico prometiese restituirte aquellos
miembros que o por la naturaleza, o por alguna enfermedad tenías mutilados; no
oirías esto con tristeza: y porque el gran médico de las almas quiere
perfeccionarte a ti despojado de los principales bienes, no recibes el beneficio
sino que lloras y te pones triste.
No
lo has guardado todo
Manifiestamente,
lejos estás de aquel precepto que manda amar a tu prójimo como a ti mismo 2 y
falsamente atestiguas haberla guardado. Porque, mira, este mandamiento del
Señor prueba que tú eres completamente ajeno a la verdadera caridad. Porque si
era verdad lo que afirmaste, que habías cumplido desde tu juventud con el
precepto de la caridad, y que habías dado
a los demás lo que a ti mismo ¿de dónde, dime, te ha venido esta abundancia
de riquezas? Pues el cuidado de los necesitados gasta las riquezas; pues cada
uno ha de recibir un poco según su necesidad; y todos han de repartir
igualmente sus bienes y gastarlos entre los pobres.
Por
eso el que ama al prójimo como a sí mismo, no posee más que su prójimo. Pero
tú te presentas con muchas riquezas. ¿De dónde pues, te han venido sino de
que has pospuesto a tus comodidades, el bienestar de muchos? De manera que
cuanto más abundas en riquezas, tanto menor es tu caridad. Que si hubieses
amado a tu prójimo, sin duda hubieras
repartido con él tu dinero. Mas ahora tienes pegadas a ti las riquezas más
estrechamente que los miembros del cuerpo, y cuando se separan de ti te duele lo
mismo que si te cortasen la parte más principal de él. Si hubieras vestido al
desnudo, si hubieras dado tu pan al hambriento, si hubieras abierto tus puertas
al peregrino, si te hubieras hecho padre de los huérfanos, si te hubieras
compadecido del enfermo, ¿qué riquezas, dime, te costaría dejar? ¿Cómo
habías de llevar a mal, dejar lo que te
quedaba, si ya antes habías procurado distribuirlo a los necesitados? Además,
a ninguno le cuesta dar su dinero en las ferias cuando por él se provee de
otras cosas necesarias; y cuando por poco dinero se hace con alguna cosa de
mucha estima, se alegra porque ha negociado con felicidad; y ¿tú te
entristeces porque das oro y plata y riquezas; es decir, piedra y polvo, para
poseer la vida eterna?
¿En
qué emplearás las riquezas?
Mas
¿en qué emplearás la riqueza? ¿Te vestirás con precioso traje? Bástate una
túnica de dos codos, y un solo manto puede satisfacer la necesidad de vestidos.
¿Gastarás tus riquezas en comidas? Un solo pan basta para saciar el vientre.
Pues ¿por qué te entristeces? ¿Qué es lo que pierdes? ¿La gloria que nace
de las riquezas? Si no buscases la gloria terrena, encontrarías la verdadera y
resplandeciente gloria que te condujera al reino de los cielos. Pero el mismo
poseer las riquezas es cosa deleitosa, aunque ningún provecho resulte de ella.
Mas todos sabéis que el deseo de las cosas inútiles es irracional. Te
parecerá increíble lo que voy a decir, y es más cierto que cualquier otra
cosa. La riqueza, repartida de la manera que el Señor manda, suele durar;
retenida, pasa a manos de otro. Si la guardas, no la poseerás; si la repartes,
no la perderás. Porque, "La distribuyó, se la dio a los pobres; su
justicia permanecerá para siempre" 4. Pero la mayor parte de los hombres
apetecen la riqueza, no por los vestidos o alimentos, sino que ha discurrido el
diablo el artificio de sugerir a los ricos mil ocasiones de gastar su dinero,
hasta el punto de procurarse como necesario lo superfluo y lo inútil, y de no
bastarle nada para los gastos que tienen premeditados. Dividen su riqueza para
la necesidad presente y para la que vendrá; y separan una parte para ellos, y
otra para sus hijos. Después dividenla también para diversas ocasiones que
tengan de gastar. Escucha las cosas a que las destinan: Este dinero, dicen,
usémoslo; este otro quede escondido. Lo destinado a nuestros usos, traspase los
límites de la necesidad: esto gástese en la opulencia doméstica, aquello
sirva para el fausto exterior; esto suministre gastos en abundancia al que tenga
que hacer un viaje, aquello proporcione al que quede en casa una vida opípara y
fastuosa; de suerte que me admiro de los gastos inútiles en que se piensa.
