SUMARIO
I.
Apóstol:
1. Problemática actual y situación neotestamentaria;
2. Apóstol y misión en el mundo judío y en la literatura ambiental;
3. El apóstol en las primeras comunidades cristianas:
a) En el lenguaje tradicional prepaulino y de la primera actividad
paulina,
b) En la polémica paulina contra los judeo-cristianos
"judaizantes",
c) En la aclaración restrictiva de Lucas (Evangelio y Hechos),
d) En los otros evangelios,
e) En las relaciones con los "doce";
4. La misión apostólico-profética de Jesús y de sus discípulos:
a) En los evangelios sinópticos,
b) En el cuarto evangelio,
c) ¿La primera misión se deriva del Jesús terreno?
5. Conclusión: apostolicidad de la Iglesia.
1. Problemática actual y situación neotestamentaria;
2. Apóstol y misión en el mundo judío y en la literatura ambiental;
3. El apóstol en las primeras comunidades cristianas:
a) En el lenguaje tradicional prepaulino y de la primera actividad
paulina,
b) En la polémica paulina contra los judeo-cristianos
"judaizantes",
c) En la aclaración restrictiva de Lucas (Evangelio y Hechos),
d) En los otros evangelios,
e) En las relaciones con los "doce";
4. La misión apostólico-profética de Jesús y de sus discípulos:
a) En los evangelios sinópticos,
b) En el cuarto evangelio,
c) ¿La primera misión se deriva del Jesús terreno?
5. Conclusión: apostolicidad de la Iglesia.
II.
Discípulo:
1. Interpretaciones y problemas;
2. Discípulo y seguimiento en el mundo judío y en la literatura
ambiental:
a) En el mundo griego,
b) En la Biblia hebrea,
c) En las escuelas rabínicas;
3. Los discípulos de Jesús y su seguimiento:
a) Según los evangelios sinópticos,
b) Según el cuarto evangelio;
4. Relación entre los discípulos y los "doce":
a) En Marcos,
b) En Mateo,
c) En Lucas,
d) En el cuarto evangelio;
5. Los destinatarios de la radicalidad evangélica.
1. Interpretaciones y problemas;
2. Discípulo y seguimiento en el mundo judío y en la literatura
ambiental:
a) En el mundo griego,
b) En la Biblia hebrea,
c) En las escuelas rabínicas;
3. Los discípulos de Jesús y su seguimiento:
a) Según los evangelios sinópticos,
b) Según el cuarto evangelio;
4. Relación entre los discípulos y los "doce":
a) En Marcos,
b) En Mateo,
c) En Lucas,
d) En el cuarto evangelio;
5. Los destinatarios de la radicalidad evangélica.
I.
APÓSTOL.
1.
PROBLEMÁTICA ACTUAL Y SITUACIÓN NEOTESTAMENTARIA. En la cultura profana de
nuestros días la palabra "apóstol" no es muy significativa; indica
genéricamente al propagandista fervoroso de una idea. En el lenguaje eclesial
yen las relaciones ecuménicas con las otras confesiones cristianas tiene, por
el contrario, una importancia destacada.
En
el uso de la Iglesia católica, el término "apóstol" presenta un
significado general o más restringido, según los contextos. A veces comprende
a todos los cristianos; y por eso sé les inculca a todos el deber de ser apóstoles
y de ejercitar el apostolado; más frecuentemente se reserva para designar el
ministerio directivo de los obispos y del papa, como sucesores deforma
ininterrumpida de los doce primeros apóstoles de Jesús y de su cabeza, Pedro,
y por consiguiente guardianes e intérpretes autorizados de la primera tradición
apostólica. Prueba de ello es el mismo Vaticano II, que utiliza este término
con el primer significado en LG 17 y 33, desarrollando sus aspectos en todo el
decreto Aposlolicatn actuositatem, sobre el apostolado de los laicos; pero lo
utiliza con el segundo significado en LG 19-20, donde intenta aclarar las
diferencias y las relaciones entre el apostolado de los obispos y el de los
fieles, no sólo para determinar los derechos y deberes respectivos dentro de la
Iglesia, sino también para estimular su colaboración mutua en la evangelización
del mundo y en la animación cristiana del orden temporal. En estos documentos
conciliares no todo resulta debidamente aclarado, hasta el punto de que la misma
"Comisión teológica internacional" creyó oportuno intervenir en el
1975 a fin de favorecer el recto diálogo ecuménico con un documento titulado
La apostolicidad de la Iglesia y la sucesión apostólica (EV, V, 434-478);
también aquí se insiste por un lado en la estrecha relación que existe entre
la apostolicidad de la Iglesia y el sacerdocio común de los fieles, y por otro
lado en el aspecto histórico y espiritual de la sucesión apostólica desde los
apóstoles a los obispos a través de la continuidad sacramental de la imposición
de manos y de la invocación del Espíritu Santo.
En
las mismas relaciones ecuménicas entre las diversas Iglesias, el tema de su
apostolicidad se muestra hoy de importancia primordial, hasta el punto de que la
"Comisión Fe y constitución", en el documento de Lima de 1982
titulado Bautismo, Eucaristía, Ministerio, al tratar en el capítulo II
de "La Iglesia y el ministerio ordenado", apela ampliamente a los apóstoles
y a los doce en el NT (nn. 9-11), dedicando luego todo el capítulo IV (nn.
34-38) a "La sucesión de la tradición apostólica'', con frecuentes
referencias a los textos del NT. Afirma que la Iglesia confiesa en el Credo que
es apostólica, en cuanto que "vive en continuidad con los apóstoles y con
su predicación"; pero especificando que "dentro de esta tradición
apostólica hay una sucesión apostólica del ministerio, que está al servicio
de la continuidad de la Iglesia en su vida en Cristo y de su fidelidad a las
palabras y a los gestos de Jesús transmitidos por los apóstoles. Los ministros
encargados por los apóstoles, y a continuación los epískopoi, fueron los
primeros guardianes de esta transmisión de la tradición apostólica" (n.
34). Por eso, "donde las Iglesias dan
poca importancia a la transmisión regular (del ministerio ordenado), deberían
preguntarse si su concepción de la continuidad de la tradición apostólica no
tendrá que modificarse. Por otra parte, donde el ministerio ordenado no sirve
adecuadamente a la proclamación de la fe apostólica, las Iglesias tienen que
preguntarse si sus estructuras ministeriales no necesitarán una reforma"
(n. 35).
Estas
indicaciones no son más que una pequeña muestra de la importancia y
complejidad del tema bíblico del "apóstol" que nos proponemos
ilustrar interpelando a la palabra de Dios codificada en la Biblia, y
especialmente en los evangelios, sin dejarnos condicionar por prejuicios u
opciones confesionales posteriores.
El
término "apóstol" ("enviado", adjetivo verbal con sentido
pasivo del verbo apostélló) es frecuente en el NT (80 veces), y en
muchas ocasiones con un sentido ya técnico.
Una
estadística de la distribución según la cual aparece este término en los
diversos libros sagrados resulta sumamente aleccionadora. Los encontramos 35
veces -con una distribución bastante uniforme- en las diversas cartas paulinas,
incluidas las pastorales y la carta a los Hebreos. Aparece otras 34 veces en
Lucas, discípulo y colaborador de Pablo: seis veces en el evangelio y 28 veces
en los Hechos; en Marcos sólo figura dos veces (3,14; 6,30), una sola vez en
Mateo (10,2), también una vez sola y con sentido bastante vago en Juan (13,16)
y tres veces en el Apocalipsis (2,2; 18,20; 21,14).
Añadamos
que, por el contrario, sólo aparece en pocas ocasiones en el NT -cuatro veces-
el sustantivo abstracto "apostolado" (apostolé j: Rom 1,5 y 1Cor 9,2
(referido a Pablo); Gál 2,8 (referido al "apostolado entre los
circuncisos" de Pedro); He 1,25 (referido a los "doce'.
Así
pues, además del sentido de la palabra "apóstol", queda por aclarar
el motivo de esta diversa aparición dentro de las primeras comunidades
cristianas, y en especial si se le entiende del mismo modo en los diversos
filones del NT.
2.
APÓSTOL Y MISIÓN EN EL MUNDO JUDÍO Y EN LA LITERATURA AMBIENTAL. En el mundo
griego el verbo apostélló era de uso común en el sentido de
"enviar". Se distinguía del sinónimo pémpó en que el
primero establecía una relación entre el mandante y el mandado y lo
constituía en representante o encargado suyo, mientras que el segundo ponía
más de relieve el acto de enviar en cuanto tal.
El
adjetivo verbal apóstolos era más bien raro y se le usaba ya en forma
sustantivada; se utilizaba preferentemente en el lenguaje marinero griego para
indicar la nave de carga o la flota enviada o a su comandante y a los mismos
colonizadores; en los papiros indicaba también la carta de presentación o la
factura comercial. Pero ya en Herodoto (I, 21; V, 38) lo encontramos dos veces
para indicar al enviado como persona particular, unido además la primera vez al
sustantivo "heraldo" (kéryx).
En
Flavio Josefo apóstolos aparece con seguridad tan sólo una vez (Ant.
17,300) para indicar el grupo o delegación de judíos enviados por Jerusalén a
Roma al morir Herodes el Grande a fin de defender la libertad de vivir según
sus leyes.
