CATEQUESIS
DE NUESTRO PADRE SAN CIRILO, ARZOBISPO DE JERUSALÉN
Procatequesis,
o palabra previa a las catequesis, de nuestro santo Padre Cirilo, arzobispo de
Jerusalén
1.
Ya exhaláis, iluminandos1, el olor de la felicidad. Son ya flores de mayor
calidad las que buscáis para tejer las coronas celestes. Ya despedís la
fragancia del Espíritu Santo. Estáis ya en el vestíbulo del palacio real:
Ojalá seáis también introducidos por el mismo Rey! Brotaron ya las flores de
los árboles: esperemos que se dé también el fruto maduro.
Anteriormente
habéis dado el nombre2, ahora se os llama a la milicia. Tened en las manos las
lámparas para salir a buscar a la esposa: tenéis el deseo de la ciudad
celeste, el buen propósito y la lógica esperanza. Pues es veraz el que dijo:
«A los que aman a Dios todo les contribuye al bien»3. Pues Dios es generoso
para hacer el bien y, por lo demás, espera la sincera voluntad de cada uno; por
eso añade el Apóstol: «A aquellos que han sido llamados según su designio».
Cuando existe un propósito sincero, hace que seas llamado; pero si sólo tienes
dispuesto el cuerpo, pero estás ausente con la mente, perderás el tiempo.
No
ir al bautismo sólo por curiosidad
2.
Al bautismo se acercó también en cierta ocasión Simón Mago, pero no se
sintió iluminado: y realmente bañó su cuerpo en el agua, pero no dejó que el
Espíritu iluminase su corazón; el cuerpo bajó a la piscina; pero el alma no
quedó sepultada con Cristo ni resucitó juntamente con él. Pongo este caso
como ejemplo para que tú no caigas. Pues todo esto les sucedía a ellos en
imagen4 y ha sido escrito para enseñanza de los que viven hasta el día de hoy.
Que nadie de vosotros se vuelva intrigante con las cosas de la gracia para que
no le turbe ningún germen de amargura. Que nadie de vosotros entre diciendo:
veamos qué hacen los fieles; una vez dentro, veré lo que hacen. ¿Es que crees
que verás sin que tú seas visto? ¿O es que piensas que te enterarás de lo
que allí se hace, pero que Dios no escrutará tu corazón?
Entrar
al banquete con el vestido apropiado
3.
Se cuenta en los evangelios que alguien fue a curiosear en unas bodas, pero
entró con un vestido inapropiado, se acomodó y comió. El esposo lo había
permitido. Pero al ver las vestiduras blancas de todos, lo oportuno hubiera sido
vestirse del mismo modo. Y realmente tomaba los mismos alimentos que los demás,
pero se diferenciaba en el vestido y en la intención. Entonces el esposo,
aunque magnánimo, era hombre de criterio. Y al dar una vuelta contemplando a
cada uno de los comensales, ponía su atención no en el hecho de que comían
sino en el modo de comportarse. Al ver a un extraño vestido con traje que no
era de fiesta, le dijo: «Amigo, ¿cómo has entrado hasta aquí?»5 ¿Con qué
vestido? ¿con qué conciencia? Pase que el portero no te lo haya prohibido por
la liberalidad del dueño. Pásese también por alto que ignorabas con qué
vestido era preciso entrar al banquete. Pero, una vez dentro, viste los vestidos
resplandecientes de los comensales. ¿No debías haber aprendido de tus propias
observaciones? ¿No debiste entrar del modo adecuado para poder salir también
adecuadamente? Pero entraste de manera intempestiva y fuiste también
intempestivamente expulsado. (El dueño) ordena a sus servidores: «Atadlo de
pies», pues con ellos entró temerariamente; «atadlo de las manos», con las
que no supo ponerse un vestido resplandeciente, y «arrojadlo a las tinieblas
exteriores», pues es indigno del banquete nupcial. Ves lo que le sucedió a
aquel hombre; mira, pues, con cautela por tus cosas.
Disponerse
rectamente
4.
