LOS
DIEZ DOGMAS
Pronunciada
en Jerusalén, trata de los «diez dogmas». Se parte de Col 2,8: Mirad nadie os
esclavice mediante la vana falacia de una filosofía, fundada en tradiciones
humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo1 .
Finalidad:
la catequesis sobre los dogmas es necesaria para evitar la desorientación
1.
El vicio imita a la virtud y la cizaña pretende pasar por trigo, porque en el
aspecto es ciertamente semejante al trigo, pero los entendidos la distinguen por
el gusto. También el diablo se transforma en ángel de luz (2 Cor 11,14), no
para volver a donde estuvo (pues su corazón es inflexible como un yunque, sin
posibilidad de un nuevo arrepentimiento), sino para envolver en la niebla de la
ceguera y en el pestilente estado de la incredulidad a quienes llevan una vida
semejante a la de los ángeles. Muchos van como lobos vestidos de oveja, pero
con uñas y dientes de otra clase: vestidos de piel suave, disfrazándose con
tal aspecto ante los sencillos, arrojan por sus dientes el mortal veneno de la
impiedad. Por eso nos es necesaria la gracia para observar con mirada vigilante
y aguda, no sea que, comiendo cizaña en lugar de trigo, caigamos en el vicio
por ignorancia o que, creyendo que es oveja quien es lobo, nos convirtamos en su
presa. Como también podría ser que, tomándolo por un ángel bienhechor,
cuando es en realidad el diablo artífice de la ruina, seamos devorados por él.
Pues «está rondando como león rugiente, buscando a quien devorar», como dice
la Escritura ( I Pe 5,8). Por esto hace la Iglesia sus advertencias; por esto se
imparte esta enseñanza; por este motivo se establecen estas lecturas.
Además
de las buenas obras, se requieren creencias correctas
2.
Pues la piedad consta de dos cosas, los sagrados dogmas y las buenas obras: ni
es agradable a Dios la doctrina sin buenas acciones, ni Dios acepta las obras
separadas de las creencias religiosas. ¿Qué utilidad tiene el recto sentir
acerca de Dios si se fornica deshonestamente? Y, a la inversa, ¿de qué sirve
obrar con pudor—lo que en sí es correcto si luego se blasfema impíamente?
Por consiguiente, es de gran valor el conocimiento que se pueda tener de los
dogmas. Para ello es necesario tener una mente vigilante, como quiera que hay
quienes obtienen su botín por medio de la filosofía y vanas falacias (Col
2,8). Los gentiles seducen a diversas realidades mediante un hablar suave, pues
«miel destilan los labios de la meretriz» (Prov 5,3). Y quienes provienen de
la circuncisión engañan a quienes se les acercan con falsas interpretaciones
de la sagrada Escritura (cf. Tit 1,10-11), comentándola desde su infancia hasta
su vejez y envejeciendo en la ignorancia de la realidad (cf. 2 Tim 3,7). Los
herejes, por su parte, engañan a los humildes mediante la blandura de su
lenguaje y la suavidad en el decir (cf. Rom 16,18), entrelazando con el dulce
nombre de Cristo los dardos envenenados de los decretos impíos. De todos ellos
a la vez dice el Señor: «Mirad que nadie os lleve a engaño» (Mt 24,4). Por
ello se entrega la doctrina de la fe y se hacen exposiciones de la misma2.
Se
procederá ordenadamente
3.
Pero antes de transmitiros aquello que pertenece a la fe, creo que haré bien
enunciando en un breve compendio los temas fundamentales de las verdades
necesarias, no sea que por las muchas cosas que hay que decir o por la misma
duración de toda la santa Cuaresma pierdan la memoria del conjunto quienes
entre vosotros tengan una mente más sencilla. Enumerando ahora por capítulos,
no olvidaremos lo que después se ha de tratar más ampliamente. Llévenlo con
paciencia los que tienen hábitos mentales más perfectos y unos sentidos más
ejercitados en la distinción entre el bien y el mal, pues oirán un exordio muy
simple y una introducción suave, para que a la vez obtengan provecho aquellos
que necesitan de la catequesis y quienes ya tienen ciencia se alegren de
recuperar en su memoria lo que ya sabían.
ACERCA
DE DIOS (dogma I)
4.
A modo de fundamento, establézcase firmemente en vuestra alma la verdad acerca
de Dios3. A saber, un Dios que es solamente uno, no engendrado4 por otro, y sin
nadie que vaya a sucederle, que no tuvo principio ni tendrá nunca fin, y que es
él mismo bueno y justo. Si alguna vez oyes a un hereje que diga que hay algún
otro que sea bueno o justo5, dándote cuenta al punto de la herejía, reconoce
el dardo envenenado. Algunos se atrevieron, mediante un discurso malévolo, a
dividir al Dios único: y unos dijeron que el autor y dueño del alma es otro
que el de los cuerpos, enseñándolo necia e impíamente. Pues, ¿cómo es
posible que un único hombre sea siervo de dos señores si dice el Señor en el
Evangelio: «Nadie puede servir a dos señores» (Mt 6,24)? Por consiguiente,
sólo hay un Dios, autor a la vez de las almas y los cuerpos. Uno es el creador
del cielo y de la tierra, hacedor de los ángeles y de los arcángeles,
artífice de las múltiples realidades, Padre desde la eternidad de su único
Hijo, Jesucristo, Señor nuestro, por quien hizo todo (cf. Jn 1,3) lo visible y
lo invisible (Col 1,16).
5.
El Padre de Nuestro Señor Jesucristo no está circunscrito a un lugar ni es
menor que el cielo, pero los cielos son obra de sus dedos (cf. Sal 8,4) y toda
la tierra se contiene en su puños. Está a la vez en el interior y fuera de
todas las cosas. Y no creas que el sol le supera a él en luminosidad o es
siquiera igual. Pues quien hizo el sol debe ser sin comparación mucho mayor y
luminoso. Tiene conocimiento previo de las cosas futuras y es más potente que
todas ellas, todo lo sabe y todo lo hace según su voluntad: no está sujeto a
la sucesión de las cosas ni a lo que marcan los astros, al azar o a la
necesidad del hado. Es perfecto en todas las cosas y posee por igual toda clase
de virtud. Ni disminuye ni se agranda, sino que se mantiene siempre igual y del
mismo modo. Ha preparado castigo a los pecadores y la corona a los justos.
6.
