Es la virtud que tiene por objeto robustecer la
voluntad para que no desfallezca en el empeño por persistir en la práctica moral
a pesar de las dificultades que sobrevengan.
La diferencia entre la "perseverancia" y la
"constancia", cabría situarla en que la primera hace relación a que se continúe
y se persista en la práctica del bien, mientras que la segunda acentúa las
dificultad ante los obstáculos exteriores con que se tropieza.
Pecados contra la virtud de la fortaleza
La moral cristiana no es la moral negativa del "no
hacer", y por ello no es sólo una "moral del pecado", sino la moral positiva del
ejercicio de las virtudes y del cumplimiento de los mandamientos. No obstante,
la naturaleza caída del hombre está inclinada al mal. Por ello, si bien se debe
alentar el ejercicio de las virtudes, también se ha de advertir del riesgo del
pecado, que sigue a su incumplimiento. En este apartado enunciamos los pecados
más frecuentes contra cada una de estas seis virtudes:
Cabe enumerar los tres siguientes:
- La cobardía. Es un pecado
por defecto. Se comete cuando por miedo se omite el cumplimiento de algo a lo
que se está obligado. En este pecado puede incluirse el llamado "respeto
humano". Es pecado mortal o venial según sea grave o leve la materia que se
omite en el ejercicio de la fortaleza debida.
- La impasibilidad. Se
falta a la virtud de la fortaleza cuando se deja de actuar por indiferencia, por
despecho o vanidad. Será pecado mortal o venial en dependencia del grado de
obligación o de la materia que impone la acción, aunque sea costosa.
- La temeridad. Es un pecado
por exceso, pues se actúa sin contar con el peligro o los riesgos que entraña la
acción. Por ello se falta a la prudencia debida porque se expone a no tener
suficientes fuerzas para vencer el peligro. La gravedad del pecado de temeridad
depende de la magnitud del riesgo al que se expone quien así actúa. La
"temeridad" se distingue de la "audacia", pues el que actúa audazmente mide el
peligro, pero piensa que puede superarlo.
Pecados contra la virtud de la
magnanimidad
Contra la magnanimidad cabe mencionar cuatro
pecados: tres por exceso y uno por defecto. Por exceso se puede pecar contra
esta virtud por presunción, ambición y vanagloria. Por defecto, por
pusilanimidad:
- La presunción. Supone que
se emprenden obras que superan las capacidades de la persona, del cargo que se
ostenta o de las posibilidades con las que se cuenta. A este respecto, puede
pecar de presunción quien aspira a cargos que superan su capacidad y
preparación. De ordinario, este pecado va unido a la soberbia, por lo que su
gravedad depende, en gran medida, de la soberbia que motiva tal presunción.
- La ambición. Es el deseo
desordenado de alcanzar honores no merecidos e indebidos. Como la presunción,
también este pecado tiene origen y se mide su gravedad en virtud del papel que
en él juega la soberbia.
- La vanagloria. Es la
búsqueda desconsiderada de la fama para la que no se tienen los suficientes
méritos y sobre todo porque descuida ofrecer a Dios la gloria que le corresponde
para atribuírsela injustamente a sí mismo. Puede ser pecado especialmente grave,
por cuanto roba a Dios la gloria que se le debe y porque además suele ir
acompañada de otra serie de pecados, tales como la hipocresía, la desobediencia
a la autoridad para ser acreedor de mayor fama, la calumnia a los competidores o
enemigos, las disputas graves para vencer al contrario, la envidia, etc.
- La pusilanimidad. El
pusilánime peca por defecto, dado que, por desconfianza en sí mismo, no confía
en los dones que Dios le ha dado. Se peca también por mezquindad, en cuanto no
emprende las obras debidas o se queda siempre corto en la ejecución de las
mismas. En ocasiones alguien puede ser mezquino por falsa humildad. La gravedad
del pecado depende de la importancia de lo que no se acomete, siendo necesario
llevarlo a la práctica. También puede considerarse en ocasiones como "pecado de
omisión".
Pecados contra la virtud de la
magnificencia
Contra esta virtud se puede pecar por exceso: el
despilfarro o por defecto: la tacañería.
- El despilfarro. Es el
gasto indebido y desproporcionado tanto respecto a la obra que debe realizarse,
como de las posibilidades con que se cuenta.
