miércoles, 7 de marzo de 2018

Santa Gertrudis la Grande


Grabado limeño del siglo XVIII
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Escritora y mística benedictina, nacida en Alemania en 1256. Murió en Helfta, cerca de Eisleben, Sajonia, el 17 de noviembre de 1301 ó 1302. Nada se sabe acerca de su familia, ni siquiera el nombre de sus padres. Está claro que no nació en el barrio de Eisleben donde vivió (Legatus, lib. I, xvi). A los cinco años de edad ingresó en el convento de Helfta. En aquel tiempo, el monasterio estaba a cargo de la santa e iluminada abadesa Gertrudis de Hackerborn, bajo cuya dirección el convento prosperó de manera sobresaliente, tanto en la observancia de la regla monástica, como en la actividad intelectual , a la que contribuyeron Santa Lioba y sus monjas anglo-sajonas, formadas en Alemania.
En este rincón espiritual uno podía encontrar todo lo que puede contribuir a la santidad, favorecer la contemplación y el aprendizaje. Incluso, como en el centro de todo ímpetu y actividad de la vida, el trabajo de trabajos, -La Obra de Dios, como San Benito definía el Divino Oficio, se llevaba a cabo de manera solemne. Así era Helfta cuando sus portales se abrieron para recibir a una pequeña niña destinada a convertirse en una de las glorias más brillantes de este convento.
A Gertrudis se le puso bajo el cuidado de su tía Santa Matilde, quien era hermana de la abadesa y estaba a cargo del alumnado. La pequeña tenía el don de ganarse los corazones, según sus biógrafos, era encantadora. Así pues, desde muy temprano creció entre Gertrudis y Santa Matilde, una buena amistad.
Se dice que Gertrudis poseía cualidades excepcionales para el estudio y no fue hasta pasados los veinticinco años de edad que recibió el impacto de su primera visión, que sería sólo el comienzo de una serie de revelaciones que tendría sucesivamente a lo largo de su vida, hasta el momento de su muerte. Hasta antes de la primera revelación, el objeto de sus estudios eran temas de ciencias naturales, literatura etc., pasado el éxtasis, comprendió que se había dedicado por entero al estudio de temas mundanos y cambió totalmente el sentido de sus estudios. A partir de ese momento, optó por dedicarse al estudio de los escritos de los santos padres, de teología y de Sagrada Escritura. Parece que Gertrudis se culpaba por considerar lo anterior como una negligencia (Legatus II, ii), pero para entender sus palabras correctamente debemos recordar que expresaban auto reprobación en un alma llamada a la más alta santidad. Sin duda, su extraordinaria dedicación al estudio era un obstáculo para su progreso en la contemplación y el recogimiento interior; sin embargo, esta condición le guardó de caer en peores faltas. Su lucha personal la centraba en la conquista de una naturaleza sensible e impetuosa.
En la vida de Santa Gertrudis no se registran fases abruptas, no hay una conversión repentina del pecado a la santidad. Ella pasó del alumnado a la comunidad religiosa. Por fuera, su vida era la de una monja benedictina sencilla, como las demás. Su caridad sin límites abarcaba a todos; tanto a los ricos como a los pobres, a los letrados como a los comunes, al monarca en su trono, como al campesino en su parcela; se manifestaba en una tierna compasión hacia las almas en el purgatorio, en un gran anhelo de perfeccionamiento en las almas consagradas a Dios. Su humildad era tan profunda que se preguntaba cómo es que la Tierra podía soportar a un alma tan pecadora como la suya. Era frecuente que se encontrara en éxtasis y que se desconectara de lo que ocurría a su alrededor. lo que la preocupaba, por el efecto que `esto pudiera tener en los demás. Tenía el don de profecía y el de obrar milagros.
Cuando sintió que se acercaba su muerte, Gertrudis tendría aproximadamente 46 años de edad. Antes pudo asistir a los funerales de la ilustre abadesa Gertrudis de Hackerborn (1291) y los de su guía y confidente, Santa Matilde (1298).
En 1346 fue transferida la comunidad benedictina al monasterio de Nueva Helfta y se cree que las monjas conservaron algunas pertenencias del antiguo convento, pero nada se sabe de los restos de las santas Gertrudis y Matilde. La Antigua Helfta pasó a ser propiedad de la Corona, mientras que la Nueva Helfta pasó a manos de la municipalidad local. De las sepulturas de las santas no hay registros.
Fue hasta 1677 que el nombre de Gertrudis se inscribió en el Martirologio Romano y que su fiesta se extendió a la Iglesia universal celebrándole el día 15 de noviembre, corrigiéndo después para fijarse el día 17 de noviembre como la fecha de su muerte, que celebra la Orden Benedictina, aunque se establecería el día 16 como la fiesta de la Santa. De conformidad con una petición hecha por el Rey de España, se declaró a Santa Gertrudis, Patrona de las Indias Occidentales; en Perú se celebra su fiesta con gran pompa y, en Nuevo México se construyó una ciudad en su honor, que lleva su nombre.
