El
término “apotegma" se deriva del substantivo griego apofhegeza, que
significa «sentencia», " expresión concisa”, «máxima". En el
Nuevo Testamento, aunque falta este substantivo, aparece en dos ocasiones el
verbo correspondiente apoñheggomai (Hch 2,4; 26,25), que puede traducirse por
«proferir» y que, a partir del contexto. pone debidamente de relieve la
dimensión de verdad respecto a lo que se está afirmando.
Sin
embargo, a partir de la "historia de
las formas», o Fomlgeschichte, el apotegma se
relaciona con los " dichos» de Jesús presentes en los evangelios. En
efecto, R. Bultmann
( 1919), diferenciando los apotegmas de los "dichos del Señor», utiliza
esta denominación para indicar los dichos de Jesús que se refieren en
narraciones breves, sobre todo en los evangelios sinópticos. De este
modo,
aplicando el método de la "historia de las formas» a los evangelios,
Bultmann describe tres tipos fundamentales de apotegmas. En primer
lugar, se
reconocen en los evangelios los apotegmas «polémicos», es decir,
aquellas máximas
que se colocan en contextos o narraciones de controversias entre Jesús y
sus
opositores, sobre todo los fariseos y los saduceos. Por ejemplo , el
milagro del
paralítico que se nos narra en Mc 2,1 - 12 constituiría una narración
dirigida a poner de relieve la autoridad de Jesús en el perdón de los
pecados
(cf. también Mc 3,1-6; 7 1-23). En realidad, estas narraciones serían
fruto de
la Iglesia primitiva, preocupada por resolver las propias relaciones con
la Ley
judía y en particular con el sábado. A su vez, los apotegmas
«didácticos»
se colocan en las narraciones propiamente instructivas, como el
encuentro de Jesús
con el hombre rico (Mc 10,17-22). En el centro de la narración se
encuentra la
exigencia de Jesús de abandonar las riquezas y sus palabras con el
seguimiento
de los discípulos. De forma análoga. el diálogo entre Jesús y el fariseo
(Mc
12,28-34) tendría la intención de subrayar la importancia del
mandamiento del amor. Sin embargo, a diferencia de los apotegmas
«polémicos» los “didácticos»
no comienzan con la oposición de los interlocutores, sino con su deseo
de
conocer el mensaje sapiencial de Jesús. Algo parecido ocurre en las
narraciones
sapienciales que el judaísmo de los ss. I-III d.C. atribuyó a las
escuelas rabínicas
de Hillel y de Shammai. Además, estas narraciones expresarían la
intención
didáctica y ejemplar de la Iglesia primitiva.
Finalmente,
Bultmann identifica con los apotegmas “biográficos" aquellas narraciones
que adquieren una caracterización histórica, como el rechazo de Jesús por
parte de sus paisanos (Mc 6,1 -6; cf. también la bendición de Jesús a los niños
en Mc 10,13-16; los tres cuadros sobre el discipulado que se narran en Lc
9,57-62). Así pues, este tipo de apotegmas reflejaría la preocupación
propiamente “cristológica» de la Iglesia primitiva. La problemática
subyacente sería: « ¿ Cómo puede hacerse actual todavía el mensaje de
Jesús?"
Por tanto, según Bultmann estos apotegmas, en cuanto tales, no son históricos,
sino una reconstrucción de la Iglesia primitiva, y más concretamente de la de
Palestina. Realmente, Bultmann no sostiene que ciertos apotegmas, como por
ejemplo los «polémicos», carezcan de fundamento histórico: es innegable que
Jesús entró en controversia con los fariseos y los saduceos de su tiempo. Sin
embargo, el problema es si el modo con que nos han llegado estos apotegmas
reflejan ese contexto, y no más bien el de la Iglesia primitiva. En definitiva,
Bultmann considera esas narraciones como creación de la Iglesia primitiva.
preocupada por resolver los aspectos más problemáticos de su relación con el
judaísmo ortodoxo. Por esto la cuestión central no debería ser la fe la
historicidad de estos acontecimientos, sino la de la identificación de su
"trasfondo» sociológico o «Sitz im Lebel» de la Iglesia primitiva.
