Jim Jones Fundador de la secta Templo del Pueblo
Entre los criminales más peligrosos se encuentra muchas veces auténticos líderes de movimientos seudo religiosos caracterizados por su extremismo su mesianismo. Aunque siempre han existido, los convulsos tiempos que, en el último siglo, vivió e mundo frieron terreno abonado para la proliferación de estos «salvadores» de cuerpos y almas que, a la postre, lo único que ponían a salvo eran unos ingresos cuantiosos.
Y menos mal si la cosa se quedaba en eso: latrocinio puro y duro a través de la compra obligada para los adeptos de las publicaciones del santón de turno, de objetos variados con la simbología de la secta, etcétera. Aunque en todas partes suceden hechos de este tipo, en el mundo anglosajón y sobre todo en Estados Unidos, estos locos de atar que están convencidos de ser enviados del «Altísimo» son legión. Son tantos que sólo cuando alguno provoca una tragedia de características dantescas logra acaparar las primeras planas de la actualidad.
Unos 900 seguidores del Templo del Pueblo se quitaron la vida como protesta en un suicidio colectivo
Jim Jones, fundador y guía del Templo del Pueblo, lo consiguió con creces un día de noviembre de 1978 al proponer (y obligar) a todos sus seguidores reunidos en Jonestown (Guyana) un suicidio colectivo como protesta a la visita del congresista Leo Ryan. Sus seguidores se habían dirigido al campamento ante las innumerables denuncias que se habían recibido por las extravagancias y peligros de que hacía gala su iluminado dirigente. A la llegada de Rvan, Jones y los suyos empezaron a gritar contra su presencia para, después, alentar a sus seguidores a expulsarlo de allí y, ya en pleno paroxismo colectivo, conseguir un imprevisto linchamiento de Ryan y cuatro de sus acompañantes.
Es entonces, con los cuerpos desfigurados y todavía calientes de los visitantes y, sin duda, sabiendo lo que le esperaba, cuando Jim Jones propuso (más bien ordenó) que todos se entregaran a la muerte en un gran ritual final. Estos, en bloque, aceptaron (eran unos 900) y, tras preparar mezclas letales de diversas bebidas, que ingirieron ceremoniosamente, fueron muriendo sin remisión. Cuando llegó la policía, aquello era un inmenso cementerio al aire libre en el que había cuerpo amontonados uno sobre otros.
Ante la persecución de las autoridades norteamericanas, Jones trasladó su Templo del Pueblo a la paradisíaca Guyana
Jones había fundado su Templo del Pueblo el año 1956 en Indianápolis (Estados Unidos). Muy pronto vio engordadas las listas de adeptos, compuestas en su mayoría por marginados, desequilibrados y gentes de toda clase y condición, con la presencia de muchos individuos de raza negra.
En 1965 se trasladaron a California, cuando los que acudieron a la llamada del iluminado eran ya miles y el negocio prosperó de forma imparable. Todos y cada uno de los que fueron admitidos debían entregar sus pertenencias materiales a la comunidad (o sea, a Jones). Ante el panorama de persecución que estaban sufriendo en su propio país, en 1977 hicieron su última mudanza a la paradisíaca Guyana, lugar donde pensaban que iban a encontrarse lo bastante alejados de molestas inspecciones.
Al menos así de contentos vivieron hasta que les fue comunicada la próxima visita de una comisión del Congreso. Lo que ocurrió después ya ha quedado descrito unas líneas más arriba, además de que fue noticia en primera página en todos los periódicos del planeta. Fue un gran impacto, que sirvió para inspirar otros suicidios colectivos en otras partes del mundo.
PARA SABER MAS….
COMUNIDADES ITINERANTES
Muy a menudo, debido a su carácter, a sus constantes problemas con la autoridad, a sus diferencias con los vecinos, a constantes reclamos por abusos de drogas, tenía que cambiarse con su séquito y comunidad… hasta de ciudad. Redwood Valley, donde funcionó por tiempo bastante prolongado, tuvo que abandonarlo por una serie de circunstancias bochornosas para él mismo (le hizo proposiciones deshonestas a un policía) y por la cantidad de denuncias en contra del Templo del Pueblo que se acumularon en la estación de policía. Se trasladó a San Francisco, donde por circunstancias parecidas no le quedó más remedio que buscar una zona adecuada a sus propósitos, en otro país. Así llegó a Guyana, atraído por su integración racial con mayoría de color, por el bajo costo de vida, porque se hablaba inglés, porque el nivel educacional no era elevado, porque estaba cerca de Estados Unidos y porque la línea política de gobierno simpatizaba hacia la izquierda.
