1. Historificación
de lo metahistórico
La claridad posible
en una cuestión tan enmarañada nos obligaría a distinguir entre "aparición" y
"apariciones".
a) La "aparición" o
visión recogida en la fórmula de fe (1 Cor 15, 5) pertenece a la tradición
original; fue mencionada siempre por la predicación o el anuncio de la
resurrección; incluso habría que decir que fue la única aparición que se
contaba al nivel de la predicación oficial. Esta "aparición-visión"
perteneció a la primera fase del anuncio del hecho como tal. Esta afirmación
tenía la finalidad de establecer la verdad de lo afirmado en el kerigma: Cristo
vive, resucitado por Dios; la visión por parte de los discípulos está en la
línea de la identificación del Resucitado, que vive en la Iglesia, con el Jesús
terreno.
La sobriedad
absoluta de esta afirmación deja insatisfecha nuestra curiosidad, pero tiene la
ventaja de evitar cualquier tipo de distracción y nos obliga a centrarnos en lo
verdaderamente esencial. El Señor "se apareció" o "fue visto" (= ófze, aoristo
pasivo del verbo orao: "fue visto"; en cuanto intransitivo: "se apareció"). Para
la comprensión de su sentido tenemos un buen punto de partida en la visión que
Pablo tuvo de Cristo camino de Damasco (Hch 9,1-19; 22, 6-16; 26, 12-18). Para
el autor de Hechos esta visión se halla en la línea más
estricta del testimonio; sin ella no era posible el testimonio apostólico
(Hch 1, 21-22).
El mismo Apóstol la
considera como una auténtica revelación (Gal 1, 16), que tuvo lugar en su
interior; una revelación, una acción de Dios comparable con la misma creación
(2Cor 4, 6); dicha revelación es comparada con una luz interior que
posibilita el conocimiento de Dios manifestado en Cristo. En resumen, la
visión tenida por Pablo es una acción poderosa de Dios, que le afecta
personalmente y transforma radicalmente el rumbo de su vida.
b) Como antecedente
de esta visión-aparición debemos recordar las teofanías del A. T
Pensemos, a modo de ejemplo, en la que experimentó Abram (Gen 12, 7; "Yahvé se
apareció a Abram y le dijo..."). El significado de dicha teofanía es el
siguiente: una realidad oculta hasta ese momento se
manifiesta, se desvela, se da a conocer. Por tanto, la visión-aparición
pone de relieve un acontecimiento que ha sido sacado a la luz por Dios. El
medio del que Dios se sirve para llevarlo a cabo es la manifestación de su
"gloria"; la "gloria" de Dios es Dios mismo en cuanto se manifiesta, en cuanto
manifiesta su presencia actuante de forma que el hombre, de alguna manera, la
que sea, pueda percibirlo; de este modo, el hombre puede conocer el camino de
Dios, al que acepta en la fe.
La percepción
sensible de la manifestación de la "gloria" o de Dios mismo es descrita como
un "ver". Con este término técnico se pretende hacer visible la presencia
invisible de Dios. Por eso las apariciones tienen siempre caracteres
apocalípticos; deben recurrir a símbolos misteriosos que no pertenecen a una
imaginería normal y controlable (Is 6, 1 ss; Ez 1, 1-3,16). La fuerza de la
presencia de Dios, experimentada por el hombre, busca medios de representación
y de objetivación. Los cuadros, signos e imágenes son un medio interpretativo.
c) En consecuencia,
el se apareció o fue visto (= ófze) no pertenece simplemente al terreno
de la identificación, sino que es un término técnico, que es utilizado para la
representación de Jesús como el Señor; presentación que implica, por parte del
hombre, la aclamación y la adoración. Mediante el "ófze" se dice que
Jesús fue presentado por Dios a la Iglesia como Señor y Cristo; la
expresión "se apareció" equivale a "se hizo visible", fue desvelado su
misterio, fue dado a conocer, fue presentado por Dios a los discípulos como el
Señor en su poder, como el Hijo del hombre exaltado y como el Mesías.
El encuentro con
el Resucitado es descrito también como "visión" en el célebre texto de 2Pe
1, 16-19. El texto tiene gran importancia porque a la visión se añade "la
voz":...después de haber visto con nuestros propios ojos... nosotros mismos
escuchamos esta voz, venida del cielo, estando con él en el
monte santo. Visión, voz, monte santo. La terminología pertenece al campo
de la revelación. La voz añadida a la visión tiene la finalidad de revelar el
misterio de la persona de Jesús. Y este misterio se halla en relación con el
poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo (2Pe 2, 16).
