jueves, 22 de mayo de 2014

Canaán.

Etimología del Nombre

El hebreo Kenaan, denotando una persona, aparece:
  • en el Antiguo Testamento como el nombre de uno de los hijos de Cam;
  • en una forma alargada, Kenaaná (B.D., Chanana, Canaana) como el nombre de otras dos personas (1 Crón. 7,10; 2 Crón. 18,10);
  • denotando un país, como el nombre de la región de los cananeos o descendientes de Canaán.
En la época en la que los mercaderes fenicios ocupaban un lugar prominente, en especial entre los cananeos, esta palabra (kena’ani), e incluso Canaán (por ejemplo Isaías 23,8), obtuvo el significado de "comerciante", "mercader". Como nombre del país, aparece bajo las formas knnahni kinahni y kinahna, tan temprano como dos siglos antes de Moisés en las cartas cuneiformes de los príncipes sirios y palestinos a los faraones egipcios, halladas en las Tablas de Tell el-Amarna; y más temprano aún en algunas inscripciones egipcias, con la forma Ka-n-‘-na. En las monedas del siglo II a.C., el pueblo fenicio de Laodicea se llama a sí mismo "una madre en Kena’an”. También en la literatura griega queda evidencia de que los fenicios llamaban Chna a cierto antepasado, así como a su país, y incluso en tiempos de San Agustín los campesinos púnicos, vecinos a Hipona, se llamaban a sí mismos Chanani, o sea, cananeos. Si el vocablo es de origen semita, debe derivarse de la raíz Kana, que originalmente significa "bajo", o en sentido figurativo, "pequeño", "humilde", "despreciable", "subyugado". Siguiendo esta derivación en su sentido original, "la tierra de Canaán" ha sido explicada por varios estudiosos como "la tierra baja"---ya sea porque el nombre puede haber significado originalmente sólo la costa plana, o también el país montañoso de Palestina occidental, en oposición a las aún más altas montañas del Líbano y el Hermón. Pero la tradición bíblica parece más bien derivar el nombre del país a partir de un nombre de persona. Ella asume que "la tierra de Canaán" es la "frontera de los cananeos" (Génesis 10,19), o sea, de la raza de Canaán, hijo de Cam, y no parece aconsejable oponer a esto una conjetura tan incierta como la etimología descrita más arriba. A lo menos, puesto que el sentido figurativo del significado de la palabra como sinónimo de esclavo o siervo cuadra muy bien con lo poco que sabemos del nieto de Noé.

Canaán, hijo de Cam

En Génesis 9,18 y 9, 22 Cam aparece como el padre de Canaán, y en la predicción de Noé (9,25-27), Canaán aparece lado a lado con a sus "hermanos" (en el sentido más amplio del término hebreo) Sem y Jafet:
"dijo: ‘¡Maldito sea Canaán! ¡Siervo de siervos sea para sus hermanos!’ Y dijo: ‘¡Bendito sea Yahveh, el Dios de Sem, y sea Canaán esclavo suyo! ¡Haga Dios dilatado a Jafet; habite en las tiendas de Sem, y sea Canaán esclavo suyo!”
La maldición pronunciada sobre Canaán indudablemente está conectada con el pecado de su padre, Cam (versículo 22). Pero es muy difícil indicar la naturaleza precisa de esa conexión. ¿Tuvo Canaán de algún modo participación en el pecado de su padre? ¿Es por ello que lo que se dijo en el versículo 18 se repite en la historia del pecado, o sea, que Cam era el padre de Canaán? ¿O fue este último afectado por la maldición profética de Noé a causa de los pecados de su posteridad, la cual imitaría la maldad de Cam? Lo cierto es que esa maldición, así como la bendición pronunciada sobre Sem y Jafet, se cumplió totalmente en la posteridad. Los descendientes de Canaán fueron parcialmente aniquilados y parcialmente subyugados por los israelitas, y todas las razas cananeas como tales desaparecieron del escenario de la historia. Algunas personas han tratado de resolver el problema usando los métodos críticos. Se suponía que Gén. 10,20-27 se derivaba de una fuente en la que Canaán había tomado el lugar de su padre, Cam, de modo que se hizo pasar como el tercer hijo de Noé. Es comprensible que en la profecía original apareciera el nombre de Cam, y que los israelitas, al ver cumplirse la profecía, especialmente en la posteridad de Canaán, se la hayan atribuido al hijo; pero ninguna de tales conjeturas tiene fundamentos sólidos.
Igual de incierta es la opinión que representa a Canaán como el menor de los cuatro hijos de Cam, lo cual se basa en Génesis 10,6: “Hijos de Cam: Kus, Misrayim Put y Canaán”. Pero esta lista completa de los descendientes de Noé es, al menos en substancia, etnográfica, y el orden de sucesión es geográfico, por lo tanto una enumeración de tribus que empieza con la más lejana y termina en Palestina. En los versos 16-20, por tanto, se habla sólo de las tribus cananeas, las cuales ocupan el último lugar porque habitan en, o cerca de Palestina. En consecuencia, no se puede concluir de eso que Canaán haya sido el hijo menor de Cam.

