EL
BAUTISMO
Pronunciada
en Jerusalén, trata sobre el bautismo. Toma pie de la Carta a los Romanos
6,3-4: ¿0 es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo esús,fuimos
bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados con el bautismo en la
muerte, etc. (Ro». 6,3-4).
Os
encamináis hacia el bautismo
1.
«¡Aclamad cielos, y exulta, tierra!» (Is 49,13) por aquellos a los que habrá
que asperger con el hisopo y que serán purificados con el hisopo intelectual
por la fuerza de aquel que en su pasión aceptó el hisopo y la caña (cf. Jn
19,29). Y alégrense las potencias de los cielos; prepárense las almas que
habrán de ser desposadas por el divino esposo, pues está escrito «voz del que
grita en el desierto: Preparad el camino del Señor» (Is 40,3; cf. Mt 3,3 par).
No se trata de algo sin importancia, ni de la unión ordinaria y temerosa de los
cuerpos, sino del Espiritu que todo lo escruta según la fe1 haciendo las
delicias de cada cual. Pues los desposorios y los acuerdos humanos no siempre se
hacen con el debido juicio, pues un esposo se inclina siempre con mayor rapidez
hacia donde parece haber riquezas o prestancia de la figura. Aquí, por el
contrario, no se mira a la hermosura de los cuerpos, sino a si existe una
conciencia experta en apercibir al alma; no se atiende a las riquezas de la
condenación sino a las que ha preparado la piedad.
Estar
bien dispuestos
2.
Por tanto, hijos de la justicia, dirigid vuestro modo de obrar a Juan, que
exhorta diciendo: «Rectificad el camino del Señor» Un 1,23). Quitad todos los
impedimentos y tropiezos para encaminaros derechos a la vida eterna. Por la fe
sincera del alma preparaos unos vasos limpios para recibir al Espíritu Santo.
Comenzad a lavar vuestros vestidos mediante la conversión para que, llamados al
tálamo del esposo, seáis hallados limpios. Pues el esposo llama a todos sin
distinción, ya que se trata de una gracia abundante2. Todos son reunidos por la
llamada en voz alta de quienes hacen el anuncio3, pero él discierne después
quiénes entran en esta boda que ya estaba prefigurada4. Que no suceda ahora que
alguno de los que dieron el nombre oiga aquello de: «Amigo, ¿cómo has entrado
aquí sin traje de boda?» (Mt 22,12). Ojalá se os conceda a todos vosotros
oír: «¡Bien, siervo bueno y fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo
mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor!» (Mt 25,21). Pues hasta ahora
os quedabais fuera de la puerta; que ahora podáis decir todos: «El Rey me ha
introducido en sus mansiones» (Cant 1,3). «Exulta mi alma en mi Dios, porque
me ha revestido de ropas de salvación y con la túnica de la alegría. Me ha
puesto, como un esposo, una diadema, como la novia se adorna con sus aderezos»
(Is 61,10) 5. Para que el alma de todos vosotros sea encontrada «sin que tenga
mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada» (Ef 5,27).
No me refiero a antes de que consigáis la gracia (pues habéis sido llamados
precisamente a recibir el perdón de los pecados), sino a que, cuando la gracia
se os conceda, no haya nada condenable en vuestra conciencia que se oponga al
bautismo.
Estar
preparados
3.
Pues se trata de una gran cosa, hermanos, y a ella debéis acercaros con
singular cuidado. Póngase cada uno de vosotros ante Dios en presencia de las
miríadas de los muchos ejércitos de los ángeles. El Espíritu Santo sellará
vuestras almas, pues habréis de ser seleccionados para la milicia del gran
rey6. Preparaos, pues, y estad dispuestos, no revestidos de blanquísimos
vestidos materiales, sino de un alma penetrada por la piedad7. No te acerques a
este lavatorio como si fuera pura y simplemente agua, sino por atención a la
gracia del Espíritu Santo, que se otorga conjuntamente con el agua. Pues los
dones que se ofrecen en los altares de los gentiles, al no ser otra cosa que lo
que son por naturaleza, quedan contaminados por la invocación de los ídolos.