El poder al que
alude el texto es el poder salvador, y la venida (= parusía) no
es la segunda y última venida -comúnmente conocida como la parusía- sino su
venida, su presencia en la Iglesia a partir de la Pascua. De ahí la
evocación del "monte santo", que no indica un lugar geográfico, sino
teológico: Así como el antiguo pueblo de Dios se constituyó en el monte (en el
Sinaí), así el nuevo monte, el de Galilea, significa el encuentro constitutivo
de los discípulos con el Señor resucitado.
El texto de la
segunda carta de Pedro nos lleva a una constatación importante: en la
primitiva comunidad cristiana, la revelación pascual del Resucitado
se expuso también con los medios estilísticos propios de la
apocalíptica: como la parusía, la venida del Hijo del hombre, el poder, la
presentación como Mesías-Hijo del hombre, al que va unida la idea de la
ascensión al trono y la consiguiente "sesión", el estar sentado a la
derecha del Padre.
d) De la
visión-aparición pasemos a las visiones-apariciones. A la absoluta
sobriedad de la primera sucede una descripción tan frondosa, detallada,
dramatizada, que nos da la impresión de no tener nada que ver con la aparición
narrada en el kerigma. Para valorarlas debidamente debemos tener en cuenta una
serie de principios:
1°) En primer
lugar, las apariciones concretas tienen la finalidad de vestir la desnudez del
dato anterior, que expresaba la "aparición" mediante el esquematismo frío de una única palabra, ófze. Las
apariciones son a la resurrección lo que otros relatos evangélicos
a las demás verdades proclamadas en el kerigma. Diremos más
adelante que las apariciones del Resucitado no son "prueba" de la resurrección.
Tampoco lo fue la aparición original. Pero tanto unas como la otra sirven para
enraizar o vincular un acontecimiento estrictamente sobrenatural en nuestra
historia. De esta manera se convierten, de algún modo, en la vía de acceso
razonable al Resucitado. De ahí la necesidad, desde el punto de vista
apologético, de estudiar con la máxima objetividad posible dichas
apariciones. ¿No pudieron ser inventadas o ser fruto del deseo ardiente que los
discípulos y demás seguidores tenían de ver a Jesús? Afirmemos al respecto, con
todo el énfasis posible, lo siguiente;
-Los discípulos no
esperaban la resurrección. Por tanto, no pudieron inventar algo en lo que no
creían. Se muestran absolutamente escépticos cuando les es anunciada (Mc 16,
9-11: dos síntesis de "aparición" y de anuncio de la resurrección a los
discípulos, que terminan con un tajante "pero no les creyeron").
En la misma línea
debe verse la aparición a la Magdalena y la consiguiente comprobación de Pedro,
Jn 20: cualquier explicación es buena con tal de excluir que Jesús hubiese
resucitado.
2°) Todavía queda
algo importante que añadir al respecto. El anunciar la resurrección de Jesús no
sólo no les beneficiaba (podían haberla inventado si de ello hubiesen obtenido
algún beneficio), sino que les perjudicó gravemente: son llevados a los
tribunales por su anuncio, son encarcelados... (véanse los primeros capítulos
del libro de los Hechos). La resurrección se les impuso como un hecho
indiscutible, a pesar de todas las resistencias. El sepulcro vacío, aunque se
encuentre en todos los relatos desde el principio, no fue en modo alguno causa
de la fe en la resurrección. Lo verdaderamente decisivo fueron las experiencias
con el Resucitado o los encuentros con
él. Lo que llamamos las "apariciones".
3°) Otro aspecto,
que justifica la novedad de las "apariciones" frente a la "aparición" es el
tiempo en el que aparecen en la tradición. Estamos en la última fase del
anuncio del evangelio. En este momento, el encuentro con el Resucitado debía ser
presentado con unas categorías tan materiales como fuese posible para evitar
que el hecho cristiano se convirtiese en una ideología más del
entorno cultural, al estilo de la ideología gnóstica. Las apariciones
adquirieron así el aspecto de escenificaciones realistas de la
resurrección. Escenificaciones tan realistas que dan la impresión de que la
resurrección es la vuelta de un cadáver a la vida. De alguna manera
"materializan" la resurrección y han sido la responsables de una concepción
excesivamente material de la resurrección en el sentido de ser entendidas como
simple "reanimación" del cadáver de Jesús.