La Tierra de Canaán

Con pocas excepciones, los escritores bíblicos parecen indicar con este nombre por lo menos, la totalidad de la Palestina occidental, o Cisjordania. Ese territorio se extiende desde el desierto de Sin en el sur hasta cerca de Rejob y la entrada de Jamat en el norte (Núm. 13,3.18; cf. 22). Una delimitación más cuidadosa de la tierra de Canaán se encuentra en Núm. 34,3-12 y Eze. 47,15-20. Pues aunque el nombre no aparece en Ezequiel, no se puede dudar de la identidad de las fronteras que se describen ahí. En ambos textos la frontera occidental está formada por el Mediterráneo, y la mayor parte de la oriental por el Mar Muerto y el cauce inferior del Jordán.
La frontera sur coincide con la del territorio de Judá (Josué 15,1-4), mientras que Cadés Barnea (Ain Kedis), en la latitud 30º 33' N, puede tomarse como el punto más meridional. Fue por ello que en tiempos de San Jerónimo (In Ezech, Migne, XXV, 476-478) se situó la frontera norte en el centro o norte de Siria. De ese pasaje de San Jerónimo hasta una fons Daphnis (Dafne, cerca de Antioquía) encontró su camino a la Vulgata (Num 34,11) en vez del pueblo de Ain. A pesar de que algunos de los pueblos fronterizos todavía no se conocen con certeza absoluta, podemos dar por sentado hoy día que la línea divisoria del norte se debe trazar al sur del Líbano y del Hermón, casi en la latitud 33º 18' N., y que coincide completamente con la frontera norte del país conquistado y habitado por los israelitas, el cual, según numerosas citas, se extendía “desde Dan hasta Berseba”, o “desde la entrada de Jamat hasta el arroyo de Egipto”. La parte norte de la frontera oriental, sin embargo, parece seguir no el curso superior del Jordán, sino el del Rukkad, desde Hasar-Enan (El-Hadr) hasta Ain (Ayun), de modo que aquí toda la parte occidental de Jaulan parece estar incluida en la tierra de Canaán---no así, sin embargo, la tierra de Galaad ni el territorio allende el Jordán, al sur del Jarmuk. Todos los lugares antes citados están en concordancia con esta concepción, y sólo dos veces aparece el nombre del país de Canaán con un sentido más limitado: primero por la costa fenicia (Isaías 23,11), y luego por las tierras bajas de los filisteos (Sofonías 2,5)--- ambos en un tiempo cuando únicamente estas regiones costeras estaban aún habitadas por los cananeos. Hemos visto ya cómo ese nombre fue honrado incluso luego en Fenicia misma. En Egipto parece que el nombre del país se utiliza especialmente para referirse a la costa; al mismo tiempo que el nombre de cananeos se aplica a los habitantes de la tierra montañosa que está detrás de aquella. En las Tablas de Tell el-Amarna el país de Kinahhi parece incluir tanto la costa fenicia como las montañas de la Alta Galilea, y probablemente, más hacia el norte, el país de Amurri (Líbano y Anti-Líbano) cf. H. Clauss Zeitschrift des Deutschell Palastinavereins (1907), XXX, 17, 29, 30, 35, 36, 64, 67.
Génesis (10,15-18) enumera una serie de tribus como descendientes de Canaán, muchas de las cuales, y originalmente casi todas, estaban situadas fuera de Palestina propiamente dicha y se extendían hasta el norte de Siria: "Y Canaán engendró a Sidón, su primogénito, y a Het, al jebuseo, al amorreo, al guirgasita, al jivita, al arqueo, al sineo, al arvadeo, al semareo y al jamateo. Más tarde se propagaron las estirpes cananeas". Estas últimas son las tribus que poblaban al Canaán bíblico o la Palestina occidental. "La frontera de los cananeos iba desde Sidón, en dirección de Guerar, hasta Gaza; y en dirección de Sodoma y Gomorra, Admá y Seboyim, hasta Lesa". Si podemos identificar a Lesa (V.A. Lasha) con Lesem (Josué 19,47) o Lais (Jueces 18,14), el Dan posterior, la costa desde Sidón a Gaza y Guerar se señala aquí como la frontera occidental de Canaán, y el valle del Jordán desde