Esta motivación induce a Bultmann a distinguir, por ejemplo, los «apotegmas»
de los milagros propiamente tales de Jesús (cf Mc 4,37-41; 6,33-44; 8.1-9. Lc
5.1-1 1; Jn 2 1 , 1 - 1 1 ).
En
el análisis sinóptico posterior esta catalogación de Bultmann, debida sobre
todo a sus presupuestos hermenéuticos, sufrió fuertes críticas y se vio cada
vez más discutida. En realidad ya Dibelius ( 1919), contemporáneo de Bultmann
y partidario también de la utilización de la "Historia de la
formas", prefería llamar a estas breves narraciones evangélicas no ya
" apotegmas", sino “paradigmas" demostrando de este modo la
naturaleza ejemplar de estos relatos y atenuando el contraste tan marcado,
creado por Bultmann, entre "dichos" de Jesús y “relatos',. A
partir de una verificación ulterior de los datos. quizás el límite
fundamental de la clasificación de Bultmann se encuentre precisamente en esta
exaltación del «kenygma» en detrimento del relato o de la historia.
Una
vez más. lo importante no es “cómo” se narra la historia evangélica, sino
«qué» es lo que intenta comunicar para la fe de la Iglesia primitiva, asi
como para la de todos los tiempos. Esta aproximación existencial al material
sinóptico, así como a toda la cristología neotestamentaria, si por un lado
resulta cautivadora, por otro no valora debidamente la centralidad de la misma
historia en la vida de Jesús.
Además,
¿hasta qué punto es lícito que la exégesis de cada una de las perícopas rebaje el
nivel histórico para exaltar el «kerigmático» ?, ¿Acaso el mismo nivel
narrativo no se convierte en comunicativo de un mensaje? La reciente aproximación
«narratológica» a la Escritura, aun dentro de los diversos procedimientos,
intenta subrayar precisamente esta función significante de la narración evangélica
o bíblica. Por tanto, el presupuesto de que cuanto se «dice» en los
evangelios tiene que asumir el primer papel respecto a lo que se narra en ellos.
no responde ni mucho menos a la naturaleza de los datos que nos han llegado.
Finalmente,
una vez más Bultmann parece exaltar más de lo debido a la Iglesia pospascual, en
detrimento de la prepascual: el único nivel capaz de dar un significado a los
apotegmas evangélicos parece ser el de la iglesia primitiva; en este nivel los
apotegmas acaban convirtiéndose en
una creación del propio contexto psicológico. En realidad, Bultmann da la
sensación de ignorar que pueda haber un nivel histórico precedente, el de Jesús
". su comunidad, que constituía el punto de partida de toda narración o
dicho evangélico. La exégesis contemporánea parece orientarse más bien en
nuestros días a conceder mayor consistencia precisamente al nivel
“jesuanico” del material evangélico.
Por
tanto, esta crítica de los “apotegmas” que Bultmann quiso clasificar dentro
de los evangelios determina la reformulación de la cuestión de base: ¿existen
apotegmas en el Nuevo Testamento análogos a los de la literatura grecorromana,
entendidos como creaciones de las diversas escuelas filosóficas? ¿O bien esos
apotegmas, por muy cautivadores que sean respecto al analisis de los géneros
literarios presentes en los evangelios, sean quizás una creación de una
aproximación existencialista a la historia? En último análisis. no se
pretende negar la importancia de la Iglesia primitiva en la formación de los
diversos géneros respecto a las diversas narraciones evangélicas; pero
quizás sea conveniente delimitar de
nuevo su función redaccional.
A.
Pitta
Bibl.:
M, Dibelius. Historia de las formas evangélicas,
Comercial. Valencia 19S4. Íd
, R, Buttmann. Geschicilte der Sinoptichen Tradition. Frlant 29, Gotinga: Apotegmas de
los padres del desierto, Sigueme, Salamanca 1986.
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