Después de firmar la paz de las Damas, Carlos V quedó libre del
conflicto con Francia y pudo dedicarse al tema religioso. Reunió la
dieta imperial en la ciudad de Espira (1529) donde se decidió aceptar la
nueva doctrina, llamada desde entonces luteranismo, con la condición de
que se mantuviera donde estaba ya establecida pero sin extenderse hacia
otros lugares. Cinco príncipes y catorce ciudades de la dieta
protestaron contra esta decisión, de ahí que desde entonces se haya dado
el nombre de «protestantes» a los partidarios de las nuevas doctrinas
religiosas separadas de la Iglesia católica.
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