Ahora bien, puesto que muchos se han apartado de modos diversos del único Dios:
algunos hicieron Dios al sol para permanecer sin Dios durante la noche; otros a
la luna para no tener Dios durante el día; otros hicieron Dios a otras partes
del mundo; algunos a las artes y otros a los alimentos o a sus pasiones. Unos
enfermaron por el amor de las mujeres, otros consagraron a Venus una imagen
solemnemente colocada y, bajo esta apariencia visible, prestaron adoración a
los vicios y afectos de su alma. Hubo quienes, atónitos ante el fulgor del oro,
juzgaron que éste y otros materiales eran dioses7. Pero si alguno graba bien en
su interior la doctrina de que Dios es el principio único y cree en él de
corazón, impedirá el atropello y el ímpetu de los vicios de la idolatría y
del error de los herejes8. Por tanto, pon por la fe este primer dogma9 en tu
alma.
ACERCA
DE CRISTO (dogma II)
7.
Cree también en el solo y único Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, Dios
engendrado de Dios, engendrado como vida de la vida, como luz de luz, semejante
en todo al Padre10, que no comenzó a existir en el tiempo, sino que fue
engendrado desde la eternidad antes de todos los siglos y antes de todo lo que
se pueda pensar. El es la sabiduría, el poder de Dios y la justicia en
persona11, y está sentado a la derecha del Padre antes de todos los siglos.
Pues no fue coronado por Dios, como algunos pensaron después de su pasión ni
se sentó a su derecha como premio a su paciencia. En realidad tiene la dignidad
regia desde el comienzo de su existencia (aunque ha sido engendrado desde toda
la eternidad): siendo Dios, su sabiduría y su potestad, se sienta junto al
Padre, como ya se ha dicho; reina juntamente con el Padre y lo gobierna todo con
él. Nada absolutamente le falta de la dignidad divina12 y tiene un conocimiento
perfecto de aquel por quien ha sido engendrado como él es a su vez conocido por
quien le engendró (cf. Jn 10,15). Para decirlo en resumen, recuérdese lo
escrito en los Evangelios: «Nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce
al Padre sino el Hijo» (Mt 11,27).
8.
Pero no separes al Hijo del Padre ni creas, al relacionarlos, en una
«filio-paternidad» como mezcla de uno y otro. Cree, en cambio, en que es el
Hijo unigénito de Dios, Dios-Palabra antes de todos los siglos13. Pero no es
palabra que, una vez pronunciada, se perdió en el aire ni semejante a las
palabras que carecen de consistencia sólida y propia: es la Palabra-Hijo,
creador de quienes se sirven de la palabra y de la razón; es la Palabra que
escucha al Padre y habla él mismo. Si Dios lo permite, hablaremos de estas
cosas en su momentos, pues no nos olvidamos de nuestro plan, que es ahora
enumerar sólo los temas de una necesaria introducción a la fe.
LA
CONCEPCION VIRGINAL (dogma III)
9.
Cree también que el unigénito Hijo de Dios descendió del cielo a la tierra
por causa de nuestros pecados, asumiendo nuestra humanidad, sujeta a las mismas
debilidades a las que nosotros estamos sometidos; que nació de una santa
Virgen, y por obra del Espíritu Santo. Esta humanidad la asumió, no según una
apariencia o mediante algún tipo de ficción, sino de modo verdadero. Ni a
través de una virgen, como arrastrado a lo largo de un canal, sino habiéndose
encarnado verdaderamente desde ella (y verdaderamente alimentado de ella con
leche), comiendo y bebiendo además verdaderamente como nosotros. Porque si la
asunción de la naturaleza humana fue un fantasma (y un engaño visual),
también la salvación habría sido un engaño. (Doble era Cristo: hombre en lo
que podía verse, y Dios en lo que quedaba oculto)15. En cuanto hombre, comía
verdaderamente como nosotros, pues experimentaba estados corporales semejantes a
los nuestros; pero, en cuanto Dios, alimentaba con cinco panes a cinco mil
hombres (Mt 14,17-21). En cuanto hombre, murió verdaderamente, pero en cuanto
Dios llamó a la vida a un muerto ya de cuatro días (Jn 11,39-44). Como Dios,
caminó también tranquilamente sobre las aguas.
ACERCA
DE LA CRUZ (dogma IV)
10.
Fue verdaderamente crucificado por nuestros pecados16. Pero si quieres negarlo,
te convencerá este conocido lugar, este dichoso Gólgota en el que estamos
congregados por causa del que fue clavado en la cruz: todo el orbe está lleno
de los pedazos en que ha sido cortado el leño de la cruz. Pero no fue
crucificado por sus pecados, sino para que fuésemos liberados de los nuestros
propios. Fue entonces despreciado por los hombres, golpeado como hombre con
bofetadas (Mt 26,27). pero la creación lo reconoció como Dios, pues, al ver el
sol a Dios sujeto a la ignominia, se ocultó temeroso no pudiendo soportar el
espectáculo (Lc 23,45).
La
sepultura
11.
Se le colocó, como hombre, en un monumento en la roca (Mt 27,60), pero las
piedras, al temblar, se resquebrajaron (Mt 27,51). Descendió al sheol, para
rescatar allí a los justos17. ¿Querías acaso, te pregunto, que los vivos
gozasen de la gracia de Dios sin ser muchos de ellos santos? ¿Que no
consiguiesen la libertad quienes estaban prisioneros largo tiempo desde Adán?
El profeta Isaías anunció con voz excelsa muchas cosas acerca de él. ¿No
querías, pues, que el rey los liberase descendiendo con su anuncio? Allí
estaban David, Samuel y todos los profetas. E incluso el mismo Juan, que decía
por sus enviados: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» (Mt
11,3). ¿No desearías que, descendiendo, liberase a esos hombres?
LA
RESURRECCIÓN (dogma V)
12.
Pero quien había descendido a los infiernos18, subió de nuevo. Y Jesús, que
había sido sepultado, resucitó verdaderamente al tercer día. Si alguna vez te
sientes vejado por los judíos, replícales recordándoles que Jonás salió de
la ballena al cabo de tres días (Jon 2,1,11; Mt 12,40). Y si también un muerto
recobró la vida al contacto con los huesos de Eliseo (2 Re 13,21), ¿no habrá
de ser resucitado19 con mucha más facilidad el creador de los hombres? Por
tanto, realmente resucitó y, vuelto a la vida, se dejó ver de nuevo por los
discípulos, y los doce discípulos fueron testigos de la resurrección (Hech
2,32; 3,15; cf. 1 Cor 15,5), los cuales dieron testimonio de la resurrección no
sólo con sus palabras, sino llegando hasta los suplicios y la muerte con la
esperanza de una verdadera resurrección. Ciertamente «por declaración de dos
o tres testigos será firme una causa», según la Escritura (Dt 19,15; cf. Mt
18,16). Y siendo doce los que testifican acerca de la resurrección de Cristo,
¿sigues todavía sin creer en ella?
