La Granada nazarí destacó por la belleza urbanística, cuyo mejor exponente es el palacio de la Alhambra.
Granada
contaba en el siglo XV con unos 50.000 habitantes, lo que la situaba
entre las ciudades más grandes y pobladas de Europa; el reino estaba en
torno a los 300.000 habitantes. La población era tan numerosa en parte
porque muchos musulmanes expulsados o escapados de los reinos cristianos
habían buscado refugio en Granada.
Como
toda ciudad islámica, Granada estaba estructurada en dos grandes
espacios, la medina y los arrabales, organizados a su vez en numerosos
barrios. Solo el Albaicín contaba con doce barrios y había otros
veintiséis en el interior de la ciudad. Muchos de estos barrios acogían a
gentes de una misma profesión, ya fuesen alfareros, tejedores o
zapateros. Las murallas eran inmensas, con más de veintisiete puertas, y
más allá de estas se extendía un cinturón de jardines, arboledas y
huertas privadas que rodeaba la ciudad.
La
medina era el centro de la ciudad, en ella se concentraban los edificios
religiosos y los comerciales. Toda la vida de la ciudad giraba en torno
a la mezquita, donde se celebraba la oración del viernes, se reunían
los maestros y sus alumnos, el cadí impartía justicia y los mercaderes
cerraban sus tratos. Otros lugares de comercio eran la alcaicería, con
casi doscientas tiendas, y las alhóndigas, que servían también de
almacén de mercancías y de alojamiento para los mercaderes.
Frente
al bullicio de las calles, las casas estaban orientadas hacia el
interior para preservar mejor la intimidad de sus dueños y de la vida
doméstica. Las casas de las familias ricas estaban dispuestas en torno a
un patio central al que daban las habitaciones. En las casas más
pobres, esta función la cumplían las terrazas y azoteas.
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