sábado, 16 de abril de 2016

Exhortar

La exhortación (gr. paraklesis) figura una sola vez (Rom 12,8) en las listas de carismas. Era, sin embargo, una de las funciones esenciales de los apóstoles, de los profetas y de los presbíteros; está enraizada en la vida religiosa del AT y del judaísmo y se prolonga en la Iglesia actual.

AT.

Los testigos de Dios no se contentaron jamás con exponer fríamente el designio divino de la salvación: Los discursos sacerdotales (como los de Dt 4-11), los discursos proféticos (como Is 1,16...), los discursos sapienciales (como los de Prov 1-9) se dirigen al corazón no menos que al espíritu de los oyentes; los invitan, los animan, los estimulan por parte de Dios a escuchar, a convertirse y a buscar a Dios. Desde los tiempos antiguos hasta la época de los Macabeos, hallamos siempre el mismo movimiento, la misma llamada: no se predica sin exhortar a una animosa fidelidad para con Yahveh y para con su ley (Dt 5,32; 6,4ss; 32,45ss), particularmente en las persecuciones (2Mac 7,5) o en el momento de la guerra santa (2Mac 8,16; 13,12.14).

NT.

En los umbrales del NT continúa Juan Bautista esta tradición: “con muchas exhortaciones anunciaba al pueblo la buena nueva” (Lc 3,18). Jesús, a su vez, no se contenta con proclamar el mensaje del reino que llega en su persona y con revelar sus misterios. Incita a los hombres a entrar en él invitándolos en forma apremiante a arrepentirse, a creer en el Evangelio, a seguirle y a guardar su palabra. Asimismo los apóstoles “conjuran y exhortan” a las multitudes a acoger su mensaje y a bautizarse (Hech 2,40). En las comunidades cristianas, el profeta “edifica, exhorta, anima” (1Cor 14,3), como deben hacerlo también Timoteo y Tito (2Tim 4,2; Tit 1,9). Esto no hace sino prolongar uno de los actos esenciales del ministerio apostólico (Hech 11.23; 14,22; 15,32; 16, 40; 1Tes 3.2), sobre el que Pablo se explica claramente: “Es, dice. como si Dios exhortara por medio de nosotros” (2Cor 5,20; cf. 1Tes 2,13). Así los escritos del NT encierran numerosas exhortaciones; tal es el fin esencial de la carta a los Hebreos (Heb 13,22) y de la La carta de Pedro (1Pe 5,12). Además, los cristianos corrientes deben exhortarse unos a otros (2Cor 13,11; Heb 3,13; 10,25) con miras a la edificación de la Iglesia.
ALBERT DESCAMPS

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