Los
Setenta tradujeron ordinariamente (unas 700 veces) con el verbo apostélló
(o con el compuesto exapostélló) el verbo hebreo salah: lo prefirieron
claramente a pémpó (sólo cinco veces como traducción suya),
precisamente porque comprendieron que el original hebreo no indicaba puramente
el envío en sí, sino que subrayaba el encargo o investidura del
enviado, que adquiría para aquella tarea concreta y determinada la misma
autoridad que la persona mandante (cf Jos 1,16; 1Re 20,8; 21,10; 2Re 19,4);
especialmente los Setenta indican con este verbo la misión de los profetas de
Israel para hablar en nombre de Dios (cf Ex 3,10; Jue 6,8.14; Is 6,8; Jer 1,7;
Ez 2,3; Ag 1,12; Zac 2,15; 4,9; Mal 3,23).
El
correspondiente adjetivo verbal sustantivado apóstolos se encuentra, por
el contrario, en los Setenta (seguidos también aquí por Áquila) en una sola
ocasión, concretamente en 1 Re 14,6, como traducción del participio pasivo saluah
del correspondiente verbo hebreo; se refiere al profeta Ajías, que por encargo
divino se presenta a la mujer de Jeroboán como "apóstol duro" (apóstolos
sklérós) para anunciar la ruina de la nueva dinastía.
El
correspondiente arameo del saluah hebreo era saliah (pl. seleluhin).
En estos últimos decenios se ha intentado ver en el saliah del judaísmo
rabínico el precedente del "apóstol" cristiano.
Pero
los seluhin hebreos en la literatura rabínica están documentados con
este nombre tan sólo a partir del 140 d.C. -como recientemente han demostrado
G. Klein y W. Schmithals-, y quizá precisamente en polémica con los
"apóstoles" cristianos. Indican personas que han recibido para una
tarea muy determinada -como una boda, un divorcio, una compra- un encargo
jurídico de la competente autoridad judía, y actúan entonces en su nombre y
con su autoridad. De aquí la máxima tantas veces repetida: "El enviado de
un hombre es como él mismo" (Ber. 5,5; cf otros pasajes en Strack-Bill.,
III, 2). Se procedía así según el derecho Semítico tradicional, seguido ya
por los antiguos hebreos (cf 1 Sam 25, 40s; 2Sam 10,1ss), según el cual el
mensajero representaba por completo en su persona al mandatario (generalmente el
rey). De todo este conjunto parece evidente que los seluhin judíos tan
sólo tenían funciones jurídicas o doctrinales dentro de las comunidades
judías. Había ciertamente en la época de Jesús (cf Mt 23,15) misioneros
judíos que hacían prosélitos entre los paganos; pero lo hacían por propia
iniciativa, sin estar mandados por la autoridad, ya que la autoridad
judía ni antes ni después del año 70 autorizó con finalidad religiosa la
propaganda misionera entre los paganos, por la conciencia de ser un pueblo
elegido y orgullosa de que otros desearan lo que ellos poseían.
3.
EL APÓSTOL EN LAS PRIMERAS COMUNIDADES CRISTIANAS. Examinemos ante todo el
término "apóstol", para remontarnos luego a su radical apostélló.
Para
poder establecer el sentido -único y múltiple- del término
"apóstol" en el NT, veamos ante todo la situación partiendo de los
escritos considerados como más antiguos y teniendo en cuenta las diversas
comunidades en que se redactaron.
a)
En el lenguaje tradicional prepaulino y de la primera actividad paulina. Partamos
de las primeras cartas paulinas, escritas entre los años 47 y 63, y sobre las
cuales no hay serios problemas de autenticidad.
En
la 1Tes (anterior a las polémicas de Pablo con los judeo-cristianos
judaizantes) los tres fundadores de la comunidad -Pablo, Silvano y Timoteo (cf
1,1 y 2Tes 1,1; 2Cor 1,19)- se designan en plural "apóstoles de
Cristo" (lTes 2,7), porque, como se deduce del contexto próximo, habían
llevado allá el "evangelio de Dios" (1,5; 2,2.4.8). Por eso aquí el
objeto del apostolado es sólo la predicación del evangelio a los paganos -como
se deduce del contexto-, sin que tales apóstoles hubieran recibido un encargo
directo del resucitado; de lo contrario, el término no se le podría aplicar a
Silvano (o Silas), que, según He 15,22, parece haber sido mandado de Jerusalén
a Antioquía de parte de los "apóstoles y presbíteros", y en
especial al "hijo" Timoteo, convertido por Pablo en Iconio (1Cor 4,17;
cf He 16,1).
Por
eso al principio eran llamados apóstoles aquellos que, en número de dos o tres
por lo menos (cf Mc 6,7 y Lc 10,1), habían sido mandados por Cristo o por las
comunidades apostólicas (cf He 13,1-3; 14,4.14) a fundar nuevas comunidades
entre judíos, y especialmente entre paganos. En este sentido son llamados
apóstoles, además de Pablo, tanto Bernabé (1Cor 9,5-6; cf Gál 2,1.8-10) como
Apolo (1Cor 4,9; cf 4,6), Andrónico y Junias, "que se han distinguido en
el apostolado, y que fueron creyentes en Cristo antes que yo" (Rom 16,7).
De forma semejante, a Pedro o Cefas se le confió "el apostolado de los
circuncisos" (Gál 2,8; cf 2,11-15), es decir, de los judíos; y entre los
apóstoles que actuaban entre los judíos, Pablo parece incluir también a
Santiago, hermano de Jesús (Gál 1,19). En este sentido amplio no sorprende que
fueran también llamados apóstoles los mandados o designados por las
comunidades para recoger la colecta para los pobres de Jerusalén (2Cor 8,23; cf
8,19; Flp 2,25).
b)
En la polémica paulina contra los judeo-cristianos "judaizantes" En
un determinado momento nace, sin embargo, una polémica precisamente sobre este
título de apóstol; encontramos varias huellas de ella en la 2Cor,
particularmente en los capítulos 10-13 (que parecen constituir la "carta
con lágrimas": cf 2Cor 2,4, puesta como apéndice). Mientras estaba Pablo
en Efeso (por los años 54-56), algunos judeo-cristianos judaizantes llegaron a
las Iglesias paulinas de Corinto y de Galacia procedentes de Jerusalén y de
Antioquía. Se oponían a la línea de Pablo de admitir a los paganos en la
Iglesia sin pasar antes por el judaísmo. Por eso empezaron a discutirle a Pablo
precisamente el título de apóstol, a fin de desacreditar su autoridad; él no
era un apóstol como "los que eran apóstoles antes que yo" (toús
pró emoú apostólous) en Jerusalén (Gál 1,17). Pablo, a su vez, denuncia
a estos calumniadores, que se llaman incluso "super-apóstoles" (hyperlían
apóstoloi: 2Cor 11,15; 12,11), como "falsos apóstoles (pseudapóstoloi),
obreros fraudulentos, que se disfrazan de "apóstoles de Cristo"
(11,13).
Parece
evidente (teniendo presente además la posición de Lucas [J infra, c],
que le discutían este título por varias razones): 1) Pablo no había tenido
contacto con el Jesús terreno; 2) no había sido testigo con los doce de las
apariciones pospascuales del resucitado; 3) por eso no había sido enviado como
apóstol ni por Cristo ni por los doce apóstoles de Jerusalén.
Precisamente
desde este momento Pablo empieza a reivindicar para sí el título de
"apóstol de Jesús" con energía, sin atribuírselo ya a los
colaboradores del mismo rango, como Silvano o Apolo; se lo suele atribuir sobre
todo al comienzo de sus cartas (1Cor 1,1; 4,9; 9,12; 15,9 bis; 2Cor 1,1; 11,5;
cf 11,13; 12,12; Gál 1,1; Rom 1,1; 11,13; Col 1,1; Ef 1,1). En este contexto
polémico afirma que su apostolado no le viene de los hombres (Gál 1,1.12),
sino de la voluntad eterna de Dios (1Cor 1,1; 2Cor 1,1; Col 1,1; Ef 1,1.5); es
obra de "Jesucristo y de Dios Padre" (Gál 1,1); constituye "la
gracia y la misión apostólica" recibida por medio de Jesucristo para
"que obedezcan a la fe todos los pueblos" (Rom 1,5).
Con
estas afirmaciones Pablo no se pone entre los doce, de los que se distingue con
claridad (cf Gál 1,1719; 2,2-10; lCor 15,5); tampoco afirma que haya visto o
que haya sido enviado por el Jesús terreno. Declara, por el contrario, que ha
visto a Jesús resucitado en el camino de Damasco, lo mismo que "los
doce" y que "todos los demás apóstoles", aunque sólo sea como
último (lCor 15,5.7-9; cf 9,1; Flp 3,8.10.12; Gál 12,16). Pablo afirma, por
consiguiente, que ha sido mandado también él por Cristo resucitado en misión
apostólica, al igual que "todos los otros apóstoles" a los que se
apareció Cristo, y que ha sido enviado con el carisma específico de ser el
apóstol evangelizador de los paganos (Gál 2,8-10; cf 1,18).
Con
esta finalidad Dios lo había "llamado desde el seno de su madre",
como a Jeremías y al siervo de Yhwh; y en el camino de Damasco le había
"revelado" a Jesús como su Hijo, para confiarle la misión profética
de anunciarlo a los paganos (Gál 1,12.15-16; cf Jer 1,5; Is 49,1), con la
posibilidad para ellos de acceder inmediatamente a la filiación divina, sin
estar ya obligados a las prácticas cultuales y nacionales judías (cf en
especial Gál 3,26-29). Pablo no pretende, sin embargo, afirmar que ha recibido
por revelación de Jesús todo el "evangelio", como se deduce del
hecho de que él "transmite" el kérygmatradicional sobre la
institución de la eucaristía y sobre los hechos pascuales, que a su vez
declara haber recibido del Señor a través de la tradición anterior (paralambánó,
verbo característico, como el anterior, de la tradición oral rabínica:
1Cor 11,23; 15,1-13). Se trata de fórmulas estereotipadas precedentes; el mismo
Pablo declara que están en conformidad con las que predican los doce y los
demás apóstoles (ICor 15,11).