De hecho nosotros somos ministros de Cristo y acogemos a cualquiera y, haciendo
las veces de portero, franqueamos la entrada. Puede ser que entres con un alma
de pecador manchada en fango. Entraste, fuiste admitido, tu nombre quedó
inscrito ¿Te das cuenta del aspecto venerable de la Iglesia? ¿Ves el orden y
la disciplina? ¿Ves la lectura de las Escrituras canónicas, el constante
recuerdo de las personas señaladas en los catálogos eclesiásticos, el orden y
la formalidad en la enseñanza. Deben instruirte tanto el respeto al lugar como
la contemplación de lo que ves. Mejor si ahora sales oportunamente, para luego
entrar en un momento mucho más oportuno. Si ahora entraste con el vestido
interior de la avaricia, deberás volver a entrar con otro; despójate y no te
cubras con el vestido que llevaste. Desvístete, te ruego, del libertinaje y la
inmundicia y cúbrete con la estola resplandeciente del pudor. Yo te lo advierto
antes de que entre el esposo de las almas, Jesús, y examine las vestiduras.
Tienes tiempo a tu disposición: se te concede la penitencia de los cuarenta
días; tienes una grandísima oportunidad de desvestirte y lavarte, y de
vestirte de nuevo y entrar. Pero si te mantienes en el mal propósito de tu
alma, la culpa no será de quien te está advirtiendo: no esperes recibir la
gracia. Te recibirá el agua, pero no te acogerá el espíritu. Quien se haga
consciente de su propia herida, recibirá un bálsamo; si alguno está caído,
se levantará. Que nadie sea entre vosotros como el mencionado Simón, que no
haya simulación alguna, ni interés en averiguaciones inoportunas.
La
misma Iglesia purificará tu intención
5.
Es posible que te guíe también otro pretexto. Alguna vez sucede que un hombre
viene aquí para granjearse el amor de una mujer o algo semejante: y también
puede decirse lo mismo a la inversa. Igualmente, tal vez es el siervo el que ha
querido agradar a su amo, o un amigo a su amigo. Pero acepto la atracción de
este cebo y te acojo, aunque vengas con una intención torcida, con la buena
esperanza de que te salves. Acaso no sabías a dónde venías ni cuál era la
red que te cogía. Caíste en las redes de la Iglesia: con vida serás cogido;
no huyas; es Jesús quien te ha echado el anzuelo, y no para destinarte a la
muerte, sino para, entregándote a ella, recobrarte vivo: pues es necesario que
tú mueras y resucites, si es cierto lo dicho por el Apóstol: «Muertos al
pecado, pero vivos para la justicia»7. Muere a los pecados y vive para la
justicia; hazlo desde hoy.
6.
CATECUMENO/RESONAR: Considera con qué dignidad
te regala Jesús.
Te
llamaban catecúmeno porque en ti resonaba el eco de una campana exterior: oías
en esperanza, pero no veías8, oías los misterios, pero sin comprenderlos;
oías las Escrituras, aunque sin entender su profundidad. Ya no es necesario
hacer que nada resuene en tus oídos, pues sólo existe el sonido interior a ti:
pues el Espíritu que habita en ti9 hace de tu corazón una morada divina.
Cuando
oigas lo que está escrito de los misterios, entenderás lo que ignorabas. Y no
creas que lo que recibirás es de escaso valor. Pues siendo tú un hombre
miserable, será Dios quien te pondrá nombre. Escucha a Pablo cuando dice:
«Fiel es Dios»10. Oye el otro pasaje de la Escritura: «Dios fiel y justo»11.
Viendo esto anticipadamente, el salmista dijo de parte de Dios y previendo que
los hombres recibirían de Dios un nombre: «Yo dije: dioses sois e hijos todos
del Altísimo»12. Pero guárdate de llevar un nombre insigne con un propósito
torcido. Has entrado en la lucha, soporta el esfuerzo de la carrera; no dispones
de otra oportunidad semejante13. Si lo que se te propusiese fuese la fecha de la
boda, ¿acaso no te ocuparías en la preparación del banquete dejando otras
cosas? ¿Serás capaz de ocuparte de lo corporal, olvidándote de lo espiritual,
justo cuando estás preparando tu alma para consagrarla al esposo celestial?
Sólo
hay un bautismo
7.