La venida del Señor (Jn 20, 19); el encuentro con los discípulos, participando
incluso con ellos en la mesa; la salida al paso y el siguiente diálogo con las
mujeres (Mt 28, 9-10); la escena tan complicada protagonizada por la Magdalena (Jn
20); el paseo dado con los de Emaús y la cena subsiguiente (Lc 24); la
dirección, desde la orilla, de la pesca milagrosa de los discípulos, que también
termina en comida (Jn 21)... parecen acontecimientos de este mundo. Jesús actúa
en ellos como lo hacía antes de su muerte. La sobrenaturalidad intentan salvarla
algunos detalles como la aparición repentina, "con las puertas cerradas", la
"desaparición", la "sorpresa" provocada por el pan...
4°) Debemos tener en cuenta también que la importancia extraordinaria que
nosotros hemos dado a las apariciones no fue reconocida a ese nivel en la
predicación cristiana de los orígenes. Más aún: estas experiencias pospascuales,
los encuentros personales concretos con el Resucitado, no formaron parte del
anuncio original del evangelio. Desde este punto de vista pueden ser
comparadas con los relatos de la infancia. Lo mismo que fue posible anunciar e
incluso escribir el evangelio sin dichos relatos sobre la infancia de Jesús...
lo fue el presentar el evangelio sin las apariciones particulares.
El análisis de las
secciones donde se hallan enmarcadas las apariciones demuestra que se trata de
narraciones independientes; eran tradiciones particulares aisladas, que fueron
enmarcadas por nuestros evangelistas donde hoy las tenemos para cumplir la
finalidad que ellos las asignaron. Repitamos que, originariamente, el kerigma
recogía una única aparición a los discípulos. La localización de la misma,
Galilea (versiones de Marcos y Mateo) o Jerusalén (versión de Lucas), duplicó
dicha aparición. Creemos, sin embargo, que se trata de la misma; habría que
hablar incluso de la aparición según la versión de Mateo y de la misma con
estilo joánico. Mientras que en la de Mateo se pone de relieve el significado de
la resurrección para la Iglesia, para su misión, la de Juan acentuaría dicha
misión en la línea del perdón de los pecados. Dicho de otro modo: la única
aparición original se duplicó y, posteriormente, se enriqueció con la adición de
las apariciones particulares.
5°) Las apariciones
narradas no son presentadas como "pruebas" de la resurrección, sino como
manifestaciones del Resucitado. Se hallan subordinadas no al mundo como
"prueba", sino a la iniciativa del Resucitado, que se da a
conocer a los que están dispuestos a aceptarle mediante la fe.
Y el testimonio es el siguiente: Jesús, después de su muerte, vive; su vida, la
realidad de su humanidad, no se halla sometida a las leyes biológicas y
fisiológicas por las que se regía antes de morir; su vida es una realidad
pneumática, glorificada y misteriosa; él, que es la consumación de la historia
de la salvación, después de su muerte, estableció la comunión con sus discípulos
y seguidores. Esto quiere decir, por otra parte, que las apariciones no pueden
ser objeto de una investigación histórico-científica, aunque tengan, bien estudiadas, un alto
valor apologético. La apologética debe centrarse en el estudio, lo más profundo
y exhaustivo posible, de los personajes que protagonizaron dichas apariciones.
2. Diversificación
en los evangelios
El proceso seguido
en la valoración y diversa acentuación de lo que conocemos como el hecho pascual
lo pone de relieve el estudio comparativo de los cuatro evangelios:
1. El relato de
Marcos acentúa que el mensaje pascual es una revelación (de esta
consideración viene el motivo del joven vestido con "vestiduras blancas" que
habla a las mujeres); una revelación que no fue importante para la Iglesia, ya
que las mujeres no dijeron nada a nadie; deja constancia de la sobrenaturalidad
del hecho en el dato mencionado de los vestidos blancos, (que eran considerados
como propios del mundo sobrenatural y se convertían en su símbolo) así como en
el asombro de las mujeres. Para Marcos, lo ocurrido en el sepulcro no fue
constitutivo de la fe pascual. El se limita a remitir a los discípulos al
encuentro con el Resucitado en Galilea. Sin embargo, es claro que el narrador
busca un punto de apoyo para la fe pascual en la constatación del sepulcro
vacío.
