DIOS CREADOR DE TODAS LAS COSAS
Pronunciada
en Jerusalén sobre lo de «creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible
y lo invisible». La lectura es de Job: «¿Quién es este que empaña mi
proyecto, reteniendo las palabras en su corazón y creyendo esconderse de mi?»
(Jb 38,2 LXX)1.
No
se puede ver a Dios directamente en esta vida
1.
No es posible ver a Dios con los ojos de la carne: pues lo que es incorpóreo no
puede entrar con estos ojos. Esto lo testificó también el mismo Hijo
unigénito de Dios al decir: «A Dios nadie lo ha visto jamás». Pues aunque
alguien interpretase lo que está escrito en Ezequiel como si éste tuviese una
visión directa, escuche lo que dice la Escritura: «Vio la semejanza de la
gloria del Señor» (Ez 1,28), no al mismo Señor, sino a «la semejanza de la
gloria», como tampoco directamente a la gloria como ella realmente es. Pero,
habiendo contemplado sólo una semejanza de la gloria, pero no la gloria misma,
cayó a tierra por el miedo (ibid.). Pero la contemplación de la semejanza de
la gloria despertaba en los profetas el temor y la inquietud de que Dios les
arrebataría la vida si alguien intentaba contemplarlo directamente, según
aquello de que «no puede verme el hombre y seguir viviendo» (Ex 33,20)2 Por
este motivo Dios, por su grandísima bondad, ha extendido los cielos como velo
de su grandísima bondad para que no perezcamos. Esta palabra no es mía sino
del profeta, que dice: «Ah, si rompieses los cielos y descendieses—ante tu
faz los montes se derretirían» (Is 63,19). Y, ¿por qué te admiras si Daniel
cayó al suelo tras haber contemplado la semejanza de la gloria? En cierta
ocasión vio Daniel a Gabriel, siervo de Dios3, e inmediatamente se turbó en su
ánimo y cayó sobre su rostro. No se abrevió el profeta a responder hasta que
el ángel adoptó figura de hombre (cf. Dan 8,17 y 10,15-16). Y si la visión de
Daniel suscitaba temor en los profetas, ¿acaso no hubiesen perecido todos si el
mismo Dios se hubiese dejado ver como es?
Conocimiento
a Dios a través de las criaturas
2.
No se nos ha dado conocer la naturaleza divina con ojos corporales; pero por las
obras de Dios podemos alcanzar una idea de su poder, según lo que dice
Salomón: «Pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega, por
analogía, a contemplar a su Autor» (Sab 13,5)4. No dice simplemente que por
las criaturas se deduzca al creador, sino que añadió: por analogías. Pues
Dios parece tanto mayor a cada uno cuanto mayor sea la contemplación de las
criaturas adquirida por el hombre. Y cuanto más ha sometido a su propio ánimo
a la contemplación, mayores son el conocimiento y la imagen que tiene del mismo
Dios.
No
es posible comprender plenamente a Dios
3.
¿Quieres conocer que no es posible llegar a abarcar toda la naturaleza de Dios?
Aquellos tres jóvenes que iban camino del fuego exclamaban celebrando a Dios
con alabanzas: «Bendito tú, que sondeas los abismos, que te sientas sobre
querubines» (Dan 3,55). Y ahora te pregunto: «Dime cuál es la naturaleza de
los querubines y piensa entonces cómo es aquel que se sienta sobre ellos». Por
su parte, el profeta Ezequiel, en cuanto era posible, hizo una descripción de
los mismos diciendo: «Tenían cada uno cuatro caras» (Ez 1,6): el primero, de
hombre; el segundo, de león; el tercero, de águila; el último, de toro (cf.
Ez 1,10). También «cada uno tenía seis alas» (Is 6,2) y ojos por todas
partes, y avanzaban como sobre una rueda en cuatro direcciones (cf. Ez 10,
11-12). Sin embargo, incluso tras esta descripción del profeta, no podemos
llegar por la lectura a comprenderlo todo. Pues si no podemos comprender
siquiera el trono que ha descrito, ¿cómo podremos abarcar al Dios invisible e
inefable que en él se sienta? Es ciertamente imposible escrutar de modo íntimo
la naturaleza de Dios, pero sí se puede tributar gloria y honor al que
conocemos por sus obras.