la Pentápolis a Lais-Dan como la frontera oriental. Pero el Códice Samaritano en su verso 19 trae otra declaración: "Y la frontera del cananeo se extendía desde el río de Egipto hasta el gran río, el Eufrates, y [desde el Eufrates] hasta el mar extremo [u occidental]". Aparentemente, aquí “el cananeo” significa todos los descendientes de Canaán, mencionados en los versos 15-18, de los que al menos los hititas vivían cerca del Éufrates. Es difícil decidir cuál variante es la original. Ambas presentan a los descendientes de Canaán establecidos en la tierra bíblica de Canaán, o sea, lo que más tarde sería la tierra de Israel. Por regla general es a los habitantes pre-israelitas de esta “tierra de Canaán”, considerados en su conjunto, quienes son designados con el nombre común de cananeos; así está en el Pentateuco, sobre todo en las partes atribuidas a la fuente yahvista, como por ejemplo Gn. 12,6; 24,37; 38,2; 50,11. En otros lugares, sin embargo, principalmente en las partes llamadas elohistas, se usa el nombre de amorreos con el mismo sentido general. Muy frecuentemente se distinguen hasta seis o siete, y hasta once, tribus o pueblos diferentes, uno de los cuales en particular lleva el nombre de cananeos. Así por ejemplo en Éxodo 3,8: "…al país de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los jebuseos". Reiteradamente (por ej. [[Jos. 3,10) se añade a los guirgasitas, mencionados más arriba (Gén. 10,16); y en Gén. 15,19-21 encontramos a los "los quenitas, los quenizitas, cadmonitas. . . y también a los refaítas"; mientras que en Núm. 14,25,a los amalecitas; en la V.A. Deuteronomio 2,23 y Jo 13,3, a los avitas, y en Jos. 11,21 (y en otros lugares) se habla de los anaquitas, dejando fuera a otras tribus más antiguas, probablemente transjordánicas, como los zuzíes, los emíes, y los joritas (Gn 14,5- 6).
No se sabe nada sobre la mayoría de estas tribus; para los amorreos, consulte el artículo correspondiente. Los hititas fundaron un reino muy poderoso al norte de Siria, pero incierto si sus homónimos del sur de Palestina (Gén. 23,3, 26,34, etc.) tenían algo en común con ellos además del nombre. Sobre los cananeos, en un sentido más estrecho, sabemos que habitaban al oriente y occidente de las montañas, o sea, a lo largo de la costa mediterránea y en el valle del Jordán y de la Arabá, al sur del Mar Muerto (Num 13,30; 14,25; Deut. 1,7; 11,29 ss.; Jos. 5,1; 11,3; 13,3). Es por este nombre que se conoce a los fenicios en Abdías 20; y la mujer sirofenicia de Marcos 7,26 es una mujer cananea en Mateo 15,22. No parece probable que las todas las tribus pre-israelitas permanecieran marcadamente distintas unas de otras. "Existen poderosas razones para creer que en una época primitiva la población de Palestina ya presentaba una mezcla de razas, y que gracias al matrimonio interracial se debilitaron los rasgos divisorios, hasta que eventualmente toda diferencia quedó eliminada. El problema de distinguir entre los grupos que encontraron los hebreos al llegar a Palestina es imposible de solucionar hoy día." (Morris, Jastrow, Jr. Encyclop. Bibl., I, 642.)
No obstante, no parece muy desproporcionado distinguir (con Hughes Vincent, "Canaán", p. 455) dos grupos principales de tribus: los amorreos en las montañas y los cananeos a lo largo de la costa y el valle del Jordán, y quizás hasta en el valle de Esdrelón (Jos, 17,12-18). Por otro lado, cuando los israelitas llegaron a Canaán, a las órdenes de Josué, encontraron una población mixta: cananeos y amorreos, no unidos políticamente bajo un gobierno común, sino que estaban desplegados en más de treinta pequeños reinos (Jos. 12,7-14), estado de cosas que debió haber hecho la conquista considerablemente más fácil para ellos. Este mismo sistema de dividir en partes pequeñas un país prevalecía ya dos o tres siglos antes, en