Pero, en nuestro caso, el agua, al invocarse sobre ella al Espíritu Santo, a
Cristo y al Padre, adquiere la fuerza de la santidad8.
Renacer
en el cuerpo y el alma por el agua y el Espíritu
4.
Al estar el hombre compuesto de alma y cuerpo, la purificación es doble:
incorpórea para la parte no corporal, corporal para el cuerpo. Pues a la vez
que el agua limpia al cuerpo, así el Espíritu sella el alma, para que,
asperjados, con el corazón a través del Espíritu y, lavados por el agua,
también con el cuerpo tengamos acceso a Dios9. El descenderá al agua. Por eso
no debes fijarte en la pobreza del elemento material, pues habrás de recibir
con eficacia la salvación: sin ambas cosas no puedes recibir la salvación. No
soy yo quien lo dice, sino el señor Jesucristo, que es quien tiene la potestad
sobre este asunto, pues él dice: «El que no nazca de nuevo»10, añadiendo
«de agua y de Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Jn 3,5).
Tampoco posee perfectamente la gracia quien es bautizado con agua, pero no
recibe el Espíritu Santo. Incluso si alguien, estando instruido en las obras de
las virtudes, no recibe el sello a través del agua, tampoco entrará en el
reino de los cielos11. Esta afirmación parece atrevida, pero no es mía, pues
es Jesús quien la ha pronunciado: la prueba para ella tómala tú de la Sagrada
Escritura. Cornelio era hombre justo, tenido por digno de contemplar a los
ángeles, que adecuadamente había hecho llegar hasta Dios sus súplicas y sus
limosnas. Pedro vino hasta él y fue derramado el Espíritu sobre los que
creían, hablaron en lenguas y profetizaron (Hech 10,34.44) y, sin embargo,
después de esta gracia del Espíritu, dice la Escritura: «Y mandó (Pedro) que
fueran bautizados en el nombre de Jesucristo» (10,48)12, para que, una vez
regenerada ya el alma por la fe, también el cuerpo recibiese la gracia a
través del agua.
La
salvación a través del agua, en la historia de Israel
5.
AGUA/SV: Pero si alguien desea saber por qué razón se da
la gracia a través del agua, y no por algún otro elemento, lo averiguará
examinando las Escrituras. Ciertamente es gran cosa el agua, el más hermoso de
los cuatro elementos fundamentales del mundo13. Pues la morada de los ángeles
es el cielo; pero los cielos se componen de agua, la tierra es la sede del
hombre y también la tierra ha brotado de las aguas: formada antes de la
constitución en seis días de todas las cosas creadas, «el espíritu de Dios
aleteaba sobre las aguas» (Gén 1,2). Principio del mundo es el agua y
principio de los evangelios es el Jordán. La liberación del Faraón tuvo lugar
para Israel a través del mar: la liberación de los pecados la obtiene el mundo
por el lavatorio del agua en la palabra de Dios (cf. Ef 5,26). Donde quiera que
se establece una alianza entre quienes sea, allí interviene el agua. Fue
después de un diluvio cuando se sancionó la alianza con Noé (Gén 9,9). La
alianza con Israel se abordó desde el monte Sinaí, pero con lana escarlata e
hisopo (Hebr 9,19; cf. Ex 24,6-8)14. Elías fue tomado, pero no sin agua, pues
primeramente se acerca al Jordán, pero después penetra en el cielo en un carro
y transportado en un torbellino (2 Re 2,7,11). Primero se lava el sumo
sacerdote, y después ofrece el incienso, pues Aarón fue lavado antes de ser
hecho sumo sacerdote (cf. Lev 8,6). Pues, ¿cómo oraría por los demás el que
antes no hubiese sido purificado por el agua? Símbolo del bautismo era también
la pila colocada en el tabernáculo15 .
La
figura de Juan el Bautista
6.
El bautismo es el fin de la Antigua y el comienzo de la Nueva Alianza. Pues el
primer personaje importante fue Juan, el mayor entre los nacidos de mujer (cf.