No es posible recibir el bautismo14 una segunda o tercera vez, pues si así
fuese, se podría decir: lo que salió mal una vez, lo arreglaré en otra
ocasión. Pues si una vez salió mal, la cosa no admite arreglo15, pues «uno es
el Señor, una es la fe y único el bautismo»16. Sólo los herejes son
bautizados de nuevo cuando en realidad no se hubiese dado este bautismo.
Buena
disposición te ánimo
8.
Pero Dios pide de nosotros otra cosa que una buena disposición de ánimo. No
digas: ¿Cómo se me perdonarán los pecados? Te respondo: con que quieras y
creas. ¿Qué hay que sea más sencillo que esto? Pero si tus labios expresan el
deseo, pero no lo expresa tu corazón, sábete que el que puede juzgar es
conocedor de los corazones. Abandona desde este día toda maldad; que no
profieras palabras gruesas con tu lengua; que no peque más tu ojo ni vague tu
pensamiento entre realidades vanas.
Perseverancia
en las catequesis
9.
Estén prontos tus pies para las catequesis. Recibe con buen ánimo los
exorcismos: al ser insuflado o exorcizado, que ello te sirva para la salvación.
Piensa que el oro es algo infecto y adulterado, mezclado con diversas materias
como el cobre, el hierro y el plomo17. Lo que deseamos es oro solo, pero sin el
fuego no puede ser expurgado de los elementos ajenos mezclados con él: así, el
alma no puede ser purificada sin los exorcismos, que son de origen divino y
deducidos de las Escrituras. Tu rostro fue cubierto con un velo para que tu
mente pudiese estar más atenta y para que tu mirada dispersa no hiciese que
también se distrajese tu corazón. Pero aunque los ojos estén velados, nada
impide que los oídos reciban la ayuda de la salvación. Pues como los que
expurgan el oro soplando al fuego con finos instrumentos funden el oro que está
dentro del crisol, y al avivar la llama consiguen mejores resultados18, así los
exorcizados expulsan su temor gracias al Espíritu divino y hacen revivir su
alma alojada en su cuerpo como en un crisol. De ese modo huye el diablo hostil,
pero se asienta la salvación y permanece la esperanza de una vida eterna. El
alma, liberada del pecado, obtiene la salvación. Permanezcamos, pues, en la
esperanza, hermanos; esforcémonos y esperemos para que el Dios de todas las
cosas, viendo el propósito de nuestra mente, nos limpie de los pecados, nos
permita esperar lo mejor de nuestras cosas y nos conceda una saludable
penitencia. Dios es el que ha llamado y tú el que has sido llamado.
10.
Persevera en las catequesis
Aunque
nuestra oratoria posterior será más amplia, que tu ánimo no decaiga nunca.
Pues recibirás armas contra los poderes enemigos; recibirás armas contra los
herejes, los judíos, los samaritanos y los gentiles. Tienes múltiples
enemigos: recibe dardos múltiples, pues contra muchos habrás de luchar; has de
aprender cómo vencer al griego, cómo luchar contra el hereje, contra el judío
y contra el samaritano19. Las armas están preparadas, y está plenamente
dispuesta la espada del Espíritu20. Las manos deben luchar valerosamente para
combatir la batalla del Señor, para vencer a las potestades que se oponen, para
que permanezcas invicto de todas las asechanzas de los herejes.
La
exposición será progresiva
11.
Pero te doy un consejo. Aprende lo que se diga y guárdalo para siempre. No
creas que éstas son las homilías acostumbradas: son de calidad y dignas de fe.
Pero si en ellas hay en un día determinado algo que no se dice, lo aprenderemos
al día siguiente. Pero la doctrina, ordenadamente expuesta, acerca del bautismo
de la regeneración21, ¿cuándo se transmitirá otra vez si hoy se descuida?
