lunes, 13 de febrero de 2017

Quietismo

Grabado que representa a Miguel de Molinos.
El quietismo fue un movimiento místico surgido en el siglo XVII en el seno de la Iglesia Católica, especialmente en España, Francia e Italia. Fue propuesto por el sacerdote y místico español Miguel de Molinos en su Guía espiritual que desembaraza el alma y la conduce por el interior camino para alcanzar la perfecta contemplación y el rico tesoro de la paz interior, publicada en 1675.
Enseñaba la pasividad en la vida espiritual y mística, ensalzando las virtudes de la vida contemplativa. Sostenía que el estado de perfección únicamente podía alcanzarse a través de la abolición de la voluntad: es más probable que Dios hable al alma individual cuando ésta se encuentra en un estado de absoluta quietud, sin razonar ni ejercitar cualquiera de sus facultades, siendo su única función aceptar de un modo pasivo lo que Dios esté dispuesto a conceder.
En 1685 Molinos es apresado por la Inquisición, condenado a reclusión perpetua y prohibida su obra por Inocencio XI. El teólogo y arzobispo de Cambrai, François Fénelon, su defensor y difusor, fue condenado al exilio por Inocencio XII.
También puede ser denominado molinosismo, debido a Miguel de Molinos (no confundir con el molinismo, enseñanzas de otro teólogo español, Luis de Molina).

El quietismo en el cristianismo contemporáneo

En el presente, se considera al quietismo como un error diametralmente opuesto al activismo o americanismo, ya que la persona que lo ejerce busca refugiarse en la oscuridad e indolencia movido por una falsa prudencia.
Es el quietismo, ridícula caricatura del recogimiento y vida contemplativa, que coincide en realidad con el más repugnante egoísmo [...] El quietista no quiere meterse en nada. So pretexto de concentración y oración, se encastilla en su aislamiento y ociosidad sin pensar en nadie fuera de sí mismo ni preocuparse de otra cosa que de sus propios intereses. [...] Es muy cómodo no meterse en nada ni abandonar un instante la dulce ociosidad —il dolce far niente— pero no es lícito llamarse discípulo de Jesucristo que precisamente por haberse metido en todo acabó muriendo en lo alto de una cruz.1
El quietismo propone la muerte al yo, ignora la atracciones del cielo y las penas del infierno, y cesa de las peticiones en la oración o de la acción de gracias para que el yo no sea estimulado.2

Referencias


  • Royo Marín, Antonio (1968). «El apostolado». Teología de la perfección cristiana. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. pp. 807-808.

    1. Chafer, Lewis Sperry (2010) [1947]. «Prolegómenos». Teología Sistemática. Clie. p. 14. ISBN 978-84-8267-516-9.

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