Para
verificar el contenido del mismo carisma profético recibido por revelación de
Cristo en el camino de Damasco, Pablo se siente en la obligación de
"consultar" a Pedro, subiendo tres años más tarde a Jerusalén (Gál
1,18); y catorce años más tarde vuelve allá desde Antioquía con Bernabé y
Tito, después de una "revelación", para exponer "a los
dirigentes el evangelio que predico a los paganos, para saber si estaba o no
trabajando inútilmente" (Gál 2,2). Y afirma con satisfacción, frente a
sus calumniadores, que precisamente estos "dirigentes" -que son en
este contexto por lo menos "Santiago y Cefas y Juan"- reconocieron la
"gracia" o /carisma que había recibido, es decir, que él había
recibido de Cristo el "evangelio" de los no judíos, del mismo modo
que Pedro con lo§ demás de Jerusalén habían recibido el
"evangelio" y el "apostolado" de los judíos; por eso
aprobaron su línea de actuación y la de Bernabé, dándoles la mano en señal
de comunión (2,6-9).
Pablo,
para demostrar el origen divino de su apostolado, apela además a la prueba de
los hechos: el vigor de sus comunidades paganocristianas (1 Cor 15,10; cf 2Cor
3,1-3) demuestra que han surgido en virtud del poder de Dios (ITes 1,5; 2Cor
6,7;12,12; Rom 15,19). "Si para otros no soy apóstol, para vosotros
ciertamente lo soy; pues vosotros sois, en el Señor, el sello de mi apostolado
(apostolés)"(1Cor 9,2).
Pero,
a mi juicio (a diferencia de D. Müller, a.c., 130-131), en todos estos textos
Pablo parece aplicar el título de apóstoles también al grupo de los doce que
él conoce (1 Cor 15,5) y a cada uno de sus miembros; en efecto, dice que Jesús
se apareció "a todos los apóstoles" (15,7), después de haberse
aparecido a los "doce" y "a más de 500 hermanos" (15,5-6);
y en la carta a los Gálatas dice que después de la aparición de Jesús en el camino
de Damasco no partió para Jerusalén, "a ver a los que eran apóstoles
antes que yo" (1,17); tres años después, en Jerusalén, durante su
permanencia de quince días con Pedro, dice que allí "no vi a ningún otro
apóstol fuera de Santiago, el hermano del Señor" (1,19); habla además
del apostolado de Pedro entre los judíos (2,8).
c)
En la aclaración restrictiva de Lucas (Evangelio y Hechos). Lucas
distingue con claridad -casi como si quisiera superar la controversia paulina
anterior- entre discípulos y apóstoles, ya a nivel del Jesús terreno.
En
efecto, presenta a Jesús que, entre el círculo más amplio de los discípulos
que le seguían, "eligió doce de entre ellos, a los que llamó
también apóstoles" (6,13; cf He 1,2), a los que luego envió (apostélló:
9,1-2) a proseguir su misma misión entre el pueblo de Judea (cf 4,44). Las
expresiones están sacadas de la misión análoga contada ya por Marcos (6,5-7).
Luego,
a lo largo de su vida, Jesús fue dando algunas normas radicales sobre el
discípulo auténtico, e inmediatamente después designó y mandó (apostélló)
"a otros setenta y dos discípulos" con una misión casi idéntica
(i 0,1-12 y que Lucas parece tomar de la fuente Q, dado que es utilizada
también por Mateo en su misión análoga de los doce). La lección
"70" o "72" en los códices tiene el mismo valor; por eso
está claro el significado genérico: según Lucas, Jesús escogió un
"gran número" de otros colaboradores, además de los doce. Más
específicamente, el número 70/72 les parece a algunos exegetas que fue
escogido para indicar la misión universalista (estamos en Samaría y en Lucas)
entre todos los pueblos de la tierra, catalogados en número de 72 en la carta
genealógico-geográfica de los judíos (cf Gén 10 y Henoc etiópico
89,59); según otros, habría aquí más bien una referencia a los 70/72 jueces
(Éx 18,13-27) y/ o presbíteros (Núm 11,24-30), elegidos por Moisés y dotados
como él de Espíritu divino para ayudarle en la dirección del pueblo de
Israel.
A
continuación Lucas reserva el título de "los apóstoles", con el
artículo determinado, tan sólo a los doce: tanto en el Evangelio (9,10; 17,5;
22,14; 24,10) como en los Hechos (1,2.26; 2,37.42.43; 4,33.35.36. 37;
5,2.12.18.29.40; 6,6; 8,1.14,18; 9,27; 11,1; 15,2.4.6.22.23; 16,4). Pero los
presenta la misma tarde de pascua rodeados de otros discípulos (24,33), que en
los días anteriores a pentecostés forman ya con ellos un grupo numeroso de
"unos 120 hermanos" (He 1,15-16). Las únicas excepciones se dan en el
texto de 11,49 del Evangelio y el texto de 14,4.14 de los Hechos. Aquí, en dos
ocasiones, se les da a Pablo y a Bernabé el título de apóstoles, cuando van a
fundar comunidades pagano-cristianas por misión recibida de la comunidad de
Antioquía (13,1-3). Muchos opinan que el término se le "escapó" a
Lucas, que lo encontró en la fuente antioquena de donde sacó este material;
estos dos, por lo menos, no responden a los requisitos postulados por Lucas para
los doce apóstoles. Lo mismo parece que hay que decir de los apóstoles"
que él menciona en el Evangelio (Lc 11,49), en donde depende, con Mateo, de la
fuente Q; allí -como veremos- el término tendría el sentido más amplio
prepaulino del que antes hablábamos.
Los
doce o los apóstoles tienen realmente para Lucas la función de "dar
testimonio" (He 1,8) -pero quedándose en Jerusalén (1,4; cf 8, 1.14) y en
Judea (11, l), es decir, entre las "doce" tribus de Israel- de todo el
mensaje de Jesús, del que habían sido testigos oculares desde el bautismo de
Juan hasta su ascensión, y especialmente
de su resurrección (He 1,21-22; cf Lc 1,2).Por consiguiente, su predicación es
la continuación de la causa de Jesús en la historia posterior.
En
He 1-5 Lucas presenta al grupo de los doce apóstoles también como dirigentes
de la comunidad judeocristiana de Jerusalén. Desde el capítulo 6 este grupo
recibe la ayuda, para la atención a las obras caritativas en la sección de
lengua griega, del grupo de los "siete" con Esteban (pero también con
huellas de otras funciones originales más amplias, como la predicación y la
fundación de nuevas comunidades). En la sección de lengua hebreo- aramea que
se quedó en Jerusalén reciben también la ayuda de un grupo de presbíteros
(11,30) que, con su portavoz Santiago, hermano del Señor, participan y deciden
en el concilio de Jerusalén junto con los doce apóstoles, presididos por Pedro
(15,2.4.6.22.23; 16,4).
Después
del concilio de Jerusalén, Lucas ya no menciona a "los apóstoles",
ni tampoco a Pedro; en cambio, presenta a la comunidad judeocristiana de
Jerusalén dirigida por el grppo de los presbíteros (21,18), y a Pablo y
Bernabé,que desde su primer viaje apostólico "constituyeron" (cheirotonéó=lit.
"elegir alzando la mano' un grupo de "presbíteros" para la
dirección de cada una de las comunidades pagano-cristianas (14,23). Hay que
observar que en el segundo viaje apostólico Pablo, junto con Silas,
transmitirá a esas comunidades los decretos sancionados por el concilio de
"apóstoles y presbíteros" de Jerusalén (16,4).
Parece
evidente: Lucas intenta hacer resaltar que la función de los "doce
apóstoles" en Jerusalén, y la de los "apóstoles" Pablo y
Bernabé en las comunidades pagano-cristianas, ha pasado ya al grupo de
presbíteros de las diversas comunidades. A éstos -según el testamento
espiritual de Pablo (20,17-38)- les
corresponde ahora la función de velar por toda la grey como
"inspectores" (episkopoúntes) y pastores para mantener la
fidelidad al evangelio de Jesús (20,28) contra los perseguidores externos y
también contra aquellos que en el interior de la comunidad "enseñen
doctrinas perversas con el fin de arrastrar a los discípulos (toús
mathétás) en pos de sí" (20,30).
d)
En los otros evangelios. Por eso mismo resulta extraño que un término
tan importante para Pablo y para Lucas aparezca en los otros evangelios tan
sólo una vez: en Marcos (6,30) y en Mateo (10,2) para indicar a los
"doce" en el contexto preciso de su misión temporal a Galilea; en
Juan, después del lavatorio de los pies, en la admonición al servicio,
dirigida por Jesús a los "discípulos": "Os aseguro que el
criado no es más que su amo, ni el enviado (apóstolos) más que el que
lo envía" (13,16). Intentaremos dar respuesta a esta rara circunstancia [I
infra, 4].
e)
En las relaciones con los "doce": Hablando de apóstoles nos
hemos encontrado ya varias veces con el número doce. Este número tenía en la
antigüedad de Oriente medio un simbolismo astral, vinculado a las doce
constelaciones del zodíaco y a los doce meses del año (cf Henoc etiópico
82,11). Pero en la Biblia el número doce aparece siempre en relación con las
"doce tribus de Israel" (cf ya la antigua lista de Núm 26,456), por
tener su origen tradicional en los doce hijos de Jacob. El mismo Pablo, ante
Agripa II, designa a su pueblo con la simple expresión lb dódekáphylon
hémón (He 26,7; cf Flp 3,5), es decir, "nuestro (pueblo) el de las
doce tribus". Los primeros. cristianos son conscientes de ser la
continuación de este pueblo (cf Sant 1,1; 1Pe 1,1; Ap 7,4-8; 21 12).