Mt 11,11), que fue el último de los profestas: «Pues todos los profetas, lo
mismo que la Ley, hasta Juan profetizaron» (Mt 11,13). Pero él mismo fue el
comienzo de las realidades evangélicas. Dice, en efecto, «comienzo del
Evangelio de Jesucristo»,(Mc 1,1), indicando que es entonces cuando «apareció
Juan bautizando en el desierto» (1,4). Aunque recuerdes a Elías, el Tesbita,
el que, tomado al cielo, tampoco él es mayor que Juan. También fue
transportado Henoc, y tampoco es mayor que Juan. Moisés es mayor legislador y
todos los profetas son admirables, pero no son mayores que Juan. No es mi
intención hacer comparaciones entre profetas, pero tanto de aquellos como de
nosotros dijo el Señor Jesús: «No ha surgido entre los nacidos de mujer uno
mayor que Juan» (Mt 11,11), y no se refiere a nacidos de vírgenes, sino de
mujeres. Y si la comparación se hace entre consiervos y el siervo mayor, mucho
mayor es la superioridad y la gracia del hijo frente a los siervos. ¿Ves a qué
gran hombre eligió Dios como dador de esta gracia? Fue alguien que nada poseía
y era amante de la soledad, pero no aborrecía el trato con los hombres; comía
langostas, pero dejaba volar su alma (cf. Is 40,3031), saciaba su hambre con
miel, mientras hablaba palabras sabias y más dulces que la miel. Iba vestido
con pelo de camello, mientras daba en sí mismo ejemplo de vida ascética.
Cuando era gestado en el seno de su madre, fue santificado por el Espíritu
Santo (Lc 1,15). Del mismo modo fue santificado Jeremías (Jer 1,5), pero no fue
profeta ya antes de salir del útero. Sólo Juan saltó de gozo en el interior
del útero (Lc 1,44) y, al no ver con los ojos del cuerpo, reconoció en el
Espíritu a su Señor. Puesto que era grande la gracia del bautismo, grande
tenía que ser también su autor.
La
predicación de Juan
7.
Juan bautizaba en el Jordán y toda Jerusalén se acercaba hasta él gozando de
las primicias de los bautismos16. Es en Jerusalén donde tienen su comienzo
todos los bienes. Sabed vosotros, jerosolimitanos, cómo los que se acercaban se
dejaban bautizar por él. «Confesando sus pecados», dice (Mt 3,6).
Primeramente mostraban sus heridas, y después él aplicaba la medicina,
confiriendo a los que creían el rescate del fuego eterno. Si quieres que se te
demuestre que el bautismo de Juan libraba de la amenaza del fuego, óyele a él
mismo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que os
amenaza? (Mt 3,7). No seas, pues, víbora. Pero si has sido alguna vez raza de
víbora, despójate—está queriendo decir—de tu primitiva condición
pecadora. Pues si una serpiente, al sentir la angustia del envejecimiento,
cambia su piel y, renovándose, se rejuvenece con un nuevo cuerpo, también tu
debes entrar por la puerta estrecha (Mt 7,13-14) mediante el ayuno que te libra
de la perdición. Despójate del hombre viejo con sus obras (Col 3,9b) y di
aquello del Cantar de los Cantares: «Me he quitado mi túnica, ¿cómo
ponérmela de nuevo?». Pero tal vez hay entre vosotros algún simulador al
acecho del favor de los hombres, que simule piedad pero no crea de corazón,
sino que más bien imita la hipocresía de Simón Mago. Ese no viene hasta aquí
para recibir la gracia, sino para husmear qué se le va a dar. Escuche también
éste a Juan: «Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles. Todo árbol
que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego» (Mt 3,10). Suprime la
simulación, pues el juez es inexorable.
Dar
frutos de conversión
8.
¿Qué es, pues, lo que hay que hacer? ¿Cuáles son los frutos de la
penitencia? «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene» (Lc
3,11 )17 y «el que tenga para comer, que haga lo mismo». ¿Deseas disfrutar de
la gracia del Espíritu Santo, y no te consideras digno de los que son pobres en
alimentos sensibles? ¿Quieres las cosas grandes y no te comunicas en las
pequeñas? Aunque hayas sido publicado y te hayas dado a la fornicación, ten
esperanza en la salvación. «Los publicanos y las rameras llegan antes que
vosotros al Reino de Dios» (Mt 21,31). De ello es testigo también Pablo cuando
dice: «Ni los impuros, ni los idólatras, etc..., heredarán el Reino de Dios.
Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero habéis sido lavados, habéis sido
santificados» (I Cor 6,9-11). No dice: «Algunos habéis sido», sino «esto
habéis sido». Se puede perdonar el pecado cometido por ignorancia, pero será
condenando quien persevere en el mal.
Bautismo
«en Espíritu Santo y fuego»
9.
Para una mayor alabanza del bautismo tengo que referirme ya al mismo Hijo de
Dios, pues de los hombres no puedo ya decir nada. Grande es realmente Juan, pero
no si se le compara al Señor. Fuerte es su palabra, pero no en comparación con
la palabra del Verbo. ¿Qué es un ilustre portavoz en comparación al rey?
Bueno es quien bautiza en agua, pero ¿qué es en comparación con quien bautiza
en Espíritu Santo y fuego? (Mt 3,11). En Espíritu Santo y fuego bautizó el
Salvador a los apóstoles cuando «de repente vino del cielo un ruido como el de
una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se
encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y
se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo»
(Hech 2,2-4).
El
martirio puede ser bautismo
10.
Si alguno no recibe el bautismo, no obtiene la salvación. Sólo se exceptúan
los mártires que, incluso sin el agua, reciben el reino. Pero el que salvó al
mundo mediante la cruz dejó brotar sangre y agua de su costado traspasado (Jn
19,34), para que unos, en tiempos de paz, fuesen bautizados con el agua,
mientras otros, en épocas de persecución, fuesen bautizados con su propia
sangre. Pues también el Salvador dio al martirio el nombre de bautismo al
decir: «¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber, o ser bautizados con el
bautismo con que yo voy a ser bautizado?» (Mc 10,38)18. Y realmente los
mártires confiesan, convertidos en «espectáculo para el mundo, los ángeles y
los hombres» ( 1 Cor 4,9); también poco después confesarás tú. Pero no es
tiempo todavía de que oigas hablar de esto.
El
bautismo de Jesús
11.
Jesús santificó el bautismo cuando él fue bautizado. Si el Hijo de Dios se
hizo bautizar, ¿quién podrá despreciar el bautismo sin faltar a la piedad?
Pues no fue bautizado Jesús para recibir el perdón de los pecados (pues estaba
libre del pecado), sino que, a pesar de ello, fue bautizado para otorgar la
gracia y la dignidad Divina a quienes se bautizan. Pues «así como los hijos
participan de la sangre y de la carne, participó él también de las mismas» (Hebr
2,14), para que, hechos partícipes de su presencia corporal, también
tuviésemos parte en su gracia: para eso se hizo bautizar Jesús, para que por
ello la consiguiésemos, por la comunión en la misma realidad, junto con el
honor de la salvación. Según el libro de Job, había una bestia en las aguas
capaz de engullir el Jordán con su boca (cf. Job 40,15-24). Al tener que ser
machacadas las cabezas del dragón (Sal 74,14)19, descendiendo (Jesús) al agua,
ató al fuerte (cf. Mt 12,29) para que recibiésemos el poder de pisar sobre
serpientes y escorpiones (cf. Lc 10,19). Muy pequeña era la bestia, pero
horrenda. Ningún barco de pesca podría llevar siquiera una escama de su cola;
la perdición le precedía, infectando con su contagio a los que se encontraban
con ella20. Apareció la vida para frenar a la muerte, y para que pudiésemos
decir que hemos conseguido la salvación: «¿Dónde esta, oh muerte, tu
victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» (1 Cor 15,55). Pues por el
bautismo es destruido el aguijón de la muerte.
También
tú descenderás al agua del bautismo
12.
Desciendes al agua llevando los pecados, pero el alma queda sellada por la
invocación de la gracia. Ello te libra de ser absorbido por la bestia salvaje.