La
Ascensión20
13.
Una vez que Jesús terminó el curso de sus sufrimientos y liberó a los hombres
de sus pecados, ascendió en una nube (Hech 1,9) recogido de nuevo en los
cielos; los ángeles estaban junto al que ascendía y los apóstoles
contemplaban. Pero si alguien desconfía de lo que decimos, crea en virtud y por
el poder de las cosas que ahora se ven. Pues cuando los reyes mueren, pierden
con la vida su poder, pero Cristo crucificado es adorado por todo el orbe21.
Anunciamos a un crucificado y tiemblan los demonios. Muchos han sido en las
diversas épocas clavados a una cruz. Pero ¿acaso hizo huir al demonio la
invocación de algún otro crucificado que no fuese él?
14.
Por consiguiente, no nos avergoncemos de la cruz de Cristo y, si ves a alguien
que la esconda, haz tú con ella la señal en tu frente para que los demonios,
viendo el signo regio, huyan lejos aterrados22. Haz este signo al comer y al
beber, cuando te sientes, te acuestes y te levantes, al hablar y cuando estés
andando; en una palabra, en toda circunstancia. Pues aquel que aquí fue
crucificado, está ahora arriba en los cielos23. Pues si, después de
crucificado y sepultado, se hubiese quedado en el sepulcro, tal vez habría que
ruborizarse; pero el que fue clavado en el Gólgota a la cruz, desde la tumba
mirando al Oriente en el monte de los Olivos (Zac 14,4) ascendió en el monte al
cielo (Lc 24,50-51; Hech 1,12: «Desde el monte llamado de los Olivos»).
Descendiendo de la tierra a los infiernos24 y vuelto de allí hasta nosotros,
retornó desde nosotros de nuevo al cielo, aclamándole el Padre y diciendo:
«Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus
pies» (Sal 110,1).
EL
JUICIO VENIDERO (dogma VI)
15.
Este Jesucristo que ascendió vendrá de nuevo del cielo, no de la tierra. He
dicho «no de la tierra», pues de la tierra sí han de venir en este tiempo
muchos anticristos (cf. I Jn 2,18). De hecho, como veis, muchos han comenzado a
decir25: «Yo soy el Cristo» (Mt 24,5), después de lo cual ha de venir la
«abominación de la desolación» (Mt 24,15 par.; cf. Dn 9,27; 11,31; 12,11),
usurpando para sí en falso el nombre de Cristo. Pero tú—hazme el favor— no
esperes que el verdadero Cristo, Hijo unigénito de Dios, tenga que venir de la
tierra, sino de los cielos, y habrá de ser visto por todos con el máximo
fulgor y el máximo resplandor, rodeado de una escolta de ángeles, para juzgar
a vivos y muertos. Así obtendrá el reino celeste, sempiterno y carente de todo
fin. Ten certeza de todo esto y sé cauto cuando muchos digan que se acerca el
final del reino de Cristo.
EL
ESPIRITU SANTO (dogma VII)
16.
Cree también en el Espíritu Santo y piensa de él lo que has aceptado del
Padre y del Hijo, y no según los que enseñan cosas erróneas sobre él26.
Aprende por tanto que este Espíritu Santo es uno y, además, indiviso y
omnipotente. Al realizar muchas cosas, no obstante, no se divide. Conoce los
misterios, todo lo escruta, hasta las profundidades de Dios; descendió sobre el
Señor Jesucristo en forma de paloma (cf. Lc 3,22), había estado actuante en la
ley y los profetas, pero también ahora sella tu alma con ocasión del
bautismo27: de su santidad necesita ahora toda la naturaleza racional y, si
alguien se atreviere a blasfemar contra él, no se le perdonará ni en este
mundo ni en el venidero (Mc 3,29 par.). Juntamente con el Padre y el Hijo posee
el honor y la gloria de la divinidad; también de él necesitan los tronos y las
dominaciones, los principados y las potestades28. Pues sólo hay un Dios, Padre
de Cristo; y hay un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios; y un solo
Espíritu Santo, que todo lo santifica y lo deifica, y que habló en la Ley y
los Profetas, en la antigua y en la nueva Alianza.
17.
Ten siempre esta señal en tu mente, pues a ella se le está anunciando todo
esto de modo sumario; pero si Dios lo permite, todo lo explicaremos más
ampliamente, según nuestras fuerzas, demostrándolo según las Escrituras.
Pues, acerca de los divinos y santos misterios de la fe, no debe transmitirse
nada sin las Sagradas Escrituras, ni deben aducirse de modo temerario cosas
simplemente probables y apoyadas en argumentos construidos con palabras
artificiosas. Y no creas, pues, que voy a proceder de este modo, sino probando
por las Escrituras lo que te anuncio. Pues esta fe, a la cual debemos nuestra
salvación, no recibe su fuerza de los comentarios y las disputas, sino de la
demostración por medio de la Sagrada Escritura.
SOBRE
EL ALMA (dogma VIII)
18.
Tras el conocimiento de esta venerable, gloriosa y santísima fe, debes
conocerte también a ti mismo: ¿Quién eres tú?29. Como hombre, tú has sido
hecho compuesto de alma y cuerpo y, según se ha dicho poco antes30, el mismo
Dios es autor de tu alma y de tu cuerpo. Debes saber también que tienes un alma
libre que es obra maestra de Dios, hecha a imagen de su creador: inmortal por
causa de Dios que le confiere la inmortalidad; un ser vivo dotado de razón y
libre de la corrupción por causa de quien le otorgó todo ello; con capacidad
de hacer lo que desee. HOROSCOPO/ASTROLOGO:
Pues tú no pecas por la posición de los astros cuando naciste31 ni te ves
enredado en la fornicación de modo fatal, ni tampoco, según deliran algunos,
te fuerza la conjunción de los astros a caer en la lascivia contra tu voluntad.
