Etapa del Éxodo, en el camino que va de la montaña de la Alianza a Cadés-Barnea (Nm 11,35 ó 34 según vers.: 12,16; 33,17-18; cf. Dt 1,1). El nombre significa "los parques", término que se puede entender como asentamientos rodeados de cercados. Es el itinerario más probable entre los que pudieron escoger los "hijos de Israel" en la península del Sinaí, el oasis de Ain-Judra, que sería el Jaserot bíblico situado a 30 km al suroeste de Nueiba sobre la costa del golfo de Aqaba. Según el libro de los Números Moisés sufrió allí una de las múltiples pruebas que le fueron impuestas durante la travesía del desierto: Miriam y Aarón, sus hermanos, murmuraron contra él, reprochándole haber desposado una mujer "cusita" (Nm 12,1)". Sin duda se trata de Séfora Siporá, su esposa originaria de Madián y no del "país de Cus", locución que designa generalmente Etiopía. "Cusita" significaría también "de Cusán" y no "del país de Cus". Cusán parece ser, en efecto, uno de los nombres dados a Madián en algún momento (cf. Ha 3,7). Se podría también pensar que el uso de la palabra "cusita" la convierte en un término despectivo, dirigido a todo extranjero de piel oscura. Sea lo que fuere, los dos hermanos cómplices tienen un pretexto con esta alianza a la que consideran envilecedora, poniendo en duda la autoridad de su hermano, pero Yahvé no ha hablado al pueblo de Israel "por ellos mismos", sino "por él (Nm 12,2)".
Dios defiende a su profeta, el único hombre al cual se dirige "cara a cara", y subraya su propósito castigando a Miriam con lepra (Nm 12,4-10), sin duda la más culpable. Con la intervención de Moisés obtendrá, sin embargo, su curación, después de sufrir durante siete días la vergüenza de haber sido separada del campamento (Nm 12,11-15), suerte legalmente reservada a aquellos desgraciados que se suponían estar contagiados por el terrible mal (Lv 13,4); tal exclusión duraba hasta su purificación que les permitía integrarse de nuevo en la comunidad (Lv 14,8-9).
Dios defiende a su profeta, el único hombre al cual se dirige "cara a cara", y subraya su propósito castigando a Miriam con lepra (Nm 12,4-10), sin duda la más culpable. Con la intervención de Moisés obtendrá, sin embargo, su curación, después de sufrir durante siete días la vergüenza de haber sido separada del campamento (Nm 12,11-15), suerte legalmente reservada a aquellos desgraciados que se suponían estar contagiados por el terrible mal (Lv 13,4); tal exclusión duraba hasta su purificación que les permitía integrarse de nuevo en la comunidad (Lv 14,8-9).
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