De
nuevo, la verdadera relación entre Dios Padre y Dios Hijo
4.
Estas cosas se os dicen a vosotros del modo consecutivo y ordenado de la fe6. Y
puesto que decimos: «Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del
cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible», recordamos así que
él es el Padre de nuestro señor Jesucristo y que es el mismo que hizo el cielo
y la tierra. De este modo quedamos protegidos frente a las desviaciones de los
herejes ajenos a Dios, que se han atrevido a injuriar al sapientísimo creador
de todo este mundos: ven con los ojos de la carne, pero están privados de la
comprensión de la mente.
Sabiduría
previsora de Dios al crear
5.
¿Qué es lo que tienen que criticar en esta obra máxima de Dios? Se deberían
haber sentido llenos de estupor al contemplar las curvaturas celestes, adorando
así a quien puso el cielo como bóveda y de la naturaleza fluida de las aguas
formó la sustancia del cielo. Pues dijo Dios: «Haya un firmamento en medio de
las aguas» (Gén 1,6). Una sola vez lo dijo Dios y se mantiene sin caerse. El
cielo es agua, pero son de fuego los seres clavados en él, el sol, la luna y
las estrellas. Pero, ¿cómo se mueven en el agua estos seres ígneos?8 Si a
alguno le vienen dudas a causa de las naturalezas contrarias del fuego y del
agua, acuérdese del fuego que, en tiempo de Moisés, ardió en medio del
granizo (cf. Ex 9,23) y considere la sapientísima disposición de Dios en la
creación. Pues ya que las aguas eran necesarias para la marcha posterior de la
tierra, preparó en lo más alto un cielo de agua para que, cuando las regiones
celestes necesitaran de la irrigación por lluvias, el cielo se encontrase
preparado y dispuesto para ello por su naturaleza.
El
admirable orden del universo, de las estaciones y del mundo
6.
Entonces, ¿qué? ¿No habrá que admirarse de la construcción del sol? Pues,
apareciendo con la modestia de una vasija, contiene una enorme energía:
apareciendo por el Oriente, emite luz hasta el Occidente. Decía el salmista
describiendo sus salidas matutinas: «Y él, como un esposo que sale de su
tálamo» (Sal 19,ó). Con dulzura se describía así el modo a la vez
esplendoroso y suave como comienza a derramar su luz sobre los hombres. Y cuando
el sol se encuentra en pleno centro del día, a menudo huimos de él por el
excesivo calor, pero en su salida ha alegrado a todos cuando hace su aparición
como «el esposo». Considera la posición del sol, que es plenamente la
adecuada, si bien no la ha establecido él mismo, sino el que con su mandato
determinó su curso. En verano se encuentra en su máxima altura, los días se
hacen más largos, dando oportunidad a los hombres para sus trabajos. En
invierno, sin embargo, limita su carrera, de modo que la época del frío no se
prolongue sino que las noches, haciéndose más largas, sirvan de ayuda a los
hombres para su descanso y para que la tierra produzca sus frutos. Mira también
cómo los días se suceden unos a otros en el orden adecuado: se alargan en
verano y en invierno se acortan, pero en la primavera y el otoño se hacen
agradables los días con una duración semejante; e igualmente hacen las noches.
De todos ellos dice el salmista: «El día al día comunica el mensaje, y la
noche a la noche transmite la noticia» (Sal 19,2). Es como si clamaran ante
unos herejes que no quieren oír y, en medio de su orden admirable, dijeran que
no hay otro Dios que el que creó y dispuso los confines del mundo poniéndolo
todo en orden.
El
sabio ritmo del día y de la noche
7.