¿Por qué, al no querer reconocer tus propios males, atribuyes tu culpa a los
astros inocentes? Y no me hables, después de todo esto, de los astrólogos,
pues dice de ellos la Escritura: «Que vengan ahora y que te salven los que
hacen la carta del cielo», para añadir poco más abajo: «Helos ahí como
briznas de paja, que serán consumidos por el fuego; no podrán escapar de los
brazos de las llamas» (Is 47,13,14). 19. Pero aprende también esto: antes de
que el alma viniese a este mundo, no cometió pecado. Pero habiendo venido
inocentes, pecamos ahora voluntariamente32. No pienses que estoy interpretando
mal aquello de: «Pero si hago lo que no quiero...» (Rm 7,16), sino recuerda
aquello otro: «Si vosotros queréis, si sois dóciles, comeréis los bienes de
la tierra; si no queréis y os rebeláis, seréis devorados por la espada» (Is
1,19-20) y, por otra parte: «Como ofrecisteis vuestros miembros al servicio de
la impureza y de la iniquidad para la iniquidad, así ahora entregad vuestros
miembros al servicio de la justicia para la santidad» (Ro». 6,19). Acuérdate
también de lo que dice la Escritura: «Como no tuvieron a bien guardar el
verdadero conocimiento de Dios...» (Rm 1,28) y «lo que de Dios se puede
conocer, está en ellos manifiesto» (Rm 1,19) y, por otra parte, «han cerrado
sus ojos» (Mt 13,15, citando Is 6,9-10). Acuérdate de Dios cuando increpa y
dice: «Yo te había plantado de la cepa selecta, toda entera de simiente
legítima. Pues, ¿cómo te has mudado en sarmiento de vid bastarda?» Jer
2,21).
20.
El alma es inmortal. Y son semejantes todas las almas: tanto de los hombres como
de las mujeres. Sólo son diferentes los miembros de los cuerpos. No existe una
clase de almas pecadoras por naturaleza y otras que actúen debidamente, pues
todas actúan según su voluntad y el albedrío de cada una, mientras no hay
diversidad en la sustancia de las almas y es semejante en todas ellas.
En
fin, me doy cuenta de que he dicho muchas cosas y que se nos está pasando el
tiempo. Pero, ¿qué deberá anteponerse a la salvación? ¿No serás capaz de
esforzarte un poco para obtener fuerzas frente a los herejes? ¿Y no quieres
conocer los desvíos del camino para no caer, por imprudencia, en el precipicio?
Quienes estas cosas te enseñan, no piensan obtener la más mínima ganancia con
que tú las aprendas. Y tú, que eres el que las aprendes, ¿no deberás acoger
de buen grado la multitud de cosas que se dicen?
21.
El alma es libre y dueña de sí misma. El diablo puede ciertamente sugerir,
pero no puede forzarla a actuar privándola de la voluntad. Cuando viene a ti el
pensamiento de la fornicación, si quieres, lo admites, pero no si lo rechazas.
Pues si tuvieras necesariamente que fornicar, ¿por qué motivo habría
preparado Dios la gehenna? Si por naturaleza hace lo recto, y no libremente,
¿con qué fin habría dispuesto Dios premios inefables? Mansa es la oveja, pero
nunca ha sido coronada por su mansedumbre, puesto que esa mansedumbre no le
viene por determinación de su voluntad, sino por su modo de ser.
SOBRE
EL CUERPO (dogma IX)
22.
Ya has oído, querido, bastantes cosas acerca del alma; si puedes, escucha ahora
también acerca del cuerpo. Y no pienses lo que algunos dicen de que el cuerpo
no lo ha hecho Dios, y creen que el alma habita en él como en un recipiente que
le es ajeno, inclinándose por tal motivo a la práctica de la fornicación33.
¿Qué es lo que ellos recriminan al cuerpo admirable? ¿Qué es lo que le falta
de decencia y armonía? ¿Qué es lo que carece de estética en su estructura?
¿No deberán caer en la cuenta tanto de la espléndida configuración de los
ojos como de la posición oblicua de los oídos, para poder oír sin dificultad,
o del olfato capaz de distinguir olores o también los aromas suaves, o en la
doble capacidad de la lengua para gustar de las cosas y para poder hablar, sin
olvidar la capacidad pulmonar para respirar el aire sin cesar? ¿Quién dio al
corazón su movimiento continuo? ¿Quién anudó los nervios a los huesos de
modo tan sabio? ¿Quién asignó una parte del alimento a la reparación de las
fuerzas de la naturaleza, destinando otra a la defecación, haciendo cubrir
pudorosamente las partes menos nobles? ¿Quién es el que hizo que la débil
naturaleza humana pudiese perpetuarse mediante una sencilla unión?
23.
Y no me digas que el cuerpo es causa del pecado34. Pues si el cuerpo es la causa
del pecado, ¿por qué no pecan los muertos? Coloca una espada a la derecha de
un hombre que haya muerto hace poco, no matará a nadie. Ya pueden desfilar,
ante un joven recientemente muerto toda clase de hermosuras; no experimentará
ninguna lascivia. ¿Por qué? Porque el cuerpo no peca por sí mismo; es el alma
quien peca por medio del cuerpo. El cuerpo es como el instrumento del alma, como
si fuese vestido y su abrigo: se hace inmundo si es ella la que lo mueve a la
fornicación; pero si se une a un alma santa, se convierte en templo del
Espíritu Santo. Y no lo digo esto yo, sino el apóstol Pablo: «¿No sabéis
que vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros?» (I
Cor 6,19). Respeta, por tanto, tu cuerpo como templo del Espíritu Santo. No
manches tu carne con la fornicación; no ensucies este vestido tuyo
hermosísimo. Pero si lo ensuciaste, lávalo ahora por la penitencia: hazlo
mientras todavía hay tiempo.
24.
En lo referente a la castidad, ponga atención sobre todo el orden de los monjes
y de las vírgenes35, que viven en el mundo una vida semejante a la de los
ángeles, pero escuche también todo el pueblo de la Iglesia. Grande es,
hermanos, la corona que os está preparada y, para que no cambiéis tan gran
dignidad por un placer mezquino, oíd al Apóstol cuando dice: «Que no haya
ningún fornicario o impío como Esaú, que por una comida vendió su
primogenitura» (Hebr 23,26). Y, escrito en los libros evangélicos tu nombre a
causa del propósito de pureza, cuida de que después no se tenga que borrar a
causa de la torpeza cometida.
25.
Tampoco debes, si cumples perfectamente el deber de la castidad, engreírte
frente a los que, unidos en matrimonio, siguen un inferior estado de vida. Como
dice el Apóstol, «tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal
sea inmaculado» (Hebr 13,4). Además, tú que vives íntegramente la castidad,
¿acaso no has nacido de padres casados? No porque poseas oro, desprecies la
plata, sino que posean esperanza plena también los que viven legítimamente en
matrimonio, puesto que no viven licenciosamente su unión en la pasión y el
desenfreno, sino de acuerdo con lo que debe ser, concediéndose a veces tiempos
para dedicarse a la oración (cf. I Cor 7,5); estos tales ofrecen sus cuerpos
puros, juntamente con su vestimenta, en las asambleas de la Iglesia, pues
contrajeron nupcias no por disfrutar de las pasiones, sino por la procreación
de los hijos.
26.