Has descendido muerto en tus pecados, pero asciendes vivificado en la justicia (Rm
6,11). Si has sido injertado en una muerte semejante a la del Salvador, también
serás considerado digno de su recurrección (Rm 6,5). Pues Jesús murió
tomando sobre sí todos los pecados del mundo para, tras aniquilar el pecado,
resucitarte en la justicia. También tú, descendiendo al agua, y sepultado en
cierto modo en ella como él estuvo en el sepulcro, eres resucitado caminando en
novedad de vida.
El
bautismo te dará la fuerza para la lucha
13.
Después, cuando Dios te haya concedido aquella gracia, te hará posible luchar
contra las potestades contrarias. Así como él, después del bautismo, fue
tentado durante cuarenta días. Y no porque no pudiese salir antes vencedor,
sino porque quería hacer todas las cosas ordenada y sucesivamente. También
tú, antes del bautismo, temías encontrarte con tus adversarios. Pero después
que has recibido la gracia, confiado en las armas de la justicia, lucha ahora y,
si quieres, anuncia el Evangelio.
Jesús
comienza tras el bautismo su tarea de evangelización
14.
Jesucristo era Hijo de Dios. Sin embargo, no evangelizaba antes de recibir el
bautismo. Si el mismo Señor administraba los momentos con un cierto orden,
¿acaso debemos nosotros, que somos siervos, atrevernos a algo fuera de ese
orden? Jesús comenzó su predicación cuando «descendió sobre él el
Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma» (Lc 3,22). No quiere decir
que Jesús fuese el primero en verlo (pues lo conocía antes de que apareciese
en forma corporal). Lo importante era entonces que lo viese Juan. Pues dice:
«Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquel
sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es...» (Jn
1,33)21. Y también sobre ti, si tienes una piedad sincera, descenderá el
Espíritu Santo y la voz del Padre descenderá desde lo alto sobre ti; no,
«Este es mi Hijo» (Mt 3,17), sino «Ese ha sido hecho ahora hijo mío»22.
Sólo de él (Jesús) se ha dicho: «En el principio existía la Palabra, y la
Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios» (Jn 1,1,). Es adecuado el
verbo es, puesto que el Hijo de Dios existe siempre. Pero lo adecuado para ti es
«ha sido hecho ahora», puesto que, el ser hijo, no lo eres por naturaleza,
sino que has conseguido por adopción el ser llamado hijo. El lo es desde toda
la eternidad, pero tú adquieres esa gracia como un don.
Convertirse
para hacerse bautizar y recibir el don del Espíritu Santo
15.
Prepara, pues, el receptáculo de tu alma para que seas hecho hijo de Dios, y
ciertamente heredero de Dios, coheredero de Cristo (Rm 8,17). Lo conseguirás si
te preparas para lograrlo: acercándote por la fe para conseguir una firme
convicción, dejando a un lado el hombre viejo. Pues se te perdonará todo el
mal que hayas hecho, la fornicación, el adulterio o cualquier otra clase de
maledicencia y pecado. ¿Qué mayor pecado que haber crucificado a Cristo? Pues
también esto lo expía el bautismo. Pues al acercase aquellos tres mil que
habían crucificado al Señor, les hablaba Pedro23 y, cuando preguntaron:
«¿Que hemos de hacer, hermanos?» (Hech 2,37), nos advertiste, oh Pedro, de
nuestra ruina, diciendo: «Matasteis al Jefe que lleva a la vida» (Hech 3,15).
¿Qué emplasto se colocará en la herida? ¿Cómo se limpiará tanta suciedad?
¿Cuál será la salvación para tanta perdición? Respondió él: «Convertíos
y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para
remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hech
2,38). ¡Oh inenarrable clemencia de Dios! No esperan salvación alguna, pero se
les agracia con el don del Espíritu Santo. Ya ves qué poder tiene el bautismo.
Si alguno de vosotros crucificó a Cristo con palabras blasfemas, o si alguno
por ignorancia lo negó ante los hombres o si, finalmente, alguno por sus malas
acciones hizo que se maltratase la verdad, ese tal conviértase y tenga
esperanza, pues la gracia permanece activa.