Piensa que es tiempo de plantar árboles; si no cavamos y penetramos hasta el
fondo, ¿cuándo será posible plantar otra vez de modo correcto lo que ya en
una ocasión se ha plantado mal? Piensa que la catequesis es un edificio; si no
cavamos y ponemos los cimientos, y si no se traba ordenada y adecuadamente la
estructura de la casa, de modo que nada quede suelto o cortado y el edificio se
convierta en ruinas, todo el trabajo realizado será inútil. Conviene poner
ordenadamente una piedra junto a otra y situar un ángulo frente a otro; al
suprimir los salientes, surgirá un edificio proporcionado. Del mismo modo, te
traemos hasta aquí como las piedras de la ciencia: habrá que oír lo que se
refiere al Dios vivo; lo que se refiere al juicio; es necesario oír acerca de
Cristo y acerca de la resurrección. Se dicen también ordenadamente otras
muchas cosas que ahora22 se mencionan de modo disperso, pero que se expondrán
en su lugar adecuado. Estas cosas debes entenderlas unitariamente, relacionando
en la memoria afirmaciones anteriores y posteriores. En caso contrario, el
arquitecto construirá bien, pero el edificio será frágil y a punto de caer.
Guardar
el secreto de lo que se escucha
12.
Cuando se dé una catequesis, si un catecúmeno te pregunta qué han dicho los
doctores, no cuentas nada al exterior23. Es el misterio y la esperanza de la
vida futura lo que te transmitimos. Guárdale el secreto a aquél que te da sus
dones. Que nadie te diga nunca: ¿qué mal te causa esto si también yo lo
habré de aprender? Porque también los enfermos suelen pedir vino; pero si se
les da cuando no se debe, se les ocasiona un delirio, con lo que se origina un
doble mal: muere el enfermo y se critica al médico. Lo mismo sucede al
catecúmeno que oye de quien tiene fe en los misterios: el delirio lo padece el
catecúmeno (pues al no conocer lo que ha oído, lo denigra haciéndolo objeto
de burla), pero a la vez el fiel es condenado como traidor. Tú ya estás en la
divisoria24; procura no hablar de modo temerario. No es que lo que se dice sea
indigno de ser contado, sino que ciertas cosas no deben ser confiadas a algunos.
También tú fuiste catecúmeno, y no te contaba lo que yo aquí decía; cuando
conozcas por tu experiencia la sublimidad de lo que se enseña, entonces
entenderás claramente que los catecúmenos no deben oír todavía todo eso.
Estar
atentos a todos los detalles
13.
Todos los que os habéis inscrito habéis sido engendrados como hijos e hijas de
una misma madre25. Cuando entréis poco antes del momento de los exorcismos,
hable cada uno de vosotros lo referente a la piedad. Y mirad si falta alguno de
vosotros. Cuando se te invita a un banquete, ¿es que no esperarás a quien
está invitado juntamente contigo? Y si tienes un hermano, ¿acaso no buscarás
lo que es bueno para ese hermano? No indagues después lo que no te atañe, ni
te intereses por lo que sucede en la ciudad o en el pueblo, ni por lo que hacen
el emperador, el obispo o el presbítero. Mira hacia arriba: es lo que pide tu
«kairós»25. ¡Basta ya; sabed que yo soy Dios!27. Si ves a algunos fieles
ociosos y libres de preocupaciones, es porque se sienten seguros, son
conscientes de lo que han recibido y tiene la gracia consigo. Tú estás
todavía en la duda de si serás o no admitido; no imites a los
despreocupados28, pues no debes abandonar el temor.
14.
Cuando se haga el exorcismo, mientras se acercan los que han de recibirlo,
estén juntos los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres. Hago
referencia con esto al arca de Noé, en la cual estaban Noé y sus hijos, su
mujer y las mujeres de sus hijos29. Y aunque una era el arca, con su puerta
cerrada, todo se dispuso con decencia. Igualmente, aunque la iglesia esté
cerrada y todos vosotros dentro, esté todo separado para que estén los hombres
con los hombres y las mujeres con las mujeres, de modo que lo que quiere ser
ayuda para la salvación no se convierta en ocasión de perdición. Pues aunque
sea hermoso sentarse unos junto a otros, debe quedar lejos el peligro de
turbación. Y entonces, sentados los hombres, tengan algún libro útil en las
manos. Que uno lea y el otro escuche. Si no tienen libro, uno ore y el otro
hable algo útil. Esté también agrupado el conjunto de las vírgenes, que
deben salmodiar o leer, pero en silencio: deben hablar los labios, pero no debe
llegar la voz a oídos ajenos. No tolero que la mujer hable en la asamblea30. y
la casada actúe también de modo semejante: que ore y mueva sus labios, pero no
se oiga su voz, imitando lo dicho por Samuel de que del alma estéril brote la
salvación de Dios benévolos31, pues a eso es a lo que se refiere Samuel.
