Las
apariciones de los Ángeles en el libro de Daniel no son, en el universo
bíblico, una novedad. Se les encontraba ya en Gn 18-19, Zacarías y
Tobías (12, 15: Rafael).
En Daniel, es su multitud lo que sorprende, lo mismo que dos ángeles
individuales: Gabriel y Miguel. Volvemos a encontrar a ambos en el Nuevo
testamento. A Gabriel como mensajero de las Revelaciones divinas (en
Lucas), Miguel como defensor del pueblo de Dios (en el Apocalipsis).
En los escritos bíblicos anteriores (como Pentateuco, Profeta, Escritos), se ve ya a Yahvé presidir un consejo de seres celestes, sus servidores y mensajeros potenciales. Gabriel es, a la vez, un revelador y u ángel intérprete.
Se puede pensar que la angelología “exuberante” de Daniel, influenciando la del Apocalipsis joánica, jugó un rol en la evolución de la doctrina de la Iglesia sobre los Ángeles guardianes al servicio de cada bautizado y de su salvación eterna. Recordemos, en particular, el numeral 336 del Catecismo de la Iglesia Católica: Desde el comienzo hasta el tránsito, la vida humana esta rodeada de su intercesión. Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida. Desde aquí abajo, la vida cristiana participa, en la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios”.
El libro de Daniel presupone, también, que las naciones terrestres tienen en el cielo Ángeles guardianes. Entre los innumerables Ángeles que circundan a Yahvé, está el del reino Persa (10, 13). Este ángel, según la Biblia de Osty, trató de obstaculizar la ruta al hombre vestido de lino para impedir la transmisión de un mensaje de muerte para el país que protege (cf. Dt 32, 8 texto griego; y sobre todo Si 17, 17: “A cada nación le presentó un jefe”)
En la continuidad de la tradición israelita (Jue 5, 20; Job 38, 7) y aun de la mitología cananea (para los textos ugaríticos las estrellas aparecían como miembros del consejo divino) las estrellas se identifican con las fuerzas angélicas. Brillar como estrellas significa unir esas fuerzas angélicas. En el judaísmo inter-testamentario, los justos están frecuentemente considerados como compañeros de los Ángeles después de la muerte, los justos son considerados, frecuentemente, como compañeros de los Ángeles después de la muerte (cf Dn 12).
La formulación de la resurrección con referencia a las estrellas sugiere incluso una relación con la convicción helenística, muy extendida, de la inmortalidad astral. Daniel adaptó el pensamiento helenístico a las concepciones israelitas tradicionales. Los judíos no pensaban que las estrellas fuesen dioses pero veían en ellas a los miembros del respetadísimo consejo angélico de Yahvé: los justos.
El libro de Daniel en sus relaciones con los libros de los Macabeos y los Sabios
Los libros de los Macabeos se sitúan en el clima y las tradiciones de la guerra santa.
El primero supone una sinergia entre el Señor y sus ejércitos, por un lado, la libertad y las fuerzas humanas de los Macabeos, por el otro. Dios se bate con las espadas de los Macabeos. Por consecuencia, el libro concede una gran importancia a su acción militar. Encontramos en ese libro los valores esenciales que inspiraron a los zelotes, comprendidos en las revueltas judías contra Roma. Los héroes de la revuelta son guerreros poderosos. Se acentúa la sujeción a la ley.
En Macabeos II el acento se pone en el Templo. El rol humano en la guerra santa no está limitado a la acción militar. Ese segundo libro habla extensamente de la muerte de los mártires (caps. 6 y 7). Los guerreros no sólo están para contribuir a la victoria. Los que sufren cumplen un rol.
Daniel se sitúa al interior de las tradiciones de la guerra santa. La situación política de la guerra santa. La situación política, como es vista por Daniel, implica, no sólo, los conflictos de los poderes humanos, sino además a los ángeles protectores de las naciones. Los “sabios instructores” con mucho sufren persecución haciendo comprender el plan divino (11,33) y facilitando el acceso a una condición evangélica; ningún fin puede ser alcanzado a través de una revuelta violencia. La victoria debe ser obra de Dios y del ejército angélico. Uno se prepara, mediante el sufrimiento purificador y mediante la instrucción relativa a los misterios escatológicos. Por la sabiduría.