Confianza
en la misericordia de Dios
16.
«Confia, Jerusalén: el Señor suprimirá tus pecados» (Sof 3,14-15)24. «El
Señor limpiará la inmundicia de sus hijos e hijas, con viento justiciero y
viento abrasador» (Is 4,4). Derramará sobre vosotros agua pura y seréis
purificados de todo vuestro pecado (cf. Ez 36,25). Llegarán hasta vosotros los
coros angélicos y dirán: «¿Quién es ésta que sube del desierto, apoyada en
su amado?» (Cant 8,5). El alma que antes era esclava cuenta ahora al Señor
como su amado. Y éste, al recibirla, exclamará: ¡Qué bella eres, amada mía,
qué bella eres!... tus dientes, un rebaño de ovejas de esquileo» (Cant
4,1,2), ello como confesión que ha brotado del dictado de la conciencia. Y
también se dice: «Todos los partos serán dobles» (Cant 4,2), porque se trata
de una doble gracia: me refiero a que se consigue por el agua y el Espíritu, y
se anuncia en la antigua y en la nueva Alianza. Haga Dios que todos vosotros,
realizando este ayuno25 y teniendo bien en cuenta lo que se dice,
«fructificando en toda obra buena» (Col 1,10), manteniéndoos en pie ante el
Esposo con corazón irreprensible, consigáis el perdón de los pecados de parte
de Dios, a quien sea la gloria con el Hijo y en el Espíritu Santo por los
siglos. Amén.
........................
1.
Cirilo parece estar aludiendo al conocimiento que Cristo tiene de lo íntimo del
hombre y, por consiguiente, el conocimiento que de sí mismo y de los demás
tiene el que se acerca a Cristo de modo tan íntimo como puede serlo a través
del bautismo. En esta linea es útil recordar I Cor 2, quizá especialmente
2,10-16: «Porque a nosotros nos lo ha revelado Dios por medio del Espiritu; y
el Espiritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿qué
hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre que está en
él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espiritu de Dios.
Y nosotros no hemos recibido el espiritu del mundo, sino el Espiritu que viene
de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha otorgado, de las cuales
también hablamos, no con palabras aprendidas de sabiduría humana, sino
aprendidas del Espíritu, expresando realidades espirituales en términos
espirituales. El hombre naturalmente no capta las cosas del Espiritu de Dios;
son necedad para él. Y no las puede conocer, pues sólo espiritualmente pueden
ser juzgadas. En cambio, el hombre de espiritu lo juzga todo; y a él nadie
puede juzgarle. Porque "¿quién conoció la mente del Señor para
instruirle!" (Is 40,13). Pero nosotros tenemos la mente de Cristo».
2.
El bautismo es considerado aquí como gracia (cháris) o don.
3.
La expresión griega habla de «anunciadores» o, mejor, «pregoneros» (la
versión latina habla de pracconum), refiriéndose expresamente a quienes
anuncian el kerygma (megalofónon kerykon toné).
4.
Vid. procat., núm. 3.
5.
Se tiene en cuenta la versión de la Biblia deJerusalén, pero también el texto
mismo de las catequesis.
6.
Téngase en cuenta lo dicho ya varias veces sobre el «Carácter»,
referido al bautismo y a la confirmación (o ambos sacramentos a la vez). Para
la comprensión de toda la frase debe incluirse también el hecho de que el
«carácter» con el que se podía «sellar» en una tropa a los soldados era
expresión del compromiso de un soldado con su señor. En la patrística latina,
en la que Tertuliano pone definitivamente en circulación el término
sacramentum, este término proviene originariamente, con un importante matiz
religioso, del compromiso juridico-militar contraído por el soldado con su
jefe.
7.
Cf. cat. 4, núm. 18.
8.
Probablemente se está refiriendo Cirilo a la bendición del agua previa a la
administración propiamente dicha del bautismo. Puede referirse también
simplemente al hecho central de la colación del bautismo en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espiritu, pero es tal vez más probable lo anterior.
9.
Cf Hebr 10,22; «... Acerquémonos con sincero corazón, en plenitud de fe,
purificados los corazones de conciencia mala y lavados los cuerpos con agua
pura».