No hay que reprobar, defendiendo un matrimonio único, a quienes se deciden por
segundas nupcias. Pues aunque la continencia es cosa hermosa y admirable tampoco
hay que ignorar la debilidad de la carne, lo que se puede remediar con un
segundo matrimonio. El Apóstol dice, en efecto: (A los débiles y a las viudas)
«bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden contenerse, que se casen;
mejor es casarse que abrasarse» (I Cor 7,8-9). Y deséchese todo lo demás, la
fornicación, el adulterio y toda clase de lascivia; pero consérvese el cuerpo
puro para el Señor, para que también el Señor respete el cuerpo. Nútrasele
(al cuerpo) con alimentos para vivir y dénsele los cuidados adecuados, pero no
para que se entregue a los placeres.
Sobre
los alimentos
27.
Estas deben ser vuestras normas sobre los alimentos; de hecho hay muchos que
tienen problemas con esa cuestión. Pues unos se manejan sin problemas con lo
sacrificado a los ídolos, otros se abstienen, por razones de práctica de la
vida ascética, de algunas de las cosas ofrecidas y condenan a quienes las
comen36, y así se mancha de modos diversos el alma de algunos con respecto a
los alimentos (I Cor 8,7), al ignorar las causas válidas para comer o
abstenerse. Ayunamos de vino y nos abstenemos de carnes, no porque por motivos
religiosos los aborrezcamos, sino en la expectativa de la gratuidad, de modo
que, despreciando lo sensible, gocemos del banquete espiritual y verdadero. De
modo también que, sembrando ahora en lágrimas, recojamos la cosecha de la
alegría en el mundo venidero (cf. Sal 126,5-6). No despreciéis, por tanto, a
los que comen, pues toman alimento por la debilidad de sus cuerpos; tampoco
reprendas a los que toman un poco de vino por su estómago y sus frecuentes
enfermedades37, ni los condenes como pecadores; tampoco odies las carnes, pues
algunos tales había conocido el Apóstol cuando decía que «prohiben el
matrimonio y el uso de alimentos que Dios creó para que fueran comidos con
acción de gracias por los creyentes» (I Tim 4,3). Por consiguiente, si tú te
abstienes de estas cosas, no lo hagas como si fuese abominable, pues si así
fuese no obtendrías la gracia; más bien déjalas, aun siendo buenas, por lo
más auténtico que se te propone, que es mucho mejor.
28.
Evita totalmente comer lo que fue ofrecido a los ídolos, pues no se trata de
que lo diga yo actualmente, sino que de tales alimentos se preocuparon los
mismos Apóstoles y, en aquella época, incluso Santiago, obispo de esta
Iglesia; pues los apóstoles y presbíteros escribieron una epístola a todos
los gentiles con la finalidad de que se abstuviesen primera y principalmente de
lo inmolado, pero también de la sangre y de lo ahogado (Hech 15,2029)38. Pues
muchos hombres de fiera índole que viven como perros lamen la sangre como
bestias salvajes y se hinchan de animales ahogados. Pero tú, que eres siervo de
Cristo, observa esto cuando comas para hacerlo piadosa y religiosamente. Con
esto basta acerca de los alimentos.
Sobre
el vestido
29.
Lleva un vestido sencillo, y no como ornato sino para cubrirte lo necesario; no
para deleitarte con molicie, sino para calentarte en invierno y cubrir
pudorosamente tu cuerpo; pero no caigas en la complicación innecesaria del
vestido, con el pretexto de que te has de cubrir, o en cualquier otra necedad.
SOBRE
LA RESURRECCIÓN (dogma X)
30.
De este cuerpo usa, por favor, moderadamente; sábete que habrás de ser
resucitado de entre los muertos para ser juzgado precisamente con ese cuerpo39.
Pero si te viniere cualquier pensamiento de desconfianza, como si ello no
pudiese suceder, juzga por otras cosas tuyas que tampoco parecen reales. Pues
tú mismo, dime, piensa dónde estabas hace cien años o más. Y, si partiste de
ser una realidad tan pequeña y vil, ¿cómo es que has llegado a tal desarrollo
con tal armonía de tu figura externa? El que hizo que existiera lo que no
existía anteriormente, ¿acaso no podrá resucitar a lo que ya fue y murió? El
que cada año, en favor nuestro, levante el trigo que, sembrado, perece y se
pudre, ¿tendrá dificultad en resucitarnos a nosotros mismos por quienes él
mismo resucitó? Ves cómo los árboles se mantienen ahora durante tantos meses
sin fruto y sin hojas; pero todos ellos, pasado el invierno, recobran la vida
tras haber estado como muertos. ¿No seremos nosotros, mucho más y mucho más
fácilmente, llamados de nuevo a la vida? La vara de Moisés se transformó, por
voluntad de Dios, en algo muy diferente de ella misma, en una serpiente. ¿No
podrá, pues, el hombre caído en la muerte ser restituido a sí mismo?
31.
No hagas caso de los que dicen que no resucita este cuerpo, pues resucitará.
Testigo de ello es Isaías cuando dice: «Resucitarán los muertos, y se
levantarán los que están en los sepulcros» (Is 26,19)40 y, según Daniel:
«Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para
la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno» (Dan 12,2).
Por
lo demás, la resurrección es para todos los hombres, pero no será para todos
igual. Pues todos recibiremos cuerpos eternos, pero no todos iguales. Los justos
lo recibirán para unirse eternamente al coro de los ángeles, y los pecadores
para sufrir eternamente las penas por sus pecados.
El
bautismo
32.
Por todo lo cual, el Señor, por su bondad para con los hombres, les concedió a
éstos la conversión del bautismo, para que, arrojando la mayor parte del peso
de los pecados, e incluso todo el lastre (cf. Hebr 12,1), por la obtención del
sello por medio del Espíritu Santo lleguemos a ser herederos de la vida eterna.
Pero, puesto que ya antes hablamos suficientemente acerca del bautismo, pasemos
ahora a los temas de instrucción que quedan.
LAS
SAGRADAS ESCRITURAS (dogma XI)
33.
Todo esto nos lo enseñan las Escrituras de la antigua y de la nueva Alianza,
inspiradas por Dios. Uno mismo es el Dios de ambas alianzas, que en la antigua
preanunció que Cristo se manifestaría en la nueva y que nos condujo por la Ley
y los Profetas como pedagogo hasta Cristo. «Antes de que llegara la fe,
estábamos encerrados bajo la vigilancia de la Ley» (Gál 3,23), y «la Ley ha
sido nuestro pedagogo hasta Cristo. Pero si alguna vez oyes a alguno de los
herejes denigrando a la Ley o los profetas, replícale con aquella palabra
saludable que dice: «No vino Jesús a abolir la Ley, sino a cumplirla»41.