Mantener
el interés
15.
Veré el interés de cada hombre y la piedad de cada mujer. Inflámese la mente
de piedad, puesto que cada alma será moldeada. Humíllese y macháquese la
dureza de la infidelidad, despréndanse las escorias superfluas del hierro
quedando sólo lo que es puro: que se pierda la herrumbre para que aparezca el
material noble. Que Dios os muestre en alguna ocasión aquella noche y las
tinieblas convertidas en luz de las que se dice: «Ni la misma tiniebla es
tenebrosa para ti, y la noche es luminosa como el día»32. A cada uno de
vosotros se le abrirá entonces la puerta del paraíso33. Entonces gozaréis de
las aguas llenas de fragancia y que os traen a Cristo. Que percibáis entonces
la llamada de Cristo y la fuerza de las realidades divinas34. Mirad ya ahora
hacia arriba con los ojos abiertos de la mente: contemplad en vuestro ánimo los
coros de los ángeles, al Padre señor de todas las cosas en su trono, al Hijo
unigénito sentado con él a su derecha y al Espíritu presente junto a ellos, y
a los tronos y dominaciones como siervos. E imaginad que cada uno de vosotros ya
haya conseguido la salvación. Vuestros oídos lo habrán escuchado: desead oír
aquella voz hermosa con que os aclamarán los ángeles al recibir vosotros la
salvación: «¡Dichoso el que es perdonada su culpa, y le queda cubierto su
pecado!35. Entraréis entonces como astros de la Iglesia resplandecientes en
vuestro cuerpo y en vuestra alma.
Exhortación
al proceso en el que se va a entrar
16.
Y realmente es algo grande el bautismo de que hablamos: rescate de los cautivos,
perdón de los pecados, muerte del pecado, nuevo nacimiento del alma, vestidura
luminosa, santo sello imborrable36, vehículo al cielo, delicias del paraíso,
medio para el reino, don de la adopción como hijos. Por lo demás, ten en
cuenta que el dragón observa junto al camino a quienes pasan: procura que no te
muerda por tu infidelidad; él ve a los muchos que se salvan y busca a quien
devorar37. Te acercas al Padre de los espiritus38, pero es necesario pasar por
aquel dragón. ¿Cómo le evitarás? Calza tus pies con el celo por el evangelio
de la paz39, para que, aunque te clave el diente, no te hiera: ten la fe en tu
interior y una esperanza firme. Cálzate bien para que entres hasta el Señor
aunque el acceso esté ocupado por el enemigo40. Prepara tu corazón para
recibir la enseñanza y para la participación en los santos misterios. Ora
frecuentemente para que Dios te regale con los misterios celestes e inmortales,
y no le dejes ni de día ni de noche. Y cuando el sueño se aparte de tus ojos,
que tu mente se ocupe en la oración. Si ves que algún torpe pensamiento asalta
tu alma, que te ayude la idea del juicio, que te recordará la salvación; ten
ocupada tu mente en aprender para que olvide los pensamientos depravados. Si ves
a alguien diciéndote: ¿Entrarás allí para bajar al agua? ¿Acaso no tiene
baños la nueva ciudad?41, sábete que el dragón marino maquina estas cosas
contra ti42; no atiendas a las voces de quienes te hablen, sino al Dios que
actúa43. Guarda tu alma para que no puedas ser cogido por artimañas, de modo
que, manteniéndote en la esperanza, llegues a ser heredero de la salvación
eterna.
17.
En verdad anunciamos y enseñamos estas cosas en cuanto hombres: no construyáis
este edificio nuestro con heno, pajas y rastrojos, para evitar sufrir daño si
llega a arder. Haced la obra con oro, plata y piedras preciosas44. Yo te lo
digo, pero es a ti a quien toca poner manos a la obra, que es Dios quien debe
rematarla. Afirmemos nuestra mente, pongamos en tensión nuestra alma,
preparemos el corazón: nos va en ello la vida, pues esperamos las realidades
eternas45. Pero poderoso es Dios (que ha escrutado vuestros corazones y ha
percibido quién es veraz y quién es falso) como para proteger al sincero y
hacer fiel al hipócrita y al simulador. Pues Dios puede hacer fiel al infiel
con tal de mostrarle el corazón.
