martes, 12 de abril de 2016

Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.

Lc 23,26-49.

26 Mientras lo conducían, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que llegaba del campo, y le cargaron la cruz para que la llevase detrás de Jesús.
27 Lo seguía una gran muchedumbre del pueblo, incluidas mujeres que se golpeaban el pecho y gritaban lamentándose por él.
28 Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
- Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad mejor por vosotras y por vuestros hijos;
29 porque mirad que van a llegar días en que digan: "Dichosas las estériles, los vientres que no han parido y los pechos que no han criado".
30 Entonces se pondrán a decir a los montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos";
31 porque s con el leño verde hacen esto, con el seco, ¿qué irá a pasar?
32 Conducían también a otros, a dos malhechores, para ajusticiarlos con él.
33 Cuando llegaron al lugar llamado "La Calavera", lo crucificaron allí, a él ya los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
34 Jesús decía: 

 

- Padre, perdónalos, que no saben lo que están haciendo. (1)
Se repartieron su ropa echando suertes.
35 El pueblo se había quedado observando. Los jefes, a su vez, comentaban con sorna:
- A otros ha salvado; que se salve él si es el Mesías de Dios, el Elegido.
36 También los soldados se burlaban de él; se acercaban y le ofrecían vinagre
37 diciendo:
- Si tu eres el rey de los judíos, sálvate.
38 Además, tenía puesto un letrero:

ESTE ES EL REY DE LOS JUDÍOS 


 EXPLICACIÓN.

26-49. Como en Mt y Mc, Simón de Cirene (cf. Hch 11,20; 13,1: discípulos oriundos de Cirene) es figura del discípulo que hace suya la cruz de Jesús, llevando su seguimiento hasta el final (9,23; 14,27); contrasta con Simón Pedro, que ha negado a Jesús (26).

La gran muchedumbre que seguía a Jesús (27) representa al Israel mesiánico (muchedumbre del pueblo) que no ha renegado de él ni lo ha traicionado, pero que sólo lo sigue al modo como las plañideras acompañan un cortejo fúnebre (incluidas mujeres... lamentándose por él, cf. 8,52). Sobre la falsilla de la profecía de Zacarías, gran número de seguidores "hacen duelo por él como por un hijo único, lloran como se llora a un primogénito" (Zac 12,10-14).

Jesús no acepta ese duelo (cf. 7,13); por quien deben hacer duelo es por la ciudad de Jerusalén, cuya representación ellas asumen (Hijas de Jerusalén) y de cuya destrucción serán testigos (28). Profecía de Jesús al salir de Jerusalén (29-31, como al acercarse a ella (19,41-44). Más llanto merece la ruina del pueblo, consecuencia del rechazo del Mesías, que su propia muerte (cf. 21,23; Os 9,12). Cita Os 10,8 para indicar el horror del desastre (30). Dicho proverbial: leño verde, el que ofrece la paz; leño seco, los que profesan la violencia (31).

Malhechores: quieren que recaiga sobre Jesús la calificación de sus compañeros de suplicio (cf. 22,37) (32s). Padre, perdónalos: Jesús no reconoce culpa propia (cf. 23,41), pero afirma la ajena; ora por sus enemigos (6,27s.35s), excluyendo todo sentimiento de odio o de deseo de venganza contra ellos (cf. Hch 7,60) (33). Reparto de la ropa (cf. Sal 22,18); suertes/sorteo, término consagrado para el reparto de la tierra prometida (Nm 26,55; 36,2, etc.: Sal 22,19) (34).

Tres reacciones negativas: a) el pueblo (diverso de la "muchedumbre" del pueblo" de v.27), Israel, curiosidad burlona, como los mirones de 14,29. b) Los jefes, a su vez, ironizan (cf. 4,23: "Médico, cúrate tú"); no pueden concebir a un Mesías que muera ni a un Elegido (Is (42,1) al que Dios abandones (35): mantienen la idea del mesianismo triunfal. c) También los soldados se burlan (36): los ejecutores de la violencia del poder romano no pueden comprender a un rey que no hace nada por defenderse (37); el vinagre, símbolo del odio (Sal 69,22). También el letrero indica la irrisión (38: éste, colocado en el texto griego al final de la frase, despectivo).

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