10.
Jn 3,3. Los editores del evangelio de Juan, de acuerdo con los códices, suelen
preferir la versión «de lo alto». Sin embargo, entre los Padres es
frecuentisima la idea del «nuevo nacimiento» (cf I Pe 1,3).
11.
Cf el caso, sin embargo, del bautismo de los mártires en el núm. 10 de la
presente catequesis.
12.
El razonamiento de Pedro había sido previamente (10,47): «¿Acaso puede alguno
negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espiritu Santo como
nosotros?». En esta acción de Pedro es también el sello del bautismo el que
reafirma el buen camino en que se encuentra Cornelio, lo cual ya había quedado
atestiguado por el descenso del Espiritu sobre él y su gente. Todo el episodio
y sus consecuenias es el bautismo de los primeros cristianos procedentes de la
gentilidad , en Hch 10,1-11,18. Un cierto parecido guarda el episodio más
tardío de Hch 19, 1 -7.
13.
Mención de la concepción filosófica, muy extendida en la antiguedad y ya
vulgarizada más que auténticamente defendida en la época de las catequesis de
Cirilo, según la cual son cuatro los elementos del mundo (aire, agua, tierra y
fuego). La cuestión es para el dogma cristiano prácticamente irrelevante
mientras no lleve a la negación del elemento espiritual del hombre. Alusión a
elementos fundamentales del mundo se encuentra en cat. 9, núm. 5.
Evidentemente, en ésta y en otras afirmaciones la concepción cosmológica del
mundo es antigua. Lo decisivo, no obstante, en las imágenes de Cirilo es el
simbolismo del agua bautismal que se expone inmediatamente a continuación.
14.
Alusión también, según el relato de Exodo, al rito de lo que seria la
Eucaristía a partir de la última Cena.
15.
Éx 40,7: «Pondrás la pila entre la Tienda del Encuentro y el altar, y
echarás agua en ella». La pila no se encuentra propiamente dentro del
tabernáculo, sino en el atrio del tabernáculo.
16.
Se prefiere dejar el plural «de los bautismos» del original, pues ayuda a
comprender la sustancial diferencia entre el «bautismo de conversión» deJuan
(Lc 3,2), que se queda más bien en los límites de lo simbólico, y la novedad
de la eficacia del bautismo de Jesús. Pero sería un error desconocer la
importancia real del bautismo de Juan.
17.
El mismo Cirilo hace aquí, como si se tratese de una nota, la siguiente
observación: «Creíble era aquel maestro, puesto que era el primero en
practicar lo que enseñaba y no hacia lo que le prohibía su conciencia».
18.
Como recuerda la nota de la Biblia de Jerusalén a Mc 10,38, «según la fuerza
original del término griego "bautizar", Jesús será
"sumergido" en un bautismo dc sufrimientos». En realidad el cristiano
sabe que, al hacerse bautizar, es sumergido en la muerte de Jesús. Cf. el
conocido pasaje Rom 6,3-11.
19.
Cf Ez 29,3, donde se menciona a «Faraón, rey de Egipto, gran cocodrilo,
recostado en medio de sus Nilos» (la imagen se prolonga en los versículos
siguientes; cf. Ez 32, 1ss.). Los textos de Ezequiel evocan la victoria en el
agua sobre Satanás. Desde ese punto «las cabezas machacadas del dragón»
pueden interpretarse como la victoria sobre el diablo que se consigue a través
del agua bautismal.
20.
Cf. la descripción del Leviatán en Job 40,25-41,26.
21.
Cirilo no transcribe completo Jn 1,33, que concluye: «... ése es el que
bautiza con Espiritu Santo».
22.
Vid. más abajo cat. 11l,9.
23.
Los «tres mil» es mención de Hech 2,41. Pero la aseveración de que éstos
«habían crucificado al Señor» supone las afirmaciones de Hch 2,23; «...
Vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos».
24.
La versión que se da de Sof responde a la forma como Cirilo cita al profeta.
25.
Se trata del ayuno de los cuarenta dias de la Cuaresma.
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