La
palabra «barroco» sirvió originariamente para caracterizar y rechazar una
forma de arte que era percibida como exagerada y extravagante. Pero la ciencia
llamó así a un estilo que nació en el s. xvi del renacimiento italiano, se
propagó desde Italia por toda Europa y sus colonias, y se extinguió hacia
fines del s. xvIII. Su comienzo y su final son muy distintos en los diversos
países; así, p. ej., la cultura del b. no pudo desarrollarse plenamente al
norte de los Alpes hasta después de 1650, año en que acabaron o por lo menos
se localizaron las grandes guerras y, sobre todo, hasta que en 1683 los turcos
sufrieron una derrota decisiva. Al principio, la expresión «barroco» se
aplicó más al arte de los pueblos románicos y católicos. Sin embargo, si es
cierto que el b. encontró en los pueblos católicos su más rico desarrollo,
también para el mundo protestante vino a ser la forma del tiempo. Hoy se
entiende por b. toda la cultura occidental de los s. xvii y xvIII. La cultura
del b. es la última gran cultura social nacida del cristianismo. Los impulsos
decisivos los recibió de la -> reforma y contrarreforma católica, en la que
se refleja la conciencia de sí misma que recupera la Iglesia católica. Ya en
medio de la crisis que supuso la -> reforma protestante, la Iglesia se creó
por medio del concilio de Trento (que fijó las más importantes doctrinas de la
fe y dio los necesarios decretos de reforma) el firme fundamento de su
renovación religiosa y poderoso florecimiento. Dondequiera revivía de nuevo la
antigua Iglesia desde fines del s. xvi, revestíase del ostentoso atuendo del
b., aunque variándolo según las características nacionales y regionales.
Política y socialmente, la cultura del b. tiene como presupuesto la sociedad
cortesana y aristocrática, rigurosamente dividida en estamentos, de la era del
absolutismo, cuya cima era el soberano absoluto «por la gracia de Dios». Sin
embargo, está profundamente arraigada en el pueblo. Su fin vino con el triunfo
de la ilustración, a la sombra de la --> revolución francesa.
El
nuevo sentimiento estilístico y vital halló en los dominios del arte su
expresión más impresionante. Este sentimiento estaba caracterizado por una
nueva experiencia de Dios, de su infinitud y de su libertad sin límites, pero
también de su soberana bondad y del amor con que redime a los hombres. El
hombre halló ahora de nuevo tras el cansado y a menudo desesperanzado talante
de la baja -> edad media y de la enorme conmoción de la época de la reforma
protestante, la confianza en Dios y en sí mismo. Se abrió camino una nueva
dinámica victoriosa, potente e impresionante. En la transformación barroca de
Roma, los pontificados de Sixto v (1585-1590) y de Urbano viii (1623-44)
representaron una grandiosa cima. También los jesuitas, la orden más
importante de esta época, se hicieron muy pronto propagadores del nuevo sentido
estilístico y de las nuevas formas de la vida religiosa. De Roma partieron
nuevos impulsos hacia el Norte y el Oeste. En arte, los centros más importantes
-después de Roma- fueron París (bajo el «rey sol», Luis xiv, en Versalles) y
Viena (después de la derrota de los turcos en 1683). No sólo se levantaron
palacios gigantescos, rayanos con frecuencia en lo utópico, de príncipes
seculares y eclesiásticos, sino también poderosas instalaciones monásticas e
incontables iglesias, con un afán constructivo que en muchos casos llegaba a
ser pasión. La arquitectura va a la cabeza y a su servicio se ponen, como nunca
antes, la pintura y la escultura. Ya no basta la concepción, racionalmente
clara y equilibrada, de la forma del renacimiento, como tampoco su armónica
quietud en lo visible, comprensible y claramente delimitado. Cierto que se
conservan las formas particulares del renacimiento; pero, por una parte, se
subliman con formas poderosas y patéticamente movidas hasta lo colosal y
dramático (theatrum sacrum) y, por otra, se transfiguran en lo
pintoresco. También la música pasa por un período de florecimiento, en que,
durante la época propiamente barroca, va a la cabeza el mundo protestante (Juan
Sebastián Bach, Jorge Fed. Hándel), terminando en el clasicismo vienés (Mozart,
Haydn, Beethoven). En las iglesias barrocas se abre ya una aurora del cielo al
hombre doliente pero en principio redimido ya (junto con toda la creación). En
medio de todo el poder y magnificencia de la Iglesia, expresados del modo más
gráfico, se pone de manifiesto al observador atento la profunda piedad de una
época que estaba por igual familiarizada con la representación principesca y
con la majestad de la muerte. Las iglesias católicas del b. y del
maravillosamente espiritualizado rococó eclesiástico (cuya verdadera patria es
solamente el sur de Alemania) son, por decirlo así, la representación, en el
idioma del arte, de la gloria del hombre redimido. Toda la historia de la
salvación, desde la creación y el pecado original, pasando por la redención,
hasta el juicio final y la gloria, pero sobre todo la gran «comunión de los
santos», se hacen allí accesibles a los sentidos.
