En
China se produjo una mezcla entre la religión ancestral china, la
religión surgida de las enseñanzas de Confucio, el taoísmo y el budismo.
La religión ancestral del gobierno servía de justificación del poder imperial y perduró hasta 1912.
El confucianismo como ideología es una religión del poder, orientada a la consecución del gobierno correcto.
El taoísmo es también una religión ancestral, aunque de carácter menos oficial, con un sentido profundamente filosófico.
El budismo, religión extranjera pero asimilada y adaptada a China, aporta su característica de religión universalista.
En
Japón, la mezcla se produjo entre la religión nacional, el sintoísmo, y
el budismo, que no llegó directamente desde la India, sino a través de
China. En este sentido, hay que destacar la importancia de China como
foco de civilización, tanto con respecto a Japón, como a Corea y otras
zonas de Extremo Oriente.
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