Habitante de la ciudad cananea de Adulán que fue anmigo del patriarca Judá (Gn 38,1 y 12). En nombre de esta amistad, Jirá acepta una misión que, por otra parte, resultará inútil: la de mediar con el fin de recuperar una prenda dejada por Judá a una mujer que tanto el uno como el otro toman por una prostituta sagrada cualquiera (Gn 38,20-23), pero que no es otra que Tamar.
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