ESCOGE: VIDA O
MUERTE...
El hombre a lo largo de su historia a asimilado ideologías que propugnan la ambición, la violencia, la rivalidad, estas ideologías están presentes en la sociedad en que vive. A menudo, esas tendencias e ideologías llevan al hombre a optar por la "tiniebla". Esta compleja realidad del hombre está reflejada en la parábola del sembrador (Mc 4,3-20). Los cuatro terrenos representan las diversas actitudes de opción del hombre, y entre ellas se encuentra la posibilidad de respuesta. Existe por tanto en el hombre una dualidad, su ser profundo lo lleva a la "vida"; sus tendencias destructivas a la "muerte" (Rom 8, 5-6). Normalmente la opción es anterior al encuentro con Jesús (Jn 3, 20s), el que obra con bajeza "odia" la luz y no se acerca a ella, en cambio el que obra con lealtad se acerca a la luz y es entonces cuando responde el Espíritu dándole capacidad y estabilidad. El hombre que ya había orientado su vida hacia los demás, al encontrarse con la figura de Jesús, le dará plenamente su adhesión y el que vive "solo para él", le rechazará. El Dios-Padre, que es todo amor, quiere compartirlo todo con el hombre, tanto su ser como su actividad. La gloria de este Dios-Padre es precisamente el pleno desarrollo de sus hijos.
El hombre a lo largo de su historia a asimilado ideologías que propugnan la ambición, la violencia, la rivalidad, estas ideologías están presentes en la sociedad en que vive. A menudo, esas tendencias e ideologías llevan al hombre a optar por la "tiniebla". Esta compleja realidad del hombre está reflejada en la parábola del sembrador (Mc 4,3-20). Los cuatro terrenos representan las diversas actitudes de opción del hombre, y entre ellas se encuentra la posibilidad de respuesta. Existe por tanto en el hombre una dualidad, su ser profundo lo lleva a la "vida"; sus tendencias destructivas a la "muerte" (Rom 8, 5-6). Normalmente la opción es anterior al encuentro con Jesús (Jn 3, 20s), el que obra con bajeza "odia" la luz y no se acerca a ella, en cambio el que obra con lealtad se acerca a la luz y es entonces cuando responde el Espíritu dándole capacidad y estabilidad. El hombre que ya había orientado su vida hacia los demás, al encontrarse con la figura de Jesús, le dará plenamente su adhesión y el que vive "solo para él", le rechazará. El Dios-Padre, que es todo amor, quiere compartirlo todo con el hombre, tanto su ser como su actividad. La gloria de este Dios-Padre es precisamente el pleno desarrollo de sus hijos.
UN DIOS SIEMPRE
DISPUESTO A PERDONAR...
El Dios-amor,
el Dios-Padre, es el que no castiga, sino que está siempre
dispuesto a perdonar (Mt 18, 21-25). Si es de esta manera el
comportamiento de Dios, el hombre no tiene ningún pretexto para
negar a nadie su perdón. En Dios no hay venganza ni rencor, como
en la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32). La alegría del
padre por la vuelta de su hijo es impresionante, ni siquiera deja
que su hijo termine las palabras de arrepentimiento que llevaba
preparadas. Para obtener el perdón solo se requiere el
reconocimiento del pecado, del daño o injusticia cometido contra
el amor. Si el hombre no rectifica su actitud no hay cauce
posible para el perdón, para el amor de Dios. Además, solo
puede ser perdonado quién está dispuesto a perdonar (Mt 6,12).
El amor que procede del Padre y se manifiesta en y por Jesús,
exige por su misma naturaleza la propagación y la comunicación
del mismo, el que se niega a comunicarlo se hace incapaz de
recibirlo.
UN DIOS PARA EL
QUE LA PALABRA "AMOR" SIGNIFICA SERVICIO...
Dios pone su
poder al servicio de la comunidad para propagar el amor y la vida
entre los hombres e ir creando una sociedad nueva. Jesús se hace
servidor de los suyos para darles su propia condición de
"señor", es decir, de hombres libres. (Jn 13,1). Es lo
que no termina de entender el apóstol Pedro (Jn 13,6-8), porque
no comprende lo que significa el amor y no capta el sentido del
servicio de Jesús. La práctica pues, del amor como servicio,
debe ser el distintivo de la comunidad cristiana (Jn 13,12-15).
Vemos como tanto el Padre como él, siguen trabajando por los
hombres (Jn 5,16-17). Mientras una parte de la humanidad tenga
hambre o sufra opresión e injusticia, no cesará el empeño de
Jesús para que la sociedad humana se vaya configurando de tal
manera que se favorezca el pleno desarrollo de todos los hombres.
Uno de los modos de servir a Dios era por medio del culto, los
sacrificios, las postraciones, ofrendas, la expiación de los
pecados, que subrayaban la inferioridad y dependencia del hombre.
La idea nueva del Dios-amor cambia también el concepto del
culto, en el NT se llama "culto" o "liturgia"
solamente a los ritos judíos o paganos (1), pero nunca se aplica
estas palabras a una celebración cristiana. Cuando el NT aplica
estos términos a los cristianos, liturgia, culto y sacrificio se
refieren a la vida misma (La excepción de Hch 13,2 se refiere a
una celebración de estilo judío). En el NT el culto a Dios no
se ejercita con ritos especiales, sino con el mismo vivir, ocupa
toda la existencia del hombre. Es un culto existencial, el hombre
se ofrece a sí mismo en su circunstancia histórica (Rom 12,1).
El culto es la entrega a los demás, es total y continuo e
implica la desaparición de los "lugares sagrados" (Jn
4, 21-24). Dios no quiere al hombre a su servicio, sino al
servicio de los demás hombres, "Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis unos a otros; igual que yo os he amado,
también vosotros amaos unos a otros"(Jn 13,34).
UN DIOS
RESPETUOSO CON LA LIBERTAD DEL HOMBRE...
Ante el dolor y
la miseria de tantos seres humanos ¿por qué Dios, si todo lo
puede, no hace nada para poner remedio? Parece como una
contradicción: si Dios es omnipotente, no es bueno, pues,
pudiendo suprimirlo no lo hace y si es bueno, no puede ser
omnipotente. Dios no quiere el mal, pero lo permite, aun pudiendo
evitarlo, para respetar la libertad del hombre. Pero Dios es amor
y nos deberíamos de preguntar: ¿es el amor omnipotente? Por una
parte la fuerza del amor ("vida") tiene una potencia
sin límites; por otra, el amor tiene efecto solamente si es
aceptado, es ofrecimiento, no imposición. El querer forzar una
respuesta de amor es hacer imposible al amor porque el amor
presupone la libertad de respuesta. La coacción impide el amor.
aunque una persona ame a otra con toda su alma; si la otra
permanece indiferente ante ese ofrecimiento ("amor"),
este no puede realizarse y muere. Para responder al amor de Dios
es necesario que el hombre esté libre de coacción. Un Dios de
terror, que amenaza con castigos, en vez de amor produce
hipocresía. Cuando no existe una actitud receptiva, la acción
del amor resulta imposible. Son los hombres los que han de
aprovechar libremente la posibilidad de salvación que Dios
ofrece en Jesús.
Notas:
(1) Lc 1,23;
2,37; Hch 7,41; 14,13; Rom 9,4; Heb 9,21.
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