Estas
referencias
tan estimadas por los primeros cristianos nos llevan a comprender
mejor por qué el mismo Jesús eligió un grupo de doce apóstoles para
formarlos (Mc 3,14-16 par) y enviarlos luego como apóstoles suyos, ya
durante
su vida terrena, a las ovejas perdidas de la casa de Israel (Mc 6,7-13
par; cf
Mt 10,5-6). En contra de una posición que a veces ha surgido en estos
últimos
decenios, y recogida recientemente por H.O. Günter (o.c.), que querría
atribuir la institución del grupo de los doce a la Iglesia pospascual,
nosotros
pensamos que debe remontarse, al mismo Jesús, puesto que está ya
presente en
la profesión de fe prepaulina (lCor 15,5) y en una frase de la fuente Q
(Lc 6,13/ Mt 10,2), con la promesáde que "en la nueva creación, cuando
el
hijo del hombre se siente en el trono de su gloria, os sentaréis también
sobre
doce tronos para juzgar a las ',doce tribus de Israel". (Mt 19,28; ~f Lc
22,30). Así pues, Jesús los escogió como asociados a su tarea de juez
escatológico en la reconstrucción mesiánica del Israel ideal; en ello va
implícita su función de cofundadores y corresponsables con Jesús en la
dirección del Israel mesiánico.
4.
LA MISIÓN APOSTÓLICO-PROFÉTICA DE JESÚS Y DE SUS DISCIPULOS. Para completar
el cuadro semántico creemos necesario examinar también el uso del verbo
apostélló (de donde se deriva "apóstol', sobre todo teniendo en cuenta
que es frecuente y que se distribuye de manera bastante uniforme en los cuatro
evangelios, mientras que es más bien raro en el epistolario del NT (fenómeno
inverso al de "apóstol").
Este
verbo aparece 135 veces, de ellas 22 en Mateo; 20 en Marcos; 51 en Lucas (25 en
Lucas y 26 en Hechos), 27 en Juan; sólo cinco veces en
el epistolario paulino; una vez en 1Pe, tres veces en 1Jn y tres veces en el
Apocalipsis.
a)
En los evangelios sinópticos. Del conjunto se deduce que el verbo apostélló,
como ya en los Setenta y en Flavio Josefo [l supra, I, 2], pone de relieve el
encargo relacionado con la misión, mientras que el sinónimo pémpó (frecuente
en Lucas: 22 veces) pone el acento en el envío en cuanto tal. Además, los
sinópticos, al hablar de Dios, utilizan siempre el verbo apostélló.
Tomando
en consideración solamente los textos en donde el verbo tiene una importancia
doctrinal, observamos:
-
Ya la fuente de los lóghia (fuente Q) presentaba a Jesús
clasificándolo entre los profetas mandados por Dios a Jerusalén y rechazados
por ella (Mc 23,37/Lc 13,34), en un contexto en que Jesús, incluso con otra
terminología, es presentado repetidas veces como modelo de profeta, superior a
los profetas antiguos; la misma fuente Q describía a Jesús como el mandado por
Dios; el que lo escucha o lo desprecia, escucha o desprecia al mandatario divino
(Mt 10,40/Lc 10,16); en la parábola de los invitados se narraba cómo mandó
Dios a sus criados a invitar al banquete, con una evidente alusión a los
profetas de Israel, incluidos Jesús y los primeros profetas cristianos (Mt
22,3-4/ Lc 14,17).
-
En los sinópticos, el mismo Jesús se presenta como el mandado de Dios;
acogiéndolo en los niños, se acoge al mandatario divino (Mc 9,37; Lc 9 48; cf
Mt 18,5); en la parábola de la viña afirma que Dios mandó repetidamente a sus
criados (los profetas) y finalmente a su Hijo predilecto a la viña de Israel (Mc
12,2.4. 5.6/Mt 21,34.36.37; Lc 20,10).
-
En varios textos, referidos por cada uno de los sinópticos, Jesús afirma que
ha sido mandado (por Dios: pasivo hebreo) tan sólo a las ovejas perdidas de la
casa de Israel (Mt 15,24); explica por qué ha llamado a su mensaje
"evangelio" (cf ya Mc 1,15) y por qué se identifica con el profeta
vaticinado por Is 61,1: "... Mc ha enviado a llevar la buena nueva a los
pobres" (Lc 4,18), y va a evangelizar por todas partes, con las palabras y
con los hechos, ese reino de Dios precisamente porque ha sido mandado por Dios
para esto (4,43).
-
Ya, según la misma fuente Q, Jesús, como sabiduría de Dios (según se le
llamaba a Jesús en la comunidad de esa fuente: cf Lc 7,35/Mt 11,19; cf también
1Cor 1,24.30), había dicho refiriéndose a sus misioneros: "Les enviaré
profetas y apóstoles" (Lc 11,49), en donde la expresión parece una
endíadis, a no ser que Lucas haya intentado aclarar conEel correspondiente
griego de "apóstoles" el hebreo/arameo "profetas".
Realmente Mt 23,34 dice: "Por eso yo os envío profetas, sabios y maestros
de la ley".
En
los mismos sinópticos se narra que Jesús escogió a los doce para
"mandarlos" (Mc 3,14; cf Lc 6,13; Mt 10,2), a su vez, a continuar su
obra profético-escatológica como anunciadores de la próxima llegada del reino
de Dios, como exorcistas contra Satanás y como curadores de enfermedades; y que
luego de hecho los mandó con semejantes funciones (Mc 6,7; cf Mt 10,5.16; Lc
9,2; cf 10,1.3).
b)
En el cuarto evangelio. También en Juan el verbo apostélló (que
aparece 27 veces) lo utiliza Jesús para indicar su mandato divino frente a los
judíos (5,36.38; 6,29.57; 7,29; 8 42' 10,36) y los discípulos (3,17; 20,21);
por eso es el profeta por excelencia (4,19.44; 6,14; 7,40.52; 9,17). Jesús a su
vez mandó a los discípulos: "Como el Padre me mandó a mí, así os
envío (pémpó) yo a vosotros" (20,21 ; cf 4,38), infundiendo en
ellos la tarde de pascua su mismo Espíritu y capacitándolos para santificar a
los hombres mediante el perdón de los pecados (20,22-23).
El
tema de la misión está en el centro de la estructura literaria y teológica de
la oración de Jesús al Padre después de los discursos de despedida (cf G.
Segalla, o.c.), hasta el punto de que podría verse en esa oración una
cristología del mandato y definir su vida de Hijo que ha entrado en el mundo
desde la gloria del Padre (17,5.24), como "una vida en misión". En
efecto, el verbo apostélló aparece hasta siete veces en la oración, y el tema
de la misión está presente en seis de las siete unidades literarias en que se
estructura dicha oración (17,3.8.18.21.23.25), teniendo su centro en las
frases: "Conságralos en la verdadt tu palabra es la verdad. Como tú me
enviaste al mundo, así también los envío yo al mundo. Por ellos yo me
consagro a ti, para que también ellos sean consagrados en la verdad"
(17,17-19).
c)
¿La primera misión se deriva del Jesús terreno? Así pues, creemos que puede
afirmarse con seguridad, tomando como base todos estos múltiples y unánimes
testimonios, que ya el Jesús terreno se había presentado como profeta mandado
(salah) por Dios, en la línea de los antiguos profetas, pero con la
tarea única y escatológica de anunciar e iniciar el reino esperado de Dios;
este verbo, con el contenido relativo de misión profética, fue traducido por
el verbo griego apostélló muy pronto después de pentecostés (si no ya en
vida del Jesús terreno y por el propio Jesús en la tierra de Israel en donde
el griego era comúnmente conocido como segunda lengua). Los mismos pasivos
hebreos que aparecen frecuentemente en estos textos atestiguan su origen antiguo
en el ambiente judío. Ya Pablo lo usa en este sentido en Gál 4,4.6.
Por
tanto, parece evidente que ya Jesús utilizó la raíz salah-apostélló
para indicar, además de su misión, la de sus misioneros; no está documentado
-aunque tampoco excluido, y por tanto es posible, a mi juicio- que el mismo
Jesús haya usado el participio sustantivado saluah-saliah-apóstolos (al
menos en la forma hebreo-aramea, si no ya en griego), que encontramos luego tan
frecuentemente en las comunidades paulinas y lucanas.
5.
CONCLUSIÓN: APOSTOLICIDAD DE LA IGLESIA. Por tanto, la sustancia de la misión
(expresada con el verbo característico hebreo-arameo salah) tiene que
remontarse al mismo Jesús, que se presentó como profeta enviado de Dios Padre,
al modo de los profetas del AT (cf Is 6,8; 61,1; Jer 1,7); Jesús, a su vez,
envió "apóstoles y profetas" (Lc 11,49; cf Mt 23,34). También en
Pablo están estrechamente asociados los apóstoles y los profetas (1 Cor 12,28;
Ef 2,20; 4,11), y los profetas se encuentran en segundo lugar; así también en
la Didajé (cc. XI; XIII; XV, 1).
