Exclusión social.
- Por exclusión social entiéndase la falta de participación de
segmentos de la población en la vida social, económica y cultural de sus
respectivas sociedades debido a la carencia de derechos, recursos y
capacidades básicas (acceso a la legalidad, al mercado laboral, a la
educación, a las tecnologías de la información, a los sistemas de salud y
protección social) factores que hacen posible una participación social
plena. La exclusión social es un concepto clave en el contexto de la Unión Europea para abordar las situaciones de pobreza, vulnerabilidad y marginación
de partes de su población. El concepto también se ha difundido, aunque
más limitadamente, fuera de Europa. La Unión Europea proclamó el año 2010 como año europeo de lucha contra la pobreza y la exclusión social.
Evolución del concepto
Protagonismo internacional del concepto
Si bien el concepto de exclusión fue acuñado en los años 50 y 70 no
sería hasta la segunda mitad de los 80 cuando realmente cobra
importancia en la escena política francesa. Se trata de los debates en
torno a la propuesta, finalmente aprobada por el parlamento en diciembre
de 1988, de crear el Ingreso Mínimo de Inserción (Revenu Minimum d’Insertion – RMI). Es en este contexto que el tema de la exclusión/inclusión madura como para, bajo el impulso de Jacques Delors
y sus asesores, pasar a ocupar un rango privilegiado en el pensamiento
de la actual Unión Europea, llegando a reemplazar totalmente, por un
tiempo al menos, al concepto de pobreza. El concepto de exclusión social
fue oficialmente adoptado en 1989 por la Comunidad Europea en una
resolución del Consejo Europeo que lleva por título Combatir la exclusión social.
Desde la poderosa plataforma de la Comunidad Europea el concepto de
exclusión social iniciará una rápida expansión tanto en los Estados
miembros de la misma como en una serie de organismos internacionales,
como ser las Naciones Unidas, la Organización Internacional del Trabajo y el Banco Mundial. En términos políticos, el ascenso de Tony Blair
al gobierno británico le dará un nuevo empuje muy significativo, que se
concretará en la creación en diciembre de 1997 de la Social Exclusion
Unit (SEU, “Unidad para la Exclusión Social”) como parte integrante de
la Secretaría del Gabinete del Primer Ministro y en el nombramiento, el
año 1999, de un ministro para la exclusión social. Nunca antes ni
tampoco después un gobierno le ha dado tal prominencia a la perspectiva
de la exclusión social. Además, la iniciativa política de Blair
implicará, al menos temporalmente, una ruptura del “frente anglo-sajón”
que tradicionalmente se ha mantenido escéptico respecto del nuevo
concepto y firmemente anclado en las investigaciones clásicas sobre la
pobreza.
Sin embargo, el concepto nunca logró implantarse en Estados Unidos ni
tampoco en Asia, y su presencia ha sido limitada en África o América
Latina. En general, se puede decir que fuera de Europa el concepto de
pobreza ha ganado el pulso que le entabló, hace ya un par de décadas, el
de exclusión social. Incluso en la UE, si bien se sigue hablando mucho
de exclusión social de hecho se sigue pensando en y midiendo la pobreza,
la privación y la vulnerabilidad. Un hecho sintomático es que en el
nuevo programa estrella de la UE, Europa 2020, la iniciativa emblemática
respecto de la lucha contra la pobreza y la exclusión se llame
simplemente Plataforma europea contra la pobreza. Otro hecho que retrata
el debilitamiento de la en su día tan prominente presencia del concepto
de exclusión social es la degradación de la posición de la Unidad para
la Exclusión Social dentro del gobierno británico en mayo de 2002 para
luego, en junio de 2006, ser transformada en un organismo de mucho menor
peso y rango llamado Social Exclusion Task Force (SETF, “Fuerza
Operativa para la Exclusión Social”) que finalmente desaparecería de la
escena gubernamental británica sin pena ni gloria.
Definiciones de la exclusión social
La evolución anteriormente de permite acercarnos a las definiciones
actualmente en boga del concepto de exclusión social. En términos
generales, las definiciones se mueven en un eje que va desde el sentido
original francés del término, que se centra en la ruptura de lo que
Durkheim llamaba lien social (“lazo social”) y que en sí mismo
poco tiene que ver con la pobreza, a un sentido más inglés del concepto,
en el que exclusión social se define como una suma de situaciones de
privación o pobreza que se supone son, en sí mismas, componentes y
causas de la exclusión.