Poseen innumerables carrozas: unas conducen
los equipajes; otras, cubiertas de bronce y plata, les conducen a ellos mismos.
Numerosos caballos, cuya raza se aprecia por la nobleza de los padres, como se
hace entre los hombres. Unos llevan a estos voluptuosos a través de la ciudad,
otros prestan sus servicios en la casa, otros en los viajes. Los frenos, los
correajes, los collares: todo de plata, todo adornado con oro. Mantos de
púrpura adornan a los caballos como a unos esposos; muchedumbre de mulos de
distinto color: sus aurigas se suceden unos a otros, caminando unos delante,
otros detrás. El número de los demás sirvientes es infinito y suficiente para
toda clase de ostentación: mayordomos, despenseros, agricultores,
peritos en todas las artes, tanto en las necesarias como en las deleitables y
voluptuosas; cocineros, panaderos, coperos, cazadores, escultores, pintores,
operarios de toda clase de placer. Manadas de camellos, unos para llevar cargas,
otros para que anden por las selvas; multitud de caballos y de bueyes, rebaños
de ovejas y de puercos; sus respectivos pastores; campos que no sólo basten
para alimentar a todos estos, sino que aumenten aún con sus cosechas las riquezas;
balneario en la ciudad; balneario en el campo; casas que brillan con mármoles
de toda clase: unos de piedra frigias, otros de incrustaciones lacónicas o
tesálicas; y de estas casas, unas calientan en invierno, otras refrescan en el
verano. El pavimento adornado con variedad de piedrecitas; el oro reviste la
techumbre. Los trozos de pared en que no hay incrustaciones, están adornados
con flores pintadas.
Y,
cuando distribuidas las riquezas en mil usos, sobran todavía: entonces las
entierran y las guardan en sitios escondidos. - No sabemos lo que ha de suceder;
a lo mejor nos sobrevienen necesidades inesperadas-. Tampoco sabes si has de
necesitar el oro enterrado: lo que sabes como cierto es el castigo que merecen
las costumbres inhumanas. Después que no puedes gastar el oro en un sin número
de invenciones, lo ocultas debajo de la tierra. Locura increíble: cavar la
tierra cuando el oro estaba en las minas; y volverlo a esconder en la tierra
después de haberlo descubierto. Seas quien fueres el que entierras las
riquezas; con ellas entierras tu corazón. Porque "donde está tu tesoro,
dice la Escritura, allí está también tu corazón" 5. Por eso los
mandamientos entristecen su corazón, porque les parece intolerable la vida, si
no la emplean en gastos inútiles. Y lo que le sucede a este joven,
sucede a los que le imitan; me parece semejante a lo que sucedería a un viajero
que, arrastrado por el deseo de ver una ciudad, se
dirigiese a ella apresuradamente; pero que, deteniéndose en las primeras
hosterías de junto a la muralla, se abstuviese por la pereza de moverse un poco
más, e hiciese inútil el trabajo que se había impuesto, privándose de ver
las bellezas de la ciudad. Tales son los que quieren cumplir los demás
mandamientos sin desprenderse de sus riquezas. A no pocos he conocido yo que
ayunaban, que oraban, que gemían, que ejercitaban toda clase de piedad que no
exige gasto alguno; pero que ni un óbolo daban a los pobres. ¿Qué les
aprovecha a estos el ejercicio de las demás virtudes? Porque no les ha de
recibir el reino de los cielos: pues "más fácil es, dice, que un camello
entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el reino de los
cielos" 6. Tan terminante es la sentencia, infalible el que la dice, pero
raros los que la practican. -Mas, ¿cómo viviremos, me decís, si lo dejamos
todo?- ¿Qué especie de vida habrá, si todos venden lo que tienen y se quedan
sin más?- No me preguntéis cómo se entienden las órdenes establecidas. Sabe
el legislador harmonizar lo imposible con la Ley. Tu corazón se pesa como en
una balanza, para ver si se inclina a la verdadera vida o a las delicias
presentes.