Por
eso creo que se puede formular como más satisfactoria esta solución, siguiendo
a D. Müller y a E. Testa (y apartándome algo de las precedentes posiciones de
R. Regentorf, J. Dupont, G. Klein y W. Schmithals): no está excluido que el
mismo término apóstolos, o al menos el correspondiente hebreo-arameo saluah-saliah,
pueda remontarse al mismo Jesús. Por lo menos debería remontarse al mismo
Jesús el contenido del vocablo expresado por el verbo salah, y traducido muy
pronto al griego por el correspondiente apostélló. Este verbo se utilizaba ya
en el AT para describir la misión de los profetas por parte de Yhwh, misión
que ya en el AT tenía también como
destinatarios a los paganos. De todas las tradiciones evangélicas se deduce
realmente que el mismo Jesús describió su misión en la línea de la de los
profetas del AT, que reunió a su alrededor a unos discípulos [l II] y que los
mandó a continuar su misión profética.
Con
este sentido más profundo, siguiendo a los Setenta [J I, 2.4a), se empleó en
el ambiente cristiano griego la raíz griega apostélló, y en especial
el adjetivo verbal sustantivado apóstolos, anteriormente poco usado en el mundo
griego y con un sentido no teológico. Este término se convirtió muy pronto en
el terreno cristiano en un términa técnico para indicar a todos los enviados,
primero por el Jesús terreno y resucitado, y luego por sus primeras
comunidades, a fin de continuar su obra profética: tanto para los doce enviados
por Jesús a evangelizar alas comunidades judías de Jerusalén y de Judea (cf
para Pedro Gál 2,8) como para los otros enviados a las comunidades judíás de
la diáspora y a las paganas; entre estos últimos estaba también Pablo y su
equipo.
La
polémica de los judaizantes contra Pablo los movió a restringir el título a
los enviados directamente por el Jesús terreno y resucitado, y especialmente a
los doce; por eso Pablo tuvo que defender el título de haber sido también él
"enviado" por Cristo resucitado.
Más
tarde Lucas concilia estas dos posiciones, restringiendo el título de apóstol
a los doce. De este modo responde también a la necesidad cada vez más sentida
-frente al retraso de la parusía y las herejías nacientesde tener un criterio
seguro de garantía a la fidelidad a Cristo y a su mensaje. Para ello subraya el
papel de los doce apóstoles como garantes autorizados y completos de la
tradición evangélica, a la que se habría referido también Pablo y él mismo para
su evangelio escrito (Lc 1,1-4). Esta función de garantes de la tradición
apostólica y de guías de la comunidad fue transmitida por los doce a los
presbíteros-obispos, sus sucesores, con el rito de la /imposición de las manos
(13,13; cf He 6,6) y de la "elección a mano alzada" (cheirotonéó:14,23),
pero con la participación, en la elección de los candidatos, de la misma
comunidad (1,23; 6,1-6) y de sus profetas (13 1-3; cf 20,28).
Ya
la carta a los l Efesios (obra quizá de un discípulo de Pablo) enumera a los
apóstoles y a los profetas cristianos del pasado -entre ellos Pablo- como el
fundamento de la /Iglesia (de la que Cristo sigue siendo de todas formas la
piedra angular y de bóveda), en cuanto que son los que han recibido la
revelación del misterio de Dios manifestado en Cristo y que hay que leer
también en los escritos del apóstol Pablo (2,20; cf 3,2-6); su función la
continúan ahora los actuales "evangelistas, pastores y maestros"
(4,11) de la Iglesia.
También
en las cartas pastorales a l Timoteo y a l Tito, Pablo "apóstol"
(1Tim 1,1; 2,7; 2Tim 1,1.11; Tit 1,1) representa la tradición apostólica sobre
el depósito (parathéké: 1Tim 6,20; 2Tim 1,12.14) o evangelio de
Jesús, al que hay que mantenerse fiel a la luz también de la doctrina (didüsk4lÍll:
1Tim 1,10; 4,6.13.16; 5,17; 6,1.3; 2Tim 3,10.16; 4,3; Tit 1,9; 2,17.10), o
sea de su autorizada enseñanza interpretativa.
II.
DISCÍPULO.
1.
INTERPRETACIONES Y PROBLEMAS. El tema del "discípulo" está unido en
parte con el del "apóstol". Suscita menos tensiones, pero no carece
de actualidad ni de interés; exige una aclaración en sus relaciones con el
apóstol y en su misma definición. En efecto, muchos consideran que equivale a
"cristiano";por eso aplican a todos los creyentes lo que en los
evangelios se dice de los discípulos.
Otros lo refieren, en todo o en parte, solamente a los actuales
"religiosos", que han asumido como propias las exigencias radicales de
Jesús en relación con los discípulos; pero éstas no serían más que
"consejos evangélicos", que sólo son practicables para unos sujetos
destinatarios de una "especial" ! vocación y consagración.
Una
simple mirada a una concordancia del NT suscita también algunas preguntas: el
término "discípulo" (mathétés) aparece con frecuencia en
todos los evangelios: 45 veces en Marcos; 71 en Mateo; 38 en Lucas; 78 en Juan.
También aparece con cierta frecuencia en Hechos (28 veces, entre ellas una
también en femenino: discípula, mathétria: 9,36). En los evangelios
indica casi siempre a los seguidores de Jesús, y en los Hechos siempre a los
miembros de las primeras comunidades cristianas. Luego, con gran sorpresa de
nuestra parte, el término desaparece por completo de los escritos del NT.
Por
eso nos proponemos profundizar en la relación de los discípulos con Jesús y
entre ellos y en su continuación o no dentro de las comunidades cristianas.
2.
DISCÍPULO Y SEGUIMIENTO EN EL MUNDO JUDÍO Y EN LA LITERATURA AMBIENTAL. a) En
el mundo griego. En la lengua griega extrabíblica el verbo mantháno, de
donde se deriva mathétés, tenía ya en Herodoto (VII, 208) el sentido
ordinario de "aprender", es decir, de asimilar mediante el aprendizaje
o la experiencia.
El
sustantivo correspondiente mathétés indicaba a un hombre que se
vinculaba a un maestro (didáskalos), al cual pagaba unos honorarios: o
para aprender un oficio, y entonces correspondería a nuestro
"aprendiz", o bien una filosofía y una ciencia, y entonces
correspondería a nuestro "alumno".
b)
En la Biblia hebrea. También en la traducción griega de los Setenta se
utiliza el verbo manthánó (que corresponde al hebreo lamad) en
el sentido ordinario de "aprender".
Por
el contrario el sustantivo derivado "discípulo" (mathétés) no
aparece nunca; por lo demás, el mismo correspondiente hebreo talmid sólo
aparece en 1 Crón 25,8 para indicar a los "discípulos" de los
"maestros cantores" del templo. Esto parece ser que se debe a la
antigua conciencia de Israel de que sólo Dios es el maestro, cuya palabra hay
que seguir. Por eso los seguidores de los mismos profetas se designan como
servidores (mes§aret), y no como discípulos suyos: así Josué de
Moisés (Ex 24,13; Núm 11,25), Eliseo de Elías (IRe 19,29ss), Guejazí de
Elíseo (2Re 4,12) y Baruc de Jeremías (Jer 32,12s).
c)
En las escuelas rabínicas. Precisamente
en relación con las escuelas filosóficas griegas que se intentó erigir en la
misma Jerusalén (cf 1Mac 1,14; 2Mac 4,9) se desarrolló en el judaísmo la
institución del rabbi (lit.= "grande mío" o "eminencia';
este término fue traducido en las comunidades judeo-helenistas por el sinónimo
didáskalos ("maestro").
El
discípulo del rabbi era llamado talmid (de lamad, "aprender'.
Había así entre los judíos varias escuelas de rabbi y de discípulos,
llamadas "casas" ("casa de Hillel", "casa de lammai"),
a veces en contraste entre sí en algunos puntos discutidos, como aparece en la
literatura rabínica. Por su sabiduría, los rabbi tuvieron también el
antiguo título tradicional de "sabio" (hakam), mientras que
"por su madurez de juicio, por su prudencia y experiencia,
independientemente de su edad, fueron llamados `presbíteros' " (E. Testa,
o.c., 347). Frecuentemente se les dio también el título de "padre",
de modo que las sentencias de los rabbi se llamaban "perícopas
de los padres" (pirqé Abót), así como el título de mar¡ ("señor
mío": ib; cf Mt 23,8-10). .
El
talmid, en su trato con el rabbi, aprendía con él no sólo la
ley escrita mosaica, sino también la oral, llamada esta última "la
tradición de los presbíteros" (parádosis tón presbytérón: cf Mc
7,3-13/Mt 15,2-9). Así pues, el talmid tenía que estudiar durante
largas horas todo el saber del maestro. No se podían escuchar las Escrituras
sin la introducción del maestro (Ber. 476); sólo así el discípulo
podía esperar convertirse también él en "sabio" y recibir del
maestro una especie de ordenación que lo declaraba a su vez rabbi y le
daba la facultad de enseñar, de abrir una escuela y de imponer su propia
tradición doctrinal.