La adopción por parte de la Comunidad Europea del término exclusión
social a fines de los 80 se caracterizó por una mezcla ecléctica de
ambos enfoques, donde la idea original francesa fue pasada por el cedazo
inglés. Así describen H. Silver y S. M. Miller este proceso: “Cuando la
UE adoptó la terminología de la ‘exclusión social’ del francés, su
significado cambió sutilmente. Los expertos británicos de los Programas
de la Pobreza trataron, por ejemplo, de reconciliar el énfasis francés
en la exclusión social y cultural con su propio énfasis tradicional en
la privación material y en los derechos sociales de la ciudadanía,
viendo la pobreza como un impedimento para la participación plena en la
sociedad […] El trabajo conceptual le cedió el paso a un compromiso
político […] Dicho lisa y llanamente, la UE reformuló la exclusión como
una inhabilidad para ejercer los ‘derechos sociales de los ciudadanos’ a
obtener un estándar básico de vida y como barreras a la ‘participación’
en las principales oportunidades sociales y ocupacionales de la
sociedad.”1
Este compromiso, donde el tinte inglés ha sido más marcado que el
francés, es el que nos permite entender las diversas definiciones que la
UE ha ido dando del término exclusión social hasta llegar a la
actualmente usada, tal como fue presentada en el Informe conjunto sobre
la inclusión social de 2003: “Exclusión social es un proceso que relega a
algunas personas al margen de la sociedad y les impide participar
plenamente debido a su pobreza, a la falta de competencias básicas y
oportunidades de aprendizaje permanente, o por motivos de
discriminación. Esto las aleja de las oportunidades de empleo,
percepción de ingresos y educación, así como de las redes y actividades
de las comunidades. Tienen poco acceso a los organismos de poder y
decisión y, por ello, se sienten indefensos e incapaces de asumir el
control de las decisiones que les afectan en su vida cotidiana.”2
Ahora bien, más allá del énfasis que se le dé a diferentes
componentes del concepto de exclusión social todos los enfoques acentúan
ciertas características del mismo, en particular el tratarse
supuestamente de un fenómeno multidimensional y acumulativo, es decir,
en el que coincidirían, reforzándose mutuamente, una serie de procesos y
situaciones de privación y exclusión que empujan a individuos y grupos
“al margen de la sociedad”, amenazando así el lazo o la vinculación que
los une con el resto de la comunidad. Además, la gran mayoría de los
autores hacen de la pobreza y la falta de acceso al trabajo el elemento
central de esta “multidimensionalidad acumulativa”.
Mediciones empíricas de la exclusión social
Junto a los estudios más teóricos sobre la exclusión social existen
hoy una serie de intentos de investigarla y medirla empíricamente,
especialmente en el ámbito de la Unión Europea. Hilary Silver realizó en
2007 una reseña muy útil de estos estudios empíricos que aquí servirá
de base para describir sus resultados.3
Los estudios en cuestión usan ampliamente las fuentes de datos
estadísticos disponibles, en particular aquellos reunidos por estudios
longitudinales tipo panel, basados en una muestra de hogares e
individuos que son seguidos durante una serie de años, permitiendo así
captar la dinámica real del desarrollo social. El estudio más importante
a este respecto es el European Community Household Panel (ECHP),
llevado a cabo entre 1994 y 2001. En este estudio se recopiló una amplia
serie de datos longitudinales, lo que permite seguir en el tiempo las
trayectorias de los individuos y hogares estudiados y, además, comparar
los resultados obtenidos en diversos países. Se trata por ello de una
base de información óptima para estudiar procesos supuestamente
multidimensionales y acumulativos.
Los resultados de las investigaciones reseñadas por Silver pueden sintetizarse en los siguientes puntos:
- la correlación entre pobreza, en particular la pobreza crónica, y
otros indicadores de privación y exclusión es escasamente significativa,
señalando que se trata de fenómenos distintos;
- la correlación entre distintos indicadores de exclusión o ruptura social tampoco queda corroborada empíricamente;
- la existencia de procesos acumulativos de privación y exclusión parece ser un fenómeno muy poco común;
- la privación no es habitualmente múltiple sino que se trata de un solo factor;
- no existe una base empírica para hablar de una underclass, es decir, un grupo considerable de personas permanente desaventajadas.