Sed
ricos, pero generosos con los pobres
Conviene
que ponderen los prudentes que el uso
de las riquezas se les ha concedido para que sean los repartidores de ellas, no
para gozar: deben alegrarse cuando se desprenden de ellas, como el que deja lo
ajeno, y no llevarlo a mal como si perdiesen una cosa suya. ¿Por qué te
afliges? ¿Por qué se exacerba tu corazón cuando oyes: "Vende lo que
tienes?" Si hubieran de acompañarte tus bienes a la vida futura, ni aún
así los habías de desear con tanto afán; pues los obscurecerán aquellos premios
de allí; pero habiéndoles de dejar necesariamente aquí, ¿por qué no sacamos
de ellos la ganancia que se nos promete si los vendemos? Mas tú cuando das oro
y compras un caballo, no te entristeces; ¿y cuando se trata de dar estas cosas
perecederas para recibir por ellas el reino de los cielos, derramas lágrimas,
rechazas al que te las pide y rehusas darlas inventando mil causas para tus
gastos?
¿Qué
vas a responder al juez, tú que vistes a las paredes, y no vistes al hombre;
que adornas a los caballos, y desprecias a tu hermano cubierto de harapos; que
dejas que se pudra el trigo, y no alimentas a
los hambrientos; que entierras el oro, y abandonas al oprimido? Y si te
acompaña una esposa que también sea amante de las riquezas, la enfermedad se
duplica: porque da más pábulo a las comodidades, aumenta el ansia de placeres
y excita el aguijón de los caprichos vanos, pensando en hacerse con piedras
preciosas, margaritas, esmeraldas y jacintos; forjando y entretejiendo oro; y
aumentando la enfermedad con toda clase de vanidades.
Y
no se cuidan de esto alguna que otra vez, sino que de día y de noche están
pensando en lo mismo. Y son innumerables los aduladores que van en pos, al
servicio de sus apetitos: llaman a tintoreros, a cinceladores en oro, a
perfumistas, a tejedores, a bordadores. Y no le dejan a uno ni tiempo para
respirar, por los continuos encargos que le dan. No hay riquezas que puedan
satisfacer los caprichos de una mujer, ni aun cuando corriesen por los ríos:
pues compran el ungüento que viene del extranjero lo mismo que si fuese aceite
de la plaza. Añádanse a esto las flores marítimas, la púrpura, las plumas de
ave, y la lana más abundante que la de las ovejas. El oro ensartando piedras de
inmenso precio adorna sus frentes y sus cuellos, está incrustado en sus
cinturones, y ata sus manos y sus pies; porque las mujeres avaras de oro, se
gozan de atarse con esposas, con tal que sea de oro lo que las ata. Pues
¿cuando cuidará de su alma el que está al cuidado de los caprichos de una
mujer? Así como los turbiones y las tempestades hunden los navíos que están
podridos, así también las perversas inclinaciones de las mujeres, sumergen las
almas débiles de sus esposos. Pues distribuyéndose entre el marido y la mujer
las riquezas en tantos usos, venciéndose mutuamente en la invención de nuevas
vanidades, no es extraño que ninguna oportunidad tengan de mirar por los
extraños. Si oyes: "Vende lo que tienes, y dalo a los pobres" para
que tengas provisión durante el viaje a la felicidad eterna, te marchas
tristes; pero si oyes: da dinero a las mujeres derrochadoras, dáselo a los
cinceladores, a los escultores, a los que trabajan en piedras, a los pintores;
entonces te alegras como si con tu dinero alcanzaras cosa más preciosa. ¿No
ves estas murallas derruidas por la acción del tiempo, cuyos restos se levantan
como escollos alrededor de toda la ciudad? ¡Cuántos pobres había en la ciudad
cuando se construyeron, quienes por trabajar en ellas eran despreciados por los
ricos de entonces! Y ¿dónde está el espléndido aparato de las obras?