Por
lo que se refiere a la metodología didáctica, como ha observado G. Gerhardsson
en sus estudios, el discípulo aprendía escuchando y viendo: escuchaba y
recogía religiosamente todas las palabras del rriaestro y de sus alumnos
más influyentes, hacía preguntas y al final de su aprendizaje podía ofrecer
él también su aportación; pero además veía y seguía atentamente
todas las actividades del maestro y lo imitaba. Los informes de estas escuelas
rabínicas, recogidos más tarde en el Talmud, refieren no sólo las
palabras, sino también los ejemplos de los rabinos.
Los
rabinos enseñaban de memoria, repitiendo varias veces el texto de la ley
mosaica; enseñaban además de memoria sus interpretaciones y sus máximas; pero
las condensaban en fórmulas sintéticas, lo más brevemente posible. Es famosa
su norma: "Mejor un grano de pimienta picante que una cesta llena de
pepinos". Para facilitar el aprendizaje mnemónico recitaban el texto en
voz alta y con una melodía de recitación; y aunque oficialmente esta
tradición oral no se escribía en tiempos de Jesús para mantenerla
secreta a los paganos, los discípulos tomaban apuntes o notas escritas; por eso
hoy se va afirmando la opinión de que entre los mismos rabinos no existió
nunca una tradición puramente oral.
El
mismo Pablo se formó con estas técnicas en la escuela de Gamaliel (He 22,3; cf
Gál 1,14) [l Lectura judía de la Biblia].
3.
DISCIPULOS DE JESÚS Y SU SEGUIMIENTO. El sustantivo "discípulo" (mathétés)
es empleado por los cuatro evangelios para indicar a veces a los discípulos
del Bautista (Mc 2,18 y 6,29 par; Lc 7,18-19/Mt 11,2; Lc 11,1; Jn 3,25), pero
prefieren usarlo para señalar a los seguidores de Jesús. Dada la convergencia
de los textos, es innegable que el Jesús terreno fue considerado como un rabbi
y se vio rodeado de discípulos, como ellos.
a)
Según los evangelios sinópticos. Aunque no había sido más que un
simple carpintero (Mc 6,3), Jesús enseñó y discutió en las sinagogas (Mc
1,21-28 par; 6,2-6 par; Mi 4,23; 9 35;12,9-14) y en la misma Jerusalén
al
estilo de los rabbi (Mc 12,1-37 par), y se le plantearon
preguntas de
tipo jurídico (Lc 12,13-15). Llama en su seguimiento a un grupo de
discípulos:
primero a cuatro, las dos parejas de hermanos Simón y Andrés, Santiago y
Juan
(Mc 1,16-20 par); luego a un quinto, Leví, y con él a otros muchos (Mc
2,13-17; cf v. 15 par). Más adelante escoge a doce, entre ellos a los
cuatro
primeros y a un tal "Mateo", identificado por el primer evangelio con
el "Leví" anterior; hace vida común con ellos (Mc 3,13-19 par), para
mandarlos luego a continuar su misión (6,7-13 par). Estos discípulos lo
llaman
su "maestro": a veces en la forma hebreo-aramea rabb¡ (Mc 9,5;
11,21; 14,45) y más ordinariamente en el equivalente griego didáskalos
(10 veces en Marcos; seis en Mateo; 12
en Lucas).
Pero
aparecen notables diferencias entre el talmid hebreo y el discípulo de
Jesús. En las escuelas filosóficas griegas y en las rabínicas era el
discípulo el que escogía la escuela y el maestro; en los evangelios, por el
contrario, es Jesús el que con autoridad divina llama a los discípulos, del
mismo modo que Dios llamaba a los profetas del AT, y les fija las condiciones
para su seguimiento (Mc 1,17 par; Lc 9,57-62, etc.). Parece ser precisamente
éste el motivo de que el verbo mathéteúó, derivado de mathétes (y
que de suyo, en griego, tiene un significado estático o activo, es decir, sirve
para indicar lo mismo "ser discípulo" que "hacer
discípulos"), se emplee en el NT cuatro veces, y siempre en el sentido
activo de "hacer discípulos": o por parte de Jesús (Mt 13,52; 27,57)
o por parte de los enviados por Jesús (Mt 28,19; He 14,21). Por el mismo motivo
el verbo "aprender" (manthánó) es raro y se le sustituye por
el correlativo enseñar (didáskó), referido eminentemente a Jesús.
En
las escuelas filosóficas griegas y en las rabínicas el discípulo buscaba en
el maestro una doctrina y una metodología para convertirse a su vez en maestro:
en los evangelios los discipúlos siguen a Jesús como el único maestro (didáskalos)
y preceptor (kathégétés), de modo que no pueden llamarse a su vez rabbi,
preceptores, ni tampoco padres, sino hermanos, ya que tienen todos un solo
Padre celestial (Mt 23,8-10). Deben aspirar más bien a hacerse en todo
semejantes, en su misma suerte, al único maestro y Señor (didáskalos y
Kyrios), Jesús (Lc 6,40/ Mt 10,24-25). Ellos tendrán a su vez la tarea de
hacer discípulos (mathetéúó), pero consagrándolos con el bautismo al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo y haciéndolos obedientes a los
mandamientos de Jesús (Mt 28,19; cf He
14,21). Por eso siguen a Jesús como una persona a la que hay que entregar sin
reservas toda la vida, por encima de todos los bienes y de los mismos afectos a
los hermanos, a los padres, a los hijos y a la esposa (Mc 10,17-30 par; Lc
14,26-27/ Mt 10,37-38; Mc 3,31-35 par), sin poder ya mirar para atrás ni
retirarse (Lc 9,57-62/Mt 8,19-22).
Para
ser discípulo de Jesús hay que seguirlo. El seguimiento de Jesús se expresa
en los sinópticos bien con el verbo "seguir" (akolouthéó), bien
con la expresión "ir detrás de" (érjomai
deüte u opisó).
El
verbo akolouthéó significaba ya en Tucídides "hacer el camino con
alguien", "seguir", en un sentido favorable o también hostil. En
el NT encontramos este verbo casi exclusivamente en los evangelios (59 veces en
los sinópticos y 18 en Juan); en otros lugares raramente y sin relieve
teológico.
En
los sinópticos el verbo se aplica a veces a la muchedumbre que sigue a Jesús
con cierta simpatía, aunque todavía de forma superficial (Mc 3,7/ Mt 4,25; Mt
12,15; Mc 5,24; Mt 8,1.10/Lc 7,9; Mt 14,13/Lc 9,11; Mt 19,2; 20,29); a los
muchos pecadores que después de la llamada de Leví siguen a Jesús (¿o a
Leví?) en el banquete que da en su casa (Mc 2,15 par); a las mujeres que
habían seguido a Jesús para servirle (diakonéó). Lucas había narrado
anteriormente que en Galilea habían acompañado ya ellas a Jesús (8,2-3) y a
los doce en la obra de evangelización y que algunas de buena posición le
habían "servido" con sus bienes, ya que era una obligación de los
discípulos de los rabinos proveer a la manutención del maestro y del grupo.
Por eso se comportan -¡novedad sin paralelos entre los rabinos judíos!-como
verdaderas discípulas.
Pero
en todos estos casos el seguimiento no va precedido de una llamada del maestro
(aunque no se la excluye). Otras veces se trata de un seguimiento que es la
respuesta a la llamada inicial y definitiva dirigida por Jesús (de ordinario
con el imperativo "sígueme' a individuos concretos o a grupos, que
precisamente desde aquel momento son llamados expresamente discípulos, y cuya
vocación se describe al modo de la llamada del profeta Elíseo por parte del
profeta Elías (1Re 19,19-21): el seguimiento de las dos parejas de hermanos
Pedro y Andrés, Santiago y Juan (Mc 1,16-20 par); el seguimiento desechado del
rico (Mc 10,21.18 par.). Este seguimiento "detrás" (opfsó) de
Jesús supone renegar de la propia mentalidad de pecado, para uniformarla a la
de Dios, hasta llevar la propia cruz juntamente con Jesús (Mc 8,34 par). Jesús
da la orden de seguirle también al que se le ha ofrecido espontáneamente; pero
antes le dicta las condiciones exigidas (Mt 8,19.22/Lc 9,57.59.61).
Jesús
llama a este discipulado a cualquiera, sin barrera alguna: a personas puras,
pero también a pecadores y publicanos (como Leví: Mc 2,14 par), a zelotes
(corno Simón "el zelote": Lc 6,15; He 1,13) y a hombres de toda
condición: cuatro pescadores (Mc 1,16-20 par), un cobrador de tributos (2,14
par), una persona casada (Pedro: Mc 1,30 par; pero, al parecer, también a
otras: cf 10,29).
Todos
ellos son llamados por Jesús de su profesión a otra análoga y de otro orden:
"Os haré pescadores de hombres" (Mc 1,17). La referencia a Jer 16,16
especifica que la finalidad de esta nueva profesión será la de reunir a los
miembros del pueblo de Dios para el juicio definitivo.
Esta
nueva profesión asimilará al discípulo con el maestro en las contradicciones
y persecuciones (Mt 10,24-25 / Lc 6,40) y le obligará a confesarlo
públicamente sin renegar jamás de él (Mt 10,32-33/Lc 12,8-9).
Una
actitud equivalente a la del seguimiento es la que se contiene en la expresión
"ir detrás" (erjomai o deüte opísó, con genitivo); la
encontramos para indicar el seguimiento de Jesús en todos los sinópticos (Mc
1,17.20/Mt 4,19; Mc 8,33/Mt 16, 23.24; Lc 9,23; 14,27). En especial, según Lc
9,62, no es idóneo para el reino de Dios aquel que pone la mano en el arado y
mira hacia atrás (eis tú opísó); no hay que ir detrás de aquellos
que se presentan en el nombre de Jesús para anunciar la proximidad de la
parusía (21,8; cf He 20,30).