Este es el resumen que la propia Silver hace de su reseña (página
12): “… uno de los hallazgos más consistentes de los estudios sobre la
exclusión es que ciertas facetas de la ruptura social no están asociadas
con otras. Esto implica que los procesos de desventaja acumulativa
–círculos viciosos, espirales descendentes, etc.– son más raros de lo
que muchos suponen. Una cosa queda clara, la exclusión social es
distinta de la pobreza crónica […] sólo una pequeña proporción de los
pobres permanente están expuestos a privaciones múltiples […] Más gente
es pobre o vive en privación de una manera que los que viven la
privación de una manera múltiple […] La correlación imperfecta entre las
dimensiones de la exclusión social ilustra el hecho de que mucha gente
está en trayectorias que, a diferente ritmo, los llevan o sacan de una
situación social dada.” Todo esto conduce a nuestra autora a una
conclusión decisiva: “El hallazgo reiterado de una débil correlación
entre las diversas dimensiones de la vida social contradice la antigua
noción de una clase marginalizada (‘underclass’), un núcleo duro de
gente permanentemente desaventajada. A lo más, esto caracterizaría un
porcentaje muy pequeño de la población de los países occidentales
industrializados.”
En suma, ni la multidimensionalidad, ni los procesos acumulativos, ni
la privación múltiple, ni la coincidencia de la pobreza con la
exclusión, ni la formación de una clase permanente de excluidos, nada de
esto ha podido ser empíricamente comprobado. Todo lo contrario, la
evidencia indica que se trata de momentos en la vida de los individuos
durante los cuales éstos se ven afectados por una u otra privación o
falta de inclusión que no los condena a caer en un círculo vicioso de
degradación y exclusión ni a formar parte de una especie de clase de
marginados o excluidos. En suma, se trata de lo que ya sabíamos acerca
de la pobreza en las sociedades modernas, es decir, que es
mayoritariamente una situación temporal en el seno de sociedades
constantemente cambiantes y con altos niveles de movilidad social,
sociedades en las que, usando el clásico ejemplo de los Estados Unidos,
la gran mayoría son pobres alguna vez pero sólo muy pocos lo son para
siempre.
La exclusión social profunda en la sociedad actual
Las constataciones anteriores no deberían ser usadas para, lisa y
llanamente, descartar el uso del concepto de exclusión social. La
exageración en el uso del mismo, bajo el impulso inicial de aquella
retórica tan común en los años 80 acerca de lo que se llamó “la sociedad
de los dos tercios”, no debe ir en detrimento de su utilidad para
describir y estudiar fenómenos cualitativamente importantes en las
sociedades contemporáneas. Se trata, en lo fundamental, de la existencia
de bolsones de privación y exclusión que, justamente por ser
globalmente muy acotados y minoritarios, no pueden ser detectados ni
menos aún estudiados mediante el tipo de herramientas usadas por los
estudios antes mencionados. En muestras representativas de una sociedad
en su conjunto los individuos que forman parte de estos bolsones de
exclusión se diluyen quedando reducidos a excepciones individuales. Sin
embargo, cuando estas excepciones viven agrupadas se producen procesos
que es necesario no perder de vista ya que pueden llegar a tener una
significación social que es muy superior a la importancia meramente
cuantitativa de las personas que componen esos bolsones. Este punto es
crucial no sólo desde el punto de vista de los métodos de investigación
sino sobre todo para comprender lo que podemos llamar “exclusión social
profunda”,4
que siempre es colectiva y que se diferencia radicalmente de la vivida
individualmente. Una cosa es ser desempleado o pobre, o tener un acceso
limitado a una serie de recursos básicos y vivir una vida de gran
aislamiento social pero hacerlo como una excepción en ambientes sociales
mayoritariamente compuestos por personas que no viven esas situaciones;
otra cosa muy distinta es hacerlo como parte de un colectivo que
abrumadoramente comparte esas características. En el primer caso tenemos
un individuo en una situación difícil, que además vivirá bajo el
estigma de una cultura ambiente donde la inclusión y participación
social son la norma. En el segundo caso, se forma una cultura de la
exclusión y formas colectivas de vida y movilización social que reflejan
la situación de exclusión. En el primer caso estamos ante un hecho
lamentable y sin duda digno de atención pero de limitada relevancia
social; en el segundo estamos ante un hecho que, aunque en su conjunto
no abarque a demasiadas personas, puede dar origen a conflictos sociales
de gran trascendencia y transformarse en una real amenaza para la
cohesión social. Se puede producir así una verdadera ruptura del lazo