¿Dónde, aquél tan alabado por la magnificencia de estas cosas? (*). ¿No han
desaparecido y venido los muros a tierra lo mismo que los que hacen los niños
con arena: mientras que está en el infierno aquel a quien ahora le pesará del
empeño que puso en cosas vanas? Ensancha tu corazón: los muros grandes o
pequeños cubren la misma necesidad. Cuando entro en la casa de un hombre
vanidoso y que hasta el fin de su vida no acaba de enriquecerse, y veo su morada
brillar con toda clase de adornos; veo que para él no hay cosa más estimable
que lo visible, pues hermosea las cosas inanimadas y tiene sin adornar su alma.
Dime, ¿qué utilidad mayor te proporcionan los lechos de plata, las mesas de
plata, los asientos y sillas de marfil, si por usar tales cosas no llegan las
riquezas a los pobres que se agolpan a tus puertas, lanzando toda clase de
gemidos dignos de toda compasión? Y tú les niegas la limosna y dices que no
puedes socorrer a los pordioseros. Juras con tu lengua que no puedes, pero tu
mano te contradice; porque aunque ella calle, pregona tu mentira el anillo que
brilla a vista de todos. ¿A cuántos puedes sacar de sus deudas con un solo de
tus anillos? ¿Cuántas casas puedes levantar que están en ruinas? Una sola
arca de aquellas en que guardas tus vestidos, basta para vestir a todo el
pueblo, que está aterido de frío; y, sin embargo, sufres que el pobre se vaya
sin nada, sin temer el justo castigo del juez. No te compadeciste, no se te
compadecerá; no abriste tu casa, se te cerrará el reino de los cielos; no
diste pan, no recibirás la vida eterna.
La
sed de riquezas es insaciable
Pero
te llamas pobre a ti mismo; convengo contigo en ello, porque pobre es el que
necesita muchas cosas. Mas a vosotros os hace necesitar muchas cosas vuestra
insaciable avaricia. Te esfuerzas por amontonar diez talentos encima de otros
diez: reunidos veinte, apeteces otros tantos, y lo que vas amontonando no
satisfacen tu avaricia, sino que la enciende. Como para los ebrios el tener
junto a sí vino es ocasión para beber, así los que acaban de hacerse ricos
después de adquirir muchas cosas desean aún más, alimentando su enfermedad a
la vez que amontonan y produciéndoles sus ansias un efecto contrario al que
ellos buscan. Porque no les alegran tanto los bienes presentes, con ser tan
abundantes, cuanto les entristecen los que les faltan, o mejor dicho, los que
ellos creen que les faltan; de suerte que siempre está su ánimo preocupado,
luchando por adquirir más. Cuando habían de alegrarse y estar en paz por ser
más ricos que muchos, se amargan y se
entristecen de que haya alguno que otro más rico que les supere. Cuando
alcanzan a uno de estos ricos enseguida se esfuerzan por igualar a otro que lo
es más; y cuando alcanzan también a este pasan su emulación a otro. Como los
que suben una escalera tienen siempre un pie levantado para ponerle sobre el
banzo que sigue y no se detienen hasta que llegan al último; así estos no
cesan de apetecer el poder hasta que, subidos a lo alto, se estrellan desde lo
más alto de la desgracia. Al ave seléucida (*) la hizo el Criador del universo
insaciable para bien de los hombres; pero tú haces insaciable tu corazón para
mal de muchos. Cuanto ve la vista, tanto apetece el avaro. "No se saciará
el ojo viendo" 7, ni se saciará el avaro recibido. "El infierno nunca
dijo basta" 8 ni el avaro dijo jamás basta. ¿Cuándo vas a usar de las
cosas presentes? ¿Cuándo gozarás de ellas, si siempre te detiene el trabajo
de adquirir más? "¡Ay de los que añaden a una casa otra casa, y juntan
un campo con otro campo para quitar algo a su prójimo!" 9 ¿Qué es lo que
tú haces? ¿No das mil excusas para
despojar a tu prójimo? Me hace sombra la casa del vecino, es un alborotador,
