León y Marie Floryn, testigos de Jehová internados en un campo de concentración nazi.
Además
de los problemas que en determinados momentos ha supuesto el choque de
la ciencia con las creencias defendidas por los cristianismos de origen
estadounidense, a lo largo de la historia han existido otras
discrepancias más violentas. Es lo que ocurrió con los testigos de
Jehová frente a las exigencias del estado totalitario nazi. Se negaban a
hacer el saludo hitleriano y a pronunciar el obligatorio «heil Hitler»,
que quiere decir «Hitler salva». Decían que solo Jehová salva, y solo a
Jehová se le podía saludar de aquel modo. Así que las autoridades nazis
empezaron a encarcelar y llevar a campos de concentración a los
testigos de Jehová alemanes. Incluso tenían un distintivo especial en
los campos de concentración, que era un triángulo color púrpura.
Cuando
los nazis invadieron los países europeos vecinos, la persecución se
extendió y fue más violenta, porque se exigió a los varones testigos de
Jehová en edad militar que se incorporasen al ejército y portasen armas.
Como sus ideales religiosos antimilitaristas les impiden cumplir el
servicio militar, muchos jóvenes testigos de Jehová fueron ejecutados y
otros muchos murieron en los campos de concentración nazis.
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