La
Carta de Bernabé fue atribuida a Bernabé por Cirilo de Alejandría. El
hecho de que aparezca sólo en Alejandría en los siglos III y IV puede apuntar
a su origen en esta ciudad. No sabemos nada de su autor, salvo que la misma
carta parece indicar que era un convertido del judaísmo. Puede decirse que
escribió en la primera mitad del siglo II, aunque algunos investigadores la
remontan al 70 a.C.
La
carta o más bien el tratado, ya que no tiene forma epistolar, consta de dos
partes (algunos dirían tres). Hay una primera parte doctrinal y una segunda
parte práctica. La primera parte doctrinal trata de mostrar que los judíos
entendieron mal las enseñanzas del Antiguo Testamento al interpretarlo
literalmente. Consiste en una explicación alegórica del Antiguo Testamento:
los distintos elementos de la religión hebrea son rechazados o se les da una
interpretación plena a la luz de Cristo; sus sacrificios, descritos como
ofrendas humanas (2, 6; cf 7-8); sus ayunos, que debían haber sido obras de
justicia (3, 2-5); su alianza, que pertenece más bien a los cristianos (4, 7;
14, 1-9); así como su templo, «porque la morada de nuestro corazón es un
templo sagrado para el Señor» (6, 15; cf 16, 1-10); su circuncisión, porque
«él circuncidó nuestros oídos para que pudiéramos escuchar la palabra y
creer. Pero la circuncisión en la que ellos (los judíos) confían ha sido
abolida» (9, 3-4); sus animales puros e impuros, porque «Moisés recibió tres
decretos relativos a la comida, y habló de ellos en sentido espiritual, pero
los judíos los entendieron como referidos a la comida de los deseos carnales»
(10, 9); incluso la ley (15, 2-4). Cristo, en definitiva, es la plenitud del
Antiguo Testamento (5, 1-14; 7, 1-11).
Su
enseñanza sobre el bautismo en esta primera parte es importante: «Benditos los
que ponen su esperanza en la cruz y se sumergen en el agua. (...) Bajamos al
agua rebosando pecados y suciedad, y subimos llevando fruto en nuestro corazón,
es decir, con el temor y la esperanza de Jesús en nuestro espíritu» (11,
8.11); somos por tanto templos de Dios: «Después de recibido el perdón de los
pecados, y por nuestra esperanza en el Nombre, fuimos hechos nuevos, creados
otra vez desde el principio. Por lo cual, Dios habita verdaderamente en
nosotros, en la morada de nuestro corazón» (16, 8). Es importante también la
enseñanza sobre el sábado: «Por eso justamente nosotros celebramos también
el día octavo con regocijo, por ser el día en que Jesús resucitó de entre
los muertos y, después de manifestado, subió a los cielos» (15, 8-9). Se
trata del primer texto en el que se explica por qué los cristianos celebran el
domingo en lugar del sábado como día santo.
La
segunda parte práctica consiste en una exposición tradicional de los dos
caminos, muy parecida a la de la Didaché, por lo que quizá ambas
procedan de una misma fuente. Hay detalles notables en ella: la prohibición del
aborto (19, 5); la visión escatológica del reino de Dios (21, 1), y cierto
sentido de la inminencia de su llegada (21, 3).
La
Carta de Bernabé trata sobre la perenne cuestión de la relación entre
los dos testamentos por medio de la espiritualización o alegorización del
Antiguo Testamento. Otros, como el hereje Marción (t 160 ca.), irían más
lejos y negarían totalmente la validez del Antiguo Testamento.
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