Aprende también de la Iglesia con afán cuáles son los libros del Antiguo
Testamento y cuáles del Nuevo, y hazme el favor de no leer ninguno de los
apócrifos42, Pues si no estás al tanto de lo que todo el mundo conoce y
confiesa, ¿por qué pierdes lastimosamente el tiempo con cuestiones dudosas y
controvertidas? Lee las Sagradas Escrituras, o sea, estos veintidós libros del
Antiguo Testamento que tradujeron los setenta y dos intérpretes43.
34.
BI/VERSION-SETENTA: Después que murió
Alejandro, rey de los Macedonios, dividido su reino en cuatro principados,
Babilonia, Macedonia, Asia y Egipto, uno de los que reinaron en Egipto, Ptolomeo
Filadelto, príncipe estudiosísimo de las letras, hacía acopio de libros de
cualesquiera lugares. Oyó hablar a su bibliotecario Demetrio Falereo sobre las
Escrituras de la Ley y los Profetas. Pensaba rectamente que por la fuerza no se
obtienen los libros, sino que uno se gana a sus poseedores más bien por los
regalos y la amistad. Sabiendo que, al forzar violentamente, lo que se da contra
la voluntad propia queda frecuentemente corrompido por el engaño, mientras que
lo que se enseña de modo espontáneo se regala con toda sinceridad, envió al
entonces sumo sacerdote Eleazar numerosos presentes para adornar el templo de
Jerusalén, haciendo venir a él a seis hombres por cada una de las doce tribus
de Israel. Después, con la finalidad de comprobar si los libros estabano o no
inspirados por Dios, buscando que los intérpretes enviados no se pusiesen de
acuerdo entre sí, los hizo colocar a cada uno de ellos en estancias propias en
donde está el Faro de Alejandría44, ordenando a cada uno traducir toda la
Escritura. Terminaron el trabajo en el lapso de setenta y dos días, y el rey
reunió todas las versiones, elaboradas en lugares separados y sin contacto
entre los autores, comprobando que coincidían completamente no sólo en cuanto
al sentido, sino en los términos mismos. La obra, pues, no era una creación
verbal ni artificio de humanos sofismas, sino una versión de las Sagradas
Escrituras, dictadas por el Espíritu Santo y con la inspiración de ese mismo
Espíritu.
35.
Lee, pues, los veintidós libros, pero no quieras saber nada de los apócrifos.
Medita y estudia sólo aquellos, que son los que en la Iglesia leemos con
confianza cierta; mucho más prudentes y piadosos que tú eran los Apóstoles,
así como los antiguos obispos de la Iglesia que nos los transmitieron; por
tanto, tú, que eres hijo de la Iglesia, no conculques sus leyes. Medita en
serio los veintidós libros del Antiguo Testamento, cuyos nombres esfuérzate en
grabártelos de memoria tal como te los diré ahora. Los cinco primeros son los
libros de la Ley, de Moisés: Génesis, Exodo, Levítico, Números,
Deuteronomio. Después, cl libro de Josué y el de los Jueces, el séptimo y que
se considera conjuntamente con Rut. De los restantes libros históricos, el
primero y segundo de los Reinos se consideran uno entre los hebreos, y lo mismo
sucede con el tercero y el cuarto45. De modo semejante sucede entre ellos con el
primero y el segundo de los Paralipómenos, a los que consideran un único
libro; también los dos libros de Esdras46 son contados como uno. El de Ester es
el libro duodécimo. Estos son los históricos. Cinco están escritos en verso:
Job, el libro de los Salmos, Proverbios, Eclesiastés y el Cantar de los
cantares, que es el libro diecisiete. Siguen cinco proféticos: un libro de los
Doce profetas47 y la Epistola48, más los libros de Ezequiel y Daniel, el
vigésimo segundo del Antiguo Testamento.
36.
Los Evangelios del Nuevo Testamento son sólo cuatro, pues los demás son
apócrifos y perjudiciales. También los maniqueos escribieron un «Evangelio
según Tomás» que, revestido del buen olor de la denominación de
«Evangelio», corrompió las almas de la gente más sencilla. Acepta también
los Hechos de los doce Apóstoles y, además, las siete epístolas católicas de
Santiago, Pedro, Juan y Judas. Por fin, lo que sirve a todos de señal y es obra
última de los discípulos: las catorce epístolas de Pablo. Todo lo demás
déjese fuera, en un segundo plano. Todo aquello que no se lee en las Iglesias,
tampoco lo leas privadamente, como ya oíste49. Pero de todo esto ya es
suficiente.
37.
Huye de toda maquinación diabólica y no creas al dragón caído, que por
propia voluntad mudó en otra su naturaleza buena; es capaz de persuadir a
quienes consientan en ello, pero no puede quitar a nadie su libertad. Tampoco
hagas caso de las predicciones de los astrólogos ni a quienes observan las
aves, como asimismo tampoco escuches a cualquiera ni a las imaginativas
adivinaciones de los griegos. A los filtros mágicos, los encantamientos y las
perniciosas evocaciones de los muertos ni siquiera les prestes oído. Apártate
de toda clase de intemperancia, y no te des a la gula ni ames la voluptuosidad.
Manténte por encima de toda avaricia y usura. No asistas a los espectáculos de
los gentiles. No utilices nunca amuletos en caso de enfermedad. No frecuentes
ninguna taberna puerca o sórdida. Tampoco practiques la religiosidad samaritana
o judía, pues para algo superior te liberó Jesucristo. Manténte alejado de
toda observancia del Sábado y no consideres puros o limpios a alimentos que de
por sí son indiferentes. pero sobre todo odiarás todas las reuniones de los
herejes infractores; pon todos los medios para favorecer tu alma con los ayunos,
las limosnas y las lecturas de los oráculos divinos para que, por la
temperancia y la guarda de los sagrados dogmas, goces, por el tiempo que te
quede de vivir en la carne, de la única salvación, la cual se otorga por el
bautismo. Y así, adscrito por Dios Padre al ejército celestial, merezcas
también la corona del cielo: en Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
........................
1.