Para
Lucas, después de pentecostés, el término "discípulo" se convierte
en sinónimo de "creyentes en Cristo", es decir, de los que se
comprometen a su imitación: o el individuo concreto, cuando se usa en singular
(He 9,10.26; 16,1; 21,16), o la comunidad entera, cuando se usa en plural
(6,1.2.7; 9,1.19.25.26.38;11,29;13,52; 14,20.22.28; 15,10; 18,23.27; 19,9.30;
20,1.30; 21,4.16). Es decir, pasa a indicar a todos los cristianos (11,26), de
origen tanto judío como pagano. Es evidente que todos estos discípulos
pospascuales llevaban un sistema de vida adaptado a la nueva situación, muy
distinto del comunitario físico-corporal con el rabbi Jesús, y que iban
organizándose según una nueva estructura.
Ya
hemos observado en este sentido que en todo el epistolario del NT, incluido el
Apocalipsis, no vuelve a aparecer el término "discípulo": los
cristianos son llamados con otros nombres, quizá precisamente para indicar la
diferencia del sistema de vida de los primeros discípulos del rabbi Jesús.
Esta misma desaparición vale para el verbo "seguir" en el sentido de
seguimiento; evidentemente, se recurre a otros verbos para expresar la relación
del cristiano con el resucitado. Pablo utiliza la expresión "ser en
Cristo", o bien tener sus mismos sentimientos de humildad y de servicio
(Flp 2,5-11); llega también a exhortar a que le imiten a él mismo como modelo,
pero en su conducta orientada a la imitación del único modelo incomparable que
es Cristo, de manera que los cristianos sean a su vez typos, es decir,
modelo, para los demás (1 Tes 1,6-7; 1Cor 11,1).
b)
Según el cuarto evangelio. También según Juan, Jesús, a pesar de que
no asistió a las escuelas de los rabinos, demuestra en los patios del templo
que posee su cultura y sus técnicas de enseñanza (7,14-15). Además, aparece
rodeado y en diálogo con un grupo de discípulos (56 veces) que lo llaman rabbi
(1,38.49; 11,8).
De
los relatos de Juan se deduce que el proceso histórico de formación de los
discípulos fue probablemente más lento y complejo que el que presentan las
vocaciones sinópticas ideales y estilizadas descritas anteriormente; en efecto,
Jesús tuvo ya un primer contacto con algunos futuros discípulos en el ambiente
de los discípulos del Bautista (1,35-42), y el seguimiento adquirió su forma
definitiva sólo con la experiencia pascual (cf Jn 21,1-19).
En
un evangelio en que falta el término ekklésía (iglesia), la expresión
"los discípulos" indica prácticamente el grupo o la comunidad de
Jesús, es decir, con terminología joanea, a aquellos que creyendo en él, han
pasado de las tinieblas a la luz (3,13-17.21); son distintos de los
"discípulos de Moisés" (9,28) y de los mismos
"discípulos" del Bautista (4,1). Se identifican con los que Jesús
gana para sí con su palabra y con sus signos milagrosos (1,35-2,22) y que han
creído en su palabra (8,31); ésos son sus "amigos", a quienes ha
revelado los secretos del Padre (15,1517). Jesús les promete que después de su
partida se verán animados por su Espíritu paráclito (14,16-17; 15,26-27;
16,7-15), que los guiará en la comprensión de toda la verdad y que les
anunciará además las cosas futuras (16,13). Según el modelo del Kyrios y
maestro Jesús, tienen que servirse mutuamente, incluso en los servicios más
humildes (como el lavatorio de los pies: 13,13-17). Tendrán como distintivo de
discípulos "suyos" el mandamiento nuevo (correspondiente a la nueva
alianza) del amor mutuo, según el modelo de Jesús (13,3435), que llegó a dar
su vida por sus amigos (15,12-13). También ellos han de estar dispuestos a
morir por él (11,7.16).
Estos
discípulos representan además a la comunidad futura en contraste con el
judaísmo incrédulo (y excomulgada por él hacia el año 100); así, el ciego
de nacimiento, curado por Jesús, aparece como modelo del "discípulo de
Jesús", en contraste con los fariseos, que se declaran tan sólo
"discípulos de Moisés" (9,27s). Los discípulos representan a los
futuros creyentes incluso en su temerosa adhesión a Cristo. El término mathétés
es utilizado para José de Arimatea, pero con cierto tono de reproche, por
ser "discípulo" secreto por temor a los judíos (19,38; cf también
las alusiones a Nicodemo: 3,1-2; 19,39).
En
el cuarto evangelio aparece también la figura misteriosa de un discípulo amado
de manera especial por Jesús (1,35-40; 18 15-16; 19,26-27; 20,2-8;
21,2.7.20-24) y que durante la última cena estaba recostado en su pecho
(13,23-26). Comúnmente se le identifica con el autor del cuarto evangelio. En
la redacción última del mismo parece personificar al discípulo intuitivo,
previsor y carismático frente al institucional de Pedro. Los dos viven en
comunión dentro de la comunidad, aunque con momentos dialécticos de tensión.
Este discípulo corre por delante, avanza más pero sabe asimismo aguardar a
Pedro (20,2-10; 21,7).
4.
RELACIÓN ENTRE LOS DISCíPULOS v LOS "DOCE". Sobre la relación entre
los discípulos y los doce en vida del Jesús terreno, parece ser que hay
acentuaciones o perspectivas diversas entre los mismos cuatro evangelistas.
Dentro de una visual común, según la cual los doce fueron los primeros
discípulos históricos de Jesús, la expresión "los discípulos" no
se limita a ellos, sino que se refiere a todos los seguidores de Jesús, y a
continuación a todos los cristianos.
a)
En Marcos. Algunos exegetas, apoyados en ciertas equivalencias (p.ej.,
11,11.14; 14,14.17), sostienen que Marcos identifica a los discípulos con los
doce. La mayor parte, por el contrario, ve en él una diferencia, expresada de
este modo recientemente por K. Stock (o.c.; 198-203): los discípulos son los
seguidores normales de Jesús. Aunque Marcos no expone nunca temáticamente las
funciones de los discípulos y su relación con los doce, los distingue con
claridad en cuanto que cita expresamente la llamada especial y las funciones que
determinó Jesús para el círculo limitado de los doce (3,14-15). "En
algunos lugares hay puntos de contacto entre los doce y los discípulos, o
expresamente (4,10.34; 11,11.14; 14,14.17; también 14,28 y 16,7), o sobre la
base del contexto (6,30-32; 6,35-44). Pero al lado de esto hay otros lugares en
los que Jesús dirige la palabra a los discípulos (8,27; 10,24) y donde Pedro,
uno de los doce, responde a Jesús (8,29; 10,28). Tampoco puede olvidarse que en
las perícopas 3,13-19; 6,1-6a; 9,30-32, que preceden a las otras tan
importantes sobre los doce (3,13-19; 6,6b13; 9,35-50) y que están íntimamente
unidas a ellas se designa con mucha atención a los discípulos como
acompañantes y oyentes de Jesús" (p. 200). Por eso los discípulos,
designan a un grupo mayor; consiguientemente, el grupo de los discípulos y de
los doce no es idéntico (cf 4,10.34; 8,27.29; 10,24.28), pero el segundo está
siempre incluido en el primero. En algunos casos se entiende por
"discípulos" sólo a los doce (11,14; 14,14), e incluso a un grupo
más pequeño (14,32). "Sin embargo, es probable que los doce, en donde son
designados como discípulos, no se mencionen en su función de doce.
Inversamente, se sigue que son mencionados siempre en su función de doce, en
donde son indicados como "los doce" (p. 201). Se plantea el problema
de si la llamada de Leví (2,14) no representará el prototipo de la de todos
los otros discípulos, dado que él no recibe ningún mandato apostólico (como
ocurre, por el contrario, con los otros cuatro: Andrés, Pedro, Santiago y Juan
[1,47], que encontramos luego en la lista de los doce) y dado que se habla
también del seguimiento de otros muchos "discípulos" (2,15),
nombrados aquí por primera vez.
Por
eso los doce son ya el grupo central de los discípulos (cf 4,10), y
"solamente los doce fueron encargados de presentarse a los hombres como
representantes de Jesús, de multiplicar su propia actividad, de soportar en su
persona la acogida o el rechazo. Para ello, tienen que estar estrechísimamente
unidos a la persona de Jesús (estar-con-él hasta la pasión y la muerte) y a
su modalidad (servicio)" (p. 203).
Me
parece que puede compaginarse con esta posición la de W. Bracht (o.c.);
sostiene este autor que en el material premarciano habría habido una
identificación entre los discípulos y los doce y que su no-identificación
habría sido introducida por Marcos en su redacción con la finalidad de
actualizar el mensaje: "La diferencia entre el concepto de `discípulos' y
el de los `doce' en Marcos no es histórica o de rango, sino funcional. Los dos
términos sirven para la actualización del anuncio de Jesús; pero mientras que
el concepto de discípulo se refiere con claridad a la comunidad
presente -puesto que "Marcos presenta literariamente a su comunidad
bajo la imagen de los discípulos" (H. Thyen)-,sobre todo en la actitud de
la incomprensión de los discípulos, en cambio la mirada del evangelista con el
uso del número doce es retrospectiva, sirve para la legitimación
del anuncio presente de la continuidad con la historia de Jesús" (p.