Que nadie haga mención de quienes dicen que uno es el creador de la luz y otro
el de las tinieblas9. Recuerde las palabras de Isaías: «Yo (Yahvé) modelo la
luz y creo la tiniebla» (Is 45,7). ¿Por qué, pues, te encolerizas con éstas?
¿Por qué soportas tan mal el tiempo que te ha sido dado como descanso? El
siervo no conseguiría de sus señores descanso alguno de sus trabajos si las
tinieblas de la noche no le trajesen la tregua. ¿Y cómo es que con tanta
frecuencia, fatigados del trabajo del día, es por la noche como nos rehacemos?
Y el que el día anterior se dio a sus trabajos, por la mañana aparece robusto
y ágil por el descanso nocturno. ¿Y qué mejor que la noche para conducir a la
sabiduría? Pues en ella meditamos muy a menudo en lo que se refiere a Dios; en
ella nos dedicamos a la lectura y la contemplación de los divinos oráculos.
¿Cuándo se esfuerza nuestra mente con mayor tenacidad en entonar los salmos o
en derramar nuestras súplicas?10. ¿No es acaso cuando es de noche? ¿Y
cuándo, si no en la noche, recordamos con más frecuencia nuestros pecados? No
admitamos por tanto, perversamente, que existe otro autor para las tinieblas,
pues la experiencia demuestra que también ellas son buenas y muy útiles.
La
luz de las estrellas, el sol y la luna
8.
Convendría que éstos (los mencionados) se asombraran y admirasen no sólo de
la grandeza del sol y de la luna, sino también de las ordenadas danzas y el
libre movimiento de las estrellas, al que nada perturba mientras cada una de
ellas aparece en el momento oportuno. Y cómo unas son signo del verano y otras
del invierno: unas indican el comienzo de la siembra y otras el de la época de
la navegación. Y es precisamente el navegante, que se mueve en las inmensidades
de extensas olas, el que dirige su barco mediante la observación de las
estrellas. De todo esto dice señaladamente la Escritura: «Haya luceros en el
firmamento celeste, para apartar el día de la noche, y valgan de señales para
solemnidades, días y años» (Gén 1,14), pero no para fábulas sobre
astrología y genealogía11.
Advierte
también de qué modo tan hermoso nos va dando Dios la luz del día poco a poco.
Pues no vemos que el sol salga de modo repentino, sino que primeramente aparece
una luz limitada para que, preparándose las pupilas, puedan captar la fuerza
cada vez mayor de los rayos solares. Considera también cómo mitiga las
tinieblas nocturnas con la suavidad del resplandor de la luna.
Dios,
Señor de los elementos y fenómenos naturales
9.
¿Quién es el padre de la lluvia? ¿Quién hizo las gotas del rocío? ¿Quién
concentró el vapor en las nubes ordenando que sostuviesen el agua de las
tormentas? ¿Y acaso no hace acercarse desde el norte a nubes vestidas de un
aéreo resplandor, mientras según los momentos va haciendo cambiar su aspecto y
su forma en figuras distintas del mundo o de cualquier otro género? ¿Quién
hay que pueda numerar con conocimiento de causa a las nubes? Sobre ello se dice
en el libro de Job: «¿Quién tiene pericia para contar las nubes? ¿Quién
inclina los odres de los cielos?» (Job 38,37). Y aquello otro: «El cuenta a
las nubes con su sabiduría» (26,8 LXX) y las nubes no son «un velo opaco»
para él (cf.Job 22,14). Gran cantidad de agua se contiene en las nubes, pero no
se rompen, pues aquella cae a tierra en perfecto orden. ¿Quién es el que saca
a los vientos de sus depósitos? (cf. Sal 135,7). ¿Quién es, como antes
dijimos, el que produce las gotas de rocío? (cf. Job 38,28). ¿De qué útero
sale el hielo? (38,29). Porque, aunque es una sustancia acuosa, tienen las
propiedades de la piedra. A veces incluso el agua se convierte en «nieve como
la lana», pero otras se somete a la voluntad de aquel que «esparce la escarcha
cual ceniza» (Sal 147,16). Pero en ocasiones se convierte en sustancia pétrea.