La extraordinaria
aportación de Marcos,(que da muy escasa importancia a las
apariciones. Creemos que las dos "síntesis" que de ellas nos ofrece; la de la
Magdalena y la de los de Emaús, fueron añadidas a un evangelio que no contaba
ninguna aparición, pues terminaba originalmente en 16, 8) consistió en
"desmaterializar" las apariciones. Y lo hace diciendo que Jesús se apareció en
otra forma (= én etéra morfé, 16,12). Esto nos habla de una forma
distinta a la humana, diferente de la que había poseído en su vida anterior, no
perteneciente al aspecto humano, en la "forma de Dios" que es contrapuesta, como
dice el apóstol Pablo, a la "forma de siervo" (Fi! 2, 6-11). La resurrección sitúa a Jesús en esta
"otra forma", distinta de la humana, y que sólo puede ser la divina.
2. En la versión
de Mateo, el sepulcro vacío y las apariciones conservan su valor, pero
ninguna de las dos cosas
es
definitiva, ya que pueden ser
interpretadas de muchas maneras. Lo definitivo es la palabra del Resucitado,
que les garantiza su presencia entre ellos hasta el fin del mundo (Mt 28, 20).
Esto es lo que da a la Iglesia la verdadera seguridad. No la seguridad de la
"demostración", sino la seguridad de la fe en la palabra del Señor. El
sepulcro vacío podía ser explicado como un robo (el evangelista se está
debatiendo con el judaísmo; de ahí la necesidad de acentuar que había guardia
en el sepulcro; por otra parte, las mujeres ni siquiera entraron en el
sepulcro).
El progreso
teológico se nota en la presencia del ángel, que aparece como
intérprete del sepulcro vacío y de la palabra de Jesús. Mateo, lo mismo
que Marcos, no fundamenta la fe pascual en el sepulcro vacío, sino en la
revelación (el sepulcro vacío sería una confirmación de la resurrección para
el creyente, no su fundamento). El ángel no envía a los discípulos a visitar
el sepulcro ni a comprobar su experiencia con la que habían tenido las
mujeres. Esto significa que ni el sepulcro vacío ni la experiencia de las
mujeres eran constitutivos de la fe pascual ni argumento utilizable para
demostrarla. Lo decisivo fue el encuentro con Jesús
3. El centro de
interés de la narración lucana está en afirmar que el fundamento
del mensaje pascual es el mismo Señor resucitado que vive en la Iglesia. El
resto debe ser juzgado desde el punto de vista del testimonio. De ahí que
quite importancia a lo protagonizado por las mujeres, porque no se les
reconocía capacidad de testimoniar en un proceso, no podían ser testigos en un
juicio; sin embargo, "duplica" los testigos en el sepulcro: "dos hombres con
vestiduras resplandecientes", porque la validez del testimonio exigía que
fuese dado por dos testigos; no envía a los discípulos a
Galilea, y en lugar de ello, Galilea se convierte en el lugar donde Jesús
había predicho su resurrección.
Para Lucas, el
acontecimiento pascual es, sobre todo, el punto de apoyo y de esencial
referencia para una comprensión más profunda de la obra de Cristo, de su
cristología, que es cumplimiento de la Escritura. Finalmente, frente al
testimonio tan ampliamente narrado de los de Emaús, destaca la importancia del
testimonio de Pedro (Lc 24, 34).
4. Con la versión
joánica se alcanza la meta. En perfecta coherencia con todo el evangelio
no se dice que el Resucitado es el Jesús terreno (tradición sinóptica),
sino que el Jesús terreno es el Señor, el Exaltado. Precisamente
por eso, en el evangelio de Juan la muerte es la glorificación, los milagros
son signos y el testigo es el mismo Jesús. El sepulcro vacío también es
importante, pero como "signo". De ahí que sea constatado no sólo por las
mujeres, sino por Pedro y por el discípulo amado. Este discípulo,
personificación del discípulo ideal, "vio y creyó": en el sepulcro vacío vio
un signo que, más allá del hecho, le llevó a descubrir su significado. El
testigo fidedigno de la fe pascual es Jesús mismo.
Para el cuarto
evangelio, los ángeles no son testigos ni intérpretes, sino guardias de honor. Y
el encuentro con la Magdalena pone de relieve la imperfección
de su fe.
Llama a Jesús "Maestro", como antes de morir. Y el
relato subraya lo más posible que la resurrección no es la vuelta de un cadáver
a la vida, sino el retorno al Padre. El testimonio que Jesús mismo da de
la resurrección es "demostrativo", tiene carácter obligatorio, porque él es el
enviado del Padre.
