Monje alemán, dominico, según unos y franciscano, según otros. Se
destacó a principios del siglo XII por su ferocidad en la persecución de
los herejes. Fue confesor del landgrave Luis de Turingia, y de su
esposa Isabel, hija de Andrés II de Hungría; y cuando ésta quedó viuda,
manifestó deseos de consagrarse a la vida religiosa. Conrado la sometió a
pruebas que ella soportó, pero que le causaron la muerte a la edad de
veinticuatro años. Revestido por los papas Inocencio III y Gregorio IX
del doble carácter de predicador de la cruzada y perseguidor de los
herejes, recorrió por espacio de tres años Alemania. Hizo perecer en la
hoguera un número incalculable de víctimas, que eran ajusticiadas el
mismo día de su acusación, sin escuchar su posible defensa, confesasen o
no. Amonestado por el arzobispo de Maguncia y por los obispos de
colonia y Tréveris, predicó la cruzada contra ellos, y no se sabe dónde
hubiera ido a parar, si no hubiera sido asesinado por manos desconocidas
en 1233.
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