Y desde luego somete y gobierna al agua según su voluntad. La naturaleza del
agua es única, pero está dotada de un poder y una eficacia múltiples. El agua
en las vides es vino que alegra el corazón del hombre, es en los olivos aceite
que da brillo al rostro del hombre y pan que fortalece el corazón del hombre (cf.
Sal 104,15), como es también capaz de convertirse en toda clase de frutos.
Variedad
de la creación
10.
Ante esto, ¿qué habrá que hacer? ¿Habrá que proferir insultos contra el
Hacedor del mundo o habrá más bien que adorarlo? Y no hablo de las cosas
ocultas de su sabiduría. Quisiera más bien que contemplaras la primavera,
reteniendo la variedad de sus flores que todas son iguales y a la vez distintas:
el púrpura de la rosa y la excelsa blancura del lirio. Pues, aunque ambos
proceden de la misma lluvia y del mismo suelo, ¿quién es el que las hace
distintas y las construye? Quisiera también que consideraras qué habilidad del
único artífice es la que hace que árboles de la misma clase sirvan a veces
para dar sombra y a veces para desparramarse en frutos diversos. Una parte de la
vid se destina a la quema, otra a convertirse en renuevos, otra en follaje, otra
en horquillas y, por fin, una última en uvas. Asómbrate también, en una
caña, de la amplitud del espacio que su autor puso entre sus nudos. En un mismo
terreno salen serpientes, jumentos, árboles, alimentos, oro, plata, cobre,
hierro, piedra. Una es la sustancia de las aguas, y salen de ellas las especies
de los peces y de las aves, de manera que unos nadan en el agua mientras las
aves vuelan en el aire.
La
inmensidad del mar, dominada por el Creador
11.
«Ahí está el mar, grande y de amplios brazos, y en él, el hervidero
innumerable de animales, grandes y pequeños» (Sal 104, 25). ¿Quién podrá
exponer la hermosura de los peces que ahí viven? ¿Quién la magnitud de los
cetáceos o la naturaleza de los animales anfibios que viven tanto en la tierra
árida como en el agua? ¿Quién puede exponer la profundidad y la hondura del
mar o el inmenso ímpetu de las olas? Se mantiene, sin embargo, dentro de los
límites que le ha fijado quien le dijo: «Llegarás hasta aquí, no más
allá..., aquí se romperá el orgullo de tus olas» (Job 38,11). Explica
claramente el mandato que se le ha impuesto el hecho de que las olas, al
retirarse, dejan una línea visible en las orillas. A los que la ven se les
indica así que el mar no habrá de pasar de los límites establecidos.
El
vuelo excelso de las aves
12.
¿Quién puede captar la naturaleza de las aves del cielo? ¿Cómo es que unas
poseen una lengua experta en el canto, mientras otras poseen una gran variedad
de colores en sus plumas y algunas, como las aves de presa, se mantienen, en
medio del vuelo, inmóviles en el aire? Pues es por mandato de Dios por lo que
«el halcón emprende el vuelo, despliega sus alas hacia el sur» (Job 9,26).
¿Qué hombre percibe cómo «se remonta el águila» a «las alturas» (39,27).
Pues si con toda tu capacidad de pensar no puedes darte cuenta de cómo las aves
se elevan a lo alto, ¿cómo podrás entonces abarcar con tu mente al autor de
todas las cosas?
Diversidad
y enseñanzas del mundo animal
13.
¿Quién ha llegado a saber simplemente los nombres de todas las fieras? ¿Y
quién se ha dado cuenta de la naturaleza de cada una de ellas y de su fuerza?
Pero si ni siquiera conocemos sus nombres, ¿cómo podremos abarcar a su autor?