Que
sea él quien borre el protocolo que existe contra vosotros46 y que se olvide de
vuestros anteriores delitos, alistándoos en la Iglesia y haciéndoos soldados
suyos mientras os ciñe las armas de la justicia: que os llene de las realidades
celestiales de la nueva Alianza y os conceda eternamente el sello imborrables47
del Espíritu Santo: en Cristo Jesús nuestro Señor, a quien sea la gloria por
los siglos de los siglos48. Amén. ........................
1.
Se prefiere la traducción «iluminandos», los que han de ser iluminados, por
responder al sentido de la ex- presión griega, ser traducción literal de la
versión latina y referirse de hecho a quienes con el bautismo en la próxima
Pascua habrían de recibir la máxima iluminación de su vida. La expresión es
frecuente entre los Padres para designar a quienes recibirían en pocas semanas
(por ejemplo, en la siguiente Pascua) el bautismo.
2.
Referencia a la inscripción del nombre, requisito previo al comienzo de las
catequesis cuaresmales sobre el credo.
3.
Cf Rom 8,28.
4.
1 Cor 10,6.
5.
Mt 8,28.
6.
Mt 22,13.
7.
Cl Rom 6,11,14, cf. 1 Pe 2,24.
8.
El original griego es más expresivo, pero la traducción necesariamente ha de
traicionar el sentido exacto. El griego «catecúmeno» viene del también
griego «echos», eco. En realidad, semánticamente, catecúmeno es aquél en
quien se hace resonar un eco. Catequesis, sustantivo abstracto, es la acción de
que algo resuene en el interior del oyente. La resonancia es aquí la del
anuncio del mensaje de la salvación en Jesucristo.
9.
Cf. Rom 8,9.11; I Cor 1,9.
10.
Cf I Cor 1,10.
11.
Dt 32,4.
12.
Sal 82,6.
13.
Como «oportunidad» se traduce kairós; el tiempo oportuno de la salvación
(Cf. 2 Cor 6,2). Con ello, el periodo catequético a que se va a dar comienzo es
presentado como una extraordinaria posibilidad de salvación para el
catecúmeno.
14.
Bautismo, griego aquí loutrón, lavado.
15.
Con todo esto la afirmación fundamental es que el bautismo no puede repetirse.
16.
Ef 4,5
17.
Cf. Ez 22,18.
18.
Cf catequesis 16, n. 18; cf infra, núm. 15.
19.
Las cuatro clases de enemigos representan maneras diferentes de oponerse
religiosamente o ideológicamente a la verdad del Evangelio.
20.
Cf Mt 26, 41; Ef 6,17.
21.
peri toû loutroû tês palingenesías, liter. «acerca del lavado de la
regeneración» o, quizá incluso mejor, acerca del «nuevo nacimiento» o del
«nuevo ser dado a luzc». Por primera vez en las catequesis se afirma que el
bautismo es un lavatorio en el que el hombre nace de nuevo.
22.
En las homilías de costumbre mencionadas más arriba.
23.
ARCANO/LEY-DEL: Cf cat. 5,12 y cat. 6,29. Cirilo
considera que es muy distinta la situación del catecúmeno y del iluminando. Se
trata, de acuerdo con lo que se dijo en la introducción, de una etapa
diferente, pues en el plazo que va desde el comienzo de la cuaresma hasta el
tiempo pascual fueron pronunciadas estas catequesis, que intentan proporcionar
una vivencia (y un conocimiento) de los misterios más íntimos de la fe. La
imposición de no contar nada fuera no hace más que poner en práctica la
disciplina del arcano. En el fondo se admite que incluso quien está comenzando
a ser catequizado de cara a la iniciación cristiana, no es capaz de asimilar
vitalmente en este momento lo que será el contenido de las catequesis de esta
última cuaresma y del tiempo pascual.
26.
Cf. más arriba, nota 13, Cf. además sobre el kairós los vocabularios y
manuales de teología bíblica.
27.
Sal 26,11 .
28.
