APOLINAR DE
LAODICEA, contemporáneo de SAN CIRILO DE JERUSALÉN, fue un gran amigo y
colaborador de Atanasio, al que apoyó con todas sus fuerzas en su lucha contra
el arrianismo. Había nacido en Laodicea, en Siria, alrededor del 310; su padre
era presbítero y gramático. Hacia el 361 fue consagrado obispo de la comunidad
nicena de Laodicea. Tenía un buen conocimiento de los clásicos, y San
Jerónimo fue alumno suyo durante un tiempo. Murió hacia el 390.
A pesar de su
profundidad y rigor de pensamiento, su mismo empeño en luchar contra los
arrianos le llevó a caer, sin darse cuenta y sin malicia, en el primer error que
jalonaría la historia de las controversias cristológicas posteriores. Decidido a
mostrar claramente la divinidad de Jesús y la unión profunda de esa divinidad y
de la humanidad en Cristo, y considerando que la enseñanza de la escuela de
Antioquía podía llevar a entender una doble personalidad en Cristo, concibió una
nueva explicación: de los tres elementos que según Platón integran el hombre, el
cuerpo, el alma animal y el alma racional, el tercero no existiría como tal en
Cristo, y su lugar y función serían desempeñados por el Logos de Dios.
Al principio, esto
satisfizo a muchos, pues se explicaba con sencillez, por ejemplo, la
impecabilidad de Cristo. Pero luego se advirtió que estaba en contradicción con
la enseñanza tradicional de la Iglesia, según la cual la humanidad de Cristo es
completa y perfecta. Tanto San Atanasio como los Capadocios y Diodoro de Tarso y
Teodoro de Mopsuestia, de los que enseguida hablaremos, escribieron tratados en
contra de esta doctrina de Apolinar, que fue luego condenada explícitamente en
el concilio de Constantinopla (381).
Esta condenación es
responsable de la práctica desaparición de los escritos de Apolinar, de los que
nos han llegado sólo los que fueron equivocadamente atribuidos a autores
ortodoxos. Los fragmentos existentes de sus obras exegéticas, que según
San Jerónimo eran numerosísimas, nos muestran que no se inclina por el
método exegético de Antioquía ni por el de Alejandría; de sus obras
apologéticas, la más celebrada fue la dirigida contra el filósofo
neoplatónico Porfirio; otra de ellas iba dirigida al emperador Juliano, para
demostrarle que los filósofos paganos iban muy equivocados en sus ideas sobre
Dios; hay también noticia de varias de sus obras antiheréticas y de sus
obras dogmáticas, y se conservan dos cartas suyas a Basilio el
Grande.
Es interesante
mencionar que cuando el emperador Juliano prohibió que los cristianos asistieran
a las escuelas públicas y que estudiaran la literatura griega (362), Apolinar,
ayudado por su padre, acometió la tarea de escribir poemas épicos basados
en los primeros libros de la Biblia para así reemplazar en cierto modo los
libros de Homero; escribió también numerosas comedias y tragedias, a
imitación de las clásicas pero con argumentos bíblicos, e incluso diálogos
cristianos a la manera de los de Platón. Se ha perdido toda esta literatura,
a excepción de una Perífrasis de los salmos, que además no es seguro que
sea de Apolinar. Por último, con el mismo afán de fortalecer la fe de los
cristianos, compuso canciones, que los
hombres cantaban en sus banquetes (...) y las mujeres mientras tejían, e himnos
litúrgicos, de todo lo cual no nos ha
llegado nada.
MOLINÉ
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