COMUNIDADES ITINERANTES
Muy a menudo, debido a su carácter, a sus constantes problemas con la autoridad, a sus diferencias con los vecinos, a constantes reclamos por abusos de drogas, tenía que cambiarse con su séquito y comunidad… hasta de ciudad. Redwood Valley, donde funcionó por tiempo bastante prolongado, tuvo que abandonarlo por una serie de circunstancias bochornosas para él mismo (le hizo proposiciones deshonestas a un policía) y por la cantidad de denuncias en contra del Templo del Pueblo que se acumularon en la estación de policía. Se trasladó a San Francisco, donde por circunstancias parecidas no le quedó más remedio que buscar una zona adecuada a sus propósitos, en otro país. Así llegó a Guyana, atraído por su integración racial con mayoría de color, por el bajo costo de vida, porque se hablaba inglés, porque el nivel educacional no era elevado, porque estaba cerca de Estados Unidos y porque la línea política de gobierno simpatizaba hacia la izquierda.
El 9 de diciembre de 1973 arribó a Georgetown la primera avanzada del Templo del Pueblo para entrar en conversaciones con la autoridad y conseguir los permisos con el objetivo de fundar una colonia. De acuerdo a criterios preestablecidos, ésta tenía que ser aislada y presentar buenas tierras para su explotación.
Tras sucesivos viajes y tratativas, Jones consiguió que el Gobierno le arrendara una finca de diez mil hectáreas a 252 kilómetros de Georgetown, por trescientos dólares anuales. La zona estaba en plena selva y contaba con un pequeño aeródromo, en un pueblo llamado Port Kaituma, a orillas del río del mismo nombre.
Una vez cerrada la transacción, Jones regresó a San Francisco y comenzó la campaña de convencimiento a los integrantes de su comunidad para que lo siguieran a Guyana, “.. .la verdadera Tierra Prometida”, como él afectuosamente la llamaba.
ÉXODO A GUYANA
No le fue difícil al reverendo convencer a su rebaño para que se trasladara al supuesto nuevo paraíso que muy pronto se descubriría que no era tal. En el territorio arrendado abundaban las serpientes venenosas, alimañas de toda especie, el calor era insoportable y la población indígena tenía por costumbre robar con descaro. Tampoco era fácil cultivar la tierra y la comida y la fruta escaseaban. Pero eso no fue óbice para que Jones se las arreglara y presentara el lugar -bautizado como Jonestown -como el edén mismo. Falsificó fotografías con frutas compradas en Georgetown, las que hacía colgar en los árboles de Jonestown, aumentó el ritmo de las curaciones por la fe y se preocupó de arreglar un pequeño sector para que diera la impresión de que todo el resto era similar.
No le fue difícil al reverendo convencer a su rebaño para que se trasladara al supuesto nuevo paraíso que muy pronto se descubriría que no era tal. En el territorio arrendado abundaban las serpientes venenosas, alimañas de toda especie, el calor era insoportable y la población indígena tenía por costumbre robar con descaro. Tampoco era fácil cultivar la tierra y la comida y la fruta escaseaban. Pero eso no fue óbice para que Jones se las arreglara y presentara el lugar -bautizado como Jonestown -como el edén mismo. Falsificó fotografías con frutas compradas en Georgetown, las que hacía colgar en los árboles de Jonestown, aumentó el ritmo de las curaciones por la fe y se preocupó de arreglar un pequeño sector para que diera la impresión de que todo el resto era similar.
A inicios de 1975, la colonia contaba con quince miembros trabajando en condiciones peores que la de esclavos, pero que sin embargo enviaban, con periodicidad, entusiastas cartas a sus parientes en las que afirmaban que, por fin, habían encontrado la tranquilidad y paz que tanto habían buscado. En 1976 la colonia había aumentado a cincuenta y las condiciones de vida seguían siendo deplorables y hacia fines de 1977 el traslado, desde San Francisco, ya era total, quedando sólo en listados Unidos una pequeña partida con la misión de velar y administrar los bienes que dejaban tras de sí.
Fue en este último éxodo masivo, cuando empezaron los problemas con los familiares de los seguidores del Templo del Pueblo, pues al viajar, éstos firmaban documentos de cesión de todas sus pertenencias a la iglesia, incluidas casas y automóviles y entregaban poderes -los mayores- para que les cobraran y administraran sus pensiones. El escándalo fue mayúsculo, mas nada evitó que abandonaran el país.
LA DISCIPLINA EN JONESTOWN
La vida en Jonestown no tenía nada de idílica y más se parecía a la de un recinto penitenciario. La jornada diaria comenzaba a las 06:00 de la mañana y culminaba a las 22:00 horas. Quienes violaban las estrictas reglas de convivencia quedaban expuestos a severos castigos. Si un niño se orinaba en la cama,, al día siguiente era sometido a una sesión de shock de electricidad. Si no cumplían las tareas asignadas, se les rapaba la cabeza, se les prohibía conversar por varios días, se les obligaba a comer pimentones picantes, se les privaba de alimentos y se les golpeaba.