Algunos escritores contemporáneos han considerado que Santa Gertrudis era cisterciense, pero un estudio cuidadoso e imparcial de las evidencias disponibles en la actualidad, no justifican esa conclusión. Es bien sabido que la Reforma Cisterciense dejó su marca en muchas casas no afiliadas a la Orden Benedictina y el hecho de que Helfta se fundara durante el apogeo de Citeaux (1134-1342) es suficiente para entender esta impresión.
Muchos de los escritos de Santa Gertrudis han desaparecido. Los que aún se conservan son:
El "Legatus Divinae Pietatis" (conocido como el "Heraldo de la amorosa bondad de Dios" o también como
Revelaciones de Santa Gertrudis").
Los Ejercicios de Santa Gertrudis
El "Liber Specialis Gratiae" de Santa Matilde (conocido también como "Revelaciones de Santa Matilde"). Todos los trabajos de Santa Gertrudis se escribieron en latín, que ella usaba con facilidad y gracia. El "Heraldo de la amorosa bondad de Dios" comprende 5 tomos que contienen una descripción de la vida de la Santa y registros de numerosas gracias y favores concedidos por Dios. El libro II se le atribuye a Gertrudis, no así los otros que se piensa escribieron las monjitas de la comunidad religiosa que presenciaron los favores que se le concedieron a Gertrudis. Se cree que fue así porque la humildad de la Santa no le habría permitido detallar los milagros que por su intercesión ocurrieron. Los "Ejercicios" son siete en total y tratan temas que van desde la gracia bautismal, que es el primero, hasta el tema de cómo prepararse para bien morir, que es el séptimo. El lenguaje que se maneja en los escritos de Santa Gertrudis es elegante, impregnado de imágenes sacadas de pasajes bíblicos, que manifiestan su elevada contemplación.
Cuando se compara el "Heraldo de la amorosa bondad de Dios" con las "Revelaciones de Santa Matilde" es evidente que Gertrudis es quien escribe. Sus letras están coloreadas de la riqueza del genio teutónico, que encuentra sus expresiones más agradables en simbolismos y alegorías. El espíritu de Santa Gertrudis, que está marcado por libertad, aliento y vigor se encuentra en la Regla de San Benito. El misticismo de la Santa es el característico de todos los grandes contemplativos de la Orden Benedictina, desde San Gregorio, hasta Blosius. En una palabra, se encuentra en Gertrudis esa añeja espiritualidad benedictina que el Padre Faber ha descrito tan bien (Todo por Jesús, viii).
Una de las características de la piedad de Gertrudis puede encontrarse en la devoción que tenía al Sagrado Corazón. Devoción que se encargó de propagar primero que nadie. Ya que para ella, en la Devoción al Sagrado Corazón se encontraba el símbolo de la caridad inmensa, que impulsa a "La Palabra" a hacerse "carne", a instituir la Santa Eucaristía, a cargar con nuestros pecados y, a morir en la cruz para ofrecerse como víctima y como sacrificio al Padre Eterno. (Colección de Ritos, 3 de abril de 1825).
Fieles a la misión que se les encomendó, las superioras de Helfta encargaron a teólogos de renombre la revisión de los escritos de Santa Gertrudis. Escogieron a frailes dominicos y franciscanos para que aprobaran y comentaran ampliamente sus impresiones sobre los trabajos de la Santa. Fueron Lanspergius y Blosius quienes propagaron los trabajos de Gertrudis en el siglo XVI. Lanspergius, ayudado por Loher, editó los textos y escribió los prefacios. Los escritos tuvieron una cálida recepción especialmente en España.
De entre una larga lista de santos y autoridades letradas que recomiendan la lectura de los escritos de Santa Gertrudis podemos mencionar a:
Santa Teresa,
Yepez,
El ilustre Suárez,
los frailes carmelitas descalzos de Francia,
San Francisco de Sales,
M. Oliver,
El Padre Faber,
Dom Gueranger, etc.. La iglesia ha insertado el nombre de Gertrudis en el Martirologio Romano con una inscripción que dice: "El 17 de noviembre, en Alemania, se celebra la fiesta de Santa Gertrudis, Virgen, de la Orden de San Benito, quien fue ilustre por el don de revelaciones".
GERTRUDE CASANOVA Transcrito por Joseph P. Thomas En memoria de Sabina Jablonski Traducido por Cecilia Nieto B., México Soporte historico del Santoral de EWTN en español.
Selección de imágenes: José Gálvez Krüger

Enlaces relacionados
  • Líneas de transisión de la devoción a Santa Gertrudis en Iberoamérica[1]

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