Cirilo es plenamente consciente de que el que dejará de ser catecúmeno y
pasará al grupo de los que tienen fe es mucho lo que se está jugando. Una vez
que uno es «fiel» (tiene fe), puede descansar en esa fe. Pero el que no ha
recibido el bautismo no debe vivir en la despreocupación. La edición de Migne
PG 33,354, nota 9, comenta: «No culpa Cirilo a los fieles porque estén sin
preocupaciones. Dice solamente que, una vez recibido el bautismo, están ya
libres de la preocupación que acerca de su futuro debe existir en el todavía
no bautizado».
29.
Cf Gén 7,9.
30.
Cf 1 Tim 2,12; 1 Cor 14,34.
31.
Referencia al episodio de la súplica de Ana, I Sam I, 10 ss.
32.
Sal 139,12.
33.
Vid., cat. 19, n. 9.
34.
Vid. cat. 3, núms. 3 y 13.
35.
Sal 32,1. Cf Sal 65, 3b-4: «Hasta ti toda carne viene con sus obras culpables;
nos vence el peso de nuestras rebeldías, que tú las borras».
36.
BAU/CARACTER: Por «sello» se traduce la expresión
griega sfragis, de donde los teólogos deducirán más tarde la doctrina del
«carácter» sacramental, que expresa, aplicado al bautismo y con los matices
propios de este sacramento, que quien se hace bautizar es propiedad de aquel que
le ha sellado, Jesucristo. Con el «carácter» se expresa también una
garantía de la salvación recibida en el bautismo. Cf al respecto, además de
los tratados sobre los sacramentos del bautismo, confirmación y orden, también
los diccionarios bíblicos: art. Sello, en X. LEON-DUFOUR, Vocabulario de
teología bíblica, Barcelona, ed. revisada, 1973, 841-842.
37.
Cf. 1 Pe 5,8.
38.
Hebr 12,9 contrapone, todo el versículo, la situación anterior al encuentro
con Jesucristo, que supuso el co mienzo del catecumenado, y la nueva realidad en
que se está a punto de entrar al culminar la iniciación cristiana: «Además,
teníamos a nuestros padres según la carne, que nos corregían, y les
respetábamos. ¿No nos someteríamos mejor al Padre de los espíritus para
vivir?» Cf Núm 27,16; 2 Mac 3,24 habla de Dios como «el Soberano de los
Espíritus y de toda Potestad».
39.
Cf. Ef 6,15 (y su contexto).
40.
Cf. cat. 1, núm. 5.
41.
Se refiere a baños públicos construidos entonces recientemente en la ciudad de
Jerusalén. En cualquier caso, la pregunta está pensada como una posible burla
hacia el candidato al bautismo de parte de quienes pensaran que, no siendo el
bautismo nada superior a los baños humanos, la ciudad tenia mejores
instalaciones que las piscinas bautismales de las iglesias. La expresión supone
el bautismo de inmersión.
42.
DRAGON-MARINO/SAS: Sin entrar ahora en mayores
detalles, cf, sobre «el dragón marino», las alusiones de Is 27,1, Jb 3,8,
Apoc 12,3 (donde el «gran Dragón rojo» es referencia a Satanás). Cf.
también Gén 3,15, en el contexto del primer anuncio del Evangelio. Por eso la
afirmación aquí de Cirilo lleva adjunto el anuncio de un Dios en definitiva
victorioso frente al diablo como enemigo personal del hombre.
43.
Cf. cat. 3, n. 3; cat., 17, n. 35.
44.
Cf. 1 Cor 3 12-15.
45.
Cf. cat. 1, n. 5.
46.
Cf Col 2,14; «Canceló la nota de cargo que habia contra nosotros, la de las
prescripciones con sus cláusulas desfavorables...».
47.
Cf. lo dicho en nota 36.
48.
La edición de las catequesis en PG 33 contiene un nota final «al lector»,
cuyo texto señala: «Estas catequesis a los que han de ser iluminados
muéstralas a los que han de recibir el bautismo y a los que ya lo recibieron.
Pero no se las entregues en modo alguno a los catecúmenos y a los que no sean
cristianos, pues en caso contrario habrás de dar cuenta a Dios. Y si sacas
copia de un ejemplar de las mismas, hazlo como en la presencia de Dios» (PG 33,
365-366).
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