sábado, 10 de enero de 2015

SEMANA TRÁGICA DE BARCELONA.



Muchos barceloneses estaban hasta el gorro aquel mes de julio de 1909. Cansados de las enormes diferencias sociales que había creado la industrialización, hartos de la indefensión laboral, enfadados con la Iglesia por su falta de apoyo a los trabajadores... La gota que colmó el vaso llegó con el embarque en el puerto de Barcelona de nuevos y pobretones soldados reclutados a la fuerza para luchar en Marruecos. Aquello lo reventó todo, y el 26 de julio de 1909 comenzó la Semana Trágica de Barcelona. 
Nada se produce por un hecho aislado, pero un hecho aislado sí puede ser la chispa que encienda mucha pólvora acumulada. La pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas había sido una sangría y al gobierno conservador del momento, con una España analfabeta, sumida en una crisis social y económica tremenda, no se le ocurrió mejor cosa que volver a reclutar soldados para luchar en Marruecos y defender unas empresas mineras propiedad de grandes señorones españoles.
Pero sólo se movilizó a soldados pobres, a obreros, padres de familia que dejaban mujer e hijos sin posibilidad de sustento. Claro que, si hubieran tenido 1.500 pesetas, hubiera sido distinto, porque pagando 1.500 uno podía librarse de ser reclutado. Los ricos no iban a la guerra. 
El embarque de aquellos desgraciados se produjo en Barcelona, y en el puerto las señoras de la alta sociedad, señoras que habían pagado 1.500 para que sus hijos no fueran reclutados, repartían escapularios a manos llenas y prometían rezar por ellos. Aquello fue el colmo. Los ánimos se crisparon y el embarque tuvo que suspenderse. A la vez, llegaron noticias de los primeros muertos en Marruecos y, claro, el ambiente se crispó más. 
 
 
Se crearon comités obreros, se convocó una huelga general y el día 26, primero de la Semana Trágica de Barcelona, ardieron algunos edificios religiosos. El anticlericalismo tomó la calle. ¿Por qué la emprendieron contra la Iglesia? Por su nulo apoyo a las clases más desfavorecidas, por su monopolio de la educación, por la defensa que hacía de empresarios y patronos, y por su connivencia con la aristocracia. El cabreo era mucho y variado. 


NIEVES CONCOSTRINA.

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