Esta sabiduría, que permite sobrepasar persecución y muerte, nos recuerda la contemporánea Sabiduría de Salomón. La presentación del justo en la “Sabiduría” manifiesta paralelos sorprendentes con Daniel. Conocimiento de Dios, prueba, sufrimiento, purificación luminosa en ambos casos. En Daniel “los inteligentes” resplandecerán como estrellas, mientras que, en la Sabiduría, los justos brillarán como chispas y dominarán sobre los pueblos (3,7). La continuidad entre los dos libros es notable. A pesar de la ausencia de connotaciones políticas en la “Sabiduría”, el justo, en los dos libros, puede resistir la persecución porque comprende el misterio del Fin y puede trascender la muerte gracias a la sabiduría.
Conclusión: La Resurrección, consolación ofrecida a los mártires por el Hijo del Hombre
El Libro de Daniel debió haber aparecido en un medio piados. Muchas veces se le ha presentado, erróneamente, como uno de los promotores de la insurrección de los Macabeos. Si contribuyó a ese resultado, fue contra su voluntad, observa M. Melchor.
En efecto, la actitud que Daniel aconseja no es la lucha armada, sino la espera (12,12) hasta la muerte, si fuese necesario. La sublevación no constituía, a los ojos de Daniel, sino un “pequeño auxilio” (cf 11, 32-35).
El libro de Daniel nos hace comprender que la persecución de Antíoco Epifanes fue la última prueba sufrida antes de la venida del Mesías, una prefiguración de la última prueba que el pueblo de la Nueva Alianza podrá sufrir antes de su Regreso. Las pruebas anteriores sufridas por Israel eran más colectivas que individuales y no ponían tanto énfasis en la perseverancia individual en la fe y en la esperanza. Su horizonte era menos personal. La nueva Alianza, anunciada por Jeremías y el sacrificio del servidor sufriente están cercanos a la presencia anticipada del Hijo del Hombre.
Antes de la primera venida de Cristo, la Iglesia de la Primera Alianza pasó por una prueba final estremeció a muchos creyentes. La persecución que acompaña su peregrinaje sobre la tierra santa develó un “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa; solución aparente a los problemas de los Judíos de ese tiempo al precio de una apostasía en el curso de la cual (como ocurrirá en la segunda venida) el hombre se glorificaba a sí mismo en lugar de Dios y de su Mesías prometido y anunciado.
Daniel ayudaba a los Judíos de su tiempo y los cristianos de nuestro tiempo a afrontar la muerte y el sacrificio de la vida a causa del Justo.
Tomado de
Bertrand de Margerie S.J.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger
Les Saints Prophètes du Christ Prophète. F.X. de Guibert (O.E.I.L), París, 2002
En los escritos bíblicos anteriores (como Pentateuco, Profeta, Escritos), se ve ya a Yahvé presidir un consejo de seres celestes, sus servidores y mensajeros potenciales. Gabriel es, a la vez, un revelador y u ángel intérprete.
Se puede pensar que la angelología “exuberante” de Daniel, influenciando la del Apocalipsis joánica, jugó un rol en la evolución de la doctrina de la Iglesia sobre los Ángeles guardianes al servicio de cada bautizado y de su salvación eterna. Recordemos, en particular, el numeral 336 del Catecismo de la Iglesia Católica: Desde el comienzo hasta el tránsito, la vida humana esta rodeada de su intercesión. Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida. Desde aquí abajo, la vida cristiana participa, en la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios”.
El libro de Daniel presupone, también, que las naciones terrestres tienen en el cielo Ángeles guardianes. Entre los innumerables Ángeles que circundan a Yahvé, está el del reino Persa (10, 13). Este ángel, según la Biblia de Osty, trató de obstaculizar la ruta al hombre vestido de lino para impedir la transmisión de un mensaje de muerte para el país que protege (cf. Dt 32, 8 texto griego; y sobre todo Si 17, 17: “A cada nación le presentó un jefe”)
En la continuidad de la tradición israelita (Jue 5, 20; Job 38, 7) y aun de la mitología cananea (para los textos ugaríticos las estrellas aparecían como miembros del consejo divino) las estrellas se identifican con las fuerzas angélicas. Brillar como estrellas significa unir esas fuerzas angélicas. En el judaísmo inter-testamentario, los justos están frecuentemente considerados como compañeros de los Ángeles después de la muerte, los justos son considerados, frecuentemente, como compañeros de los Ángeles después de la muerte (cf Dn 12).
La formulación de la resurrección con referencia a las estrellas sugiere incluso una relación con la convicción helenística, muy extendida, de la inmortalidad astral. Daniel adaptó el pensamiento helenístico a las concepciones israelitas tradicionales. Los judíos no pensaban que las estrellas fuesen dioses pero veían en ellas a los miembros del respetadísimo consejo angélico de Yahvé: los justos.