alberga a los vagabundos; y trayendo otros pretextos, exagerándolos y
pregonándolos, revolviéndolos siempre y molestando, no para hasta obligarle a
irse a otro sitio. ¿Qué fue lo que mató al israelita Nabután? ¿No fue la
avaricia de Acab que apetecía su viña? 10. El avaro es mal vecino en la
ciudad, mal vecino en el campo. Conoce el mar sus términos; respeta la noche
los límites que tanto tiempo ha le fueron señalados; pero el avaro no respeta
el tiempo, no conoce el término, no cede al orden de sucesión, imita la
violencia del fuego; todo lo invade, todo lo devora. Y como los ríos nacidos de
un pequeño principio crecen de una manera increíble con los afluentes que poco
a poco se les juntan, y arrastran en su violenta corriente todo lo que
encuentran a su paso; así también los avaros cuando suben a gran poder,
después que han recibido mayor fuerza para hacer injusticias de aquellos a
quienes ya han dominado, reducen a la esclavitud a los demás, viniendo a
aumentar el número de los antes injuriados; y el aumento de poder es para ellos
ocasión de mayor maldad. Porque los primeros que recibieron el daño
ayudándoles contra su voluntad, infieren también a otros, perjuicios y
agravios. Porque ¿a qué vecino, a qué doméstico, a quién que tenga trato
con ellos no atraen? Nada resiste a la fuerza de las riquezas; todo cede ante la
tiranía; ante el poder todo se estremece: pues cada uno de los que han sido
injuriados, más cuenta tiene con que no le venga algo peor, que de vengarse de
lo que ha padecido. Conduce las yuntas de
bueyes, ara, siembra, recoge la cosecha que no le pertenece. Si te opones,
vienen las heridas; si te quejas, eres reo, porque injuriaste; serás contado
entre los esclavos, habitará la cárcel: preparados están los calumniadores
para poner en peligro tu vida. Te tendrás por bien librado si, dando algo más,
te ves libre de estas molestias.
Quisiera
que respirases un poco de la injusticia de estas obras y se aquietasen tus
pensamientos, para que ponderaras a donde va a parar el deseo de estas cosas.
Tienes tantas yugadas de tierra arable: otras tantas de tierra para plantar
árboles: montes, campos, selvas, ríos, prados. Y después de esto ¿qué? ¿No
te esperan sólo tres codos de tierra? ¿No bastará para guardar tu cuerpo
miserable, el peso de unas pocas piedras? ¿Para qué trabajas? ¿Por qué obras
perversamente? ¿Por qué recoges con tus manos cosas infructuosas? Y ojalá
fueran infructuosas, y no materia para el fuego eterno. ¿No despertarás de
esta embriaguez? ¿No recobras tus sentidos? ¿No vuelves en ti? ¿No pondrás
delante de tus ojos el juicio de Cristo?
¿Qué
responderás el día del juicio?
¿Qué
excusa vas a traer cuando aquellos a quienes has injuriado te rodeen y griten
contra ti delante del juez eterno? ¿Qué harás? ¿qué abogados llevarás?
¿Qué testigos sacarás? ¿Cómo sobornarás al juez a quien con ningún
artificio se le puede engañar? No hay allí oradores, no hay allí palabras
persuasivas que puedan echar por tierra la verdad del juez. No te acompañan los
aduladores, ni las riquezas, ni el fausto de la dignidad; abandonado de los
amigos, abandonado de los protectores, sin patrocinio, sin defensa, te
encontrarás cubierto de vergüenza, triste, cabizbajo, solo, sin libertad y sin
confianza para hablar. A donde quiera que vuelvas los ojos, encontrarás
argumentos claros y patentes de tus crímenes: por un lado las lágrimas del
huérfano, por otro los gemidos de la viuda, de otra parte los mendigos
abofeteados por tu misma mano, los esclavos que mataste, los vecinos a quienes
provocaste a ira: todo se levantará contra ti: te rodeará la multitud perversa
de tus malas obras. Porque, como sigue la sombra al cuerpo, acompañan a las
almas los pecados, reflejando claramente las obras.