el tiempo de las Tablas de Tell el-Amarna, escritas en su mayoría por, o a cierto número de estos reyes-ciudades---y aparentemente incluso mucho antes en los días de Abraham (Gén. 14,2.8.18; 20,2). En este aspecto las cartas constituyen una impactante corroboración del relato bíblico. Luego de las campañas de Tutmosis III en el siglo XVI a.C. todos esos pequeños reinos reconocían la supremacía de los faraones egipcios y les pagaban tributo. Posteriormente, sin embargo, pudo haberse vuelto gradualmente más y más nominal, y a pesar de las posteriores campañas de Seti I y Ramsés II contra los hititas, no dejó rastros luego de la conquista de Josué.
Son muy escasos los detalles particulares que da la Biblia sobre los cananeos. A veces leemos acerca de sus ciudades que eran "grandes y con murallas que llegaban al cielo" (Deut. 1,28; Núm. 13,29); de sus “carros de hierro” (Josué 17,16), y repetidamente de sus dioses Baal y Moloc, y de sus diosas Astarté y Asera; de sus altares y columnas de piedra (masseboth), de sus pilares de madera (asherim); en relación con estos altares, de sus sacrificios de infantes y de múltiples formas de perversidad moral; de las abominaciones debido a las cuales (la tierra misma vomitó a sus habitantes” (V.A. Lev. 18,25), las cuales, a pesar de las estrictas prohibiciones de la Ley y las advertencias de los profetas, encontró demasiada imitación dentro del mismo Israel. La mayoría de estos detalles han sido recientemente corroborados y explicados en descubrimientos arqueológicos, especialmente los resultantes de las excavaciones sistemáticas hechas en Palestina por W.H. Flinders Petrie y F.J. Bliss en Tell el-Hesy; por Bliss y M.R.A. Stewart Macalister en Tell Zakariya, Tell es-Safy, y Tell Jedeide; por Macalister en Teil Jezer; por E. Sellin en Thenac; por G. Schumacher en Tell el-Mutesallim — a todos los cuales Sellin añadió en 1907 sus trabajos en la antigua Jericó.
Aún antes de que las tribus que nos fueron presentadas como cananeas en la Biblia penetraran en Palestina (entre 3000 y 2500 a. C), ya debió haber existido una población más antigua, que parcialmente habitaba en cuevas, pero que también habitaban en pequeños “pueblos” rodeados de muros de barro. Este período se caracterizó especialmente por instrumentos de piedra y vasijas muy primitivas. Las tribus cananitas que gradualmente tomaron su lugar procedían del norte y por mucho tiempo estuvieron, si no bajo la supremacía, sin duda bajo la influencia de Babilonia, que Sellin añadió en 1907 con sus trabajos en Jericó. En el s. XV a.C. cuando el país ya estaba políticamente sometido a Egipto, los reyes de los cananeos usaron en su correspondencia, no sólo con los faraones, sino también entre ellos mismos, los caracteres cuneiformes babilonios, y---con la adición de un número de palabras cananeas---el lenguaje de Babilonia también. Macalister (Pal. Expl. fund Quart. Stat. 1905, 323 ss.) y, más recientemente, Sellin (Mitth.und Nach. des Deutschen Palastinavereins, 1907, 70) encontraron alguna escasa evidencia de que los antiguos caracteres fenicios y hebreos ya eran conocidos entonces. Mientras tanto la civilización había avanzado enormemente, como es evidente por el uso del bronce y otros metales, y enseguida el uso del hierro; por la construcción de viviendas, ciudades, puestos, torres y fortalezas; por el creciente número y valor de los objetos de uso doméstico y religioso; por los diseños y montaje de sus santuarios y de sus cuevas funerarias; y por la rica variedad de forma, adornos y pintura de los productos de cerámica---si bien el arte no parece haber llegado a poseer un desarrollo continuo y estable.