El libro de Daniel en sus relaciones con los libros de los Macabeos y los Sabios
Los libros de los Macabeos se sitúan en el clima y las tradiciones de la guerra santa.
El primero supone una sinergia entre el Señor y sus ejércitos, por un lado, la libertad y las fuerzas humanas de los Macabeos, por el otro. Dios se bate con las espadas de los Macabeos. Por consecuencia, el libro concede una gran importancia a su acción militar. Encontramos en ese libro los valores esenciales que inspiraron a los zelotes, comprendidos en las revueltas judías contra Roma. Los héroes de la revuelta son guerreros poderosos. Se acentúa la sujeción a la ley.
En Macabeos II el acento se pone en el Templo. El rol humano en la guerra santa no está limitado a la acción militar. Ese segundo libro habla extensamente de la muerte de los mártires (caps. 6 y 7). Los guerreros no sólo están para contribuir a la victoria. Los que sufren cumplen un rol.
Daniel se sitúa al interior de las tradiciones de la guerra santa. La situación política de la guerra santa. La situación política, como es vista por Daniel, implica, no sólo, los conflictos de los poderes humanos, sino además a los ángeles protectores de las naciones. Los “sabios instructores” con mucho sufren persecución haciendo comprender el plan divino (11,33) y facilitando el acceso a una condición evangélica; ningún fin puede ser alcanzado a través de una revuelta violencia. La victoria debe ser obra de Dios y del ejército angélico. Uno se prepara, mediante el sufrimiento purificador y mediante la instrucción relativa a los misterios escatológicos. Por la sabiduría.
Esta sabiduría, que permite sobrepasar persecución y muerte, nos recuerda la contemporánea Sabiduría de Salomón. La presentación del justo en la “Sabiduría” manifiesta paralelos sorprendentes con Daniel. Conocimiento de Dios, prueba, sufrimiento, purificación luminosa en ambos casos. En Daniel “los inteligentes” resplandecerán como estrellas, mientras que, en la Sabiduría, los justos brillarán como chispas y dominarán sobre los pueblos (3,7). La continuidad entre los dos libros es notable. A pesar de la ausencia de connotaciones políticas en la “Sabiduría”, el justo, en los dos libros, puede resistir la persecución porque comprende el misterio del Fin y puede trascender la muerte gracias a la sabiduría.
Conclusión: La Resurrección, consolación ofrecida a los mártires por el Hijo del Hombre
El Libro de Daniel debió haber aparecido en un medio piados. Muchas veces se le ha presentado, erróneamente, como uno de los promotores de la insurrección de los Macabeos. Si contribuyó a ese resultado, fue contra su voluntad, observa M. Melchor.
En efecto, la actitud que Daniel aconseja no es la lucha armada, sino la espera (12,12) hasta la muerte, si fuese necesario. La sublevación no constituía, a los ojos de Daniel, sino un “pequeño auxilio” (cf 11, 32-35).
El libro de Daniel nos hace comprender que la persecución de Antíoco Epifanes fue la última prueba sufrida antes de la venida del Mesías, una prefiguración de la última prueba que el pueblo de la Nueva Alianza podrá sufrir antes de su Regreso. Las pruebas anteriores sufridas por Israel eran más colectivas que individuales y no ponían tanto énfasis en la perseverancia individual en la fe y en la esperanza. Su horizonte era menos personal. La nueva Alianza, anunciada por Jeremías y el sacrificio del servidor sufriente están cercanos a la presencia anticipada del Hijo del Hombre.
Antes de la primera venida de Cristo, la Iglesia de la Primera Alianza pasó por una prueba final estremeció a muchos creyentes. La persecución que acompaña su peregrinaje sobre la tierra santa develó un “misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa; solución aparente a los problemas de los Judíos de ese tiempo al precio de una apostasía en el curso de la cual (como ocurrirá en la segunda venida) el hombre se glorificaba a sí mismo en lugar de Dios y de su Mesías prometido y anunciado.
Daniel ayudaba a los Judíos de su tiempo y los cristianos de nuestro tiempo a afrontar la muerte y el sacrificio de la vida a causa del Justo.
Tomado de
Bertrand de Margerie S.J.
Traducido del francés por José Gálvez Krüger
Les Saints Prophètes du Christ Prophète. F.X. de Guibert (O.E.I.L), París, 2002
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