Por
eso allí no vale negar: cerrará su boca aún el más desvergonzado. Las mismas
obras de cada uno, sin hablar, pero apareciendo tales
cuales nosotros las hicimos, harán de testigos. ¿Cómo podré poner delante de
tus ojos aquellas cosas terribles? Si es que por ventura oyes, si te conmueves,
acuérdate de aquel día en el cual "se revelará la ira de Dios desde el
cielo" 11; acuérdate de la gloriosa venida de Cristo, cuando "los que
hayan obrado bien se levantarán a la resurrección de la vida, y los que mal, a
la resurrección del juicio" 12. Entonces será la vergüenza eterna para
los pecadores "y la emulación del fuego que ha de devorar a los
enemigos" 13. Cáusete esto tristeza; no te moleste el precepto. ¿Cómo te
lloraré? ¿Qué diré? ¿No deseas el reino de los cielos? ¿No temes el
infierno? ¿Dónde encontraré la salud para tu alma? Porque si no te horrorizan
los tormentos, si no te estimula el premio, estoy hablando a un corazón de
piedra.
Inutilidad
de las riquezas
Mira,
hombre, la naturaleza de las riquezas. ¿Por qué admiras tanto
el oro? Piedra es el oro, piedra la plata, piedra la margarita, piedra cada una
de las piedras: el crisólito, el berilo, el ágata, el jacinto, la amatista, el
jaspe. Y estas son la flor de las riquezas; de las cuales tú, unas las guardas
y escondes, ocultando en la obscuridad del resplandor de las piedras, y otras
las llevas contigo gloriándote del brillo de estas cosas preciosas. Dime, ¿de
qué te sirve ceñir tu mano con piedras
resplandecientes? ¿No te avergüenzas de desear las piedras, como las mujeres
embarazadas? Porque estas las devoran, y tú hasta
tal punto apeteces la preciosidad de las piedras, que anhelas con ansia las de
sardonio, las de jaspe y las amatistas. ¿Cuál de estas que más adornan los
vestidos te pudo añadir un día más de vida? ¿A quien perdonó la muerte,
porque fuese rico? ¿De quién huyó la enfermedad, por sus riquezas? ¿Hasta
cuándo va a estar siendo el oro lazo de las almas, anzuelo de la muerte,
astucia del pecado? ¿Hasta cuándo van a ser las riquezas causa de la guerra;
por la cual se templan las armas y se aguzan las espadas?
Daños
que traen las riquezas
Por
las riquezas desconocen los parientes la naturaleza; los hermanos se miran con
ojos criminales; por la riqueza alimentan los desiertos a los homicidas, el mar
a los piratas, las ciudades a los sicofantas. ¿Quién es el padre de la
mentira? ¿Quién el urdidor de falsas acusaciones? ¿Quién engendra el
perjuro? ¿No es la riqueza? ¿No es la pasión por el oro? ¿Qué es lo que
hacéis, hombre? ¿Quién ha convertido en lazos contra vosotros lo que es
vuestro? Es auxilio para vivir. Que no han sido dadas las riquezas como
incentivos para el mal. Son redención del alma: no ocasión de perdición.
-Pero es necesaria la riqueza por los hijos-. Este es un especioso pretexto de
la avaricia; porque os escudáis con vuestros hijos, y entretanto satisfacéis
vuestro corazón. No pongáis por excusa a un inocente: tiene señor propio, y
propio conservador: de otro recibió la vida; de ese mismo espera los auxilios
de la vida. ¿Acaso los Evangelios no se han escrito para los casados? "Si
quieres ser perfecto, vende lo que tienes y dáselo a los pobres" 14.
Cuando pediste al Señor una prole numerosa, cuando le rogaste que te hiciese padre
de muchos hijos; ¿añadiste por ventura: "Dame hijos para violar los
mandamientos; dame descendencia para no entrar en el reino de los cielos"?
