La
presión europea, sobre todo tras la guerra del opio (1840-1842), fue un
revulsivo para el pensamiento confucianista. Se intentó una vía teórica
que adaptase los desarrollos científicos y técnicos occidentales a la
mentalidad china; pero a la larga resultó un fracaso.
En
1905 se abolieron los exámenes imperiales y se optó por el sistema
europeo de enseñanza, en 1912 se suprimieron momentáneamente los
sacrificios oficiales al Cielo y a Confucio. Se produjo un fuerte
proceso de aculturación del que el confucianismo en China salió
profundamente debilitado, puesto que se le creía causante de la quiebra
del país. Los dirigentes comunistas, sobre todo durante la Revolución
Cultural, abogaron por la erradicación completa de la moral confuciana
(el ideal de perfección moral se veía como clasista), aunque en los
últimos tiempos parece haber aumentado su influencia en China
continental (no solo como tradición nacional china, sino como práctica
de gobierno).
Por
su parte, en Taiwán, el confucianismo sigue siendo una ideología clave,
manteniéndose celebraciones oficiales al antiguo estilo (aunque el
número de confucianistas que se definen como tales es muy pequeño).
En
Corea el culto a Confucio se mantiene y en los lugares en los que existe
fuerte emigración china (Singapur, Malasia, Tailandia, Filipinas,
Indonesia) el confucianismo y la ética confuciana (en sincretismo con el
taoísmo y el budismo) son elementos básicos en la cohesión ideológica
de más de 20 millones de personas.
Se
trata por tanto de un corpus de creencias vivo, al que algunos
especialistas han dudado en darle el nombre de religión, pero que tiene
todas sus características y que conformó durante milenios la base
ideológica sobre la que se sostenía el imperio chino.
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