social de que hablaba Durkheim junto a la formación de una especie de
cultura alternativa o incluso de una contracultura, una forma de aquella
“cultura de la pobreza” de la que Oscar Lewis estudió ya en los años 50
del siglo pasado.5
Esta es una perspectiva que, entre otros, permite entender hechos como
los dramáticos motines urbanos que asolaron tantas ciudades francesas en
octubre y noviembre de 2005. Dicho esto no hay que olvidar una de las
características más destacadas que a menudo muestran estas áreas, a
saber, el alto nivel de recambio poblacional de las mismas. Este hecho
es muy conocido gracias a los estudios estadounidenses ya clásicos sobre
los sorprendentes cambios que ha ido experimentando la composición
poblacional y étnica de los guetos urbanos.6
Estudios recientes realizados en Suecia muestran la misma
característica: el recambio anual de población oscila entre una quinta y
una cuarta parte de los habitantes de los barrios más destituidos,
especialmente cuando tienen una alta o muy alta proporción de población
inmigrante.7
El “gueto” es por ello, en realidad, algo muy distinto de lo que la
misma palabra gueto sugiere. No es un área cerrada y aislada sino el
escenario de muchas aves de paso, a menudo de llegada reciente, que
encuentran en las áreas más pobres de la geografía urbana su primera
residencia para luego continuar su viaje. Sin embargo, la investigación
también muestra que en las áreas de alta vulnerabilidad y privación va
quedando un remanente permanente que sí puede ser descrito como “los
excluidos” y que le dan su particular atmósfera social y cultural a esas
áreas. En todo caso, la existencia de bolsones de exclusión que hoy por
hoy toman la forma de guetos urbanos con altas concentraciones de
inmigrantes o minorías étnicas forma un objeto de estudio y atención
pública de la más alta relevancia. Por ello es pertinente que se siga
trabajando y profundizando en el tema de la exclusión social, pero
dejando de lado las exageraciones hasta ahora cometidas y dotándose de
un diagnóstico correcto de la “exclusión social profunda”, lo que
requiere de herramientas de estudio y medición adecuadas para entender
un fenómeno que escapa a nuestras estadísticas habituales.
Normativa
España
La Ley 43/2006, de 29 de diciembre, para la mejora del crecimiento y del empleo,8
establece que la situación de exclusión social se acreditará por la
pertenencia a alguno de los colectivos relacionados a continuación:
- a) Perceptores de rentas mínimas de inserción, o cualquier otra prestación de igual o similar naturaleza, según la denominación adoptada en cada Comunidad Autónoma.
- b) Personas que no puedan acceder a las prestaciones a las que se
hace referencia en el párrafo anterior, por alguna de las siguientes
causas:
- 1.º Falta de periodo exigido de residencia o empadronamiento, o para la constitución de la unidad perceptora.
- 2.º Haber agotado el periodo máximo de percepción legalmente establecido.
- c) Jóvenes mayores de dieciocho años y menores de treinta, procedentes de instituciones de protección de menores.
- d) Personas con problemas de drogadicción o alcoholismo que se encuentren en procesos de rehabilitación o reinserción social.
- e) Internos de centros penitenciarios cuya situación penitenciaria les permita acceder a un empleo, así como liberados condicionales y ex reclusos.
- f) Menores internos incluidos en el ámbito de aplicación de la Ley
Orgánica 5/2002, de 12 de enero, reguladora de la responsabilidad penal
de los menores, cuya situación les permita acceder a un empleo, así como
los que se encuentran en situación de libertad vigilada y los ex
internos.
Bibliografía
Véase también
Referencias
- H.
Silver, H y S. M. Miller (2003). “Social Exclusion. The European
Approach to Social Disadvantage”. Indicators, vol. 2:2, p. 7.
- Comisión
Europea (2003). Informe conjunto sobre la inclusión social en el que se
resumen los resultados del examen de los planes nacionales de acción en
favor de la inclusión social (2003-2005). Bruselas: Comisión Europea,
p. 9.
- Silver,
Hillary (2007). The process of social exclusion: The dynamics of an
evolving concept. United Kingdom: CPRC Working Paper 95, Brown
University.
- Mauricio Rojas Mulor (2006). Utanförskapets karta (“Mapa de la exclusión”), Estocolmo: Folkpartiet.
- Oscar Lewis (1959). Five Families: Mexican Case Studies in the Culture of Poverty. New York: Basic Books.
- Robert Park (1925). The City. Chicago: Chicago University Press.
- Roger
Andersson (2000). ”Rörligheten i de utsatta områdena” (La movilidad en
los barrios vulnerables). Hemort Sverige. Norrköping: Integratiosverket.
Ley 43/2006, de 29 de diciembre, para la mejora del crecimiento y del empleo.
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