Uno fue el precepto de Dios, por el que dijo: «Produzca la tierra animales
vivientes de cada especie: bestias, sierpes y alimañas terrestres de cada
especie» (Gén 1,24). Por un único mandato brotaron, como de una única
fuente, las diversas clases de animales: la mansísima oveja, el león
carnicero. Por su parte, movimientos diversos de animales irracionales reflejan
una variedad de inclinaciones humanas: la zorra, por ejemplo, expresa la
perfidia humana; la serpiente, a los que hieren a sus amigos con dardos
venenosos; el caballo que relincha, a jóvenes voluptuosos12. Sin embargo, la
hormiga diligente sirve para estimular al negligente y al perezoso. Pues cuando
alguien, en su juventud, vive en la desidia y el ocio, los mismos animales
irracionales le estimulan según el mismo reproche que recoge la Escritura:
«Vete donde la hormiga, perezoso, mira sus andanzas y te harás sabio» (Prov
6,6). Pues cuando veas que guarda alimentos para el tiempo oportuno, imítala y
recoge para ti mismo como tesoros, para la vida futura, los frutos de las buenas
obras. Por otra parte: «Ponte a la obra y aprende qué trabajadora es» (Prov
6,8 LXX)13. Observa cómo, recorriendo toda clase de flores, produce miel para
tu servicio, para que también tú, haciendo el recorrido por las Sagradas
Escrituras, consigas tu salvación eterna y, saciado por ellas, digas: «¡Cuán
dulce al paladar me es tu promesa, más que miel a mi boca!» (Sal 119,103).
Cualidades
diversas de animales salvajes
14.
¿Acaso, pues, no es el Creador digno de toda alabanza? ¿O es que, porque tú
no conozcas la naturaleza de todas las cosas, han de ser por ello inútiles los
seres creados? ¿Puedes, quizá, llegar a conocer las cualidades de todas las
hierbas? ¿O eres capaz de aprender qué utilidad tiene lo que proviene de
cualquier animal? Pues es cierto que incluso de las víboras venenosas proceden
ciertos antídotos para la salud de los mortales. Pero me dirás: las serpientes
son cosa horrenda. Teme al Señor y no podrá hacerte daño. El escorpión cobra
fuerza al picar: teme al Señor y no te picará. El león está sediento de
sangre: teme al Señor—como en cierta ocasión Daniel (Dan 6,23)— y (el
león) permanecerá tranquilo junto a ti. Realmente son de admirar las fuerzas
de los mismos animales: unos clavan con el aguijón, mientras la fuerza de otros
reside en sus dientes; los hay que luchan con sus garras; la fuerza, por
último, del basilisco reside en su mirada. Por las diversas cualidades de su
obra puedes, pues, comprender la capacidad del Creador.
La
misma maravilla del cuerpo humano
15.
Pero hay otra cosa que desconoces: hay algo muy distinto entre ti mismo y los
animales que están fuera de ti, porque tú puedes entrar dentro de ti mismo y
conocer por tu propia naturaleza al Creador. Pues, ¿qué es lo que hay en tu
cuerpo que sea digno de reprensión? Practica la continencia y nada en tus
miembros será malo. En un principio Adán está desnudo en el paraíso
juntamente con Eva. Por sus miembros, desde luego, no era digno del oprobio ni
del rechazo. Por tanto, causa del pecado no son los miembros, sino aquellos que
se sirven mal de ellos14. Sabio es, sin embargo, el que creó los miembros.
¿Quién es el que preparó el hueco del útero para la procreación de los
hijos? ¿Quién dio vida en él al feto inanimado? ¿Quién realizó la
conexión de los nervios y los huesos y los rodeó con la piel y la carne?
¿Quién ha hecho que, nada más nacer, el niño tome la leche de los pechos de
su madre como de su fuente? ¿Cómo se convierte el infante en niño y el niño
en joven, más tarde en hombre y, por último, ese mismo se vuelve anciano, sin
que además nadie sea capaz de advertir que sea en momentos precisos cuando esos
cambios se producen? ¿Cómo se convierte una parte del alimento en sangre, otra
parte se integra en la propia carne y otra parte se desecha? ¿Quién es el que
hace que el corazón se mueva con movimiento continuo? ¿Quién tan sabiamente
protegió la suavidad de los ojos con el movimiento de los párpados? Pues
ciertamente los grandes libros de los médicos apenas trataron suficientemente
de la admirable estructura de los ojos. ¿Quién hizo la distribución de la
respiración por todo el cuerpo? Ves ahí, oh hombre, la sabiduría del autor
que todo lo hizo15.