La fe de la
Iglesia en la resurrección de
Jesús es la respuesta adecuada al testimonio
dado por Jesús mismo. Es evidente que la Escritura tiene mucha importancia en el
descubrimiento del hecho (Jn 20, 9), pero la Escritura tampoco es el
fundamento de la fe de la Iglesia, de la fe pascual. La Escritura es un medio
secundario, un segundo camino
para la aceptación y la inteligencia del acontecimiento pascual. La fe en su
palabra, en la palabra de Jesús, está por encima de la Escritura. Sólo cuando la
Magdalena reconoció la voz, la palabra de Jesús, creyó.
3. Esfuerzo
necesario para la comprensión
La presentación de
la resurrección en nuestros días debe tener en cuenta los principios
siguientes:
1°) Evitar un
lenguaje que lleve casi inevitablemente a una falsa inteligencia de la
resurrección de Cristo. No se trata de la simple vuelta de un cadáver a la
vida, ni de un hecho histórico como los otros que llamamos así, ni de un
suceso demostrable en sí mismo. Se trata de un acontecimiento único, para
expresar el cual le falta al hombre el lenguaje adecuado. Lo que dice la
Escritura es que Jesús de Nazaret, que murió y fue sepultado, no está muerto ni
en el sepulcro, y ello gracias a una intervención de la acción poderosa y
maravillosa de Dios.
Acerca del modo y
manera como esto ocurrió, la Escritura guarda silencio. No aduce testigos del
hecho. El "cómo" es secundario y marginal frente al "hecho" y el "por mí". Es un
hecho en relación de vinculación con nuestra historia y que al mismo tiempo la
trasciende. La ausencia de testigos de la resurrección misma y las apariciones
del Resucitado escapan al observador neutral y al control objetivo de las
medidas modernas (como, por supuesto, de las antiguas). Lo demostrable, en
definitiva, es la convicción de los testigos y de la Iglesia primitiva. El
sepulcro vacío no es una prueba para demostrar la facticidad de la resurrección
o el carácter "objetivo" de las apariciones, sino un "signo" y una confirmación
para los creyentes. Y esto aunque de la investigación bíblica se deduzca con
claridad que, para Pablo y para la Iglesia primitiva, la predicación de la
resurrección de Cristo es totalmente incompatible con la permanencia de su cadáver
en el sepulcro (esto hubiese sido posible si hubiesen sido utilizadas unas
categorías antropológicas dualistas, que han sido las occidentales hasta no hace
mucho tiempo). La afirmación expresa del sepulcro vacío es un "signo" de que el
reino de Dios, su señorío, ha comenzado realmente al ser vencida la muerte. Las
afirmaciones de 1 Cor 15, 3. 8 no son una prueba de la resurrección, sino un
testimonio y prueba de la credibilidad del mismo.
2°) Exponer la
resurrección de Cristo en toda su dimensión. La resurrección de Cristo, como el
evangelio en general, siempre será un "escándalo" para los hombres de todos los
tiempos. Así fue ya al principio. Pedir argumentos evidentes es exigir pruebas a
Dios (Mc 8,11), equivale a establecer una medida humana para juzgar la acción
divina y cuando dicha acción es sobrenatural, debería rebajarse Dios al nivel
humano, lo cual equivaldría a destruir la acción misma. Sería establecer la
razón humana como medida absoluta de la verdad. Pretender "demostrar" al hombre
moderno la resurrección y, para hacérsela asequible, reducirla al mínimo
falseando la resurrección misma. Es preciso manifestarla en toda su dimensión y,
a pesar de su "indemostrabilidad", presentar la fe en ella no como una fe
"ciega". Nos viene dada en el evangelio en cuanto documento fidedigno y fiable,
transmitida como palabra de Dios por testigos fidedignos y fiables.
La evocación de la
tradición antigua y la coincidencia con la predicación de los demás apóstoles,
la enumeración de los testigos, es decir, las apariciones (1 Cor 15, 5-8) sirven
para una demostración de la credibilidad. El mismo alcance tiene la expresión
"según las Escrituras", que tenía para los judíos el sentido de "prueba de
Escritura". En la misma dirección debe interpretarse 1 Cor 15, 34ss (la "forma"
como resucitan los muertos) con alusión a la Escritura (v. 45); se trata de
hacer creíble el mensaje de la resurrección. No podemos ahorrar a nadie el
"escándalo" ni el riesgo de la fe
(que es, al mismo tiempo, la seguridad absoluta, aunque de otra naturaleza),
pero tampoco podemos callar la ayuda que nos ofrece la Biblia ni silenciar los
argumentos de credibilidad.
