Las actitudes corporales pertenecen también al estilo; como
en los primeros siglos, se prefiere estar de pie a estar de rodillas. No es una
decadencia en la fe, sino una consecuencia de ella; al creer que Dios considera
al hombre como un hijo adulto, la actitud respetuosa no es ya la del esclavo;
como atestiguan numerosos autores eclesiásticos, entre ellos Tertuliano (fines
del siglo II), san Basilio (Siglo IV) y san Agustín (Siglo V), los domingos y
todo el tiempo pascual estaba prohibida la genuflexión, para recordar que la
resurrección de Cristo nos había levantado de la caída. El canon 20 del
Concilio de Nicea sancionó esta costumbre, que fue confirmada más tarde por el
Concilio de la Cúpula (in Trullo, año 691, canon 90). Celebrar y orar de pie
era precisamente símbolo de la nueva condición del hombre, gracias a Cristo.
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