El título de la catequesis expresa perfectamente su contenido, pues se trata de
exponer nuclearmente diez «contenidos» de la fe, que pueden enunciarse así:
Dios, Cristo, nacimiento virginal, la cruz, la resurrección, la segunda venida
de Cristo, el Espíritu Santo, el alma, el cuerpo, la resurrección del hombre,
las sagradas Escrituras. En esta enumeración, el tema de la Escritura sería el
undécimo de los expuestos. Si se cuenta de este modo, estamos ante once, y no
ante diez dogmas. Por eso algunos códices hablan de catequesis «de los once
dogmas». La exposición de cada uno de los dogmas puede con frecuencia a su
vez, de acuerdo con el contenido, subdividirse de modo diverso. Pero esto son
cuestiones secundarias. Más importante es señalar la importancia que se da al
«dogma» en estas catequesis de Jerusalén, elaboradas veinte años después
del concilio de Nicea. Representan un importante testimonio del edificio
dogmático que se desprende de aquel primer concilio ecuménico. Por ello y
porque el conjunto de estas catequesis siempre respeta la estructura dogmática
cronológicamente previa a ellas, pero posterior al Nuevo Testamento, las
catequesis de Cirilo son no sólo un testimonio catequético importante, sino un
reflejo de la fe dogmática y objetiva (lo que los teólogos han llamado fides
quae) de la Iglesia de su época. Más observaciones concretas se harán en las
notas que se añaden. Como observaciones generales son importantes las que se
contienen en PG 33,449-454.
2.
El original griego habla de la «enseñanza (didaskalia) de la fe» en lo cual
se hace «exégesis». En último término, ésta y las siguientes catequesis se
apoyan, en cuanto a sus contenidos, en el «Símbolo», el Credo en el que se
agrupan las afirmaciones de la fe «objetiva».
3.
Como «verdad» acerca de Dios se ha traducido aquí la palabra griega
«dogma».
4.
O «ingénito», sin origen en momento determinado alguno.
5.
Quizá es útil recordar aquí Mt 23,8-10.
6.
Vid, las poéticas expresiones de Is 40,12.
7.
Por la descripción detallada y drástica del pecado, este pasaje recuerda la
que Pablo hace en Rom 1,18-32.
8.
Toda esta insistencia en que Dios es el único recuerda el credo bíblico
contenido en el «Escucha, Israel» de Dt 6,4-9.
9.
Se continúa utilizando la terminología adoptada al principio del punto 2.
10.
«Semejante en todo», homoíon katá pánta. El término "homoíon'' se
encontró en el núcleo de la condena del arrianismo por el concilio de Nicea,
no demasiados años antes de ser pronunciadas las presentes catequesis La
precisión del credo niceno al respecto consiste en señalar que Jesucristo es
de la misma naturaleza, «consustancial» (homoousion v no homoioousion con el
Padre). Cirilo no parece hacerse aquí eco exacto -sin ponerla tampoco en duda-
de la fórmula de Nicea. Sin embargo, que la doctrina de Cirilo es acorde con la
enseñanza del concilio lo prueba el resto del punto 7.
11.
En la persona de Jesús están porque son subsistentes en la unicidad de su
persona la sabiduría, el poder, e incluso la justicia de Dios. Como
«justicia» emplea Cirilo el conocido término paulino de dikaiosyne.
12.
Es fórmula claramente antiarriana.
13.
Cf. catequesis 11, n. 10.
14.
En la catequesis 11.
15.
Las palabras que se acaban de transcribir en el último paréntesis no se
encuentran en todos los códices.
16.
La insistencia en la realidad de la crucifixión está presente por todas partes
en las catequesis de Cirilo. Esta insistencia es aún más comprensible en la
ciudad en la que habían tenido lugar los acontecimientos de la Pasión.
17.
INFIERNOS/DESCENSO: El oyente de las catequesis
está aquí ante la afirmación de lo que el credo y la dogmática llamarán el
«descenso a los infiernos». En la afirmación del descenso a los infiernos
debe distinguirse entre la expresión, como modo de hablar, de la materialidad
de un «descenso» a las regiones inferiores de la tierra (con lo que se utiliza
como imagen la del sheol judío) y lo que se quiere realmente expresar: la
liberación de Cristo es eficaz para los hombres de cualquier época. Ello se
expresa mediante la afirmación de que todos estuvieron «esperando»
fisicamente. Pero el tema, pues, es la universalidad de la redención. En el
Nuevo Testamento se expresa bellamente todo esto en /1P/03/18ss.
18.
Téngase en cuenta que infierno viene de «inferior». En todo esto no se trata
de una afirmación sobre el estado de condenación, sino sobre la universalidad
del valor de la muerte de Cristo. Ver lo dicho en la nota 17.
19.
La afirmación, en sentido pasivo, de resucitar no indica que Jesús no fuese
agente activo de su propia resurrección, sino que ésta se produce en unión
con el Padre. Por eso es exacta la afirmación de Hch 3,15 de que «Dios le
resucitó (a Jesús) de entre los muertos». Se trata de una confirmación más
de la unión de Jesús con el Abba, el Padre. Para una profundización de la
unión de Jesús y el Padre, cf. los estudios publicados por J. Jeremías,
especialmente Abba. El mensaje central del Nuevo Teslamento, Salamanca 1981.
20.
El texto original y la versión latina del mismo emplean la palabra
«Asunción», pero el contenido se refiere a lo que en la Iglesia de Occidente
se llama «Ascensión», término que se utiliza por tanto en la presente
traducción.
21.
Cf. cat. 13, núms. 3, 36, 39.
22.
Cat. 13, núm. 16.
23.
Cat. 13, núm. 4.
24.
Vid. más arriba, nota 17.
25.
Probablemente es una alusión al hecho de que, hasta la época de Cirilo de
Jerusalén, la historia de las herejías ha tenido ya tiempo de escribir en el
cristianismo algunas de sus páginas.
26.
Con lo cual Cirilo afirma la identidad de naturaleza del Espíritu Santo con el
Padre y el Hijo.
27.
El momento del bautismo es presentado por el texto original como un kairós, es
decir, como una oportunidad salvífica. Por otra parte, el empleo del verbo
«sellar» (de nuevo, sfragidsein) remite a lo que anteriormente se señaló
varias veces sobre la teología del «carácter», referido tanto al bautismo
como al don del Espíritu y a la confirmación. Cf. Procatoquesis, nota 36.
28.
Al aplicar al Espíritu Santo todo lo que se dice del Hijo, se le atribuye
lógicamente también a aquél lo que se dice sobre el triunfo y la supremacía
de Cristo en Col I,16 y Ef 1,2. También en esto se observa que, si bien Cirilo
de Jerusalén no es, propiamente hablando, creativo en teología trinitaria, es
al menos un buen testigo de la misma.
29.
El tema ya se mencionó en la catequesis 3, núm. 4.
30.
Ibid.
31.
En este, como en otros momentos, las catequesis se manifiestan contra la
astrología y la creencia en los horóscopos.
32.
Vid. cat. 6, núms. 27, 28.
33.
