En
sentido técnico es llamado «anuncio», aquel mensaje particular que
suscita la fe. Juan Pablo II, en la encíclica Redemptoris missio, recuerda que
«en la realidad tan compleja de la misión el primer anuncio tiene un papel
central e insustituible... La fe nace del anuncio, y toda comunidad eclesial
saca su origen y su vida de la respuesta personal de cada uno de los fieles a
este anuncio» (n. 44). Este término está contenido en la misma palabra «evangelio»,
que se deriva del griego euanghelion («buena noticia», «anuncio alegre»). En
cuanto a la Iglesia, tiene en el anuncio del evangelio su gracia y su vocación
propia, su identidad mas profunda (Pablo VI). En el Nuevo Testamento, además de
euanghelízo (anunciar un mensaje alegre, evangelizar), los dos verbos con que
se indica el anuncio son sobre todo anghello (anunciar), con sus compuestos, y
kerysso (proclamar). El euanghelion del Nuevo Testamento es siempre el mensaje
salvífico anunciado oralmente. Para Jesús, el anuncio es la llegada del Reino
de Dios (cf Mc 1,15). El verbo kerysso, de donde se deriva también el término
kerygma (mensaje, predicación), subraya el aspecto autoritativo del mensaje, al
que es preciso obedecer. Es el verbo que caracteriza a la proclamación del
mensaje en cada caso concreto. Va más allá del carácter de una simple enseñanza
y encierra una valoración cuya inobservancia equivale a un rechazo del mismo.
El primer anuncio o kerygma se desarrolló en la didaskalía o
didaché (enseñanza, doctrina). Esta transmisión del anuncio se define
también
como katechesis (instrucción). Es preciso poner de relieve el carácter
eclesiológico del anuncio de la salvación. La 1glesia nace de la acción
evangelizadora de Jesús. Después de los acontecimientos pascuales, la
acogida
y la comunicación del anuncio son los acontecimientos en los que se
constituye
la comunión eclesial (cf. 1 Jn 1,3). La Iglesia es la comunidad que se
constituye en torno al Señor, anunciado como el Crucificado Resucitado.
La Iglesia, destinataria y depositaria del anuncio de la salvación, ha
sido
enviada a llevar a todos los hombres el anuncio alegre de la salvación.
El término
con que hoy se le indica preferentemente es el de «evangelización» un
neologismo que se deriva del verbo «evangelizar». Los destinatarios del
anuncio son todos los hombres. Hoy se considera muy importante poner de
relieve
la fuerza de liberación contenida en el anuncio cristiano y subrayar su
vinculación necesaria con la promoción humana. Se habla también del
deber de
encarnar el anuncio del evangelio en las culturas de los pueblos. La
tarea de
llevar el anuncio del evangelio incumbe a toda la 1glesia (cf. AG 35).
El
anuncio no es nunca un hecho individual, sino que es siempre un acto
eclesial,
ya que se realiza siempre en unión con la misión de la Iglesia y en
nombre
suyo.
M.
Semeraro
Bibl.:
Pablo VI, Exh. ap, «Evangelii nuntiandi» (8 de diciembre de 1975), en MPC II,
85-120; Juan Pablo II, Redemptoris missio (7 de diciembre de 1990), en MPC II,
175226.
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