156).
De
todas formas, dentro de esta comunidad de discípulos se contemplan con claridad
algunos responsables, cuya autoridad tiene que ejercerse como un servicio a la
comunidad (10,43-44). Destaca especialmente Pedro: es el primero llamado por
Jesús, el primer nombrado en la lista de los doce con la mención de que el
mismo Jesús le dio el sobrenombre de Pedro ("Roca": 3,16); es el que
habla con mayor frecuencia, a menudo en nombre del grupo; sobre todo, es el
primero en confesar, como portavoz de los discípulos, la mesianidad de Jesús
(8,29).
b)
En Mateo. Los exegetas piensan comúnmente que Mateo, para actualizar el
mensaje, identifica el grupo de los discípulos con el de los doce (cf J. Ernst
o.c. 926; W. Bracht, o. c., 153; K. Stock, o. c., 199); en efecto, tiene la
formulación "los doce discípulos" (10,1; 11,1; 20,17 [?]; 26,20
[?]), y una vez, en el contexto de su misión, "los doce apóstoles"
(10,2); llama a Judas "uno de los doce" (26,14.47: cf 10,4). Por eso,
según L. Sabourin (Matteo, 11 vangelo di Matteo, en "Rassegna di
Teologia" 17 [19761 5,470-471), "para Mateo ser cristiano equivale a
ser discípulo. En efecto, aunque en algunos textos el término mathétaí designa
al círculo estrecho de los discípulos (10,1; 11,1; 20,17;
26,20), sin embargo para él el discípulo es el tipo y paradigma del verdadero
cristiano (5,1; 9,37; 12,49; 231,1; cf 28,19), hasta el punto de que, en el
primer evangelio, la expresión "los doce" va pasando poco a poco a la
sombra, dejando en primer plano la de "discípulos..., en cuanto prototipos
de la primera comunidad cristiana".
c)
En Lucas. Si Lucas -como hemos visto
[II, 3c)]- restringe el concepto de apóstoles a los doce, no así el de
discípulos (cf G. Schneider, o.c., 233-234; J. Ernst, o.c., 327). Él, que en
los Hechos identifica a los discípulos con los que creen en Cristo, ve esbozada
en los discípulos del Jesús terreno a la comunidad pospascual. Por eso ellos
son los destinatarios del discurso de la llanura (6,17.20); en las frases
introductorias a las diversas etapas del gran viaje son los acompañantes y los
receptores del mensaje de Jesús (Il,la; 12,1.22; 16,1; 17,1.22; 18,15). Si los
doce se distinguen del grupo más amplio de discípulos, ya que se reserva para
ellos el testimonio autorizado de toda la vida de-Jesús y especialmente de su
resurrección (He 1,22), también los simples discípulos (es decir, los
cristianos) tienen la tarea de anunciar el mensaje. Lo demuestra no sólo la
misión de los 72 discípulos (10,1-12) inmediatamente después de haber
expuesto Jesús las condiciones del seguimiento (9,57-62), sino que es evidente
también en los versículos 9 60b.62b, en donde se prescribe a cada discípulo
que ponga en primer lugar el anuncio del reino de Dios.
d)
En el cuarto evangelio. Juan presupone que los lectores conocen el grupo
tradicional de los doce, que se presentan como los elegidos por el mismo Jesús
y de los cuales hay uno que lo traicionará (6,70-71). Conoce de nombre a ocho
por lo menos de sus componentes: Simón,
Andrés, Natanael, Tomás, Santiago, Judas de Santiago y Judas Iscariote
(1,35-51; 6,5; 12,21-22; 14,22; 21,1-2), "el discípulo amado"[/ II,
3b: ¿Juan de Zebedeo?].
Pero
el evangelista sabe que Jesús tenía un número más amplio de discípulos: un
número superior al del mismo Bautista (4,1), de forma que los mismos fariseos
se lamentan de que "todo el mundo se va tras (opisó) él" (12,19). Jn
6, al final del discurso sobre el pan de vida, narra que después de las
objeciones de los "judíos", también "muchos de sus discípulos
se volvieron atrás (eis tú opísó) y no andaban con él" (6,66).
Estos "muchos" discípulos parecen distintos de la "gente"
(6,2), pero también de los "doce", que inmediatamente después, por
boca de Pedro declaran que quieren perseverar en su fe del "Santo de
Dios" (6,67-69; cf la confesión paralela de Mc 8,27-29).
De
hecho se ve que Jesús tiene también "discípulos" en Jerusalén,
como José de Arimatea y Nicodemo (19,38-39); y en Betania, cerca de Jerusalén,
tiene .al "amigo" Lázaro (11,3.11) y a las dos hermanas Marta y
María.
Efectivamente,
también en Juan la idea del seguimiento y del discipulado se extiende a todos
los creyentes (cf 8,12.31; 15,8); por eso el grupo de los discípulos sigue
siendo indefinido e impreciso también en el cuarto evangelio: "Discípulos
son ante todo los compañeros más allegados de Jesús, después también sus
seguidores leales y finalmente todos los que después han creído en él...
Aunque se conoce bien a los discípulos elegidos por Jesús, los creyentes
posteriores quedan insertos en el discipulado. Es un importante proceso
eclesial"(R. Schnackenburg, o.c., 258). R. Brown (El evangelio según
Juan I, Cristiandad, Madrid 1979,126-127) añade que "en otros pasajes
en que Jesús habla del futuro, los
discípulos asumen los rasgos de dirigentes eclesiales. En Jn 21,15-17 se
confía a Pedro el cuidado pastoral del rebaño. En 4,35-38 y 13,20 se da por
supuesto que los discípulos tienen cierto cometido en la misión cristiana,
mientras que 20,23 les otorga el poder de perdonar o retener los pecados de los
hombres".
5.
LOS DESTINATARIOS DE LA RADICALIDAD EVANGÉLICA. Con esta expresión hace ya
varios decenios que se indican aquellas enseñanzas duras y exigentes de Jesús
,que imponen actos o actitudes de ruptura respecto a las formas habituales,
humanas o religiosas, de obrar, y que se presentan a su vez con rasgos
paradójicos o absolutos.
Hemos
visto que Jesús impone a los discípulos, y especialmente a los doce, un
seguimiento que supone el abandono de la profesión y de la familia; Jesús
impone a los apóstoles o misioneros que partan sin equipaje y que para la
comida y el alojamiento confíen en la acogida de las evangelizados.
Están
además las exigencias generales o imperativas morales de llevar la propia cruz
por causa de Jesús, hasta la renuncia de la propia vida (Mc 8,34-38 par), de
preferirlo hasta llegar a odiar por él al propio padre y a la propia madre (Lc
14,26.27/ Mt 10,37-39) y de renunciar a las propias riquezas para dárselas a
los pobres (Mc 10,17-31 par, etc.). ¿Quiénes son sus destinatarios? ¿Sólo
los primeros discípulos históricos de Jesús o todos los cristianos de todos
los tiempos? ¿O bien esas exigencias son sólo `consejos evangélicos",
destinados a la vida "religiosa" en el sentido que alcanzará este
término en los siglos posteriores?
Remitiendo
a la obra citada de T. Matura para un análisis detallado de los diversos
textos, creemos que se puede concluir con él que lo único que
puede llamarse "consejo", al no ser una prescripción dirigida a todos
los creyentes, es la l virginidad por el reino de Dios (Mt 19,11-12; cf 1 Cor
7,7). Todas las demás exigencias van dirigidas a todos los discípulos, y por
tanto a todos los cristianos; obviamente, a los responsables de la comunidad y a
los misioneros de forma especial, puesto que han de ser los primeros en dar
ejemplo. Se duda, en cambio, en deducir si Jesús exigió a todos los cristianos
abandonar sus bienes o mejor ponerlos en común para atender a los pobres y a
los necesitados de la comunidad; sin embargo, éste es el sentido que aparece
del conjunto de todos los textos evangélicos, y especialmente de la
correlación que establece Lucas entre la llamada del rico (18,22.28) y el
sistema de vida de los primeros cristianos (He 2,45; 4,32.35). Por eso las dudas
parecen nacer, más que de los textos, de las consecuencias que se derivan. En
efecto, "no hay nada en los textos examinados que permita reservar las
exigencias radicales a un grupo restringido, sea cual sea... Los sinópticos
extienden estas exigencias -incluso la puesta en común de los bienes- a todos
los creyentes... El contenido de estas exigencias es muchas veces claro y duro;
la forma de vivirlas en concreto se deja a la invención creadora de cada uno,
como una interpelación inquietante" (p. 232). Pero, a mi juicio, los
ejemplos de Ananías y Safira por una parte y de Bernabé por otra (He 4,365,11)
invitan a no establecer un nivel igual de exigencia radical para todos; por eso
queda espacio dentro de las comunidades cristianas para vocaciones
"religiosas" más radicales que las otras, pero que deberían
manifestarse como "signo" y estímulo a todos los cristianos en la
actuación misma de la exigencia evangélica de compartir fraternalmente los
bienes.
También
J. Eckert concluye que tanto la radicalidad
en el seguimiento como los respectivos imperativos morales prescriben una
orientación total al reino de Dios: "Se parecen a llamadas que quieren
hacer del hombre un `claro-oyente' (el momento lingüístico) y un `clari-vidente'
(el momento de contenido), para que él reelabore de vez en cuando en su propia
situación y con imaginación los principios fundamentales del reino de Dios
presentados ejemplarmente... Los radicalismos son la sal del anuncio
de Jesús" (p. 325).
G.
Leonardi
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