En esta dimensión
total de la resurrección debe destacarse la identidad entre el Resucitado y el
Crucificado, la revelación del poder de Dios, la entronización de Cristo como
Señor, la victoria sobre la muerte, la irrupción del reino de Dios, el comienzo
de la nueva creación y la posibilidad de la salvación para todos, la
pertenencia, mediante la fe y los sacramentos, al Señor resucitado y no al
primer Adán. Así, la resurrección de Cristo es el cumplimiento de las promesas
del A. T.
La resurrección no
es sólo una interpelación que Dios me dirige ni la mera explicitación del
significado de la cruz (R. Bultmann). Para el autor citado carece de interés la
cuestión sobre la resurrección y sobre el ser mismo del Resucitado. Para él, la
realidad de la resurrección y del Señor resucitado es la realidad del kerigma.
De modo que K. Barth le ha preguntado si, para él, "Jesucristo ha resucitado en
el kerigma".
Tampoco puede
reducirse la resurrección a la convicción de que "la causa de Jesús sigue
adelante" (Die Sache Jesu geht weiter, Marxsen). Es todo eso (lo
afirmado por Bultmann y por Marxsen), pero es bastante más. Mejor dicho, es todo
eso porque es mucho más.
La resurrección de
Jesucristo es el suceso, el acontecimiento por el cual Jesús fue liberado del
poder de la muerte y fue constituido como Señor de todo en su total existencia
humano-divina. Es la acción de Dios por la cual somos redimidos del poder de la
muerte y por la cual se nos posibilita la participación en la vida del
Resucitado, que fundamenta nuestra esperanza en la resurrección.
3°) Exponer el
significado especial del mensaje pascual para el hombre de hoy:
a) Partiendo de su
experiencia de la lejanía de Dios, de un mundo "humanizado", "desacralizado", en
el que la antropología parece hacer
innecesaria la teología. La
lejanía
de Dios se hace presencia en Cristo,
en Cristo resucitado; en el Hijo somos hijos; con él podemos entrar en
relación con Dios; en el Hijo resucitado podemos llamar Padre a Dios. Todo lo
consignado en la Escritura del Antiguo y del N. T. es palabra válida de Dios y
sobre Dios; pero todo adquiere su eficacia y definitividad en la resurrección de
Jesús.
b) La mutua relación
entre los hombres es otro tema preocupante al hombre de hoy. La
resurrección de Cristo nos orienta al nuevo "pueblo", que se hizo realidad con
la resurrección de Cristo. En el N. T. se nos anuncia y presenta al Resucitado
como el "hombre nuevo" (Ef 2, 14), que forma, con todos los que creen en él y
son bautizados en su nombre, un cuerpo (1 Cor 12, 12-13), y constituyen una
"unidad" (Gal 3, 28). La unidad que no pueden lograr los hombres es una
realidad en el "cuerpo" del Resucitado.
c) La valoración del
mundo. Ha desaparecido la
concepción griega del cuerpo como cárcel del alma y la consiguiente añoranza
por la liberación. Ha sido sustituida por la unidad anímico-corporal del
hombre y su parentesco con el cosmos. Esta es realmente también la concepción
bíblica. ¿Tiene algo que decir en este punto el mensaje pascual?
Nos habla no sólo
de la supervivencia de Cristo, sino de la resurrección de entre los muertos.
Todo el hombre íntegro que era Jesús de Nazaret ha sido resucitado, y con su
existencia corporal-anímica participa de la gloria del Padre.
La resurrección de
Cristo es la consumación de la
encarnación de Dios. En cuanto Señor
"corporal", es "palpable" para nosotros, es decir, cognoscible y representable
como un tú y hermano nuestro. En su corporeidad resucitada es un "signo" y un
"comienzo" (1 Cor 15, 20-23) de nuestra existencia futura y del cosmos. Cómo sea
ese futuro en particular permanece oculto para nosotros. Pero la ignorancia del
modo del hecho no excluye el hecho mismo.
BIBL. — P. BENOIT,
Pasión y resurrección del Señor, Fax, Madrid, 1971; J. DANIÉLOU,
La Resurrección, Studium, Madrid, 1971; A. AMMASSARI, La Resurrezione,
nell'insegnamento, nella profezia, nelle apparizioni di Gesú,
Cittá Nuova Edit, Roma, 1975; B. RICAUx, Dieu I'a ressuscité, Duculot,
Bruselas, 1972; U. WILCKENS, La Resurrección de jesús. Estudio
histórico-crítico del testimonio bíblico, Sígueme, 1981.
Felipe E
Ramos
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