Según el libro sagrado de los persas es el Zend-Avesta, atribuido a Zoroastro, filósofo medo, que vivía en el siglo VI A.C.. Reconoce un Ser supremo, Zernane Akebene, eterno, infinito, fuente de toda hermosura, origen de la equidad y de la justicia, sin socio, ni igual, existente y sabio por sí mismo, hacedor de todas las cosas. De su seno salieron Ormuzd, principio de todo lo bueno, y Ahriman, origen de todo lo malo; Ormuzd produjo una muchedumbre de genios buenos, así como Ahriman produjo otra multitud de genios malos. Entre aquellos y éstos se halla dividido el mundo, y de aquí la lucha en el orden físico y moral del universo. El alma es inmortal, y después de esta vida le está reservado el premio o castigo, según merezcan sus obras. La inclinación del hombre al mal proviene del pecado con que se contaminó el primer padre. La lucha entre Ormuzd y Ahriman tendrá un fin, y el triunfo quedará por Ormuzd, principio del bien.
En la doctrina de los persas se halla el dualismo. Pero también se descubren en el Zend-Avesta los vestigios de las tradiciones primitivas: los dogmas de la unidad de Dios, de la creación, de la inmortalidad del alma, de los premios y castigos en una vida futura, siendo notable que se encuentre en el mismo error de la dualidad de los principios un rastro de lo que nos enseña nuestra religión sobre la rebeldía de algunos espíritus y sus luchas con los que permanecieron sumisos a la voluntad del Creador.
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