La esciofobia, o miedo a las sombras, se fundamenta en creencias religiosas y paganas.
Las interpretaciones más antiguas del cuerpo y el alma afirmaban que la segunda podía, en determinadas circunstancias, abandonar el cuerpo e irse a la otra vida.
Una de ellas sucedía cuando un vampiro clavaba la sombra de la víctima en la pared y tomaba posesión de su cuerpo.
En la Edad Media se creía que si alguien moría de noche y su espíritu -o sombra- se alejaba, podía cruzar por una extensión de agua que le impidiera llegar a la otra vida.
En este caso volvía al cuerpo del dueño y se convertía en un muerto ambulante.
De ahí nació el afán de construir puentes de la época.
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