Además, ¿quién será responsable de la voluntad del hijo, de que ha de usar
convenientemente de lo que le entreguen? Porque la riqueza es para muchos medio
para la deshonestidad. ¿No has oído al Eclesiastés que dice: "Vi una
grave enfermedad: las riquezas que para él guardaban, para su mal?" 15. Y
en otra parte: "Lo dejo a mi sucesor, y ¿quién sabe si será sabio o
necio?" 16. Mira, pues, no sea que habiendo amontonado con tantos sudores
la riqueza, dispongas para otros materia de pecado y después seas atormentado
con doble pena por las iniquidades que tú hiciste, y por las que hizo el otro
ayudado por ti. ¿No es más pariente tuya tu alma que todos tus hijos? ¿No
está unida a ti más estrechamente que todo lo demás? Pues es la primera, dala
la principal parte de tu herencia, proporciónala socorro abundante para que
viva, y reparte después la herencia entre los hijos. Muchas veces, hijos que
nada recibieron de sus padres, se hicieron con casa: mas si una vez desprecias
tu alma, ¿quién tendrá compasión de ella?
Esto
lo he dicho para los padres. Los que no tienen hijos ¿qué buena excusa nos
traen de su tacañería? -No vendo lo que tengo no se lo doy a los pobres, por
los necesarios usos de la vida-. Luego el Señor no es tu maestro, ni rige tu
vida el Evangelio: sino que tú te das la ley a ti mismo. Mira el peligro a que
te expones, si así raciocinas. Porque si el Señor nos mandó esto como cosa
necesaria, y tú lo rechazas como imposible, ninguna otra cosa haces sino decir
que eres más prudente que el legislador.
Pero dices: después que haya gozado de las riquezas durante toda mi vida, haré
herederos de ellas a los pobres, y en las tablas públicas y en mi testamento,
les declararé señores de ellas. Cuando no estarás entre los hombres,
¿entonces te harás humanitario? Cuando te vea muerto, ¿te llamaré amante de
tu hermano? Se deberán muchas gracias a tu munificencia, porque estando tendido
en el sepulcro y convertido en tierra, fuiste por fin liberal y magnánimo en
tus gastos.
Si
no lo haces ahora no lo harás cuando mueras
Dime,
¿de qué tiempo vas a pedir premio, del que viviste, o del que siguió a la
muerte? Mas el tiempo que viviste lo pasaste dado a los deleites de la vida, y
no tolerabas la vista de un pobre. Y después de muerto ¿qué hiciste? ¿a qué
obras se debe el premio? Muestra tus obras y pide la recompensa. Ninguno hace
negocio acabadas ya las ferias; ni es coronado el que se acerca después de la
lucha; ni se adquiere la fama de valiente después de terminada la guerra. Pues
tampoco después de la vida hay ocasión de ejercitar la caridad. Prometes ser
bienhechor con la tinta, y con las tablas. ¿Quién te anunciará la hora de tu
partida? ¿Quién te responderá de la manera que has de morir? ¡Cuántos han
sido arrebatados por una repentina desgracia, sin que ni siquiera pudiesen
pronunciar una palabra? ¡A cuántos les ha faltado el sentido por la fiebre!
¿A qué aguardas, pues; a esa hora en la que probablemente no serás dueño de
ti? Cuanto todo será obscura noche, en la pesadez de la enfermedad y el
desamparo de todos; y preparado el que acecha tu hacienda; ordenándolo todo a
favor suyo y haciendo mudas tus determinaciones. Entonces, volviendo a una y
otra parte los ojos y viendo la soledad que te rodea, conocerás por fin tu
locura. Llorarás entonces tu necedad en haber diferido el cumplimiento del
precepto para aquel instante, cuando tu lengua atada y tu mano trémula por el
estertor no pueden revelar tus deseos ni por palabras ni por escrito. Y aunque
todo estuviese escrito con claridad y tu voz lo pregonase a todo el mundo, una
sola letra interpuesta, puede trastocar tu determinación: un sello falso, dos o
tres perversos testigos, pondrán tu hacienda en manos de otros.
