Recuerdan a aquel estudiante de camisa blanca y pantalón oscuro. Recuerden que llevaba un par de bolsas de plástico en las manos y que se plantó delante de una columna de tanques dispuesto a morir aplastado. Pero el primer carro de combate paró en seco a 2 metros de arrollarle. El tanque giró a la derecha y el estudiante volvió a ponerse en su camino. El tanque giró de nuevo a la izquierda y otra vez el joven volvió a cruzarse. Ocurrió el 4 de junio de 1989, y sólo era el principio de lo que se avecinaba: la masacre de Tiananmen.
Porque en aquella ocasión los tanques pararon, pero no lo hicieron horas después, cuando pasaron por encima de cientos de estudiantes acampados en la famosa plaza de Pekín, la más grande del mundo. Los concentrados en Tiananmen llevaban dos meses de protesta pacífica pidiendo, solamente, un poco más de libertad. Hasta que al gobierno chino se le inflaron las narices con tanta tontería demócrata.
Según las autoridades, hubo un puñado de muertos antipatriotas, necesarios según ellos para mantener el orden establecido. Fuentes menos frívolas, sin embargo, han cifrado en dos mil los estudiantes asesinados, sin contar a los ejecutados con posterioridad.
Por el chico del tanque, no pregunten. Nadie sabe qué fue de él. Tras protagonizar su plante, subirse al tanque y pedirle al conductor que diera la vuelta y no matara a estudiantes, fue sacado de la carretera por un grupo de civiels que se lo llevaron disimulado entre la multitud. Los testigos aseguran que eran miembros del ejército vestidos de paisano y que aquel joven de diecinueve años fue ejecutado en días posteriores.
Lo único que se llevó de este mundo fueron aquellos tres minutos de maldita gloria y que la revista Time lo incluyera entre las cien personas más influyentes del siglo XX. Pero ahí lo tienen, el gobierno chino sigue diciendo que lo hecho bien hecho está y ha borrado del calendario aquel 4 de junio de 1989. La única fecha que contaba para ellos fue el 8 del 8 del 2008, el día en que comenzaron los juegos olímpicos, organizados con el mismo arte y la misma diligencia que organizaron la masacre de Tiananmen.
NIEVES CONCOSTRINA.
HISTORIAS DE LA HISTORIA.
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