Conclusión:
Dios desde sus obras
16.
Nuestras palabras ya han explicado todo esto con bastante amplitud, aunque
pasando por alto muchas cosas y dejando también otras más, sobre todo de
carácter incorpóreo e invisible, para que odies a quienes injurian al sabio y
buen artífice. Y por lo que se ha dicho y leído, que tú mismo podrás
recordar y meditar, entenderás de modo análogo, por la magnitud y belleza de
las criaturas, al autor de las mismas (cf. de nuevo Sab 13,5). Doblando
piadosamente tu rodilla ante el autor de todas las cosas, sensibles y
racionales, visibles e invisibles, con expresión de agradecimiento, de recuerdo
y de bendición, alabarás a Dios con los labios y el corazón diciendo:
«¡Cuán numerosas tus obras, Yahvé! Todas las has hecho con sabiduría» (Sal
104,24). A ti el honor, la gloria y la magnificencia ahora y por lo siglos de
los siglos. Amén.
........................
1
Las palabras de Dios son una queja, desde la sabiduría del Creador, contra la
petulancia del hombre.
2.
Tampoco en esta ocasión tiene desperdicio la nota de la Biblia de Jerusalén a
este versículo.
3.
El ángel Gabriel.
4.
Sab 13,1-9 es uno de los más conocidos pasajes bíblicos que exponen la
posibilidad de llegar a Dios a través de las criaturas, fruto de la potencia
divina. Conviene recordar que, aunque Pablo utiliza relativamente poco este modo
de argumentar, son muy conocidas sus indicaciones al respecto en Rom 1,19-20,
versículos seguramente inspirados en Sab 13,1. Sab 13,6 puede haber inspirado
también la redacción de Hech 1 7,27.
5.
Más literal: «análogamente» o «de modo análogo», con lo que, empleando
Cirilo un término abstracto de corte filosófico, no se establece simple
igualdad o identidad entre Dios y las criaturas, sino analogía, que la
tradición filosófica cristiana tan bien ha sabido distinguir de la univocidad
y de la equivocidad ontológica.
6.
Se refiere al orden en que se encuentran las afirmaciones del Credo.
7.
Al reafirmar la realidad de Dios como «Padre de nuestro Señor Jesucristo»,
insistiendo una vez más, al mismo tiempo, en que es creador de todo, se hace
resaltar otra vez la enseñanza cristológica y trinitaria de Nicea.
8.
Conviene señalar, a la hora de entender lo que la catequesis de Cirilo enseña
sobre la creación, que una cosa es la afirmación fundamental contenida en los
dos relatos de la creación del libro del Génesis (en 1,1-2,4a y 2,4b-25) de
que el mundo no tiene su origen en si mismo, sino en Dios, y otra cuestión
distinta es el modo como se hace la descripción del universo en esos mismos
capítulos y, en general, en los autores antiguos, bíblicos o extrabíblicos, o
en los mismos autores cristianos de la antigüedad. La exposición del universo,
como es el caso también de Cirilo, pone en el centro a la tierra y no al sol.
El sol, la luna y las estrellas, en este mismo cuadro, son poco más que meros
adornos muy interesantes del «cosmos». Sin embargo, esto no invalida en
absoluto la afirmación bíblica fundamental, que también lo es aquí de Cirilo
como de toda la tradición cristiana: el universo debe su origen a algo más
grande y distinto de él, a lo cual llamamos «Dios».
9.
De nuevo, los maniqueos, y de nuevo alusión a su concepción de la lucha eterna
entre los dos principios también eternos y antagónicos del bien y del mal.
10.