Pues
¿por qué te engañas a ti mismo usando ahora tus riquezas para los goces de la
carne, y prometiendo para más adelante lo que no estará
en tu poder? Depravada determinación, como queda, aclarado por lo dicho. -Vivo,
gozaré de las delicias; muerto, cumpliré con el precepto-. Te dirá Abraham:
"Recibiste tus bienes en tu vida" 17. No cabe por el camino angosto y
estrecho, si no dejas la mole de las riquezas. Saliste cargado con ellas, pues
no las arrojaste como se te ordenó. Mientras viviste, te preferiste al
precepto; muerto y podrido, antepusiste el precepto a los enemigos. Porque para
que no reciba nada fulano, dices, que lo reciba el Señor. Y esto ¿cómo lo
llamaremos? ¿venganza de tus enemigos o amor al prójimo? Lee tu testamento.
-Quisiera aún vivir y gozar de mis bienes-. Gracias, pues, a la muerte, no a
ti. Porque si fueses inmortal, no te habrías acordado de los mandamientos.
De
Dios nadie se burla
"No
os equivoquéis; de Dios nadie se burla" 18. No se presenta al altar cosa
muerta: trae una víctima viva: No se admite al que ofrece de lo que le sobra. Y
tú ofreces al bienhechor que te lo dio, lo que te ha sobrado de toda tu vida.
Si no te atreves a dar las sobras de tu mesa a unos huéspedes ilustres y
nobles, ¿cómo quieres que Dios se aplaque con las sobras de tu vida? Ved,
ricos, el fin a donde lleva la avaricia, y dejad de amar las riquezas. Cuanto
más ames las riquezas, menos debes dejar de lo que posees. Tórnalo todo para
ti, llévalo todo, no dejes tus riquezas a los extraños. Tal vez ni te
enterrarán tus domésticos con ornato fúnebre; sino que te negarán las
exequias, deseosos de agradar a tus herederos. Tal vez se volverán entonces sus
lenguas contra ti. -Es una necedad, dirán, adornar a un muerto y enterrar con
mucho gasto a uno que ya nada siente-. ¿No es mejor que los que quedamos nos
adornemos con sus magníficos y espléndidos vestidos y no dejarlos que se
pudran a la vez con el cadáver?
¿Qué
sacamos con levantar un suntuoso monumento y hacer una elegante sepultura y un
gasto inútil? Mejor será emplear todo esto en los usos de la vida. -Esto
dirán, y se vengarán de tu severidad ; y entregarán tus bienes a tus
sucesores-.Hazte por lo tanto a ti mismo las honras fúnebres. Hermosa sepultura
es la piedad. Marcha vestido con todas tus cosas; haz de tus riquezas un adorno
propio; tenlas contigo. Cree al buen consejero que te ama, Cristo, que se hizo
pobre por nosotros, para que nos enriqueciésemos con su pobreza 19; que se entregó
a sí mismo por precio de nuestra redención 20. Obedezcámosle como a sabio y
conocedor de lo que nos conviene, sufrámosle como a amador nuestro, seámosle
agradecidos como a bienhechor. Sigamos sin vacilar lo que se nos ha mandado,
para que seamos herederos de la eterna vida, que está en Jesucristo, al cual
sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén.
........................
Notas
1.
Mat. XIX, 16.
2.
Matth. XIX, 21.
3.
Matth. XIX, 19-20.
4.
Psal. CXI, 9.
5.
Mat. VI, 21.
6.
Luc. XVIII, 25.
(*)
Parece referirse aquí San Basilio a Tiberio; quien, en el año 18, convirtió
la Capadocia en provincia romana e hizo de Cesárea su capital.
7.
Eccl. I, 8.
8.
Prov. XXVII, 20.
9.
Isa. V, 8.
10.
III. Reg. XXI.(*) Es una especie de tordo de gran tamaño, que se mantiene de
langostas y otros insectos: llámase en algunas regiones zorzal.
11.
Roman. I, 18.
12.
Joan., V, 29.
13.
Hebr. X, 27.
14.
Math. XIX, 21.
15.
Eccl. V, 12.
16.
Eccl. II, 18 y 19.
17.
Luc. XVI, 25.
18.
Gal. VI, 7.
19.
II Cor. VIII, 9.
20.1
Tim. lI, 6.
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