La exaltación de los musulmanes, tanto por su naturaleza como por el influjo que en él ejerce la religión, así como carecer de todo estimulo de actividad para procurarse los medios de salir de su esfera
pues creen que todo cuanto ha de sucederles esta ya decretado por La Providencia de un inmutable, así ve también acercarse a sus últimos días con entera tranquilidad, seguros de que en su calidad de creyente en la Ley del Profeta, le aguardan en la otra vida los goces voluptuosos y sin término del paraíso para todos los que cumplen con los preceptos religiosos dictados por la providencias religiosas que rigen el Corán.
Al sentir cercano los últimos instantes de la vida , hace que los vuelvan mirando hacia Oriente, donde se haya la ciudad santa de la Meca y el de la Caaba, santificados por el Profeta, y mientras que conservan el uso de su raciocinio se recomiendan a la protección de Dios, es decir, Dios y su Profeta, y tan pronto como los circundantes se han cerciorado de que el moribundo ha lanzado su ultimo suspiro, les cierran los ojos y prorrumpen lamentos de los vecinos cercanos y especialmente de las mujeres que repiten sin cesar “ahuli y huili” que quiere decir desgracias. Mientras dura este duelo (24 horas) algunos familiares llaman a varios Tolbas para que reciten los versículos del Corán.
Por lo regular, el entierro se verifica el mismo día del fallecimiento, y a los pobres los amortajan con un pedazo de tela de algodón, pero los ricos van en un ataúd cubierto de suntuosos trajes de colores blancos y verdes. En muchos casos se prescinden de ataúd y se conduce al difunto a su ultima morada en una camilla especial, de las que poseen para estos efectos en la mezquitas, siendo esta mas o menos ricas y ostentosas según la fortuna de cada cual, o también portan la bandera de alguna de las Zauyas que, son especie de cofradías o asociaciones religiosas que sirven a la vez de escuelas conventos y hospedajes
El cortejo fúnebre suele ser numeroso, pues además de los amigos y parientes del finado, forman parte los pobres. A veces, rompiendo la marcha también van varias caballerías cargadas con pan, frutos secos, dátiles e higos y se reparte algún dinero entre los necesitados.
Detrás del ataúd o camilla, van los concurrentes al acto funerario, en algunas ocasiones en filas de a cuatro en fondo entonando el símbolo de la fe, es decir “No ha mas Dios que Dios y Mahoma es su profeta”
Sobre la sepultura se degüella alguna res como expiración de los pecados veniales del difunto, mientras los circunstantes, colocados en corro alrededor de la fosa en la que colocan al cadáver, siempre mirando para la Meca, presencian el acto de cubrirlo de tierra. Antes de verificar este acto, uno de los circunstantes repite al oído del fallecido las respuestas que ha de dar al Ángel de la Muerte cuando lo encuentre a las puertas del paraíso, y, enseguida colocados todos en fila van pasando delante del que preside el duelo dirigiéndole algunas palabras de conformidad y saludo con una profunda reverencia. Después van las mujeres lanzando lamentos
Los cementerios musulmanes, en su gran mayoría, están plantados de algunos árboles y palmeras, pero en las sepulturas no se coloca ninguna inscripción que recuerde nombre alguno, calidad o circunstancia del difunto, distinguiendo solamente el sexo con una tabla en los pies, en la que hacen una pequeña hendidura para saber si ha pertenecido a una mujer.
Al sentir cercano los últimos instantes de la vida , hace que los vuelvan mirando hacia Oriente, donde se haya la ciudad santa de la Meca y el de la Caaba, santificados por el Profeta, y mientras que conservan el uso de su raciocinio se recomiendan a la protección de Dios, es decir, Dios y su Profeta, y tan pronto como los circundantes se han cerciorado de que el moribundo ha lanzado su ultimo suspiro, les cierran los ojos y prorrumpen lamentos de los vecinos cercanos y especialmente de las mujeres que repiten sin cesar “ahuli y huili” que quiere decir desgracias. Mientras dura este duelo (24 horas) algunos familiares llaman a varios Tolbas para que reciten los versículos del Corán.
Por lo regular, el entierro se verifica el mismo día del fallecimiento, y a los pobres los amortajan con un pedazo de tela de algodón, pero los ricos van en un ataúd cubierto de suntuosos trajes de colores blancos y verdes. En muchos casos se prescinden de ataúd y se conduce al difunto a su ultima morada en una camilla especial, de las que poseen para estos efectos en la mezquitas, siendo esta mas o menos ricas y ostentosas según la fortuna de cada cual, o también portan la bandera de alguna de las Zauyas que, son especie de cofradías o asociaciones religiosas que sirven a la vez de escuelas conventos y hospedajes
El cortejo fúnebre suele ser numeroso, pues además de los amigos y parientes del finado, forman parte los pobres. A veces, rompiendo la marcha también van varias caballerías cargadas con pan, frutos secos, dátiles e higos y se reparte algún dinero entre los necesitados.
Detrás del ataúd o camilla, van los concurrentes al acto funerario, en algunas ocasiones en filas de a cuatro en fondo entonando el símbolo de la fe, es decir “No ha mas Dios que Dios y Mahoma es su profeta”
Sobre la sepultura se degüella alguna res como expiración de los pecados veniales del difunto, mientras los circunstantes, colocados en corro alrededor de la fosa en la que colocan al cadáver, siempre mirando para la Meca, presencian el acto de cubrirlo de tierra. Antes de verificar este acto, uno de los circunstantes repite al oído del fallecido las respuestas que ha de dar al Ángel de la Muerte cuando lo encuentre a las puertas del paraíso, y, enseguida colocados todos en fila van pasando delante del que preside el duelo dirigiéndole algunas palabras de conformidad y saludo con una profunda reverencia. Después van las mujeres lanzando lamentos
Los cementerios musulmanes, en su gran mayoría, están plantados de algunos árboles y palmeras, pero en las sepulturas no se coloca ninguna inscripción que recuerde nombre alguno, calidad o circunstancia del difunto, distinguiendo solamente el sexo con una tabla en los pies, en la que hacen una pequeña hendidura para saber si ha pertenecido a una mujer.
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