- La tacañería. Por el
contrario, el tacaño se queda corto en todo, se falta a la esplendidez que
merece la persona o la ocasión y no se aprovechan los medios con que se cuenta.
Pecados contra la virtud de la paciencia
Contra la paciencia se pueden cometer dos pecados
opuestos: la impaciencia y la dureza de corazón.
- La impaciencia. Cuando
se manifiesta descontento por las circunstancias que acompañan una acción y esa
impaciencia va unida de ordinario a arrebatos de ira o de críticas a las
situaciones o personas que, en su opinión, impiden que se realice lo que se
pretende.
- La dureza de corazón. Se denomina también
"insensibilidad". Es el pecado opuesto a la impaciencia. El insensible no se
inmuta por las circunstancias que concurren en una situación determinada, con lo
que deja de actuar con la consiguiente falta de eficacia, por lo que algunos
pueden salir perjudicados.
Pecados contra la virtud de la
longanimidad
Contra esta virtud se puede pecar por "poquedad de
ánimo", que es la menguada aspiración a que se realice algo porque se presenta
como muy lejano en el tiempo. Tal "pequeñez de espíritu" hace que no se aspire a
alcanzar una virtud o la santidad por lo lejano que se presenta.
Pecados contra las virtudes de la perseverancia y de la constancia
Dada la semejanza entre ambas virtudes, también los
pecados contra ellas cabe estudiarlos conjuntamente. Suelen mencionarse dos: uno
por defecto y otro por exceso.
- La inconstancia. Por
defecto, el pecado más común contra estas dos virtudes es la "inconstancia". El
inconstante no sabe mantenerse firme en la práctica del bien. Es bastante común,
que muchos desistan en su intento de perseverar en la virtud cuando surgen las
primeras dificultades. Suele ser un pecado de la gente más joven, si bien en la
lucha por la vida moral se generaliza en bastantes adultos. Santo Tomás denomina
a la inconstancia con el término latino "molitie", es decir, "blandura": es lo
que se denuncia en algunos sectores de nuestro tiempo, en el que se acusa a la
juventud de ser en exceso "blanda".
- La terquedad. El pecado
por exceso es la "terquedad", que cabe definir como la disposición de quien se
obstina en mantenerse en una actitud o en una opinión que no merece garantía
alguna. El terco se persiste en su decisión o sigue intentando seguir un camino
que se ha experimentado que "no conduce a ninguna parte".
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Unida a la fortaleza -como virtud acompañante-
aparece la paciencia, y en palabras de la Escritura, es en la paciencia donde el
hombre adquiere el pleno dominio sobre sí mismo. Estas son las palabras de
Jesús: "En vuestra paciencia, poseeréis (salvaréis) vuestras almas" (Lc 19,19).
Es así como la fortaleza no sólo facilita el llevar a cabo las demás virtudes
morales, sino que también contribuye grandemente a adquirir el equilibro de la
propia persona.
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Notas
[1] San AMBROSIO, Sobre los oficios. I, 35. PL 16,
175-209.
[2] Santo TOMÁS de AQUINO, II-II, q. 123, a. 12 ad
3.
[3] Santo TOMÁS de AQUINO, Quodlibetales, 4, 20.
[4] Santo TOMÁS de AQUINO, Suma Teológica II-II, q.
124, a. 3.
[5] Santo TOMÁS de AQUINO, Suma Teológica II-II, q.
125, a. 2 ad 2.
[6] Santo TOMÁS de AQUINO, Cuestiones disputadas
sobre las virtudes cardinales, 4 ad 5.
[7] J. PIEPER, Las virtudes fundamentales. Ed. Rialp.
Madrid 1980, 185-186.
[8] Santa TERESA de JESÚS, Libro de su vida, c. 31,
17.
[9] J. ESCRIVÁ de BALAGUER, Amigos de Dios. Ed.
Rialp. Madrid 1978, n. 7. La cita es de san Gregorio Magno, Homilías sobre el
Evangelio VI, 6. PL 76, 1098.
[10] Ibidem 3; cfr. nn. 5, 22, 134, 139.
[11] Santo TOMÁS de AQUINO, Comentario a la Ética a
Nicómaco 3, 18, 593.
[12] J. PIEPER, Las virtudes fundamentales, o. c.,
199.
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