Cuando los israelitas (Núm. 13,29; Deut 1,28) hablan con admiración de "grandes ciudades": la hipérbole es casi tan enorme como cuando dicen "amurallada hasta el cielo". Las ciudades encontradas hasta ahora cubren, cuando mucho, siete u ocho hectáreas (cerca de 19 acres), pero sus fortificaciones son excelentes. Las murallas de Jericó, hechas de ladrillos quemados, tenían una anchura de tres a doce metros, es decir, de aproximadamente 9 a 39 pies (Sellin, op. cit., p. 69). Si los antiguos pobladores ofrecían sus sacrificios en recipientes en forma de plato labrados en la superficie del suelo rocoso, los cananeos tenían sus templos al aire libre, o Bamoth (lugares altos), con altares, pozos sacrificiales, y pilares de roca de siete a nueve pies de alto. En Gazer se encontraron ocho pilares aún de pie, el más pequeño de los cuales (alrededor de 5 ½ pies de alto) m) parece ser el más antiguo y es quizás el emblema real de la deidad. De los Asera, o columnas de madera, únicamente quedan las bases. Hay dos grutas bajo el santuario que deben haber desempeñado algún papel en el culto. Pero el rastro más sobresaliente de la idolatría son los esqueletos de niños---en su mayoría recién nacidos---que fueron sacrificados a la deidad, los cuales se encontraron en Gazer enterrados en bajo el piso del santuario y en otros lugares, especialmente en Meguiddó, en su territorio adyacente. En varias ocasiones los restos de estas víctimas humanas, entre los cuales también había adultos, se hallaron debajo y en los cimientos de las casas y de otras edificaciones. Son una una impresionante ilustración de Josué: "Maldito será delante de Yahveh el hombre que se levante y reconstruya esta ciudad (de Jericó). ¡Sobre su primogénito echará su cimiento y sobre su pequeño colocará las puertas!". El carácter naturalista de esa religión aparece especialmente evidente en las numerosas placas de Astarté, o estatuillas de diversos tipos, y por los omnipresentes emblemas fálicos; entre estos alguna clase de pilares de piedra betílicos, y se hallaron unas pocas cabezas de toro representando a Baal o Moloc. También se han descubierto algunas representaciones de deidades babilónicas, y, aun menos frecuente, imágenes de la mitología egipcia. Las placas de Astarté asimismo denotan inspiración egipcia. En resumen, la civilización cananea parece haber experimentado constantemente la influencia de esas dos naciones. Más aún, en la cerámica, el arte del período egeo-fenicio produjo trabajos característicos desde el inicio del siglo XIV a.C. Por otro lado, el establecimiento de los israelitas en Canaán, a juzgar por los resultados de las excavaciones realizadas, no abrió ningún período nuevo desde el punto de vista arqueológico, de modo que el período cananeo (o sea, los varios períodos semitas de Macalister, Palestine exploration Fund Quarterly Statements, 1907, p. 203) se extiende hasta el siglo VIII o IX a. C.
Sin duda, la sumisión de Canaán no se efectuó tan rápido como algunos capítulos del Libro de Josué nos llevan a creer. En particular, los sitios que son más conocidos por nosotros a través de los descubrimientos recientes, Thenac, Meguiddó y Gazer, están entre los que fueron sometidos por Israel hasta después de un cierto lapso de tiempo (Jos. 17,11-13; Jueces 1,27-29). Gazer todavía estuvo habitado por los cananeos incluso en los días de Salomón (1 Reyes 9,16). Y en ese mismo contexto (20-21) aprendemos que Salomón, a través de un estatuto de trabajos forzados, subyugó “hasta este día” a toda la población cananea de su reino. De ese modo Canaán se había convertido de una vez y por todas en siervo de Sem. Posteriormente, Fenicia, con sus colonias fue conquistada por los romanos, hijos de Jafet, y pronto desapareció del todo de la lista de naciones.

Fuente: Van Kasteren, John Peter. "Cana, Canaanites." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/03569b.htm>.
Traducción: Javier Algara Cossío. L H M.

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