Retórico pagano y, tras una tardía conversión, polemista cristiano del s.
IV. N. en Sicca, pequeña ciudad del África proconsular, donde enseña
retórica a finales del s. III (S. Jerónimo, De viris illustribus,
79: PL 23, 724), contando entre sus discípulos a Firmiano Lactancio (ib.,
80, col. 725). Según este testimonio del mismo S. Jerónimo (Chronica ad
annum 2343=329: PL 27, 675), antes de su conversión había atacado la
fe católica. Habiendo solicitado ser admitido en el seno de la Iglesia y
ante la desconfianza de su obispo, que le pide una muestra de sinceridad,
escribe Adversus naciones, siete libros de apología contra los
paganos, cuya fecha de composición debe situarse en los primeros años del
s. IV, ya que A. habla en ellos (IV, 36: PL 5, 1706) de libros litúrgicos
arrojados al fuego, alusión manifiesta a la persecución de Diocleciano.
Por otra parte (I, 13: PL 5, 735), dice que el cristianismo cuenta con 300
años de existencia. No se tienen más datos de su vida.
Adversus naciones
es una larga y confusa apología del cristianismo,
«desigual y pesada» (S. Jerónimo, Epístola 58: PL 22, 585), donde
A. en estilo ampuloso, con erudición e ironía, ataca el politeísmo, sobre
todo en su forma de antropolatría. Los dos primeros libros van encaminados
a rebatir la superstición pagana, que estima a los cristianos responsables
de las calamidades que asolan al género humano. Los libros 3-5 constituyen
una violenta requisitoria contra la mitología grecorromana. Con fecundidad
retórica desarrolla los temas tradicionales llevando a sus últimas
consecuencias de ridículo las leyendas paganas. Los libros 6-7 son un
ataque al culto politeísta y defiende a los cristianos de la acusación de
impiedad. Adquieren especial interés por la cantidad de detalles
concernientes a ritos y ceremonias.
Doctrina. Llama la atención en A.
la ausencia de argumentos tomados de la S. E. Las raras veces en que se
citan pasajes del N. T., aparecen confundidos; así, p. ej.: en I, 46, col.
778, afirma que el Señor cuando hablaba era entendido por gentes de
diversas naciones en su propia lengua, transposición manifiesta de la
narración de Pentecostés en Act. No sólo desconoce el A. T., sino que
parece no encontrar lazo alguno con el Nuevo (ib., III, 12, col. 952-953).
Este repudio del Dios veterotestamentario -¿marcionismo?- sigue
apareciendo en su concepto de la divinidad. Dios está totalmente por
encima de las criaturas, sin contacto con ellas, indiferente y pacífico,
con impasibilidad totalmente pagana, epicúrea (I, 18, c, ol. 739-740).
Sigue concibiendo a los demás dioses como existentes en dependencia del
Dios de los cristianos, «Deus princeps, Deus summus» (I, 28, III,
2, col. 751-752 y 939). El alma tiene por autor un demiurgo inferior a la
divinidad (II 36, col. 865). El alma, material y mortal, consigue la
inmortalidad por la gracia de Dios y por sus méritos. Los condenados van
siendo anihilados lentamente por las llamas del infierno (II, 32 y 61,
col. 860 y 908). En la defensa de la fe disminuye en exceso la fuerza de
la razón humana. La convicción de la existencia de un supremo «señor y
regulador» del universo es innata en el alma (I, 33, col. 757). En A.
tenemos, pues, un neoconverso de edad avanzada y amplia erudición pagana,
influenciado por todas las escuelas - desde Platón a los gnósticos y desde
los estoicos a los epicúreos -, que se adhiere de corazón a la verdad
cristiana asimilada muy lentamente.
BIBL.: Ediciones: PL 5, 718-1288;
A. REIFFERSCHEID, en CSEL, IV; R. LAURENTI, 1 sette libri contro i
pagan¡, Turín 1962.-Estudios: F. GABARROU, Le latin d'Arnobe, París
1921; íD, Arnobe, son oeuvre, París 1921; E. RAPISARDA, Arnobio,
Catania 1945; A. J. FESTUGIÉRE, Arnobiana, «Vigiliae christianae» 6 (1952)
208-254; F. SCHEIDWEILER, Arnobius und der Marcionitismus, «Zeitschrift
für neutestamentliche Wissenschaft» (1954) 6-27; M. MAZZA, Studi
Arnobiani, I. La 'dottrina de¡ viri novi nel secondo libro dell'Adv. nat.
di Arnobio, «Helikon» 3 (1963) 111-169; F. G. SIRNA, Arnobio e
l'eresia marcionita di Patrizio, «Vigilíae Christianae» 18 (1964)
37-50.
L. F. MATEO SECO.
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