Lo
mismo que en el arte, la época del b. buscaba en todos los órdenes la
exteriorización y representación. Fue una era que se pasó en espectáculos y
fiestas. El teatro moral religioso fue fervorosamente cultivado sobre todo en
los numerosos colegios de jesuitas. Magníficas procesiones con muchas imágenes
y con representaciones vivas, peregrinaciones y hermandades (siguiendo a menudo
el orden de estamentos) tuvieron un nuevo esplendor, que continuó en parte las
formas de piedad de la baja edad media, y en muchos casos las superó
ampliamente. Las fiestas de la Iglesia y de los santos fueron celebradas con la
mayor solemnidad. En las múltiples y, riquísimas formas de la piedad barroca,
lo mismo en la liturgia que en los anchos dominios de la piedad popular, se pone
de manifiesto una poderosa vitalidad religiosa. El cristocentrismo fundamental
se mostró en la devoción eucarística, amorosamente cultivada, en el culto
floreciente del corazón de jesús, ea la piedad mística, en los numerosos
calvarios y en la devoción del vía crucis, que hizo por entonces su entrada en
las iglesias. Se fomentó la predicación, aunque con frecuencia no pasaba de la
exhortación moral y del ejemplo impresionante, sin penetrar propiamente en el
espíritu de la sagrada Escritura. En cambio, lo mismo en la instrucción
religiosa que en todas las formas de piedad litúrgica y extralitúrgica, las
verdades centrales del cristianismo quedaron en muchos casos recubiertas por un
exuberante follaje piadoso, no siempre libre de superstición. Aquí inició la
ilustración católica su obra de limpieza y simplificación, obra ciertamente
necesaria, pero a menudo poco inspirada y feliz. Con todo el gran patetismo de
aquella época, amenazaba constantemente el peligro de una exaltación o un
entusiasmo inauténtico, de una excesiva sensiblería subjetiva, de una
plasticidad demasiado burda y, con ello, el de la mera exterioridad religiosa.
Testimonio
del gran auge de la nueva vitalidad de la Iglesia son las importantes
realizaciones de la teología (--> escolástica del b.; las grandes
colecciones y ediciones críticas en todas las disciplinas). Las cuestiones que
seguían abiertas desde la reforma protestante, sobre la gracia, la libertad y
la predestinación, revivieron una y otra vez, y condujeron a graves y duraderas
polémicas en la Iglesia (la disputa de auxiliis, la lucha en torno a los
sistemas morales, el jansenismo). Junto con el -> jansenismo, conmovieron
gravemente a la Iglesia en todos los países sobre todo el --> galicanismo y
fenómenos análogos en las relaciones entre la Iglesia y el Estado.
Fueron
muy florecientes en esta época las misiones católicas, las cuales, dirigidas
(desde 1622) por la congregación romana De propaganda fide y sostenidas
por las grandes órdenes religiosas, se extendieron por todo el mundo. Pero las
rivalidades entre las varias órdenes, la larga disputa sobre la acomodación y
los ritos y la supresión de los jesuitas, trajeron retrocesos mediado el s.
xvIII.
Al
lado de las poderosas, realizaciones, no deben tampoco pasarse por alto las
sombras. La Iglesia no sufrió solamente por las tensiones y disputas internas
ya mentadas. Las ciencias eclesiásticas no atendieron bastante al siempre
creciente acervo de datos que reunían las ciencias experimentales y no pudieron
ya dominarlo con aliento creador. Languideció la fuerza para crear una
auténtica síntesis convincente, comparable a la lograda en su tiempo por la
alta -> escolástica. El moderno proceso de secularización, el descenso de
la influencia cristiana prosiguió lentamente, y avanzó con rapidez en el s.
xviiz. La evolución alcanzó su punto culminante con la ilustración. La sima
entre la fe y la ciencia se ensanchó
inconteniblemente y pareció de momento insuperable. La Iglesia vivió a menudo
al margen de la gran miseria social de las clases inferiores, sobre todo en el
sur de Europa y en América Latina, aunque no faltaron quienes dieron la voz de
alarma. Con el avance de la ilustración fue cambiando insensiblemente, desde
1700, la concepción del mundo y de la vida. En lugar de la ilusión de espacios
inmensos, los hombres pedían ahora órdenes de claras perspectivas; en lugar de
entusiasmo sentimental, exigían claridad y sobriedad racional; en lugar de
magnificencia celeste y terrena, reclamaban ayuda y utilidad en el diario
quehacer humano. A los hombres de la -> ilustración se les hicieron
demasiado pesados y complicados los suntuosos vestidos de la época barroca.
Así, la ilustración vino a ser uno de los grandes ensayos de aligeramiento o
descarga de la historia espiritual de occidente. Frente a un lastre histórico
que se había hecho demasiado grueso y pesado, la ilustración retornó a algo
primigenio, anterior a la historia: al hombre como ser racional. La mística luz
celeste del b. fue substituida en la «era de la crítica» (Kant) por la luz de
la naturaleza y de la razón.
Georg
Schwaiger
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