Puede ser una simple alusión a la facilidad ambiental de dirigirse a Dios en la
oración y en el silencio de la noche, pero es también muy probable que Cirilo
tenga en su mente las vigilias de oración, frecuentes en las iglesias
palestinas de su época (cf. PG 33,646, nota 7).
11.
Tit 3,9 recomienda expresamente que se eviten las «discusiones necias,
genealogías»; tal vez a cuestiones parecidas se refiere la advertencia de 2
Tim 3,7 frente a algunos «que siempre están aprendiendo y no son capaces de
llegar al pleno conocimiento de la verdad». Las frecuentes alusiones de Pablo
al ambiente pseudorreligioso especialmente en Col 2—reflejan el medio en el
que tuvo que desenvolverse la Iglesia del Nuevo Testamento, en el cual competian
muy diferentes concepciones de lo divino y en el que era muy fácil verse
simplemente en una atmósfera de extendido relativismo. Este ambiente todavía
perdura en la antigüedad ya tardía de mediados del siglo IV, cuando se
pronuncian las catequesis de Cirilo.
12.
De manera algo lejana, podría haber aquí una alusión a Jr 5,8 y su contexto.
13.
Refiriéndose a la comparación con la actividad de las abejas.
14.
Tras la descripción de la caída, señala Gén 3,7 que «entonces se les
abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y
cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores». La intención evidente
del texto sagrado es hacer presente que es precisamente por el pecado que está
en el hombre por lo que éste se siente tentado a hacer mal uso de toda la
realidad creada, incluyendo en ella su propio cuerpo. Pero ni su cuerpo ni sus
miembros son de por si malos.
15.
Desde casi el comienzo de este núm. 15 («¿qué es lo que hay en tu cuerpo que
sea digno de reprensión?...»), existe una variante del texto transmitido,
contenida en el códice de una supuesta homilía de San Basilio. Por el interés
de la variante, se traduce también en la presente nota de acuerdo con el texto
ofrecido por PG 33,655-658: «¿ Qué es lo que se ha plasmado en tu cuerpo que
sea reprensible? Sal a decirlo. Modera tu pensamiento nada malo saldrá de tus
miembros. Cada uno de ellos ha sido hecho para nuestro uso. Guía tu reflexión
hacia la piedad y sigue los mandatos divinos, pues ningún miembro peca cuando
actúa o se somete en el ámbito de las cosas para las que ha sido hecho. Si no
lo quieres, tu ojo no mira depravadamente ni el oído escucha lo que no le
conviene; tampoco la mano se apodera de nada indebidamente ni los pies se
encaminan a la injusticia; ni tomas afecto a lo ajeno ni fornicas ni deseas la
mujer de tu prójimo. Suprime del corazón los pensamientos desviados. Date
cuenta de cómo fuiste hecho por Dios y darás más gracias a quien te formó.
De entrada, Adán estaba desnudo mientras se deleitaba en el paraíso, pero, al
recibir el mandato y no guardarlo, extendió indebidamente su mano (no porque la
voluntad estuviese en la mano, sino porque, con el deseo de su ánimo, alargó
su mano hasta donde no debía). Así cayó en la desobediencia privándose de
los bienes de que disfrutaba. Del mismo modo, los miembros no son causa de
pecado para quienes se sirven de ellos sino que lo es el que el ánimo se sienta
indebidamente inducido, según lo dicho por el Señor: "Porque del corazón
salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones" (Mt
15,19) y otras cosas semejantes, para todo lo cual querrías servirte de tus
miembros cuando habían sido admirablemente puestos al servicio del alma y
colocados como siervos de la razón. Debes regirlosy gobernarlos por la acción
de la piedad. Refrénalos con el temor de Dios. Somételos dóciles con el deseo
de la templanza y del ayuno, y nunca se alzarán contra ti ejerciendo su
tiranía: más bien te guardarán llevándote a una gran victoria contra el
diablo, mientras esperas la inmarcesible y eterna corona de la victoria...».
Esta variante, sin embargo, no parece anular el texto que continúa tras la nota
14. _
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