El autor quiere defender, con razón, la dignidad del cuerpo, procurando evitar
que una justa valoración del alma, lo más específico y característico del
hombre creado, redunde en detrimento de la realidad somática del hombre. La
enseñanza posterior de la unidad sustancial de alma y cuerpo explicará todo
esto con mayor claridad, además del mejor conocimiento que hoy día se tiene de
la antropología neotestamentaria con sus conceptos de soma, psyché, etc.,
especialmente en las cartas de Pablo. Sobre todo esto puede consultarse con
provecho el estudio de F.P. FIORENZA y J.-B. METZ, El hombre como unidad de
cuerpo y alma, Mysterium Salutis II/2, Madrid 1970, 661-715. El interés del
presente párrafo de la catequesis está centrado especialmente en defender que,
puesto que el cuerpo es una realidad del hombre con dignidad plena, «no es para
la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo» (I Cor 6,13).
34.
Probable alusión al maniqueísmo que, entendiendo mal la relación entre alma y
cuerpo, colocó en éste, entendiéndolo peyorativamente como materia innoble,
la causa o la ocasión exclusiva del pecado.
35.
La institución de los «continentes», de los monjes y de las virgcnes es ya
muy apreciada en la Iglesia de mucho tiempo antes de estas catequesis. Es
posible que entre los oyentes se encontrasen quienes ya practicaran una vida
monástica o viviesen en la virginidad. Debe tenerse en cuenta que la expresión
«monje» en la Iglesia antigua se aplica con frecuencia a quienes viven en la
continencia, pero no necesariamente haciendo vida común con otros de su mismo
estado, sino en sus domicilios en las ciudades (mónachos, de monos: solo).
36.
Explicando el problema (Rm 14,1-15,13; I Cor 8; 10,14-33), Pablo, aun teniendo
el criterio de que no importa comer carne previamente sacrificada a los ídolos,
quiere que se respeten por todos las opiniones de cada uno. Cf. p. ej., Rom
14,3: «El que come, no desprecie al que no come; y el que no come, tampoco
juzgue al que come».
37.
La frase está tomada del caso en realidad diferente de 1 Tm 5,23.
38.
Cirilo parece considerar la importancia que para su época tienen todavía las
prescripciones de la asamblea de Jerusalén. Ésta (Hech 15,5-35) se reunió
para resolver si la adopción de la circuncisión y de la Ley judías eran un
paso previo a la entrada de los gentiles en la Iglesia. Pero, en el fondo, el
tema que se ventilaba era si era justa la predicación paulina (el «evangelio
de Pablo»), según el cual la justificación del pecador no se conseguía por
las obras (y, en ellas, las obras de la Ley), sino por la fe. El tema, capital
en Pablo, se aborda con sumo detalle especialmente en sus cartas a Gál y Rom.
El papel moderador de Pedro fue decisivo en la asamblea (Hech 15,7-12) a favor
de que el hombre se justifica gratuitamente en Cristo. Sin negar esto, pero a
causa de Santiago, cultural y religiosamente muy próximo a las observancias
judías, se adoptó una solución de cierto compromiso, «no imponeros más
cargas que estas indispensables: abstenerse de los ídolos, de la sangre, de los
animales estrangulados y de la impureza» (Hech 15,28-29). Aparte de la
cuestión de «la impureza», que con toda probabilidad se refiere a la
fornicación y cuyo rechazo moral es normal, es lógico que las otras
prescripciones cayeran muy pronto en desuso, especialmente en las Iglesias de
Occidente, en las que muy poco después de los años centrales de la
predicación de Pablo ya no se haría cuestión de que la ley judía había
caducado en todos sus aspectos litúrgicos y jurídicos. Pero no parece extraño
que en la Iglesia de Jerusalén, por una cierta memoria histórica que la
catequesis de Cirilo parece reflejar, todavía se mantuviese cierto respeto a
aquel circunstancial decreto jerosolimitano. Podría decirse, por otra parte,
que en las presentes catequesis no está, todo lo presente que podría, el
influjo de la antropología teológica paulina. Para algunos detalles sobre este
pasaje de las catequesis, cf. PG 33,491-492, nota 1.
39.
Vid. cat. 18, núm. 9.
40.
Se respeta la versión de Cirilo, aunque otras versiones de la Biblia darían
una traducción incluso más expresiva.
41.
La frase, en labios de Jesús, es: «No penséis que he venido a abolir la Ley y
los Profetas» (Mt 5,17).
42.
Libros bíblicos no auténticos, aunque la expresión se aplica especialmente a
los llamados «evangelios apócrifos». Se trata de libros no aceptados en el
canon bíblico.
43.
Los «setenta y dos» intérpretes son comúnmente conocidos en números
redondos, como «Los Setenta». Los datos, sobre ellos y su trabajo, son en gran
parte legendarios en la forma como se explican en el párrafo 34 de la
catequesis. No se puede precisar el número de traductores y se debe admitir que
seguramente en la época en que se hizo la traducción en el reinado de Tolomeo
II, rey de Egipto entre el 285 y el 247 a. C., ya existían al menos versiones
griegas parciales del AT. Por lo demás, la versión de los LXX fue muy
apreciada por los mismos autores del NT, que se sirven de ella con frecuencia.
Fue utilísima en el judaísmo de la diáspora y, ya en el Cristianismo,
ejerció un enorme influjo en la Patrística. A esta versión se refiere aquí
en gran parte la catequesis de Cirilo. También hay que decir que el número de
libros del AT depende de cómo éstos se cuenten. En nuestro cómputo son
alrededor de cuarenta y cinco.
44.
El célebre faro se construyó en la época de Tolomeo II.
45.
En la clasificación griega y en la cristiana antigua, adaptada también por la
versión de San Jerónimo, los libros de Samuel y de los Reyes reciben el nombre
de «Libros de los Reinos».
46.
Aquí, Esdras y Nehemías.
47.
Los doce profetas menores.
48.
La «Carta de Jeremías» se encuentra en Bar 6.
49.
BI/CANONICOS-DEUTERO: Libros bíblicos son
los que «se leen» en las comunidades cristianas, es decir, la norma o el
«canon» que se utiliza para saber que un libro forma parte de la Escritura es
el hecho de que su utilización litúrgica y en la predicación es fructuosa y
alimenta la fe. Este consenso de la Iglesia universal se fue formando
propiamente durante siglos y no puede decirse que estuviese ya completamente
cerrado en la época de Cirilo de Jerusalén. De ahí que no se mencionen libros
del Antiguo o del Nuevo Testamento que sólo más tarde entrarían a formar
parte definitivamente del canon bíblico. Los libros que se integraron en un
segundo momento en el número de los canónicos reciben el nombre de «deuterocanónicos».
Pero, en cualquier caso, sin descender a pormenores, toda esta valoración de
los libros bíblicos debe entenderse desde la asistencia del Espíritu a la
Iglesia.
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