La vida en Jonestown no tenía nada de idílica y más se parecía a la de un recinto penitenciario. La jornada diaria comenzaba a las 06:00 de la mañana y culminaba a las 22:00 horas. Quienes violaban las estrictas reglas de convivencia quedaban expuestos a severos castigos. Si un niño se orinaba en la cama,, al día siguiente era sometido a una sesión de shock de electricidad. Si no cumplían las tareas asignadas, se les rapaba la cabeza, se les prohibía conversar por varios días, se les obligaba a comer pimentones picantes, se les privaba de alimentos y se les golpeaba.
Tim Reiterman en su libro “El Cuervo” describe que los problemas en la colonia comenzaron con las restricciones sexuales a que se vieron sometidos los comuneros:
“Los fieles -escribe- en su mayoría, estaban irritados ante las restricciones impuestas en la colonia y había familias que planeaban la huida. Las normas sexuales impuestas eran la causa de mayores fricciones. No existía libertad sexual (…) Aquellas parejas que no estaban casadas o que no tenían el beneplácito de Jones, y dormían juntas, también corrían riesgos y las parejas casadas no podían tener intimidad, ni siquiera la más mínima, en aquellas cabañas abarrotadas de gente (en algunas dormían hasta quince personas)”.
También cuenta Reiterman las actividades que cumplía el Comité de Relaciones:
“Si una pareja deseaba unirse, necesitaba para hacerlo la aprobación del Comité. Durante los tres meses de prueba, no les estaba permitido el más mínimo contacto físico, ni siquiera besarse. Luego se les autorizaba a mantener relaciones físicas durante otro período de prueba que duraba seis meses. Si sus relaciones superaban estas pruebas, se les consideraba casados. Un embarazo significaba automáticamente relación estable”.
“Si una pareja deseaba unirse, necesitaba para hacerlo la aprobación del Comité. Durante los tres meses de prueba, no les estaba permitido el más mínimo contacto físico, ni siquiera besarse. Luego se les autorizaba a mantener relaciones físicas durante otro período de prueba que duraba seis meses. Si sus relaciones superaban estas pruebas, se les consideraba casados. Un embarazo significaba automáticamente relación estable”.
Los pequeños de la comunidad sufrían espantosamente el acoso de Jones y sus esbirros. Reiterman, en su libro, relata que “.. .los castigos que se daban a los niños podían llegar a ser terroríficos. Al principio, Jones amenazaba a los desobedientes con abandonarlos en los matorrales para comprobar si podían sobrevivir por sus propios medios. Si éstos continuaban con las desobediencias, les vendaba los ojos y los bajaba con una cuerda al interior de un agujero. Los adultos se ocultaban entre los arbustos o en el fondo del agujero y hacían ruidos, simulando que eran monstruos”.
NOCHES BLANCAS
Marshall Kilduff y Ron Javers, autores del libro “El Culto del Suicidio”, escriben que una de las ceremonias más espeluznante que tenía lugar en Jonestown, era la llamada Noche Blanca:
Marshall Kilduff y Ron Javers, autores del libro “El Culto del Suicidio”, escriben que una de las ceremonias más espeluznante que tenía lugar en Jonestown, era la llamada Noche Blanca:
‘”Una vez por semana venía la Noche Blanca -cuentan-, un estremecedor ensayo de un acto de increíble devoción hacia iones. En la Noche Blanca, Jones reunía a toda la población –La situación es desesperada-, les decía. Hay mercenarios en i jungla. Los guardias armados del campamento -unos treinta hombres vestidos con uniforme verde de combate patrullaban el campo durante el día, y unos quince durante la noche— no podrán detenerlos. La tortura los espera cuando lleguen los mercenarios. La única salida es el suicidio en masa para la gloria del socialismo”.
“Se ordenaba -prosiguen- a todo el mundo formar una fila, incluyendo a los niños. Se les daba a cada persona un pequeño vaso con un líquido rojo. A los cuarenta y cinco minutos, Jones decía despaciosamente: todos los presentes estarán muertos. Beban de sus vasos. La gente de Jonestown permanecía de pie en la obscuridad, esperando morir. Las familias formaban pequeños grupos hablando en voz baja. Pero aunque habían bebido, nadie moría. Las convulsiones no se producían. Jones, satisfecho con la actuación, les decía que lo que habían ingerido era un líquido inofensivo. Habían pasado la prueba de lealtad. Pero una nota ominosa entraba en su voz, al inclinarse sobre el micrófono. Esta noche, les decía, los únicos hombres armados eran los mismos guardias del campamento, pero ‘no está lejos el día en que será necesario morir’ ”.
El diario vivir pronto se convirtió en rutina aparente, pues, cada vez se hacía más evidente el descontento, al igual que las tentativas de fugas. Pronto, también llegaron noticias a Estados Unidos de las miserables condiciones en que se debatían los miembros del Templo del Pueblo y la ola de protestas e indignación llegó al Congreso, donde Leo Ryan, diputado demócrata por California, tomó cartas en el asunto.
Comenzaba el principio del fin para una historia aberrante y una de las tragedias más espantosas del siglo veinte.
Fuente Consultada: HECHOS Sucesos que estremecieron al siglo “La Masacre de Guyana”
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