Mujer musulmana integrista cubierta con un chador.
El
impacto de la modernidad resultó un revulsivo para el pensamiento
musulmán en mucha mayor medida que para el occidental. El ideal de
sociedad laica resulta extraordinariamente difícil de alcanzar sin
renunciar al núcleo mismo de la identidad. La capacidad agresiva
occidental, que impuso la voluntad de las potencias europeas en Oriente
Medio y en el norte de África, se manifestó claramente con la progresiva
descomposición del sultanato otomano, que mantenía la idea de un estado
panislámico. Por tanto, la reacción más radical frente a la modernidad
surgió de las cenizas de este gran imperio.
El
presidente de la República de Turquía a partir de 1923, Mustafá Kemal
Atatürk, propició una vía de desislamización. El islam fue tolerado como
práctica cultural personal, pero no influía teóricamente en las
instituciones, que ya no se regían por la ley islámica. Los signos
externos de la forma de vida islámica fueron abolidos y se optó por una
occidentalización que permitiese a la nación turca competir en plano de
igualdad con las potencias de Europa. En esta línea de adaptación a la
modernidad se incluyen otros modelos de nacionalismo árabe «liberal»
como el impulsado por el partido Bass, en el gobierno de Siria e Irak,
el naserismo de Egipto, los modelos iraníes antes de 1979 o el caso
argelino.
Estas
opciones han de contemporizar puntualmente con los tradicionalistas
islámicos, pero rechazan totalmente sus reivindicaciones, sobre todo las
de forma violenta.
A
estos se enfrenta de modo radical el fundamentalismo islámico,
consolidado tras la fundación en 1927 de la Asociación de los Hermanos
Musulmanes, cuyo lema sintético es «el Corán es nuestra constitución», y
que unen la crítica a los musulmanes tibios con un anti-occidentalismo.
Este extremo lo ejemplifican las palabras de uno de sus máximos
ideólogos, Sayyid Qutb:
«¡Todas
las representaciones de las hipóstasis de la Trinidad, el pecado
original, de la Redención, no hacen sino perjudicar a la razón y a la
conciencia! ¡Y ese capitalismo de acumulación, de monopolios, de
intereses usurarios, impregnado de arriba a abajo de avidez! ¡Y ese
individualismo egoísta que impide toda solidaridad espontánea que no sea
la obligada por las leyes! ¡Esa visión de la vida tan materialista, tan
miserable, tan disecada! ¡Esa libertad bestial denominada mezcla de
sexos! ¡Ese mercado de esclavas bajo el nombre de emancipación de la
mujer, esas astucias y ansiedades de un sistema de matrimonios y
divorcios tan contrario a la vida natural! ¡Esa discriminación racial
tan fuerte y tan feroz! En comparación, ¡cuánta razón, qué altura de
vistas, qué humanidad, en el islam!»
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